JUAN FRANCISCO SANS, ARCHIVO FAMILIAR

Por ANDREA IMAGINARIO

Google registra actualmente 116 artículos de investigación publicados por Juan Francisco Sans. Ignoro si serán todos, pero sé que, en cierto momento, Juan Francisco llegó a estar entre los profesores ucevistas que publicaron el mayor número de artículos arbitrados, si no es que fue el primero. Este dato “cuantitativo” no debe parecernos un dato sin alma, un simple récord al mejor estilo Guinness. Si lo refiero es porque la imagen nos ayuda a entender un aspecto distintivo de Juan Francisco: era curioso, amaba la investigación y amaba enseñar. Era un verdadero humanista en ese sentido. Creía en la investigación como fuente y sustento del ejercicio docente universitario. Juan Francisco solía decirme que un profesor que no investigaba no podía enseñar. Y ciertamente, ¿con qué autoridad lo haría? La razón de ser de la universidad, decía, era generar nuevo conocimiento. Fue un universitario en el pleno sentido de la palabra. Y fue más que eso también.

Juan Francisco Sans fue un músico brillante y creativo que conocía profundamente lo que interpretaba. Yo era admiradora de su trabajo musical desde mis tiempos de estudiante. Más tarde, al incorporarme a la planta docente de la Escuela de Artes, conocí de trato cercano a Juan Francisco y a Mariantonia Palacios, su esposa. Al igual que ella, Juan Francisco me invitó a fascinantes proyectos musicales que brotaban de las líneas de investigación del Departamento de Música de la Escuela de Artes de la UCV.

Quisiera recordar en lo que sigue las colaboraciones más significativas para mí. Juan Francisco llevaba un proyecto llamado Arias Antiguas del Nuevo Mundo, compilado y editado por él, y con el cual se hizo merecedor de un premio Grammy a la investigación. Para el concierto de presentación, convocó a la Orquesta Universitaria, al joven clavecinista Alejandro Reyes —convertido hoy en un excelente musicólogo, en parte gracias a su influencia—, a la cantante Claudia Galavís y a mí. La experiencia aún nos conmueve, pero, sobre todo, nos conmueve el espíritu con que fue desarrollado ese proyecto. Sin desdeñar de la tradición occidental, Juan Francisco Sans abogaba por incluir las arias antiguas del Nuevo Mundo en los programas de canto de Latinoamérica. Recuerdo que me decía: “Espero que esto sea como nuestro propio libro Vaccai” (un método de canto italiano que se usa en todos los conservatorios). Entonces propuso, investigó, recopiló, editó, publicó y difundió el proyecto. Ya ven: Juan Francisco Sans decía sí cuando es sí y no cuando es no. No mandaba a hacer, sino que hacía. Su pensamiento está respaldado por sus obras. Fue coherente con sus opiniones.

Quizá la colaboración más significativa para mí vino después, pero necesita contexto. Juan Francisco Sans fue la primera persona en animarme a cantar fados profesionalmente, probablemente en el año 2006, si mi memoria no falla. ¡Vaya sorpresa! ¡Yo que pensaba entonces que los profesores de Música solo valoraban las expresiones académicas! Claro que la prejuiciosa era yo, porque Juan Francisco amaba la música en sí misma, no como instrumento de distinción social. Hacia 2016 la cosa fue al revés: yo le propuse a él componer un fado sobre un poema de Luis de Camões. ¡Ah! Se trataba del bello fragmento de Los Lusíadas, que cuenta la historia de amor entre Don Pedro, rey de Portugal, y Doña Inés de Castro, y solo podía caer en sus manos. El tema se llamó “Estavas linda Inês” y se publicó en mi disco Saudades: tributo a Luis de Camões (disponible en plataformas musicales).

Permítanme una nota al margen. La palabra portuguesa “saudade” no encuentra traducción exacta al castellano. Algunos la definen como el sufrimiento por la ausencia y la dilación de la presencia. Es casi, casi la definición de un sacramento y, quizá, por eso la “saudade” es un misterio intraducible. Pues bien, la presentación de ese disco se hizo en el año 2017 en el Centro Portugués de Caracas, y estaban presentes Juan Francisco y Mariantonia. Aquiles Báez hizo el arreglo e interpretó conmigo el tema, y el sonido de Aquiles fue maravilloso —también me acompañaron los músicos Miguel Chacón y Jorge Torres. Cuando recuerdo aquella hermosa ocasión, la “saudade” me inunda porque ambos músicos, Juan Francisco y Aquiles, fueron materialmente apartados de nosotros con escasos días de diferencia. Dos grandes casi al mismo tiempo, dos constructores de país, dos amigos amados. ¡Y mucha “saudade” por venir!

El caso es que, algún tiempo después de aquel concierto, la diáspora de los venezolanos por el mundo dejó su marca también. Al jubilarse como profesores de la UCV, Juan Francisco Sans y Mariantonia Palacios se marcharon. Yo también lo hice, con el fin de cursar un doctorado en Lisboa. Con todo, mantuvimos el contacto. A Juan Francisco le dolía la situación de las universidades en Venezuela, especialmente la de la UCV, nuestra alma máter. No perdía ocasión para hacernos reflexionar sobre ello.

Un año antes de su muerte, Juan Francisco fue el comentador de mi proyecto de tesis doctoral frente al jurado examinador. Sus correcciones fueron certeras, directas y necesarias, y aun se las agradezco. No sabía que era la última vez que lo iba a ver. Pero rescato esto: nos queda Juan Francisco Sans en su obra, en la música que compuso, en los discos que grabó, en los artículos y libros que escribió y, especialmente, en la gente que formó. Dice la Biblia que al árbol bueno se le conoce por sus frutos y porque el fruto es mucho. Y así fue Juan Francisco Sans. ¡Gracias por todo, maestro!


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