Ugo_Ulive | Lunacaro

Por FEDERICO PACANINS

El Nuevo Grupo, fundamental agrupación teatral venezolana del pasado siglo, tal vez no tenía tres sino cuatro divinas personas. Al liderazgo de Isaac Chocrón, José Ignacio Cabrujas y Román Chalbaud, a partir de 1967, se agregó un director profesional de altos quilates llegado de Uruguay que, algunos años después, se nacionalizaría venezolano: Hugo Ulive Melgar (Montevideo, 1933-Caracas, 2018), conocido en el mundo de las tablas como Ugo Ulive; actor, director, cineasta, narrador y dramaturgo.

Una primera etapa de su vida pública refiere la actuación en programas infantiles de radio, y en compañías de zarzuelas y sainetes de la ciudad de Montevideo. Durante sus posteriores años juveniles, formó parte del Teatro del Pueblo y del grupo El Galpón. Ganó el premio al mejor actor de la Casa del teatro de Montevideo, por su interpretación en Las tres hermanas de Chéjov. En la década de 1950, no solo actúa en el teatro profesional de su país sino que incursiona en el cine; produce los cortometrajes La esperaEl funcionario y  La tentativa. La película Como el Uruguay no hay fue censurada en 1960.

En 1961 viaja a La Habana para dirigir el Teatro Nacional de Cuba y fundar la Escuela Nacional de Artes Dramáticas. También participa en la producción del largometraje Crónica cubana (1963) y del documental Elecciones (1967). De la película realizada en Cuba Un vintén pal’ Judas (1959), acaso su producción cinematográfica más estimada, no se conservan copias.

1967 es el año de su traslado a Caracas, donde fija residencia definitiva y trabaja por casi 10 años con El  Nuevo Grupo. Crear puestas en escena y dirigirlas son labores que dan a conocer obras dramáticas internacionales como La tigresa de Murray Schisgal, El regreso del hogar de Harold Pinter, Cuento del zoológico de Edward Albee, Black comedy de Peter Schaffer, Las criadas de Jean Genet —con tres premios Juana Sujo—, El tuerto es rey de Carlos Fuentes —Premio Municipal de Teatro de 1972—  y Arlequín, servidor de dos patrones de Carlo Goldoni.

En 1976 Ulive se separa de El Nuevo Grupo, independiza sus esfuerzos creativos y al hacerlo confirma su condición de dramaturgo ofreciendo interesantes piezas de su autoría: Boda macabra, Prueba de fuego —obra de tono político, en sintonía con su documental cinematográfico Basta, Reynaldo, Baile de máscaras, El Dorado y el amor. A partir de 1979 imparte clases y talleres en la Escuela de Artes de la Universidad Central; también incursiona en la narrativa literaria —las novelas Danzas tristes y Las cenizas de Carlos Marx; hace versiones de Hamlet o Romeo y Julieta —clásicos de Shakespeare— y libres adaptaciones escénicas de importantes piezas del teatro universal: Un enemigo del pueblo de Henrik Ibsen, El círculo de tiza caucasiano de Bertolt Brecht, El Cántaro roto de Heinrich Von Kleist o El largo viaje de un día hacia la noche de Eugene O’Neill. Los estrenos de O.K, Mesopotamia, Escrito y sellado de Isaac Chocrón  y Se vende un país —obra ofrecida  en el taller de Teatro De la Escuela de Artes de la UCV— complementan sus trabajos como director de talleres de la UCV, de la Compañía Nacional de Teatro y permanente director invitado del Teatro de la Asociación Cultural Humboldt, que da sede al notable ciclo Heiner Müller en 1987, con La Máquina Hamlet, versionada en compañía de Nelly Garzón. En 1993, luego de 25 años de un incesante y muy distinguido trabajo, recibe el Premio Nacional de Teatro.

El quehacer teatral en sus más importantes instancias queda encarnado en la vida y obra de Ugo Ulive. Su desarrollo como oficiante de cultura se despliega en conocer y dar a conocer importantes producciones de dramaturgia nacional e internacional desde la ciudad de Caracas.  Y al hacerlo con el cuidado refinamiento de quien desarrolla un estilo propio —severo, culto, en oportunidades intrincado—, pues no solo eleva la perspectiva cualitativa de su propio trabajo, sino la del público y de los artistas del teatro venezolano que comparten el arte de Ulive en sus facetas de productor, dramaturgo, director, puestista en escena —casi siempre acompañado por el escenógrafo Gómez Frá—, versionista y traductor. Por ello su meritorio escalafón, según el crítico Leonardo Azparren, de ser “el más importante director venezolano”.

A continuación ofrecemos tres fragmentos del trabajo del maestro Ulive como dramaturgo y la memoria de su despedida de las tablas. El fragmento es un monólogo de Reynaldo, drama dedicado al genio y figura del pianista venezolano del siglo XIX, Reynaldo Hahn. Luego va un diálogo de su comedia Boda macabra, que recrea la inquieta vida del cura y poeta Carlos Borges; sigue un cuadro escénico de Prueba de fuego, tal vez su obra más significativa. En tercer término, compartimos cuatro poemas teatrales de Bertolt Bretcht, versionados del alemán y presentados por el propio maestro Ulive.  Por último, reproducimos su memoria del retiro como director y maestro de talleres de la UCV, ocurrido en el año 1994.

BODA MACABRA (2003)

A comienzos del siglo XX, en tiempos del general Juan Vicente Gómez, el padre Carlos Borges, capellán del ejército y personaje principal de la obra, asiste a un acto patriótico. Lo acompañan un soldado recitador, un ordenanza del ejército y una dama anunciadora del acto. 

SOLDADO (leyendo enfático):

¡Salve Samán de Güere,

símbolo de la Patria! ¡Aunque tu tronco hiere

la garra de los siglos, tu gloria nunca muere!

(Nueva irrupción de los vientos de la banda y nuevo baile. Luego se interrumpen para dar paso al recitador).

SOLDADO (igual):

¡Baluarte y tienda fuiste de los Libertadores,

bajo tu fronda el Genio de América soñó:

y como reflejo mágico de límpidos fulgores

la espada de Bolívar tu imagen reflejó!

(Se repite mecánicamente lo anterior. Ahora los bailarines se adornan con variaciones. Vuelve a atenuarse la música).

SOLDADO ¡Santo Samán de Güere,

símbolo de la Patria! ¡Ya el hombre no te hiere

ni el tiempo ha de enjuiciarte, pues así Dios lo quiere!

¡Bajo el paterno amparo…

CARLOS(Se levanta estallando. Todo se interrumpe):

¡No, no, no! ¿Qué es esto? ¿Acaso usted sabe por ventura lo que significa el Samán de Güere? ¡La historia de ese árbol es la historia de Venezuela! ¡Sus raíces, sus ramas y su corazón se han conmovido con todas las alegrías y todos los dolores de la Patria! ¿Y ustedes creen que así le rinden homenaje, con ese folclorismo ridículo y ramplón? ¿Ustedes como que se sienten más venezolanos porque hacen sonar un cuatro? ¡El arte es otra cosa, es la más alta expresión del espíritu! ¡Yo siempre aspiré a ser venezolano y ser a la vez universal! Están equivocados, aquí en este país el arte no se resuelve con maracas. Han perdido su tiempo, este número no puede formar parte del acto cultural de hoy. Lo siento mucho.

(Los folcloristas van saliendo con aire contrito. A Carlos le da un vahído. Aparece el Ordenanza, que lo ayuda a sentarse).

ORDENANZA ¿Se siente mal, capellán?

CARLOS Sólo un mareo… Pero esa gente…

(Se pone de pie con dificultad. El Ordenanza le quita la gorra y la capa, Carlos se abre el cuello de la sotana.)

CARLOS ¿Cómo me van a venir a mí con esas chabacanerías, a mí que adoro al rey Rubén Darío y a mi bohemio hermano, el gran Edgar Poe? ¿A mí, que de pequeño, en el colegio, fui alumno de José Martí, aquel poeta límpido y sencillo?

ORDENANZA Mejor descanse un poco. Pronto tendremos que ir al teatro. ¿Quiere que le traiga un vaso de agua?

CARLOS No, no hace falta.

ORDENANZA Ahí afuera está un señor de Caracas que quiere saludarlo.

CARLOS ¿No dijo su nombre?

ANUNCIADORA Negativo, mi capellán

CARLOS Mira, en lugar de agua búscame mejor una copita de brandy. Y dile que pase a ese señor.

REYNALDO (1985)

A finales del siglo XIX, Reynaldo Hann, eximio pianista franco-venezolano y maestro de canto, recibe en su casa la visita de Santiago, crítico musical.

REYNALDO (Reynaldo  se dirige a Santiago y ríe).

Pero, la verdad, Santiago, ¿qué produje yo, qué valor tiene mi obra? Hoy lo sé muy bien, tal vez pueda engañarme antes pero ahora para qué, mis canciones son poca cosa, menudos gritos del corazón, nunca hice nada realmente grande, esas obras que son como abismos, que son inagotables, no me estaban destinadas, no eran para mí. Eso me amarga y me enfurece, es lo único que me atormenta todavía. ¿Por qué hay tantos artistas mediocres, por qué somos tantos, por qué el genio les está reservado a unos pocos, por qué no a mí? ¿Por qué tanta obra condenada al olvido, tantas inmortalidades demasiado breves? ¡Cómo me detesto a veces por haber tenido algo de talento y nada de genio! “Por delicadeza yo perdí mi vida. “¿Quién escribió eso? ¿Fue Marcel? (Santiago niega vigorosamente sin dejar de escribir). Bueno, no importa. ¡Cómo envidio a Marcel! Él tuvo el valor de entregarse a su obra con alma y vida, él dejó que vida y obra se confundieran en un solo impulso y ganó esa apuesta. Por eso a veces me entran ganas de odiarlo, no, nada de eso, Marcel fue lo mejor que pudo ocurrirme, fue la persona a quien más quise, pero su grandeza imperdonable me empequeñece implacablemente. ¡Qué cosa tan asqueante la mediocridad, esta mermelada insípida en la que he chapoteado toda mi vida! (Pausa. Suspira. Reacciona). ¿Anotaste todo esto, Santiago, estos exabruptos? No, no te creo. A ver. Deja ver. (Santiago le entrega el cuaderno una vez más). Creo que fui un poco excesivo, me dejé llevar, que pena, ¿verdad?, a mi edad. A mi edad ya debería haber comprendido, todos somos un fracaso y todos nos morimos. Pero igual, vivir es  algo chévere, ¿no te parece? (Lee). Deja ver, deja ver pensándolo bien sí, sí, es mejor que no. (Empieza a hacer pedazos los papeles, cuidadosamente. Santiago intenta impedírselo, pero se contiene). No te ofendas, mijo. Es mejor así. No le cuente mi historia a nadie, no vale la pena. Me mortifican las banalidades póstumas. Lo siento, Santiago, lo siento. ¡Qué manera de perder!

VOZ DE LA MADRE.─ (Lejana). ¡Reynaldo!

PRUEBA DE FUEGO  (1981)

Un apartamento muy humilde, en un conjunto de multibloques caraqueños, sirve de escondite a dos compañeros guerrilleros. Corre el año 1967. La ventana del apartamento está herméticamente cerrada con persianas de madera. Todo el ambiente respira abandono y descuido, subrayados por el bombillo desnudo que ilumina desde el centro del techo, también deteriorado y con grandes manchas de humedad. Hay dos personajes sentados a los lados de una mesa raída. Mariñito es pequeño, magro, con una calvicie incipiente y un fino bigote. Está vestido con ropa ajena: un saco y un pantalón que no combinan y le quedan mal, una camisa a cuadros desvaída. Calza unas botas de campaña negras, sin brillo. Habla con marcado acento llanero. César viste con elegancia descuidada: franela de manga corta; pantalón de pana arrugado, pero de buen corte, mocasines sin medias. Tiene unos grandes bigotes gruesos y una melena desordenada que empieza a encanecer. Fuma a menudo y bota las colillas y la ceniza en cualquier parte. Gesticula y se mueve con rapidez, en contraste con el ritmo pausado de Mariñito César y Mariñito son los dos compañeros que conversan la posibilidad de dejar las guerrillas y acogerse a una ley de amnistía que da posibilidades de integrarse a la sociedad y proponer un cambio político a través de elecciones.

MARIÑITO Y usté ¿qué ha pensado? ¿Qué piensa de esto de entregá las armas, de la legalidá?

CÉSAR Camarada, me honra usted con esa pregunta. ¿Será que le interesa mi opinión o es solo por pasar el tiempo? (Mira su reloj) Son las cinco de la mañana. Falta un rato todavía. De algo hay que hablar, ¿no?

(Mariñito niega con la cabeza y se para impaciente. Camina.)

Está bien, está bien, no te arreches. ¡Es que hace tiempo que nadie me toma en serio!… No, embuste… Yo sí he estado reflexionando. ¿Qué otra cosa puede hacer uno entre estas cuatro paredes? Te voy a decir lo que pienso: aquí van mis pujidos teóricos. Pienso… que siempre tuvimos mucha vanguardia y poca retaguardia, demasiada estrategia, y poca táctica, muchísima gente dispuesta a hablar paja, pero muy pocos que supieran disparar un fusil con puntería. Y era una guerra, ¿no? Nosotros estábamos en guerra. Eso fue lo que nunca entendimos bien… bueno, a mí al menos me costó entender al principio. ¿Cómo fue que dijiste una vez tú, allá en el monte? “El que a hierro mata no muere a sombrerazos”. Tenías razón, Mariñito. (Se ríe) Yo me río. “¡Qué comemielda!”, como decía Pablito, el cubano, ¿te acuerdas? ¡Cómo se arrechaba con los radios a todo volumen y las colillas botadas en cualquier parte y las escapadas a los caseríos a ver qué se conseguía! Bueno, en eso era igual a ti. Y tenían razón, yo sé… Sí, ya sé lo que me vas a decir, que yo no puedo andar tirando piedras: pero bueno, pues, yo no soy el de antes, Mariño. Yo subí porque en aquel entonces pensaba —qué gafo— que el poder estaba ahí, al año o dos cuando mucho, para qué te voy a negar… Después fui entendiendo… Yo maduré en la guerra, entendí. Por eso fui de los primeros en estar de acuerdo con la rectificación. Este es el momento. Hemos perdido todo: vidas de compañeros valiosísimos, posiciones en los organismos de masas… perdimos la legalidad, casi nos destruyen la organización completica… Aquello fue mimetismo… triunfalismo… quién sabe cuántos ismos más. No hay condiciones, ya no hay mística. ¿Vamos a seguir mandando gente a la muerte por algo que no tiene futuro? No, yo esa responsabilidad no me la calo, y creo que nadie.

MARIÑITO ¿Pero no será que no supimos hacé las cosas? ¿No será que faltó trabajo serio, que la gente se metió en la guerra así como usté, sin pensá mucho, sin una preparación verdadera?

CÉSAR  Sí… yo lo he pensado… Pero en todo caso, ya eso no tiene arreglo… “Arde la Goodyear/ arde el imperialismo…/ y yo sonrío…”. ¿Quién fue quien escribió eso? ¡Qué manera de pelar bolas! Ahora la legalidad ofrece un espacio político y tenemos que llenarlo. Lucharle a la burguesía en su propio terreno.

MARIÑITO ¿Usté me está hablando de elecciones…?

CÉSAR Sí, de participar en las elecciones con una plataforma que responda a las necesidades verdaderas del pueblo… Suena mal, ¿verdad? Un informe. Pero es eso: ¿quién mejor que nosotros, que nos hemos jodido tantos años al lado del pueblo, quién mejor para conocer sus necesidades, sus aspiraciones? Piensa… A mí no me extrañaría que diéramos una tronco de sorpresa en las elecciones.

MARIÑITO Yo no me imagino yendo de conuco en conuco y de caserío en caserío pidiéndole a mi gente que vote con la tarjeta ‘el Partido.

CÉSAR ¿Por qué no? ¿Por qué no? Hay que romper muchos esquemas; yo sé, muchas… fijaciones…

MARIÑITO No, camarada, no se trata ‘e rompé. Es que yo no creo en esas bromas… El poder no se gana con elecciones.

CÉSAR Pero con fusiles tampoco.  (Mariñito levanta las cejas).  Al menos ahora no. (Repite, un poco mecánicamente). El cuadro político no nos es favorable. (Lo mira. Transición). Por favor; viejo. Yo tengo las mismas dudas que tú. Pero si no hay salida armada y no se cree en la vía legal, ¿qué hace uno? Bebe, se sienta en una barra a beber y se consigue un puesto en la Universidad o incluso en una de esas compañías que primerito íbamos a nacionalizar apenas triunfáramos, y se dedica a coger un poco de carajitas de esas que les encanta un cuento de emboscadas y ráfagas… prrrrrrrn y uniformes sudados y palabras como fornituras y M1… Nada como las hembras de la burguesía, ¿verdad?… Yo no quiero caer en eso, Mariñito. Así que no me siembres dudas ni vainas raras. La historia avanza. O corres o te encaramas.

MARIÑITO Será.

CUATRO POEMAS TEATRALES DE BERTOLT BRECHT en La soportable levedad de Brecht (Fundarte, Caracas, 1992)

En 1990 las carteleras teatrales caraqueñas evidenciaron un inesperado auge brechtiano. Con motivo del festival internacional se presentaron versiones de sus obras a cargo de tres elencos, alemán, argentino y letón, a lo que se agregó, posteriormente, un espectáculo venezolano. Ante esto se me pidió un artículo sobre la vigencia de Brecht que me obligó a pensar de nuevo sobre un tema que creía (erróneamente) agotado. El resultado se publicó en un encartado del periódico El Nacional y luego formó parte de los textos del programa de mano de “Apogeo y Caída de la Ciudad de Mahagonny”, espectáculo presentado por la Asociación Cultural Humboldt. Allí lo leyó Isaac Chocrón y me sugirió la idea de publicarlo independientemente. Acepté sin pensarlo mucho y me puse a considerar cómo haría para convertir lo que no era más que un artículo en algo parecido a un fascículo. Decidí finalmente respetar la andadura de la pieza original aunque corregí y precisé algunos de sus juicios y acompañarla por un cuerpo de notas que dieran cuenta del material manejado para redactarla. Lo hice, primordialmente, porque siento que la información sobre Brecht en castellano se ha quedado un poco atrás y rara vez consigna las investigaciones, reformulaciones y revelaciones acaecidas en los últimos años. Esas notas trajeron otras notas y también poemas (de cuya traducción, así como la del resto de los materiales, soy enteramente responsable) y fue apareciendo este librito “suelto y despeinado, lleno de interpolaciones y saltos”, que pretende ser a la vez un intento de reflexión y un fascículo divulgativo. Para mí es, además, un punto final (¿provisorio?) para un diálogo sostenido largamente con ese interlocutor imaginario que ha sido Brecht.

Estos poemas son versiones y no van acompañadas del texto original. Las dedico al amigo y crítico teatral Leonardo Azparren.

Ugo Ulive

Mostrar debe mostrarse

¡Muestre lo que muestra! Entre todas las diversas actitudes

que muestra cuando muestra cómo actúa la gente,

nunca debe olvidarse la actitud de mostrar.

Todos los gestos han de basarse en el gesto de mostrar.

Así se practica: ante de que muestre

cómo una traición sucede o esclavizan los celos

o se cierra un negocio, mire

hacia el público como si dijera:

Fíjense bien, este hombre traiciona y así es como lo hace;

así es cuando lo celos esclavizan y así negocia

cuando se negocia. De ese modo

su mostrar mantendrá la actitud de mostrar,

de exponer lo que fue proyectado, de concluir,

de ir avanzando siempre. Muestre entonces

que lo que muestra lo muestra cada noche, que ya lo

ha hecho antes,

y su actitud llegará a ser como el tejido del tejedor, algo

hecho a mano. También ha de mostrarse

que usted mismo se esmera por facilitar

una visión correcta, que en todos los casos

ofrece el mejor punto de vista. ¡Eso también hágalo visible!

Entonces

el traicionar, negociar y

sentir celos se convertirán en algo

cotidiano, como comer, saludar y

trabajar. (Porque usted trabaja, ¿verdad?) Y detrás de sus

personajes usted estará siempre visible, como

lo que demuestran.

Sobre la dicción de las frases

Y arreglé las frases de tal modo que sus efectos

fueran visibles, de manera que

al decirlas quien las dijese

pudiera sentirse feliz o infeliz y nosotros también

pudiéramos sentirnos felices o infelices al oírlas decir a

quien las dijo.

(Ver teatro se hizo más difícil: la primera

Impresión muchas veces tuvo efecto sólo cuando fue vista

por segunda vez).

La rebaja

Mis parlamentos digo

antes de que los oiga el público; lo que oye será

algo pasado. Cada palabra que de los labios sale

dibuja un arco y cae

en el oído del oyente. Yo espero y oigo

cómo golpea, sé

que nos sentimos lo mismo y

que no sentimos simultáneamente.

La obra ha terminado

La obra ha terminado. La actuación ha concluido.

Lentamente el teatro se ha vaciado, intestino que se afloja.

En los camerinos se quitan cosméticos y sudor los frágiles

vendedores de mímicas variadas, de la rancia retórica.

Finalmente se apagan las luces que mostraron

unas tristes torpezas, y llega el ocaso a la bella nada

del mal tilizado escenario.

En el vacío pero aún levemente oloroso auditorio

está sentado el buen dramaturgo que,

insatisfecho,  trata de recordar.

MEMORIA DEL RETIRO COMO DIRECTOR TEATRAL Y PROFESOR DE LA UCV en Ugo Ulive. 50 años en la vida de un artista. Fundación Cultural Chacao, Caracas, 1998.

Regresé en 1994 al “Enemigo” de Ibsen —ahora sin el artículo inicial— con una versión muy distinta a la de 1971. Esta vez sería muy elaborada visualmente, pero mantendría la misma intención: suscitar una activa reacción del público, con la asamblea en el patio de butacas y un vestuario contemporáneo. Los recursos teatrales eran los mismos, pero el público (¿el país?) no. El espectáculo fue recibido con indiferencia por sus escasos espectadores. Este hecho, junto con varios otros (que incluyeron algunos planes frustrados) me impulsaron a reconsiderar seriamente mi oficio de director. Decidí retirarme.

Al inolvidable Inocente Palacios se le ocurrió la idea de invitarme a crear un taller de teatro de la Escuela de Artes de la Universidad Central, donde yo trabajaba como profesor desde 1979, encargado primordialmente de las clases de Historia e la Puesta en Escena. Se encaró entonces un trabajo de formación en diversas especialidades, con una presentación anual en el auditorio de la facultad. Comenzamos en 1986, improvisando sobre Esquilo, Goethe y otros autores. El espectáculo se llamó “Improvisación Prometeo”. En el año 1987 centramos nuestra atención en Hamlet, usando como inspiración unos textos de Stoppard, agrupados bajo el nombre de “Nuestro Hamlet”. Más exitosa —porque se hicieron dos funciones y fue publicitada por la prensa— fue la versión de “Insulto al público” presentada al año siguiente. Luego las autoridades de la Escuela cambiaron y el taller fue suprimido. Daniel Salas, hombre de gran sensibilidad artística que fue nombrado director posteriormente, me pidió que renaudara las actividades. Fue así como en 1993 montamos “Trabajos de amor perdidos” de Shakespeare, que cumplió una verdadera temporada. Al año siguiente abordamos “Las Bacantes”, representada al atardecer en los jardines de la universidad. “Se vende un país”, versión reducida de “Asia y el lejano Oriente” de Chocrón, fue el espectáculo final de ese taller, a fines de 1994. A partir de entonces cesó mi actividad como profesor.

Ugo Ulive

P.S.   En 1994, cuando anunció su retiro formal como director escénico y profesor universitario, el maestro Ulive tenía sesenta y un años cumplidos. En los 24 años siguientes, previos a su muerte ocurrida en Caracas el 25 de noviembre de 2018, muchos esperamos su vuelta a las tablas como el estelar director que había sido y, de seguro,  podía seguir siendo. Pero Ulive asumió su retiro con el mismo rigor que había ofrecido en los cientos de montajes propuestos durante su vida artística… desafortunadamente.     F.P.


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