Ida Gramcko / Francisco Edmundo Pérez©

Por FEDERICO PACANINS 

Poesía, prosa, ficción, crítica, ensayo  ¿teatro?  La impronta personal del artista, su estilo, bien puede puede imponerse a los diferentes géneros en que aventura su obra creativa.  Así es el caso de Ida Gramcko (Puerto Cabello, 1924–Caracas, 1994), poeta con obra inscrita en distintos géneros literarios animados por un “alma” que la llevó a confesar: “Allí, donde hay mejilla mediatizada por la meditación, en lugar de decir hay piel que piensa, urde posibilidades al decir: hay alma. El alma es una intriga singular. Una fantasía que exige logro. Un tema inesperado y azul.  El alma es un proyecto poético. Sin nosotros, nunca se consuma o se cuaja” (Poética. Ed. Congreso de la República, Caracas, 1983).

El proyecto creativo de Ida Gramcko ciertamente quedó consumado mediante su intensa actividad como periodista cultural, ensayista, poeta y dramaturga de formación inicial autodidacta. Ya en 1942 se publica Umbral, poemario premiado por  la Asociación Cultural Interamericana. Para 1943 es reportera y cronista literaria del recién fundado diario El Nacional. Luego viaja y ejerce cargos diplomáticos en  Moscú, donde el hispanista soviético Fedor Kelin le solicita una obra de teatro para niños; así se estrena como dramaturga con La hija de Juan Palomo, basada en un cuento infantil. De regreso a Venezuela, en 1952, publica una antología poética y también varias obras teatrales: Belén Silvera (teatro en verso), María Lionza, La rubiera, Penélope, La dama y el oso, y La mujer de Catey.

Entre poemarios, ensayos, narrativa y teatro, sus libros sobrepasan los 30 títulos. La obra escrita se entrecruza con años dedicados a la filosofía, que estudia en la Universidad Central de Venezuela para allí graduarse y luego impartir en sus aulas cursos de filosofía del arte y mitología en la Escuela de Arte, y de poesía y poetas en la Escuela de Letras, así como talleres de poesía en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg). En 1977 recibe el Premio Nacional de Literatura.

En cuanto a su obra dramática, la poeta Luz Machado dio algunas certeras luces en un artículo publicado en  la Revista Nacional de Cultura (no.135, Caracas, 1959): “Ida, con la armonía más musical del verso, reitera aquí las antiguas palabras. Y bajo este auspicio comienza el nuevo intinerario: el teatro. La hija de Juan Palomo, Belén Silvera, María Lionza, La dama y el oso, son sus nuevas creaciones (…) estos personajes que Ida mueve son personajes de fábula; son el mito y la leyenda criollas lo que ella ha llevado a escena objetiva. Cuanto es perfil o sombra en el universo de esas consejas legendarias ella los ha vuelto objetivos en la escena, tangibles en su significación. Y mantenida en la duermevela del verso y vistiendo de sortilegios las figuras, ha dado al teatro venezolano esas obras que ya han merecido representación”.

Ofrecemos a continuación varios textos dramáticos con los poéticos “personajes de fábula”, que bien advirtió Luz Machado en el teatro de Ida Gramcko.

de LA DAMA Y EL OSO (1959)

Una leyenda andina cuenta que un hijo crece con su madre, Lisis, quien lo educa haciéndole creer que su padre Padre es un oso. El diálogo aquí ofrecido presenta al hijo ya universitario con su novia, cuestionando a su madre por la aparentemente absurda versión existencial de su filiación.

EL HIJO:  Madre …

LISIS:       Puede destruirse un mundo para buscar un trébol de cuatro hojas. Los bienes los perdemos para favorecer abejas ebrias. Todos los palacios que alzamos una vez y que ahora caen se encuentran se encuentran esparcidos en la miel como en tamaño único y espeso.

EL HIJO:  Madre, explícate bien porque no entiendo nada.

LISIS:       ¡Silencio!… Ahora sí… Pareciera que se me estuviese formando una palabra en la garganta igual que un huevecillo que revienta. ¿Es amor, es luz, es la verdad? No lo sé, no habría que nombrarla. No hay que liberar este pájaro. Me sube en escozores por la entraña una expresión indefinida porque un día será la más plena. ¿Cómo comunicarles lo que hubo?

EL HIJO:  ¿Qué fue lo que hubo, Madre?

LISIS:       ¿Por qué traes a remolque el relato?

LA NOVIA:   No la interrumpas.

EL HIJO:  Quiero saber.

LISIS:       Está bien. Es la última vez. Todo sea por tu tranquilidad.

LA NOVIA:   Has roto el encanto.

LISIS:       Hay que encantarlo a él de un modo raro: con frases muy concretas. Pero un día, después que haya atravesado los decires del mundo, se quedará callado o balbuceante. Nadie tiene lenguaje si, alguna vez, no ha suprimido el verbo. No es capaz de besar aquél que sobre el polvo no redima su boca… (al Hijo.)…  Atiende, pues, porque voy a ser lógica. Querido, he aquí el cuento: tu padre, el oso, quería castigarme, y para darme una lección no se dejó ver durante tantos años. Ahora, ha vuelto.

EL HIJO:  ¿Y va a quedarse aquí?

LISIS:       No se lo he preguntado, pero creo que sólo vendrá a buscarme algunas noches. En cuanto al candado, es inútil. Él no entra por la puerta.

EL HIJO:  ¿Y por dónde?

LISIS:       Por el corazón, que tiene un umbral lleno de brasas.

LA NOVIA:   ¡Oh, Lisis! Y tú lo recibirás, aunque te haya hecho sufrir tanto tiempo.

LISIS:       Me seguirá haciendo sufrir. ¿No es esa la ventaja más viva del amor? El amor es una felicidad tan fabulosa que vive eternamente sin consuelo.

EL HIJO:  Suponiendo que fuese como dices, ¿por qué no se queda contigo? Me gustaría verlo.

LISIS:       Tiene una osa.

EL HIJO:  ¿Cómo?

LISIS:       No iba a estar solo durante tantos años. Te dio que tiene una osa. Eso es muy natural entre osos, aunque para el hombre sea incomprensible. Los osos no saben lo que es el adulterio.

EL HIJO:  ¡Dios mío!

LISIS:       Aunque a lo mejor, se le ha pegado algo del hombre. ¡Pícaro! Quisiera darme celos.

LA NOVIA:   Lisis, en el mundo no hay mujer como tú. Le quitaremos esa osa.

LISIS:       Pero hay que ir con cuidado. Hay aventuras que se pueden limar con los labios. Y ahora voy a ver al caballo. Le he traído un mensaje.

EL HIJO:  Madre…

LISIS:       No te asustes si una dama se va tras otro oso. Sólo asústate si ves que esa dama es incapaz de amor. (Sale por la izquierda de escenario).

de MARÍA LIONZA (1955)

Diálogo del tercer acto. Ezequías, suerte de seguidor de la reina María, la pone a prueba al confrontar su destino con sus pasiones.

MARÍA:    Paso del verde al rojo cual hoja de almendrón; pongo mi carne al tiempo y al remojo y la huelen el fraile y el capón. ¿Y qué me importa, qué? ¡Si huelo a vida! ¡Si nadie puede contener mi piel, si estoy alegre mientras más perdida, si huelo a sangre, a toro y a clavel! De todas estas muertes fantasmales, de toda esta agonía de laurel, salen de mis dos pechos, catedrales, campanadas elásticas de miel.

EZEQUÍAS:  Tú tienes que cumplir lo que está escrito.

MARÍA:         Me río de las frases, del papel, de los prudentes con su requisito y a la culebra pongo el cascabel. Canto mi amor con el reptil y el grito y que otra reina ocupe mi vergel.

EZEQUÍAS:   Es que no hay muchas como tú, María…

MARÍA:        ¡Razón para tenerme encarcelada!

EZEQUÍAS:   Razón de reina…

MARÍA:         Cábala, Ezequías. Yo soy una mujer enamorada.

EZEQUÍAS:   Líbrate de ello…

MARÍA:         No me librarían ni tú ni el cielo, ni el amor ni nada.

EZEQUÍAS:    Tú tienes fuerza, tú eres como un trueno…

MARÍA:         Prueba es que quiero dar la dentellada, prueba es que quiero ser el desenfreno…

EZEQUÍAS:   ¡Es que te hallas cogida en la emboscada!

MARÍA:        ¡Y que me cojan! Dulce es el veneno, dulce es la fruta cruel y emponzoñada… Ezequías, lo ves, pierdes terreno…

EZEQUÍAS:   Me asusta el tremedal de tu mirada.

MARÍA:        Dijiste bien al verme diferente. Si me propongo actuar, ¡todo lo abarco! Siempre miré al miedoso frente a frente… Mi madre andaba con sus pasos parcos, mi padre huyó de su tranquila fuente y ella lo perseguía entre los charcos. Después… ¡a romería de parientes! Todos con sus miserias entre marcos, y ante aquella caterva de incipientes asomó un hombre como un mar con barcos. Yo dije: un mundo nuevo, un mundo con maderas, con vituallas, ¡a este hombre me lo llevo! Y ese hombre fue cogido con mis mallas.

─QUEHACERES

En el año 1972, Ida Gramcko obtuvo el Premio Municipal de Literatura, mención poesía, por “Quehaceres, Conocimientos, Compañías”. Las ensoñadoras y mágicas imágenes que sugieren los “Quehaceres” del poemario, nos dieron pie para en 2019 proponer una puesta en escena donde el personaje femenino que monologaba el texto, era acompañado por la música y la magia sugeridas por las imágenes líricas. Silvia De Abreu –actriz–, Rafael  Gorrochotegui –mago–, Samuel Amaya –músico– y Yessica Serrano –productora– entregaron sus talentos para la  aventurada adaptación escénica ofrecida en el teatro de la Asociación Cultural Humbodt de Caracas, cuya filmación puede apreciarse gratuitamente en el Canal youtube de la Asociación, link de Internet: https://www.youtube.com/watch?v=rvKtXAStjIc&t=84s

1.

A un pintor se le piden diez pinceladas de matices distintos.         Se toma un poco de aire y se les une. Todavía falta color y se le añaden dos cintas: una roja y otra amarilla.            (puedes hallarlas en el costurero). En el suelo han quedado unas hilachas. Sobre ellas se extiende el color. Agrégale un relámpago y el anhelo de un hombre encerrado       que ansía ver las nubes. Todo ello se atraviesa con el sonido claro de una copa de cristal al quebrarse. (No desdeñes las copas quebradas.) Finalmente se piensa en un bosque. Eso es hacer un pájaro. Es muy simple.

2.

En el cielo se ven muchas cosas: nubes, bandadas, luna. Pero creíste que debías hacer algo más. Una invasión de mariposas, de grandes mariposas tropicales, de esas que parecen faralaes de la tela ligera y floreada del   vestido de la abuelita, de esas que, como ese vestido, saben bailar una polka o un vals: una invasión de mariposas, de grandes mariposas tropicales, de esas que parecen pequeños pedazos de paisaje o selva pintada en miniatura, no puede cruzar bajo una puerta común. Necesita una entrada especial. Y la dejaste cruzar los espacios, haciéndole justicia. Fue cuando hiciste el arco-iris.

3.

Toma una burbuja, añádele una pequeña mariposa blanca y piensa ─como todo joven cosmonauta─ en el universo y las estrellas. Piensa entonces que el perfume mejor no es el que está en frascos de vidrio sino en el aire del amanecer o en el libro gris y olvidado porque el despertar y el recuerdo siempre son cosas limpias. Entonces, habrás hecho un jazmín.

4.

Toma la pulsera vieja de tu madre, la que ya no se usa, la que se halla olvidada en el joyero. Métela en el molino.      Muélela muy despacio. Pero no es suficiente. Riega ese polvo   cerca de los que desean emprender vuelo: los cosmonautas,         los poetas, los religiosos. Recógelo y con ternura piensa                 en los que quieren volar pero que tienen hambre.                Entonces, habrás hecho alpiste.

5.

Lo que brilla ¿no es verdad que no parece estar exactamente  en su sitio? El destello del agua o del cristal se aleja. El sol no hace    parpadear. Debe ser por algo. Acaso hay un anillo que no busca otras manos que grandes         jazmineros floreados en la noche. Pero nadie sabe donde se depositan las estrellas fugaces.            Acaso en el maíz o en el papel de los chocolatines. Un amolador invisible siempre está trabajando entre las hojas.   Por las noches, debe trabajar sin descanso porque saltan sus chispas. Así puedes hacer el primer bosquejo de un cocuyo.

6.

Se toma un poco de la espuma del mar, se alisa con lentitud,           se dejan caer, muy cuidadosamente, sobre la lisa espuma,            unas líneas azules del mar. Se une a todo el recuerdo de un hombre que miraste en un libro muy viejo. Ese hombre vivía en ese antiguo país,       lleno de columnas y túnicas. Se encontraba rodeado de alumnos y tenía una copa en la mano. Se llamaba Sócrates y su frente era muy hermosa y muy grande. Así se hace un cuaderno. Es muy simple.

7.

Ahora sabes que hubo un hombre que se llamaba Leonardo.    Leonardo Da Vinci. Tenía deseos de volar.                                         Ahora sabes que hubo otro hombre que también deseaba volar          y pintó cuadros llenos de querubines. Se llamaba Fra Angélico.                                                                          Ahora sabes que muchos niños en la tierra no pueden aspirar            a juguetes costosos. Son niños que también quieren volar.              Y lo has unido todo. Has hecho un papagayo.                                     Es cosa muy simple.

8.

En el pizarrón, como en un oscuro universo, se dibujan               cifras cual lucero de tiza.   Has cerrado los ojos. Ya no ves el aula. Ni las petunias del patio del colegio. Ni el collar de turquesa de la niña vecina. Has cerrado los ojos. No recuerdas la hortensia que tu madre riega en el jardín. Cuando la hortensia                        es sonrosada, es como el cielo cruzado por un arrebol.                       Ni recuerdas el color de la tinta que ha coloreado la página        blanca del cuaderno.                                                                                  Has cerrado los ojos. No aspiras, ni flores ni el olor del aula,         olor a lápices, a zapatos de goma, a caramelos.                                  No tocas el pupitre. Te parece que no tocas el suelo.                          Te ensimismas bajo los párpados. No escuchas.                                    ─ La capital de Venezuela…. ─ dice la maestra.                                  No escuchas. Suena un timbre.  No escuchas. Una niña muerde una galleta. No escuchas. Un tropel humano abandona el salón. No escuchas. Ni petunia, ni hortensia, ni turquesa ni tinta. Has hecho el azul bajo tus ojos. Pero una especie de azul inmenso que tú nunca viste. Has hecho el cielo, pero no el cielo que recorren los aeroplanos. Te será fácil. Para mí, no fue simple.

9.

Tu amiga tiene sed. Pero resulta muy duro el vaso de vidrio.     Piensas en una copa suave, más aún que la taza                                  de porcelana. Una copa donde el agua pueda estar justamente         en su sitio. Y piensas que lo que se redondea o se curva                  es porque algo quiere contener. Como el cesto contiene                    los huevos o los frutos. Como el mundo contiene un regalo:              los hombres. Piensas que, entre las hojas, allí,                                       en lo oscuro, como en un secreto, brota una redondez                     llena de gotas frescas. Y haces la rosa.

10.

Has dado de beber. Y, sobre todo, has dado una copa                            muy fina y muy frágil. Casi todo lo hermoso es delicado.           Lleva la copa con cuidado, pues si la mueves mucho,                 rodarán por el suelo sus rosados o blancos añicos.                      Porque no es suficiente trazar números o letras en el cuaderno      puesto sobre el pupitre. No son suficientes la aritmética                  y la gramática para ser sabio en esta vida.                                 Vuélvete hacia el otro pupitre. Ante él, se halla                                    otra criatura como tú. Sonríele.                                                              No basta conocer en donde está el Japón. Hay que saber                     en dónde se encuentra la amistad. Aprendemos que                            el frailejón es la flor de los páramos. Pero hemos de saber           que es una flor abrigada, con tallos elevados y tibia.                   (Para mí, un frailejón es algo excepcional, pues es el regalo           que yo le hice a un mago. Y el mago no tiene manos.                       Tiene un gesto tan puro que se le ha vuelto prodigio.)    Aprendamos que una estrella se encuentra a tal distancia            de la tierra. Más también aprendamos que una estrella                      se encuentra muy cerca de la mano del mago.                                     Eso lo aprendí yo.                                                                            Aprendemos que una naranja es una fruta pero también                     es el alivio de la sed de otro niño.                                                           Eso es hacer la vida.

11.

He dicho que eres un joven cosmonauta. ¿Por qué?                     Porque tomaste un montón de espacios, un montón                            de espacios con estrellas. Tomaste el universo.                                      Y pensaste que, más allá de Europa, de África, de Asia,                        aún más allá, puede que hubiera criaturas como tú,                ansiosas de escucharte y que se necesitan.                                   Pensaste que acaso no podrían entenderte porque hablan otro idioma. Entonces, decidiste aprender un idioma que no                  es el inglés ni el francés sino el de los que se aman entre sí.                               Así te hiciste un cosmonauta.

12.

La lluvia cae. La lluvia brilla. Y pensaste que hay brillos           fuertes pero que también hay brillos suaves. La seda brilla    suavemente. Tu cocuyo brilla con energía.                                            Y pensaste que en un cielo de un azul muy vivo, casi verde,           varias nubes pequeñas se llenaban de sol.                                   Pensaste también que en nuestros bosques ─en los mismos           en que pensaste cuando hiciste el pájaro─ había necesidad             de un palacio. Un palacio en que se balancease                                    la vivienda del pájaro.                                                                                  E hiciste el Araguaney. El Araguaney es el otro de todos               los humildes.

13.

Ha llovido bastante. La lluvia brilla con fuerza pero                 también produce frío. Y un amigo o una amiga tuya                           ha temblado. Entonces, tomas una gran mariposa tropical                    y piensas en este verbo: dar, y en este sustantivo: la ayuda.             Un bello paraguas, lleno de colores, se abre sobre                                tu amigo o amiga.

14.

Como cualquier joven de tu edad, sentiste hambre.                             Y tomaste una pelota ─cualquier pelota─ y la cubriste completamente con un pedazo de arrebol.                                  Pensaste que todo lo que es rojo como la fresa o la peonía,            tiene sus detalles. La fresa tiene arrugas, como si la fresa            fuese una vejez encantadora; la peonía es redonda y                      tiene pintas negras como si la peonía fuese una llamarada         niña, con redondeces y lunares.                                                       Pensaste que todo lo que es fuego, todo lo que arde                               o nos quema, para no ser estridente, se llena de salpicaduras,        de pliegues, se matiza.                                                                     Pensaste que los labios palidecen.                                                 Pensaste que una bomba roja del árbol navideño es hermosa,          no precisamente porque es roja, sino porque refleja                           lo que le rodea. Uniste todo eso y la pelota cubierta                              con el trozo de arrebol. E hiciste la manzana.

15.

Pensaste que muchas cosas se comen, o se acaban,                              o desaparecen.                                                                                            Pero también pensaste que acaso los huecos no sean malos.        Por los huecos se filtra la luz. ¿Acaso no se filtra por los ojos?       Sólo cuando la mano se ahueca, puede contener algo:                      un regalo, una espera. Los encajes no serían lo que son                    si no tuvieran huecos.

La cara se llena. La ahueca una sonrisa.                                     Pensaste que las flores son preciosos y delicados huecos            entre sólidas hojas. Lo pensaste al mirar la guirnalda.                Doce rosas de té en la guirnalda de hojas anchas no eran            sino doce huecos pálidos y hermosísimos.                                           La vida es un compuesto de llenuras y huecos. Y el vacío         puede no ser tal sino necesidad de una cosa que no sea        concreta y maciza. Si alguna vez sientes un vacío, piensa            que no hay tal; es la ausencia de algo. Pensaste que un día   morirás y que el hoyo que te aguarda en la tierra es algo            como un labio abierto en busca de una cosa que no sea              carne rolliza o macilenta. Pensaste que la carne es algo tonto.        Y así, hiciste surgir el poeta que estaba dentro de ti mismo.

Fragmento de la entrevista con el poeta José Ramón Medina, publicada en el Papel Literario de El Nacional, edición del 18 de febrero de 1968.

Mi teatro es un teatro poético y siempre en él, aunque dibuje con todo cuidado y cariño los personajes más cotidianos y terrenales, mantengo el nudo o el hilo del asunto asido a la figura centralizadora que es siempre una voz de ensueño e idealismo. La satisfacción es la misma que en la poesía.

Ida Gramcko


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