Por FEDERICO PACANINS

El dogma cristiano de la “Santísima Trinidad” inspiró una homónima denominación vernácula —nada religiosa, por cierto— referida a los tres dramaturgos fundadores de “El Nuevo Grupo” en la Caracas de 1967: Isaac Chocrón, Román Chalbaud y José Ignacio Cabrujas no solo tomaron las riendas de su grupo, sino que comandaron la vanguardia teatral venezolana de los años sesenta y setenta del pasado siglo XX.

Román Chalbaud (Santiago de los Caballeros de Mérida, 1931), dramaturgo, director de cine, teatro y televisión —integrante de aquella “Santísima Trinidad” teatral—, hoy da cuenta de una larga carrera con incuestionables logros en las diversas áreas a las que ha dedicado su vida artística. En cuanto al teatro, combinó con acierto la dirección escénica de sus obras que, por otra parte, fundamentaron guiones cinematográficos, también bajo su dirección, convertidos en significativas películas para la historia del cine nacional: Caín adolescente (1955), Sagrado y obsceno (1961), La quema de Judas (1965), Los ángeles terribles (1967), El pez que fuma (1969) y Ratón de ferretería (1970) son ejemplos de la singular maestría de Chalbaud al dar vida teatral a su obra dramática y, también, vida cinematográfica.

El Premio Nacional de Teatro de Venezuela en 1984 y el Premio Nacional de Cine en 1990 son galardones que reconocen la extensa e importante obra de Chalbaud. La exploración de la marginalidad social venezolana, captada por un singular espíritu poético capaz de iluminar situaciones extremas, es un elemento constante en sus piezas teatrales: allí va el sensible toque del artista creador de dramas y comedias.

Ofrecemos a continuación seis textos que dan cuenta del pensamiento y obra dramática de Chalbaud: en primer término, compartimos el breve ensayo El primer espacio teatral (Theatron, UNEARTE, nos. 24 y 25, abril de 2014); le sigue una poética escena existencialista de Requiem para un eclipse (1957), que da pie a compartir el monólogo de Juan Sebastian en Sagrado y obsceno (1961). La cuarta selección es el diálogo de apertura de Triángulo (1962), única obra que combina el talento de los tres integrantes de la “Santísima Trinidad” teatral. Por último escogimos un humorístico cuadro de El Pez que fuma (1968), y el texto de presentación del libro de fotos Sistema nervioso (Fundación Neuman, Caracas, 1975), que bien nos ayuda a traspolar intenciones e ideas del propio Chalbaud en cuanto a su quehacer artístico.

El primer espacio teatral (2014)

El primer espacio teatral es el confesionario donde el niño se arrodilla y balbucea en secreto sus más íntimos e inocentes pecados. De allí sale vestido de ángel para incorporarse al cuadro vivo donde la gente más conocida de la parroquia se ha vestido decielos y de infiernos, mientras los feligreses, apasionados, se sorprenden que sus amigos y familiares puedan encarnar seres de otros mundos con tan convincente sinceridad. Los conflictos comienzan a surgir cuando en el escenario del cine de barrio una rumbera cubana que viene de México se transforma en la encarnación del mal, y a pesar de que el cura prohíbe la asistencia al espectáculo, la sala se llena de rufianes y curiosos, todos atentos a los voluptuosos movimientos de unas caderas realmente pecaminosas. ¿Era fingida la confesión? ¿Fingía el niño su postura de angelito sobre la nube de cartón? ¿Fingía la bailarina el movimiento circular del espinazo?

Y de pronto apareció el político que en el primer teatro donde se montara la cortesana sentaba las bases de un nuevo partido que nos llevaría a la construcción de un gran país. Empieza entonces el desfile interminable de cómicos que proceden de España, Cuba, México y Argentina, que desembarcaron muchas veces en Puerto Cabello primero, en La Guaira después, y que nos enseñan la magia de su profesionalismo. Pero, ya nosotros nos habíamos reído con las gracias de don Rafael Guinand y con las puntadas de don Antonio Saavedra. Ya el caraqueño, asombrosamente municipal y por ello irremediablemente nacional, y por ende implícitamente universal, sabía acudir a sus teatros para reír con las costumbres y llorar con sus resabios. En el espejo del escenario se reflejaba su imagen ingenua de provinciano buscando en la verdad de su reflejo la sinceridad de su fingimiento.

Pero, el espejo no es siempre transparente y es difícil reconocerse en la opacidad. Hay que encender entonces las velas, cirios, mechas, pabilos, candelabros y reflectores, para dar paso a esa búsqueda incesante del hombre por encontrar en sus gestos y palabras fingidas la actitud real y el verbo que nos descubra como somos realmente. La esencia inherente que José Antonio Páez vio en el espejo cuando se estaba caracterizando de Otelo. ¿Era más culto cuando estaba montado en el caballo, lanza en mano? ¿Era más verosímil cuando atravesaba a un Realista con la intensidad de su patriotismo? ¿Quién era este entonces que recitaba a Shakespeare en llanero? Los artificios pueden llevarnos a la imitación de la astucia, pero también puede conducirnos al encuentro con la sinceridad.

Los histriones siempre han sido mal vistos por la sociedad hasta que uno de ellos, actor o escritor, integra a esa misma sociedad a la mascarada y le hace ver que él es solamente un representante encargado de reflejar en el espejo del escenario los vicios y virtudes de la parroquia donde vive. Es entonces cuando se produce esa admiración por un hombre de teatro que no es otra cosa que una admiración por la sociedad que lo ha formado.

Cuando el pueblo de París tomó La Bastilla, dentro de ese pueblo iban los malandros y rufianes, codo a codo con los hombres de pensamiento. Eso es el pueblo y eso es el teatro: integración de los santos y los pecadores. Digámoslo con una palabra que está de moda: La concertación del rostro con su propia máscara:

Los culpables hacen el papel de inocentes.

Los villanos se visten de galanes.

Las prostitutas fingen ser vírgenes.

¡Pero qué mal lo hacen! Como no son buenos actores son descubiertos inmediatamente por esa maravillosa corte de justicia que es el público, corte suprema que sólo aplaude cuando el espectáculo lo merece. El público, es decir, el pueblo, sabe perfectamente cuando la representación no es buena; entonces chifla, rechifla, pita y los tramoyistas bajan apresuradamente el telón.

La vida se hace cada vez más teatral: Los políticos son los primeros actores y los medios de comunicación irradian cada vez más acentos dramáticos. Se nos está quitando a la gente de teatro el privilegio de hacer teatro. Sin embargo, ¡Que diferencia! ¡Qué contradicción! Los teatros hemos sido sinceros en nuestras representaciones, así como en nuestras fortalezas y en nuestras debilidades.

La primera vez que vi a don Antonio Saavedra fue en el Teatro Nacional, con una bacinilla en la mano. Los gomecistas se enojaban y se salían del teatro. Mi padre, horrorizado, me sacó de la mano. Horrorizado porque aquella bacinilla presagiaba desde entonces el mundo escatológico en el cual íbamos a crecer.

El teatro es una catarsis. Por eso invito a los jóvenes autores, a los que están despertando a la vida, a que escriban sobre el mundo que nos rodea: a que no le tengan miedo a esa imagen terrible que se ve en el espejo, porque ¡fíjense bien! al lado del cobarde hay un valiente, al lado del ladrón hay un honrado y son los valientes y los honrados los que tienen que contar historias.

La misión del teatro es entretener, pero también denunciar la corrupción para que se haga justicia. La libertad es consecuencia de la justicia. Y es la justicia quien funda la libertad. La misión del poder es administrar la justicia. Cuando no lo hace, el pueblo tiene el derecho de administarla por sí mismo.

Fragmento Requiem para un eclipse (1957)

Monólogo de El Hombre

(Tres personajes discurren en una habitación discurren acerca de lo que dice una carta y dan trama al monólogo.)

Esteban ─ ¿Y ese otro papel?

El Hombre ─ Llame a su hermana.

Esteban ─¡Jacinta! (Entra Jacinta)

El Hombre ─ Este es otro papel es una carta

que Armando Robles me escribió hace tiempo.

Fuimos amigos. Nos quisimos mucho.

Esteban ─ ¿Una carta?

Jacinta ─ ¿Una carta?

El Hombre ─ Dice así:

Esteban:

Lo importante no es que no me abandones,

sino que no te abandones a ti mismo.

El problema no está en el amor ni en el desamor.

El problema tampoco tiene solución de muerte.

Está en la vida. En vivir solamente.

Es muy importante tratar de ser de los primeros.

No llorando como viniste a buscarme.

La vida está más allá de eso.

En lo que tú llamas ensueño precisamente.

Me dices: “Estoy dormido”. Y mientes.

Eso que llamas ensueño reconoce el amor.

Y el amor no es sueño, ni dolor, ni amistad.

El amor es amor.

Como el vidrio es vidrio.

Como el agua es agua.

No agregues nada a la vida.

Si te hace falta, hazlo.

Pero si vas a renegar de ello; no lo hagas.

Porque, antes que nada, niño,

antes de poder llamarnos a nosotros mismos por nuestros

nombres

debemos defendernos.

Defender las sombras que podamos proyectar.

Defender nuestras luces

que los demás puedan calificar de inútiles o vanas.

Créeme. No pienses siquiera en lo que te digo.

Acéptalo. Acepta todo lo que creas.

Si crees que tus manos son, aunque infelices,

y los demás tratan de lastimarlas,

con ellas mismas dales de bofetadas y diles:

“Mis manos no, son mis manos”.

Tranquilamente, sin furia. Con fe.

Pero sin agregar lo inútil, que debes siempre desechar.

No creas nunca en el bien o en el mal.

Nada es demasiado bueno.

Nada es demasiado malo.

Ni siquiera la indiferencia que nada acepta.

No pretendas descubrir o ser antes de tiempo.

Cada hombre tiene un ciclo de vida propio:

unos más corto, otros más largo,

pero siempre con principio, desarrollo y final.

No temas nunca estar en el principio.

Este mismo tiene su desarrollo y su fin.

Termina sin darte cuenta,

cuando en verdad vives y no hay sueños imposibles para tus

engaños.

¿Me amas ahora? Todavía no. Acaso nunca.

Más no importa. Ten calma.

Nada debes apresurar.

La verdad siempre tiene su tiempo.

Sabes el cuento del borracho que se acercó

después de contemplarse en un espejo. Pues bien, me dijo:

“Mis ojos son perfectos. Lo han visto todo. Soy nadie”.

Transforma tu ensueño en borrachera, tus milagros en ojos y

espera.

Estoy más cerca de lo que imaginas.

De pronto apareceré y tendrás ocasión de besarme o matarme,

según el tiempo me haya fecundado en tu corazón. Armando.

Jacinta ─ ¿Eso escribió mi padre?

El Hombre ─ Eso.

Jacinta ─ ¿A usted?

El Hombre ─ A Esteban Santos.

Jacinta ─ ¿Se va?

El Hombre ─ Me marcho.

Jacinta ─ ¿A dónde? ¿Dónde vive?

El Hombre ─ No vivo. Ya estoy muerto.

Desde el momento cruel en que cerrara

la urna de aire, terminó mi vida.

Robles nació. Santos ha muerto.

Hay hombres que nacemos para conducir hombres.

Como ciegos que guiarán.

Gestamos las ideas para que otros las viva.

Cuando llega el eclipse estamos muertos.

Jacinta ─ ¿El eclipse?

El Hombre ─ Un hombre no es un día o una noche.

No necesariamente.

Cuando se logra sobreimponer luna y sol en la conciencia,

hay un eclipse humano que acepta fealdad y belleza,

ángel y bestia, dulce y amargo. Es un poeta.

Yo ya esperé bastante. Esperé que se inspirara,

que torciera el camino, que regresara a la verdad dichosa.

Ahora ya no sirvo. No significo nada.

Robles es la verdad. Viva su hechizo.

Conduje paternal por los caminos su certero camino.

El mío ha sido terminado. Soy un cadáver solo. Sin réquiem. Sin

destino.

Fragmento de Sagrado y Obsceno (1961)

Segundo acto. Primera escena. (Monólogo de Juan Sebastián a Ignacio)

Juan Sebastián (a Ignacio) ─ Una vez yo me quede mirando el mar mientras se llevaban el cadáver sangriento de mi madre. Un animal de las alas fuertes y comprimidas había destrozado su voz y su figura… Fueron inútiles las flores, las coronas de flores, las suaves telas negras, para suavizar la terrible imagen… Era una mentira… Todo era una mentira… La vida mentía con su voz cálida o con su voz fulgurante… o con su grito salvaje… o con su ternura de palabras apenas dicha… De pronto, de la edad de Chamito, estaba solo… solo… mi pobre infancia… mi infancia sin payasos, sin libros, ni conejos… Un día, por el camino más largo, con las manos metidas en los bolsillos vacíos me vine a la ciudad… ¿Qué encontré?… Cemento, armaduras de hierro, hambre, infamia… ¿en quién creer?… Hasta que una vez, a las diez de la noche, de una casa colonial de ventanas y puertas cerradas escuché a Bach que salía por todas las rendijas… ¡Me aluciné! ¡Me aluciné!!! Aunque vivo rodeado de personas que hablan y caminan y mastican cuando hay pan que masticar… los veo como fantasmas… fantasmas… y la música de mi tocayo Juan Sebastián, que debía ser fantasma, es como un pan, como una mazorca litúrgica, como un pedazo de hombre y de tierra que yo mordiera… Traté de estudiar música, de seguir paso a paso la vida de aquel hombre de buscar en las corcheas y en las fusas una respuesta para mi soledad… Pero he seguido solo y estoy solo… y todo lo que me pertenece es una mentira… y a veces hasta yo mismo soy una mentira que camina… y que piensa… El mundo se hunde para los demás cuando me ven pasar… No valgo nada, soy carne ambulante, mente ambulante, maromero ambulante… no soy nadie… y no valgo nada… y no pude solo… y me dejaron solo… nadie puede llegar sólo… hay que tener manos que empujen, manos que acaricien, manos que bendigan y ayuden… ¿Dónde están esas manos?… Pero tú lo has dicho… la mentira… la mentira… Un día los seguiré y Bach estará conmigo… mi único amigo… un día los seguiré… (Entra a su cuarto. Ignacio se queda solo y se pone a llorar. Juan Sebastián se asoma). No llores solo… Ven a llorar conmigo… Ven… ven a llorar conmigo… (Ignacio se levanta y va hacia el cuarto. Viejo y muchacho entran y la puerta se cierra).

Diálogo inicial de Triángulo (1962)

Hace algo más de sesenta años, tres jóvenes dramaturgos venezolanos se aventuraron a escribir una pieza experimental. La pieza fue concebida para presentar creaciones individuales; obras de teatro breve, pero con algunos denominadores comunes que justificaran su propuesta en conjunto: el tema de la incomprensión —acaso esencial para ellos mismos—, dos actores y una actriz cual personajes únicos, la incorporación de elementos escenográficos obligatorios —un paltó, una carta y… ¡un “ping” de Boliche!— y, como condicionamiento fundamental, ofrecer una primera página igual para el diálogo inicial de cada pieza.

Nació así «Triángulo», obra colectiva, experimental a tres manos — “para jugar en serio con elementos dados”, dijo Chalbaud— con un trío de actos demarcados por las breves obras, y un diálogo de comienzo exactamente igual para cada una de ellas: «Las Pinzas» de Román Chalbaud, «Tradicional hospitalidad» de José Ignacio Cabrujas, y «A propósito de Triángulo» de Isaac Chocrón. Ese curioso diálogo común de inicio a las tres piezas dice así:

Actriz ─ Aquí estamos.

Actor ─ ¿Es verdad eso?

Actriz ─ ¿Te extraña?

Actor ─ Creo que somos más.

Actriz ─ No es una cuestión de cantidad.

Actor ─ ¿Vamos a esperarlo?

Actriz ─ Aquí estamos.

Actor ─ Me parece que tengo muchos años haciendo lo mismo

Actriz ─ Y es la primera vez que vamos a hacerlo.

Actor ─ Si te descuidas lo harás por partida triple.

Actriz ─ No entiendo lo que dices.

Actor ─ ¡Entender! ¡Entender! Tú no entiendes. Nunca has entendido.

Actriz ─ Algo entiendo. Por eso estoy aquí.

Actor ─ ¿Y te parece que es necesario comprender algo para estar aquí? Yo diría que no.

Actriz ─ Te contradices. ¿Lo vamos hacer o no lo vamos hacer?

Actor ─ Poco a poco lo vamos a hacer, o a deshacer…

Actriz ─ Todo esto me da asco.

Actor ─ Yo no siento asco. ¿Sabes lo que siento?

Actriz ─ Claro que lo sé. Sientes entusiasmo, ardor, ese optimismo que te está comiendo.

Actor ─ ¿Ves? ¡Otra vez! Tú crees conocerme. Todo el mundo cree conocerme. Supones en mí sentimientos, sensaciones. No. A mi lo único que me preocupa es que llegue ése.

Actriz ─ Llegará de un momento a otro llegará. No te vayas a reír te lo suplico.

Actor ─ ¿Reírme? ¿De quién? ¿De él? ¿O de ti?

Actriz ─ Cuando se habla contigo es difícil saberlo.

Actor ─ Ahora, por ejemplo, ¿de quién me río?

(A partir de este diálogo, cada pieza se desarrolla de manera libre y diferente…)

Fragmento el Pez que fuma de El pez que fuma (1968)

Escena V: 10 pm.

(Luces. La Argentina, tras el mostrador del bar “El Pez que fuma” en una habitación. Sirve dos tragos de ron sobre una bandeja que entrega a Ganzúa, que la lleva a una mesa donde están el Profesor y El Bagre. Selva María está sola en una mesa. Marlene en otra.)

Marlene ─ ¿Dónde está Ciudad del Cabo?

El Bagre ─ En Sudáfrica, ¿no es cierto, profesor? (Este asiente)

Marlene ─ ¿Y dónde está Sudáfrica?

Ganzúa ─ Al sur del África.

Marlene ─ ¿Leyeron lo del corazón?

El Bagre ─ Así se comienza.

Marlene ─ ¿Y cómo sigue?

El Bagre ─ Un día nos podrán cambiar todos los miembros. Se te echa a perder el hígado… te cambian el hígado. Los intestinos se te paralizan… te ponen los intestinos de un amigo… o de un cochino. Has usado muchos los riñones… pues te colocan unos hermosos riñones buenos y sanos de alguien que murió de un infarto.

Marlene ─ Las piernas. Unas piernas para Ganzúa. ¿Te gustaría, Ganzúa?

El Bagre ─ Claro que le gustaría.

Ganzúa ─ Preferiría mis propias piernas.

Marlene ─ Ya no te sirven.

Ganzúa ─ Debe ser raro caminar con las piernas de otro.

El Bagre ─ Más raro es caminar sobre esas tablas y esas ruedas y ya ves que lo haces. El ser humano tiene la facilidad de alumbrarse a todo.

Marlene ─¡Pero una cosa que late…! ¡Metieron el corazón demujer dentro de un hombre! ¡Y palpita!

Profesor ─ Lo difícil es que latan juntos.

Marlene ─ ¿Cómo dice, profesor?

Profesor ─ Lo difícil es que latan juntos… al mismo tiempo… No resisten mucho tiempo uno al lado del otro.

Marlene ─ No entiendo.

El Bagre ─ El profesor habla del amor.

El Profesor (A Ganzúa) ─ Otro.

El Bagre ─ ¿Para mí también, profesor?

Profesor ─ Sí.

El Bagre (A Ganzúa) ─ Dos más. (Ganzúa obedece. Va hacia timostrador, donde La Argentina sirve otros dos roñes,marca un ticket en la caja registradora y pone todo sobre la bandeja que entrega a Ganzúa)

Profesor ─ Mi mujer está en la casa, acostada… el corazón hacemucho tiempo que no le late.

Marlene ─ ¿Y por qué no le regala el suyo, profesor?

Profesor ─ El mío late menos. Ninguno de los dos… Un día latieron juntos… Cuando eran jóvenes… Ella vestida de novia…padre, el general, con los bigotes… Yo, de frac… Cuando se usaba el frac…

Marlene: (Al profesor) ─ Cuando usted se casó, ¿ya daba clases?

Profesor ─ ¿Quién?

Marlene ─ Usted. ¿No daba clases? ¿De qué?

El Bagre ─ De gramática. ¿No es así, profesor?

Profesor ─ Los niños no entienden… no les importa lo que les digo … ni siquiera me escuchan… Artículo es una parte variable de la oración que se antepone al nombre o a cuanto haga las veces de este, para limitar la extensión de su significado. Al decir «dame manzanas», no se determina cuáles; pero cuando se dice «dame las manzanas», el artículo «las» expresa que se piden ciertas manzanas consabidas, de que se ha tratado antes. (Entra Jacinto) El artículo se divide en…

Marlene (Después de una pausa) ─ ¿En qué se divide?

Profesor ─¿Qué?

Marlene ─ Eso que usted dijo.

Profesor ─ En determinado e indeterminado.

El Bagre ─ ¿Cuál es el determinado, profesor?

Profesor ─ El artículo determinado precede a nombres tomados en sentido concreto o determinado; verbo y gracia: el libro de Pedro; los alumnos del colegio. Los artículos determinados son cinco.

Marlene ─ ¿Cinco?

Profesor ─ Singular masculino: el. Singular femenino: la. Singular neutro: lo. Plural masculino: los. Plural femenino: las. Es lo mismo. Siempre. Años y años. No se puede cambiar. Hasta los niños parecen los mismos. Pasa el tiempo, y el tiempo y el tiempo, y son los mismos niños… que no oyen, que no entienden… no les interesa…

El Bagre ─ Un día todo va a cambiar. Conquistaremos el espacio, profesor, y descubriremos todo el tiempo que hemos perdido. No habrá necesidad de repetir las cosas para aprenderlas. El cerebro del hombre se desarrollará plenamente. Saldremos de la oscuridad y lo veremos todo tal cual es, sin esa niebla espesa que hoy lo cubre.

Jacinto ─ ¿Quiere que empecemos?

Presentación del libro Sistema nervioso (Fundación Neuman, Caracas, 1975).

Uno ve los edicicios y las casas de lejos o de cerca y ve la gente que hormiguea, y tras cada rostro de cemento o de carne se esconde una verdad subterránea que se ha hecho signo o exposición. Descubrirla es nuestra misión. Una tarea difícil de indagar, como detectives estetas, que hay más allá del simple gesto o de la adorada imagen o del letrero escrito de prisa en un muro o en un reservado.

De alguna manera todos somos partícipes de esas creencias aparentemente escondidas. Es la voz popular, la mano del hombre que en lugar de hacer un poema invierte su pequeño espíritu creativo en adornar una vidriera, colocar unas flores artísticamente en una tumba, protestar con gruesas manchas de pintura en la superficie de cal, regresar a lo atávico mediante un rito o una magia, pintar la fachada de una casa, escribir en el borde de los billetes de banco.

Es el hombre que hace historia sin ser historiador, lo que no se ve en una tarjeta postal, lo que no descubrimos si cruzamos las autopistas o las carreteras a gran velocidad. Hay que detener la marcha, descender del vehículo y entrar con ojos distintos a ese contacto vivo y mágico con lo insólito cotidiano.

El mundo del ciudadano desconocido que parece ser distinto a nosotros y que, sin embargo, nos nutre con su imaginación y su particular visión del país, un país que está siendo armado.

Este trabajo tiene una misión estética, pero también el deso de que todos nos conozcamos mejor. Belleza y rescate al mismo tiempo. Para que no se pierda ese palpitar subterráneo que vibra en el hombre común y que nos atañe y nos hace vibrar porque misteriosamente es parte nuestra. Es también nuestro latido, nuestra magia, nuestro gesto insólito.


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