Gregory Zambrano | Vasco Szinetar

Por NELSON RIVERA

Una de las seguras recompensas que ofrece la visita a Los mapas secretos, el blog de Gregory Zambrano (1963), aguarda en la sección “Mariano Picón Salas: vida y obra”. Además de una selección de ensayos de Picón Salas, y de textos de otros estudiosos —Christian Álvarez, Miguel Ángel Campos, Luis Ricardo Dávila, Domingo Miliani, Ricardo Gil Otayza, Elías Pino Iturrieta, Rebeca Pérez Arriaga, Óscar Rivera-Rodas, Rafael Fouquie, Adolfo Castañón y más— están los numerosos ensayos, artículos académicos, compilaciones y libros que Zambrano, a lo largo de tres décadas, le ha dedicado a Mariano Picón Salas, y que incluye la biografía publicada por Libros de El Nacional y Bancaribe, en el 2008.

A esta amplia exposición de documentos, hay que sumar otra cuestión: en sus ensayos Zambrano cita a innumerables colegas, ordenas los criterios de distintos autores, muestra la variedad de las visiones que sobre el hombre y su obra se han producido en Chile, México, España, Estados Unidos y otros países. Gregory Zambrano no es solo un reputado estudioso de Picón Salas, también un animador, un desprendido armador, alguien que nos dice: hay que leer a Picón Salas desde la pluralidad. Incluso, desde visiones discordantes. De esta apertura y generosidad de espíritu soy testigo: en las ocasiones en que Zambrano ha coordinado ediciones monográficas para el Papel Literario, su ánimo ha sido del que abre las puertas, sin imponer su criterio a los de otros. No trabaja para construir un círculo cerrado alrededor de Picón Salas. Su ánimo es otro: que no haya capillas sino muchos fieles y curiosos dispersos en la vasta demografía de le lengua española.

Este Gregory Zambrano es el que persiste y publica ahora Mariano Picón Salas y Chile (Ediciones de la Escuela de Letras, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad de los Andes, Venezuela, 2021), acuciosa compilación que reúne 43 textos, además de su presentación (incluida en la página 6 de esta entrega), y donde hay textos de Miguel Ángel Campos (como prologuista), Carlos de Baráibar, Agustín Billa Garrido, Adolfo Castañón (reproducido en este PDF), Humberto Díaz Casanueva (reproducido en este PDF), Ricardo Donoso, Luis Droguett Alfaro, Ángeles Fuentes, Héctor Fuenzalida (dos textos), Juan Luveluck (dos textos), un texto publicado en el diario El Mercurio sin firma, Domingo Miliani (dos textos, uno de ellos reproducido en este PDF), Hernán Miranda, María Monvel, Ronnie Muñoz Martineaux, Eugenio Pereira Salas, Ricardo Ramírez Requena, Salvador Reyes, Luis Alberto Sánchez (reproducido en este PDF), Raúl Silva Castro, Hernán del Solar, Luis Rubilar Solís, Volodia Teitelboim, Manuel Vega, otro de Gregory Zambrano, J. Henry Amiel, Ricardo A. Latcham (tres textos), Pedro Grases (reproducido en este PDF), Enrique Espinoza, Elena Martínez Chacón, uno firmado por A.R., Carlos García Prada, Juana Quindos, Fernando Durán Villarreal, Cristian Álvarez, Ioannis Antzus Ramos, Francisco Javier Pérez, y un apéndice bibliográfico dedicado a las obras de Picón Salas publicadas en Chile.

En este volumen, como si fuese un componente bioquímico, una materia orgánica y sensible presente en muchos de los textos, está Picón Salas, el sello de su personalidad, al atmósfera que creaba a su alrededor. Su don de gentes, su cultura y amabilidad, su conversación precisa y estimulante calaban rápido y profundo en sus interlocutores. Picón Salas era de esos hombres que, tras unos minutos de intercambio, se instalan en la memoria de los demás. No resisto la tentación de copiar aquí unos párrafos del artículo de Salvador Reyes, Para un retrato psicológico de Mariano Picón Salas:

Pero, como el Santiago de entonces era mucho más reducido que el actual, se me ofrecían otras ocasiones de encontrarme con Mariano Picón Salas y de charlar agradablemente. Tenía Mariano una mente penetrante, una gran lucidez de juicio y una simpática espontaneidad. Hablaba con rapidez sobre variedad de temas. Era erudito sin el menor asomo de petulancia y le gustaba oír a su interlocutor, cosa no frecuente entre escritores y otros que no lo son.

Al iniciar con un grupo de amigos la publicación de la revista Letras en 1928, pensé inmediatamente en Mariano como en uno de los colaboradores más seguros. No es que los escritores se desinteresen por entregar artículos a publicaciones tan pobres que no los remuneran, sino que, como es natural, consagran lo mejor de su tiempo a trabajos pagados. No son ricos y hay que vivir. La colaboración gratuita viene después, en los momentos libres que andan escapándose siempre. Pero Picón Salas era un trabajador sorprendente y llenaba muchas carillas al día, sin desatender su trabajo pedagógico ni las animadas reuniones literarias. Cuando le hablé de Letras acogió el proyecto con el entusiasmo juvenil que era característico de su personalidad. Su pasión por los libros lo hizo ver de inmediato en nuestra revista un excelente medio de difusión de nuevos valores y también de otros, ya no tan nuevos, injustamente olvidados. Me entregó a los pocos días un ensayo y fue uno de nuestros colaboradores más fieles.

Intentar una biografía de Mariano Picón Salas sería repetir (y sin duda con menos fortuna) lo que más adelante dice Guillermo Feliú Cruz. El gran escritor venezolano, que residió 13 años en Chile y que tanta admiración y arraigo amistoso dejó entre nosotros, ha encontrado en Feliú Cruz su mejor crítico y biógrafo. Él sigue paso a paso la trayectoria literaria, política y docente de Mariano dentro y fuera de Chile. Fue la de estos hombres una estrecha amistad del intelecto y del cariño y por eso es tan excelente uno de sus frutos, este libro en el que palpita el pasado de nuestra patria a través de páginas escogidas con sensibilidad y sabiduría. Más que muchos chilenos, Picón Salas comprendió e interpretó a Chile en ensayos admirables, cálidos, penetrantes de pensador y de artista. Marcó una huella en la cultura nacional, y de ahí que su pérdida, en plena madurez de su talento, nos doliera como una desgracia de nuestra propia intelectualidad.

El vínculo de Picón Salas con Chile se mantendría a lo largo de su vida. Algo en su espíritu quedó impregnado para siempre tras aquella estadía larga —13 años en la vida de un espíritu abierto y atento a cuanto lo rodea es mucho tiempo—. Dice Miguel Ángel Campos en el prólogo:

En tres oportunidades volverá Picón Salas a Chile tras su reintegro al país a comienzos de 1936. La primera está bien documentada pues la moviliza la decepción y la ingratitud de los venezolanos sufrientes, quienes esgrimen haber sobrellevado la barbarie gomecista como una insignia de ciudadanía y méritos civiles. Su gestión de siete meses (agosto 1936-marzo 1937) como representante plenipotenciario en Praga actualiza y dignifica nuestra diplomacia. Cuando es destituido sin previo aviso por las intrigas palaciegas se va directamente a Santiago, ya ha decidido reinstalar su rutina académica e intelectual en un medio donde se le estima, de alguna manera es un nicho que ha ayudado a construir (“Siempre fue para nuestra generación un gran animador, una especie de conductor mágico, pero que sabía Colección Estudios / Ediciones de la Escuela de Letras Mariano Picón Salas y Chile 35 descubrir como nadie un problema, dirigir una investigación o sacar una luz nueva de un asunto que en otras manos resultaba estéril o improvisado”. Ricardo Latcham. Prólogo de Ensayos escogidos de Mariano Picón Salas, 1958.)

De la magnitud de sus aspiraciones como pensador y escritor habla el mencionado artículo sin firma de El Mercurio que, por su tono, probablemente era un editorial:

Estudió en nuestro Instituto Pedagógico y, con el andar del tiempo, desempeñó en él importantes cátedras. Mientras tanto, el escritor atento al contorno y a los demás hombres que en él moraban, comenzó a hacer sus primeros ensayos. Escribió en periódicos chilenos y en revistas extranjeras y emborronó cuartillas anunciadoras de sus primeros libros. Nada le era lejano o indiferente. Una curiosidad que era en mucho ese amor intelectual de que hablan los filósofos, lo inducía a detenerse en todos los acontecimientos, ya pasados o presentes, para bordar alrededor de ellos la fina orla de una meditación.

Quiso entender a su continente, a su raza, a su país y a los que con él constituyen una constelación espiritual inseparable. Por eso se volvió hacia la historia e incursionó por ella con inteligencia, elegancia y sentido trascendente. No buscaba en el pasado lo que había dejado de ser, la escoria muerta de lo que un día tuvo vigencia y dejó luego de tenerla. Perseguía, sí, la esencia americana, la raíz de su actitud ante el mundo y del núcleo original que ésta representa en la convivencia, no siempre fraterna con otras naciones y culturas.

Su certera intuición de humanista, es decir, de hombre que entiende al hombre en cuanto tal, por debajo y más allá de la apariencia diferencial que no separa, lo hizo concebir una imagen integrada de nuestro hemisferio. No cayó, por eso, en los falsos indigenismos que a muchos seducen y que, acaso, no son en el fondo más que una renegociación de lo que Europa y España hicieron de este entonces nuevo continente. Su visión de América fue la de una comunidad en que la impronta hispánica se marca sobre la sensibilidad indígena y produce una cultura mestiza en que se acusa la materia prima autóctona y ésta resplandece sellada y enaltecida por la forma hispano-europea. Amó y subrayó todo lo que estas tierras y pueblos tienen de intraducible e inalienable, pero los ligó, porque así es la verdad, al firme tronco hispánico, tan visible en nuestros varios modos de ser y en la orientación fundamental que nutre nuestro sentido de la vida. De ello hay amplio testimonio en su libro De la conquista de la independencia.

El valioso escritor que en él sobresalía fue, por eso, también un político en el sentido rico y creador que encierra esta palabra. Su convicción occidental, su cordial rastreo del pasado iberoamericano, su diáfana y noble filosofía personal, lo confirmaron cada vez más en la certeza de que los países de esta porción cósmica son una versión del gran tema de Occidente: la dignidad de la persona humana, con su supremo valor individual, destinada a dar a su vida y a la de su nación un sentido libre y generoso, imbuido de la noción del derecho de cada uno, pero hallando ya en éste la raíz de un deber que lo vuelca y dirige hacia los demás.

Quizás no sea necesario abundar más en la riqueza de los materiales reunidos por Gregory Zambrano en este Mariano Picón Salas y Chile, a quien debemos reconocer por haber rastreado, reunido y ordenado este iluminador conjunto de materiales. Me hace recordar la correspondencia del autor, en particular la contenida en el volumen Mariano Picón Salas y sus amigos (UCAB, 2004), realizada por su hija Delia Picón, donde también el caballeroso hombre de letras aparece indisociable del espíritu lúcido y generoso.


*Mariano Picón Salas y Chile. Compilador: Gregory Zambrano. Prólogo: Miguel Ángel Campos. Ediciones de la Escuela de Letras, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad de los Andes, Venezuela, 2021.


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