VICENTE EMILIO SOJO Y JOSÉ RATTO-CIARLO, ARCHIVO FAMILIAR

Por NELSON RIVERA

Sabemos que Giuseppe Stefano Antonio Ratto-Ciarlo —según relata América Ratto-Ciarlo, la menor de sus dos hijas— nació en Lima el 18 de noviembre de 1904. Sus padres provenían de la provincia de Savona, región de Liguria, Italia. Savona, la capital, es ciudad portuaria y núcleo ferrocarrilero, de hipnóticas playas que miran al Mediterráneo.

Cruzaron el Atlántico en dos tandas, rumbo a Perú: primero el padre, Nicola Ratto, en 1898. Se inició como comerciante y más adelante desarrollaría una actividad como empresario. Casi cuatro años después, 1902, viajó Ana Ciarlo Parodi, profesora en Génova. Dejó la dirección de un centro educativo para hacerse profesora en la escuela italiana en Lima, Humberto I, donde impartía clases en español e italiano.

El pequeño Ratto-Ciarlo va a la escuela en Lima hasta los 10 años. En ese momento, 1914, viaja a Génova, a continuar sus estudios, bajo la tutoría de su abuelo materno, Stefano Ciarlo, socio de una imprenta, Corsi y Ciarlo, en la que se publicaba el diario Il Vero. Así, muy temprano, el niño y, más adelante, el adolescente, recibirán el influjo directo del periodismo y sus entrañas.

En Génova hizo estudios superiores —lenguas muertas— en Humanidades. Lee, estudia Literatura Universal, Arte y lenguas como latín y griego. En 1928 regresa a Lima. Tiene 20 años. Hace las diligencias para revalidar sus estudios. Se inscribe en la Universidad de San Marcos.

En Lima ocurre un hecho decisivo: conoce al escritor, político y pensador marxista José Carlos Mariategui (1894-1930), autor del fundamental 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) y otros numerosos libros dedicados a las realidades sociales de su tiempo, la historia, el indigenismo, la literatura y más. No tardan en construir una amistad. Mariategui hablaba italiano. Había vivido en Roma como cónsul de Perú. En ese país se casó, viajó por varias provincias, asistió al congreso del Partido Socialista Italiano en el que se produjo la decisión de fundar el Partido Comunista de Italia.

Mariategui había regresado a Perú en 1923. Ratto-Ciarlo llega cinco años más tarde. Al llegar se adhiere a la Confederación del Trabajo del Perú, fundada por Mariategui en junio de 1929. Es un activista, colabora con la revista Amauta (fundada en 1926). En su pensamiento es evidente el influjo de Mariategui, en lo ideológico y en el temario de sus intereses.

Sabemos que por aquellos días se convierte en director de  “Vanguardia”, órgano de un movimiento universitario de izquierda radical, del mismo nombre. Cabe anotar: Vanguardia se posicionaba a la izquierda de la izquierda.

Perú está en ese momento bajo la dictadura militar de Luis Miguel Sánchez Cerro, que arremete contra las publicaciones de izquierda que denuncian a su gobierno. Mundial, revista que había sido creada en 1920 —tuvo entre sus colaboradores a Mariategui, César Vallejo, Luis Alberto Sánchez, María Wiesse Romero y Dora Meyer— fue clausurada. La libertad de expresión vive en jaque.

Simultáneamente, en la Universidad de San Marcos, desde agosto de 1930, se mantiene un conflicto que reclama una reforma universitaria. Un grupo de estudiantes tomó algunas instalaciones de la universidad, lo que originó un enfrentamiento con la policía. Ratto-Ciarlo y otros estudiantes fueron detenidos. En su caso, en vez de ser enviado a la Isla de San Lorenzo (donde enviaban a los presos políticos), fue deportado de Perú. En 1931 llega al puerto de La Guaira.

Poliédrica vida venezolana

Sabemos que un año después —1932—, llega a Venezuela Rosa Luisa Vergara Montesinos, nacida en Chile el 24 de mayo de 1912. Viene a casarse con Ratto-Ciarlo, a quien había conocido en Lima. El matrimonio tendrá dos hijas: Ana y América. Rosa Vergara o Rosa Ratto-Ciarlo desarrollará una amplia actividad pública como activista política y promotora de la igualdad de la mujer. Muy temprano, en un accidente automovilístico, muere a la edad de 56 años, en enero de 1968.

Sabemos que durante los primeros años la pareja Ratto-Ciarlo y Vergara vivió en Maracaibo. Él se desempeña como profesor de griego y latín, en el Liceo Sucre. Producto de su amistad con el escritor y periodista Héctor Araujo Ortega (1907-1967), logran producir una edición de Espesor, revista universitaria, recordada  por ser la publicación que ‘descubrió’ las extraordinarias dotes de la poesía de María Calcaño (1906-1955). Esa única edición circuló en noviembre de 1935. La misma incluyó dibujos realizados por Régulo Segundo Díaz (1906-2005), conocido como Kuruvinda, popular pintor y cronista zuliano.

El 17 de diciembre de 1935, Juan Vicente Gómez, quien había gobernado a Venezuela desde 1908, muere en su casa, en Maracay. Para muchos ciudadanos, la noticia supone el inicio de una nueva etapa, de apertura social y libertades políticas.

En los primeros días de 1936 se trasladan a Caracas. Él comienza a trabajar en la administración del diario El Demócrata. Ambos suscriben la Carta de Manifestación de Voluntad con el propósito de adquirir la nacionalidad venezolana. En la Gaceta Oficial número 18.909, del 19 de marzo de 1936, queda certificado que los miembros de la pareja serán, en lo sucesivo, venezolanos de pleno derecho.

En 1937, Ratto-Ciarlo asume la responsabilidad de la Secretaría de Cultura, de la Asociación Nacional de Empleados —ANDE—. Cuando se incorpora al diario Crítica —que entonces dirigía el historiador, periodista y editor Eloy Chalbaud Cardona— lo hace para cumplir funciones de cajero. Más adelante —mientras el general Isaías Medina Angarita está al frente del gobierno nacional—, cuando ese diario se ha transformado en El Tiempo, da el salto al que será su primer ejercicio del periodismo en Venezuela como redactor de temas políticos y sindicales. Durante ese trecho de tiempo, el diario tuvo como directores a escritores de la talla de Manuel Felipe Rugeles, Mariano Picón Salas y Ramón Díaz Sánchez.

En 1937, junto al narrador y biógrafo José Pirrone —alternativamente usaba los nombres de Joseph o Giuseppe, de ascendencia siciliana—, fundaron la organización antifascista “Italia Libre”, donde ejerció la responsabilidad de secretario general. Pirrone, autor de una biografía de Jesucristo, también escribió Lisandra; de la memoria de un pedagogo ateniense en el siglo de Pericles, que cuenta una historia de amor en medio del conflicto entre Atenas y Esparta; esa novela fue publicada en Francia, en 1965, y doce años después —1977—, en Venezuela.

En 1940, Ratto-Ciarlo forma parte del grupo de autores que crea la Asociación de Escritores de Venezuela. También ese año, con dos de los mayores críticos musicales que tuvo Venezuela en el siglo XX, Israel Peña y Rhazés Hernández López, fundan la Asociación Venezolana de Conciertos. Luego, en 1941, aparece como uno de los 67 firmantes que fundan la Asociación Venezolana de Periodistas —AVP—, que tres décadas más adelante, dará paso para convertirse en el Colegio Nacional de Periodistas —CNP—. Entre aquellos fundadores estaban Miguel Otero Silva, Luis Esteban Rey, Pascual Venegas Filardo, Valmore Rodríguez, Ramón Díaz Sánchez y Vicente Gerbasi.

Al mismo tiempo, participa en política y en el activismo gremial. En 1948, él y su esposa se afilian a Unión Republicana Democrática —partido de centro-izquierda creado en 1945—. Más adelante, en 1951, junto a Amy Courvoisier, funda la primera asociación independiente de críticos de cine: el Círculo de Cronistas Cinematográficos de Caracas (este Círculo creó en 1952 el Premio Cantaclaro, que reconocía a la Mejor Película del Año. La estatuilla correspondiente le fue entregada a creadores como Charlie Chaplin, Vittorio De Sica, Walt Disney y Federico Fellini).

En el mundo del periodismo

Cuenta su hija América Ratto-Ciarlo: “Al momento de fundarse el Partido Democrático Venezolano (PDV) Arturo Uslar Pietri lo encarga de la administración del semanario En Marcha, órgano oficial de ese partido. Cuando cae el gobierno de Medina (1945), los primeros en ir presos son Ramón Díaz Sánchez, Alirio Ugarte Pelayo y José Ratto-Ciarlo, quienes van a dar a la Cárcel Modelo por trabajar en el diario oficialista. Después de unos meses de presidio lo confinan a la ciudad de Valera, donde ya se habían establecido sus padres, venidos del Perú siguiendo al único hijo. Desde los Andes, escribe y envía sus reportajes a Antonio Arráiz —para el momento director de El Nacional— bajo los seudónimos de Peregrino Pérez y/o Tito Rojas Lacero.

Aunque no logré determinar cuánto tiempo permaneció José Ratto-Ciarlo confinado en Valera, sabemos que en 1947 está de vuelta en Caracas. En ese momento se produce un hecho que será decisivo para su trayectoria como periodista y para la historia del periodismo venezolano: ingresa a la plantilla de El Nacional, donde se convertirá en el fundador de la sección de Arte, la primera de su especialidad en Venezuela.

Un año antes, en 1946, había sido creada la Escuela de Periodismo (que más adelante se llamaría Escuela de Comunicación Social). En 1947 entra en funcionamiento, con un peculiar curso de dos años para periodistas en ejercicio. Sería la Promoción Leoncio Martínez (1949), la primera de Venezuela, de la que, además de Ratto-Ciarlo, formaron parte otros 51 graduados —me he encontrado discrepancias con respecto a si el total de graduados fue de 48, 49 o 52—, Adolfo Blanco Adrianza —primer periodista científico del país—, María Teresa Castillo, Oscar Guaramato, José Vicente Abreu, Pedro Juliac, Julio Groscors, Nery Russo, Lucila Velázquez, Oscar Rondón Lovera, José Moradell y otros. El título que obtuvieron decía: Técnicos en Periodismo.

De la revisión de la Sección de Arte de El Nacional de la era Ratto-Ciarlo (1947-1967), pueden advertirse, claramente, tres marcadas tendencias. Uno, la diversidad informativa. Las distintas disciplinas creativas e intelectuales son acogidas, en lo esencial, con jerarquía semejante. Las presentaciones de libros conviven con las reseñas de actividades universitarias, la apertura de exposiciones con los recitales de música popular, los espectáculos teatrales con noticias culturales de otros países de América Latina. Ratto-Ciarlo, siguiendo la senda establecida por Juan Liscano en el Papel Literario, abre el arco informativo de forma notable.

La otra cuestión: junto a las notas informativas, son frecuentes los comentarios críticos, piezas breves de carácter valorativo, concebidas como ejercicios críticos o de opinión, especialmente de libros, exposiciones y espectáculos teatrales. Ratto-Ciarlo defiende la legitimidad de la opinión ante el hecho cultural.

El tercer asunto que quiero destacar aquí se refiere a Arabescos, la columna que Ratto-Ciarlo tuvo por años en El Nacional, que bien podría entenderse como un ejercicio pionero de crítica cultural —también en alguna medida comparable con el que Juan Liscano ya había adelantado en el Papel Literario a partir de 1943—. Ratto-Ciarlo habla de cuestiones como política y cultura, tolerancia ideológica, sobre el apoyo que el Estado debe dar a los artistas y sobre las publicaciones gubernamentales, aunque también comenta exposiciones, eventos a los que asiste y más. La configuración que tendrían, de allí en adelante, las secciones de cultura de los diarios y de las revistas culturales tuvo en Ratto-Ciarlo su instigador pionero.

Dos años después de que culmina su trabajo en El Nacional —cuando entregó el testigo de la dirección de la Sección de Arte y Cultura a su amigo y también extraordinario periodista Lorenzo Batallán- Ramón J. Velázquez, entonces director del diario Últimas Noticias, invita a Ratto-Ciarlo a crear el Suplemento Cultural de ese diario. Allí permaneció entre 1968 y 1974. Fue, en su condición de director del Suplemento Cultural, que fue preso y llevado a juicio, acusado de promover la pornografía.

Mientras Ratto-Ciarlo hace periodismo, participa en la creación de gremios profesionales y culturales, y se involucra cada vez más en el tejido social  venezolano. Escribe y publica libros: César: contribución al estudio de una dictadura (1941), La Venus india, contribución al estudio del matriarcado en los proto-venezolanos (1944); El gobierno de las madres (1948); El primer redactor y el primer colaborador en la prensa de Venezuela (1948); El ‘delirio’ romántico de Bolívar (1949); De Caracas a Roma, reportajes para un diario venezolano, 1948-1950 (1950); Mito del toro, ensayo interpretativo (1952); La utopía del reino de Dios. El hombre antiguo en busca de un Estado ideal (1955); Los inmortales: Rafael Monasterios, pintor; Robert Frost, poeta; Miguel Ángel, renacentista; Miguel de Unamuno, rector; José Ángel Lamas, músico; Andrés Bello, humanista (1966); Historia caraqueña del periodismo venezolano, 1808-1830 (1967); El Correo del Orinoco, expresión del ecumenismo bolivariano  (1969); Libertad de prensa en Venezuela, durante la guerra de emancipación hasta la batalla de Carabobo (1972); Picasso (1973); Ayacucho, coronamiento de la revolución bolivariana (1974); Retrospectiva de César Rengifo, 1931-1974 (1974); Socialismo de los primeros cristianos (1975); El maestro Vicente Emilio Sojo (1977); Carlos Otero: su vida, su obra, su época (1978); César Rengifo (1978); y Choquehuanca y la contrarrevolución (1980).

¿Acaso hay algo más que agregar? En lo inmediato solo que, entre los muchos reconocimientos que Ratto-Ciarlo recibió en Venezuela —su país—, mencionaré solo dos: Orden Andrés Bello (1979) y Premio Nacional de Periodismo Cultural (1979-1980).


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