Rafaela Baroni | YVKE Mundial

Por PANCHO CRESPO QUINTERO

Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño,

y le dieran una flor como prueba de que había estado allí,

y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?

(S.T. Coleridge)  

Aleafar en el espejo es Rafaela Baroni Miliani, nacida en la Mesa de Esnujaque, Trujillo, el 1 de noviembre de 1935, y encaminada hacia lo que pareciera ser su muerte definitiva, el pasado 8 de marzo del presente 2021, dos fechas de especial significación para quien hizo de su vida un diorama de símbolos dramatizados. Llega al mundo el Día de Todos los Santos, y sabemos, por las muchas palabras que en su momento le escuchamos y por otras tantas que hemos leído, que estos le fueron una constante compañía. Se despide del mundo el Día Internacional de la Mujer, ella siempre mostró con especial teatralidad y no poco orgullo los “sufrires” y las potencias de su condición de mujer; a diario, sin estridencia alguna, entre sirena y oráculo, talló su podio sin disputárselo a nadie.

Reconocida especialmente como tallista (todas sus obras son en madera, aunque tiene algunas pocas pinturas e innumerables costuras; además su principal herramienta fue la navaja), sin duda trasciende esa denominación, y le es más apropiada la de “Imaginera”, tan utilizada en el Arte Popular. Creadora de mundos también en costuras y tejidos, ensamblajes, poemas-canciones, artes de la adivinación, curaciones y remedios, performances, actos de la tradición cultural, fue Rafaela un ser preocupado por hacer y componer, en el sentido de mejorar o curar, y por mostrar los mensajes que en su imaginación una mano divina parecía haber colocado.

Como es adentro es afuera

El principio medieval de explicación de mundo dice: como es arriba es abajo, lo que hay en la tierra es el reflejo del orden celestial, hechura del aliento divino a su imagen y semejanza. En el caso de Rafaela Baroni, todo lo que ella construyó fue dado por el mensaje de su muy honda creencia católica. Esa creencia, y los órdenes socialmente impuestos que de ella se desprenden, la definieron psicológicamente.

Pudiéramos aventurar la idea de una extra-sensorialidad en Rafaela Baroni a raíz de un evento de catalepsia (1) que se convertiría en una experiencia mística y marcaría definitivamente su hacer. “Un día quedé completamente ciega durante dos años. Comenzó con un dolor de cabeza demasiado terrible y así estuve durante siete meses. Sentí un tremendo tortazo en mis ojos y se me alivió el dolor de cabeza, pero entonces, me quedé sin hablar y sin la luz de mis ojos… Así pasaron estos dos años durante los cuales soñé tres veces seguido con la Virgen del Espejo(2). En esos sueños la Virgen se le presenta en forma de niña y le anuncia: “Soy la Virgen del Espejo y te vengo a curar… búscame para que te mires en mí, para poderte curar”. Esta relación entre Virgen y espejo ha sido de antiguo estudiada; por ejemplo Hans Bidermann dice: “… el espejo es un símbolo de María, ya que en la Virgen María se reflejó y se reprodujo Dios por medio de su fiel trasunto Jesús sin herir y alterar el espejo mismo”(3).

Es como si Rafaela Baroni hubiese sido escogida doblemente: para alabar a la Virgen representándola, y para alabarse a sí misma representándose en la Virgen. En esa imagen de la Virgen del Espejo, se manifiesta la ancestral idea de que la imagen reflejada y el modelo real están unidos en una correspondencia mágica, que en algunos casos puede conducir a que el espejo retenga el alma o la fuerza vital de la persona reflejada. Pero en el caso de Rafaela Baroni, su fuerza vital no es retenida, sino al contrario es liberada (o encauzada) por la extrema bondad de la Virgen que se le manifiesta en sus sueños (que como se sabe, también son una especie de espejos) para curarla, como una enfermera que ayuda a los padecientes.  La Virgen le dice, “búscame para que te mires en mí, para poderte curar”. Es  mirándose en la Virgen como ella se cura, y siendo que en ese espejo a quien ve es a sí misma, también ella podrá curar. Cuenta la propia Rafaela: “Yo le decía a mi mamá que quería estudiar medicina y no me dejaron porque yo era la mayor (sic) de mi casa… Me gané el título de enfermera en seis días y trabajé durante diecisiete años como tal…”.

El decir popular señala que los ojos son el reflejo del alma, pero los ojos de Rafaela nada reflejaban porque estaban oscuros, ella estaba ciega; su alma (su fuerza vital) se le mostró en un espejo-sueño para el que no necesitaba ojos. La Virgen la rescata y le da una facultad adicional, la de leer lo oculto, intuir las formas, quizá una especie de tercer ojo. Es una facultad adivinatoria que en ella comienza “leyendo” la cédula de las personas: “… cuando yo quedé ciega empecé a ver a los enfermos por medio de la cédula, por la fecha de nacimiento y describía a la persona… le iba diciendo cómo era sin poder verla… Yo sé lo que es un presente, un futuro, un pasado. Lo que está pasando o lo que pasará o se devolverá, porque la vida es igual que una creciente. Es más o menos así: que hoy pasó por aquí una creciente y dentro de quince o treinta años vuelve a pasar otra vez”.

Rafaela entraba así en una especie de aleph (todos los tiempos) de las vidas de los “consultantes”; en sus laberintos, en los que va desentrañando el camino con la intuición-imaginación, que no necesita ojos. Y también sin mirar, con el puro tacto (porque no utilizaba agujas) de quien no requiere de la vista (ni bastón), tejía, creando nuevas formas o quizá recreando mapas o mandalas que son un atributo divino y también una forma de encantamiento (4). Dice Cirlot que hilar, y también cantar, es una acción equivalente a crear y mantener la vida; y cantar fue otro de los “oficios” de Rafaela, en la acción directa de la ejecución del canto, como en el rezar (en lo que también era “faculta”), esa especie de mantra dirigido a mantener la vida, o a aliviar el tránsito a la muerte, ayudar a bien morir, para lo cual ella era especialmente requerida. 

La muerte le sienta bien

Extrañamente la muerte no estuvo presente en su obra plástica. Decimos extrañamente porque fue la muerte una constante recurrencia tanto en las múltiples entrevistas que de ella se publicaron, como en su principal performance: La Mortuoria.

Los ataques de catalepsia fueron determinantes para definir su relación con el “otro mundo”. Para ella ese otro mundo no fue un lugar oscuro y tenebroso, muy al contrario fue el Edén cristiano, un lugar de paz, flores y aves, un lugar de armonía, como es la naturaleza. Y la naturaleza, en la persona de las aves y las flores sí estuvo muy presente en su obra plástica. No olvidemos que Rafaela empezó a tallar cuando vivía en Boconó Jardin de Venezuela, una especie de Edén en el que encontró no solo una profusión de flores y aves, como en todo jardín, sino afecto y reconocimiento, y a Rogelio, su más querido compañero. En ese otro mundo quien le habló fue la Virgen, que es la madre por antonomasia, como también lo es la Naturaleza, a su vez símbolo de aquella.

Ese tránsito a la muerte le permitió no solo encontrarse con la Virgen del Espejo, es decir, encontrarse a sí misma, sino regresar de ella con conocimientos, que es una constante en este tipo de experiencias místicas, conocimientos para hacer el bien a quienes padecen enfermedades. Y le permitió también comprobar que no es en la muerte donde necesariamente está el mal, ni que esta es un castigo, muy al contrario la muerte es un espacio de paz y sosiego. Por eso tranquilizaba a los moribundos, por eso representó infinidad de veces su velatorio y cortejo fúnebre, y por eso se refugiaba en su urna cuando emocionalmente algo la agobiaba, o cuando no encontraba plasmar alguna imagen que daba vueltas en su cabeza… o que la madera le decía.

Las formas ocultas de la madera

Rafaela Baroni tenía una facultad especial para develar las “formas ocultas” de los trozos de madera, particularmente (no exclusivamente) las raíces. Richard Sennett señala esto como la tercera habilidad del artesano: localizar, indagar y develar (5). Es también la idea aristotélica de “causa”, que refiere aquello por lo que algo es, o llega a ser; lo que está, aun sin revelarse completamente, en la materia, y que llega a ser gracias a la intermediación de un demiurgo, en el sentido platónico del término, de un artesano según Sennett, o de un tallador en la completa figura de Rafaela Baroni. Primero la forma natural del pedazo de madera o la raíz, luego la forma y el movimiento dado por la mano humana, como si tallar fuera un develamiento.

Tres elementos principalísimos en las tallas de Rafaela Baroni, que son absolutamente dialogantes: las imágenes católicas y o bíblicas; cierta alegría, picardía, armonía; colorido y exuberancia de naturaleza. Puede haber seriedad en algunas piezas, pero no hay tiesura ni rigidez en las tallas de Rafaela. Son, en general, piezas muy lúdicas, frescas, felices.

Decía Rafaela que Aleafar fue un nombre que se le ocurrió. Como Aleafar es ella misma (de hecho muchas de sus obras las firmó con ese nombre), lo que creo es que cuando ella vio a la Virgen del Espejo, también vio su nombre reflejado en ese espejo, y Aleafar, que parece nombre de flor, fue la flor que ella descubrió en sus manos cuando abrió los ojos, de regreso del Edén.


Notas:

1.- Sufrió dos eventos de este tipo, uno a la edad de 11 años y el segundo, que es el que acá narramos, a los 33.

2.- Rafaela Baroni o Aleafar y sus flores. Yuraima Granado. Revista Imagen No. 100-76. Abril 1991

3.- Diccionario de Símbolos. Paidós. 1996.

4.- Juan Eduardo Cirlot. Diccionario de Símbolos. Edit. Labor. 1985.

5.- Richard Sennett. El Artesano. Anagrama. 2010


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