Han transcurrido ocho años desde que Eduardo Sánchez Rugeles publicó Blue label/Etiqueta azul. En aquel entonces, el 2010, Hugo Chávez cumplía su cuarto periodo presidencial consecutivo, el país acumulaba siete años de control cambiario, más de 20.000 venezolanos morían al año a manos del hampa y otros 530.000 habían decidido abandonar definitivamente el país. Esa fue la Venezuela en la que se publicó aquella novela. Esa.

Ocho años después, Venezuela permanece gobernada por el régimen de Hugo Chávez a través de un sucesor, cumple 15 años de control sobre la moneda y su economía experimenta una inflación del dos mil por ciento, además de un desabastecimiento superior al 80% y un índice de desnutrición de casi el 60%. Las cifras oficiales de muertes violentas ya no existen, tampoco la de los venezolanos que abandonaron el país, aunque las estimaciones consulares sobrepasan los dos millones, al tiempo que el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) reporta una relación de 26.244 asesinatos –73 por día– y un total de 244 presos políticos en las cárceles venezolanas. Han pasado, sí, ocho años.

Encuadernada entre el nacimiento de aquella novela y el presente, permanece la mayor demolición ciudadana que haya podido experimentar un país. En ese paisaje de abolición civil, la novela Blue Label refulge aún con la belleza de las cosas rotas, acaso porque las presagiaba o porque consiguió sintetizar en sus páginas aquello que siempre estuvo mal. A Blue Label la recorre el espíritu de quien, buscándose, terminó por escribir uno de los retratos de grupo más agrios de la literatura venezolana de la segunda mitad del siglo XX. Acaso porque toda tragedia carboniza, al mismo tiempo que ilumina. En ningún caso, eso sí, habrá redención: ni para los personajes de Sánchez Rugeles ni para los habitantes del país que él retrata. El desenlace ha sido y será terrible.

Blue Label es una novela de iniciación en la derrota. Una historia del largo fracaso en el que cabe una generación completa, la de quienes nacieron en la década de 1980 y 1990, los años que incubaron la depauperación. En ese tiempo, los venezolanos vivieron un estallido social, dos intentos de golpes de Estado y una de sus mayores crisis bancarias, mientras el sistema de partidos se caía a trozos ante la mirada atónita de quienes pensaron, una vez más, que la elección de un militar golpista traería la solución a los males atávicos de la tierra en la que nacieron.

Acaso por ese motivo, por el poso vital de quien ha escrito esta novela –Eduardo Sánchez Rugeles vivió todos y cada uno de esos episodios primero como estudiante y luego como docente–, la total ausencia de redención es lo que dota al libro de su belleza y su verdad. Esa es la sustancia de esta novela, la primera en ese nuevo ciclo de la literatura del exilio que hoy experimenta la narrativa venezolana. Blue Label es el signo de una época. La primera piedra en el cristal de una casa que ya entonces estaba en ruinas y de la que hoy queda apenas una fantasmagoría.

En esta novela todo comienza cuando Eugenia Blanc, una joven caraqueña de clase media, decide abandonar un país que le resulta asfixiante y en el que no se reconoce. Luís Tévez, su compañero de clase, un joven provocador, iconoclasta y contestatario, decide ayudarla a conseguir su objetivo. Emprenden juntos un viaje desde Caracas hasta Altamira de Cáceres, en búsqueda del abuelo de Eugenia, el poseedor del ansiado pasaporte francés que sacará del país a la joven. A eso se enfrenta el lector: a dos rebeldes en una sociedad sin equidad ni justicia. Vencidos de antemano, extraños en un país tan fracturado como ellos por la desesperanza, Eugenia Blanc y Luís Tévez recorren un territorio al mismo tiempo que viajan al centro de sí mismos. Huyen.

En ese viaje de transformación se suman varias soledades: la de dos adolescentes que se sienten distintos en una sociedad que ni los comprende ni los asimila y la de un país en tránsito hacia su propia muerte. El malestar como combustible del eterno viaje literario que impulsó a Ulises a volver a casa y a don Quijote a dar vueltas alrededor de la rotonda de su propio enloquecimiento. Si el Andrés Barazarte de Adriano González León viajaba a bordo de un autobús con un maletín bomba –aquel país insurrecto que terminó sentándose a la mesa de la República del Este–, a los personajes de Eduardo Sánchez Rugeles ese artefacto les ha estallado en las manos. Nacieron quemados por aquella vieja pólvora de las cuentas por cobrar.

En Blue Label, Eduardo Sánchez Rugeles emulsionó los rasgos esenciales de su voz como escritor: una capacidad natural para extraer de su paisaje generacional las claves de un país que se ha comportado como víctima y verdugo, y que él retrataría con todavía mayor destreza en sus siguientes novelas Transilvania Unplugged o Liubliana. En las páginas de Blue Label Eduardo Sánchez Rugeles no puede esconder al inmenso lector que vigoriza su escritura, hasta el punto de parodiar el escrutinio de la biblioteca de Cervantes en una hoguera improvisada en la que Eugenia y Luís hacen arder el cine venezolano más representativo –Secuestro express es una de esas cintas–, como si se arrancaran de su piel esa retórica miserable de los delincuentes travestidos en héroes.

Incluso antes de comenzar, Blue Label descerraja dolor y lucidez. Como epígrafe, Eduardo Sánchez Rugeles elige una frase de su protagonista que recibe al lector a portagayola: “Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?”. “Francesa”, responde ella. Ese simple diálogo sirve al escritor para levantar un pórtico de extrañamiento: el de quienes se incorporan a la vida deseando tener otra, una metáfora de la eterna adolescencia de un país que se creyó mucho mejor de lo que era, acaso porque siempre se miró en el reflejo de sus ensoñaciones cosméticas. Creímos poseer el petróleo, cuando lo único realmente nuestro fue aquella muerte que el XIX nos legó con sus eternos hombres a caballo.

Una corriente de aturdimiento empuja las aguas de esta novela. Se manifiesta en gestos y episodios mínimos, parcelas de vida que Eugenia conquista de la mano de Luís, ese chico que apenas le adelanta unos años y sin embargo la ayuda a construir un raro apresto en el que caben desde Bob Dylan –la canción “Visions of Johanna” es un leit motiv– hasta un improvisado matrimonio, una ceremonia inventada que celebran con las botellas ya casi vacías del whisky Etiqueta Azul (Blue Label) que los acompañan en su larga travesía. Más que desposarse, Eugenia y Luís se amortajan. Ella, porque terminará marchándose a Francia, él porque se encerrará en el vacío de su soledad. Sus vidas anticipan el verdadero desenlace de esta historia, la de un país en el que nada es posible: ni vivir, ni crecer.

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Blue level/Etiqueta azul

Eduardo Sánchez Rugeles

Editorial Kalathos

España, 2018


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