Safo de Mitilene | Autor desconocido / Museos Capitolinos

Por ALBERTO JIMÉNEZ URE

Atribuyo a la más letal entre las tozudeces académicas, esa de perezoso, que en redor de su nacimiento y desarrollo de la Poesía numerosos críticos todavía saquen su foete al instante de [pre] y [so] juzgar la creación poética en general. Lo indiscutible es que su «parto» está históricamente ligado a la irrupción de la escritura jeroglífica, hacia el Año 2600 a. de C.: denotó las necesidades, luchas, creencias religiosas, alegrías y tristezas de los intelectualmente más dotados pobladores del Antiguo Egipto. Trascendió Seykilos, un (canto) epitafio: «[…] Brilla,/mientras estés vivo,/no estés triste/porque la vida es por cierto corta,/y el tiempo exige su retribución […]» (01)

La necesidad humana de realizar ceremonias religiosas, componer música, fraternizar, vivir libre y amar pese a las imperdonables confrontaciones que la Historia registra, lo estigmatizan Ser Pensante. Es inteligible que sus primeros escritos hayan sido elegíacos, líricos y épicos. ¿Qué características tiene el Poema de Gilgamesh (02), por ejemplo, la más vetusta epopeya de la cual se tenga registro? Leamos dos fragmentos: «[…] Si caigo, habré conquistado la fama./La gente dirá: ¡Gilgamesh cayó luchando contra el fiero Humbaba!/Estoy decidido a penetrar en el bosque de los cedros,/hasta ahora es feliz mi corazón:/oigo este canto, veo una flor/quiero fundar toda mi gloria […]» (Tablilla III, columna IV) «[…] ¿A dónde vas, Gilgamesh?/La vida que buscas/nunca la encontrarás […]» (Tablilla X, columna I)

El contenido de esas tablillas prueba que los primeros poetas fueron proclives a la reflexión filosófica que, en nuestra realidad y tiempo, fundamenta mi (¿equívoca?) tesis según la cual la más auténtica creación literaria está obligada beber de la Filosofía (03). Empero los críticos, las poetisas y poetas contemporáneos suelen apriorísticamente querellarse contra las lecturas filosóficas: olvidándose que amor «est virtus», y se encofran en la expresión vacía y bucólica cuando no estúpida. Se les funden los sesos al intentar convertir frases tontas en poemas tras frotar sus [de presuntos magos] «cubos de cristal» que le dan apariencia de prestidigitadores (03). Para ellos, la Poesía no es una disciplina respetable sino una coartada.

Desde el nacimiento de la Poesía (Lat. «Poesis», Aristóteles) el desahogo político ha tenido una indiscutible importancia. Gilgamesh fue un «tyrannus» babilónico de Sumeria, en el territorio que hoy se conoce como Irak (nombre que procede del vocablo hebreo Erech, en la Biblia taxativo). Erech fue la ciudad de Mesopotamia que igual llamaron Uruk (sumerio Unug). Así que, venerables amigas y amigos, no teman al pugilato intelectual que sirve de resistencia pacífica ante la iniquidad de algunos hombres «tronados» al mando, fenomenología que cesa. Recuerden que «fugere politicus vitium virtus est».

Durante los siglos VII-IV a. de C., los intelectuales griegos versificaron sus reflexiones y se produjo, sin interdictos, la consagración de ese objeto de la discordia. Muchos textos filosóficos fueron escritos en versos y tenían rasgos tanto épicos como metafísicos. La guerra por la dominación entre poblaciones fijaba esos cantos, esas formulaciones. Calino de EFESO (650 a. de C.) escribió: «[…] Que todos avancen empuñando la espada y albergando detrás del escudo un corazón valeroso, apenas se trabe el combate/Porque no está en el destino del Hombre escapar a la muerte, ni aunque su estirpe viniera de los dioses […]».

En muchos de los casos, aquellos escritores vertían un auténtico lirismo y así lo legó Safo de MITILENE: «[…] Las estrellas en torno a la bella luna también oscurecen su rutilante aura al tiempo que ella con plenitud alumbra sobre toda la tierra […]» (600 a. de C.). Empédocles (n. Agrigento, 490 y murió en 430 a.C.) formuló en versos sus postulados filosóficos: «[…] ¡Seres pueriles! Porque no piensan profundamente/quienes creen con firmeza que puede nacer lo que no existía/o que las cosas perecen por entero, destruyéndose completamente […]» (Muerte vengadora).

Ya en el curso de la Era Post Cristo, hallamos poetas como Omar Khayyam (Persia, 1040-1123) que se mantuvieron firmemente adheridos a la enunciación poética con rasgos filosóficos: «[…] Recuerda siempre a los desheredados del destino/gimientes en el infortunio/Recuerda tus múltiples deficiencias./No le niegues tu afecto a los bebedores./Serena tu corazón, busca la paz […]» (LXXVI de Rubáiyát, edición de «Erato» a cargo del extraordinario poeta venezolano Lubio CARDOZO. Mérida, 2004)

También es admirable el griego Konstantino KAVAFIS (Alejandría, 1833. Murió en 1933), quien ofrendó a sus antepasados mediante sus textos poéticos: «[…] Sucederá ahora esto, y después aquello;/y tal será, en un año o dos (así lo creo),/el aspecto de nuestros actos, tal su forma./ Ningún temor por un mañana demasiado remoto./Siempre por lo mejor decidiremos./Y cuanto más intentemos, más arruinaremos,/destruiremos, hasta desembocar/en el caos. Y así habrá de terminarse […]» (La intervención de los dioses. Poesía completa. Hiperión, Madrid, 1978. P. 201)

La Poesía fue una necesidad extrema de enunciación de ideas en la presocrática y antigua Grecia. Es uno de los mayores y maravillosos alumbramientos de los seres intelectualmente superiores o racionales, quienes, fundamentándose en lo que yo defino Razón Suficiente e Inmutable y ávidos de ideas que dilucidaran su presencia en el Universo, igual engendrarían al resto de las Bellas Artes para consagrar el Imperio de la Cognición. No se rigió por metodologías o exigencias de pontífices de claustrofalaces, fue libertaria y ojalá que así prosiga.


NOTAS.-

(01) Hallada en Turquía [1883]  y desapareció en el curso del llamado Holocausto de Asia Menor [1922].  Hoy está en el Museo Nacional de Dinamarca.

(02) Entre 1300 y 1000 a. C. [data de la Biblioteca de Asurbanipal]  fue escrito en babilonio, un dialecto del Idioma Acadio, sólo hablado y escrito por mujeres y hombres cultos. Fue Grotefend quien descifró la escritura cuneiforme persa, luego de una apuesta de dinero y cervezas alemanas.

(03) Siempre recuerdo a un antólogo que, iracundo, me dijo: mientras yo sea quien lo decida, jamás incluiré en ninguna selección a un poeta que se haya atrevido a escribir cosas como «camarón que se duerme se lo lleva la corriente».


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