SAMUEL GONZÁLEZ-SEIJAS, ARCHIVO EL NACIONAL

Por SAMUEL GONZÁLEZ-SEIJAS 

I

Despertar a las 2:30 am

revisar las redes

a esa hora dormidas

el vasto océano digital

iluminado apenas

por la luna azul de la pantalla

Pensar otra vez en la infancia

sus detalles nítidos

La mujer que está

en el otro cuarto

la hija en su burbuja

de sueño

Los libros abiertos

y los que nunca fueron

(no es esta una lista

de cosas pendientes)

II

Los pájaros de agosto

reiteran el verano

y, en la piscina, los niños

no dejan de volar

La tarde amarilla

se niega a terminar

El calor da en un vaso

dormido en una mano

III

En la panadería

por algo para el desayuno

Cachitos, jugos, café

Disfruto

lo que muestra la barra

como quien pasea solitario

en una boutique

La cajera concilia

la cuenta

para poder retirarme

—manos blanquísimas

ojos atlánticos

Es extranjera

e ignora que

ante la belleza

cualquiera de nosotros

irremediablemente

lo es

IV

Un poco de chocolate

después de la comida

servido

en cucharilla apretada

Luego, dos sorbos de agua

en el desierto

a los pies

de una semana pirámide

un solo bloque seco

y soleado

rematado en punta

inalcanzable

inaguantable

V

Crucé hacia la madrugada

en un tren musical

con amigos

en las ventanas

y tragos en el bar

En casa, mi otro yo

aguardaba con sueño

Las monedas

que dejó la noche

son únicas, mías

no tienen otro dueño

VI

¿Quién pudo ver

la media luna de ayer

enorme y cercana

sobre la ciudad?

Flotaba tranquila

y no era blanca

sino color hueso

con trazos y estrías

Daba la sensación

desde la autopista

de que uno

podría visitarla

Mediaesfera nítida

como un salvapantallas

VII

Día domingo en la cocina

con mamá

hablando de aquello

y de lo otro

mientras prepara pescado

plátanos gordos

y papas abrasadas

Bajo el puente de los tragos

van cruzando

pequeñas canoas

de aguacate

Yo pongo los vasos de ron

Padrastro, el hielo y el limón

en el crucero de la tarde

VII

Y al pasar por la avenida

vi ondear un tapabocas

traído y llevado por el aire

la marea veloz de los autos

Una medusa lánguida

a la deriva

de un azul quirúrgico apacible

con arrecifes de saliva

y sedimentos de un rostro

ido

perdido

lejano

en las costas oscuras

de mi ciudad

VIII

Prefiero en las mañanas

una infusión de miel y jengibre

que el acelerado café

Me hace creer en un día

de montaña, boscoso

y que hidrato mi lado áspero

luego del desierto nocturno

Escogencias azarosas

que asientan en uno

en la fija y no buscada

repetición

XI

En un ático

paso estas madrugadas de frío

Es apenas una casa de muñecas

con una modesta ventana

La noche es del silencio

y la mañana, de los pájaros

Por el cristal, al amanecer

se ven los recolectores de fresas cosechar

Se hablan entre ellos, a distancia

El cielo es azul pizarra

XII

La bruma

envuelve la casa

que observo

a distancia

Mientras avanza

y se hace espesa

las aves que trinaban

se aquietan

Cesa el menor

Movimiento

Así transcurre

un tramo de tiempo

que solo rompe

el ronquido sordo

de una motocicleta

al pasar

XVIII

Pensé:

no hay como una fresca

funda de almohada

para posar la cabeza

cuando te cerca

el insomnio

No es posible

conciliar descanso

en superficies calientes

esas que el roce continuo

mantiene elevadas

En cambio

una tela suavísima

y sin contacto prolongado

da el punto adecuado

No hay nada como

voltear esa pieza mullida

hacia su lado frío e intocado

como si fuera

la cara negra de la luna

durante noches

de circularidad imprevista

que nos asedian


*Sólida voz poética, ensayista, editor y crítico literario, Samuel González-Seijas (1971) ha publicado el poemario Colores planos (El Taller Blanco Ediciones, Colombia, 2023), al que pertenecen los poemas aquí reproducidos.


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