Por KIRA KARIAKIN

En casa hay

una alfombra de Nepal

un baúl de Burma

marionetas de sombra de Indonesia

cestas, máscaras y tallas de Botsuana y el Congo

el escritorio del abuelo de mi esposo

y de él su telescopio

de mamá el antiguo comedor

de mi abuela rusa íconos

y huevos de Pascua de madera

una Virgen del Valle de mi suegra

viejos libros de papá

 

esta casa es habitada por afectos y paisajes

fetiches de recuerdos que ensalman mis pies

para la vuelta al planeta de este encierro

donde respiro el tiempo de la muerte

hasta la tarde en que nací

**

Llevo islas dentro

antiguas y nuevas

en remanso

atendiendo fragores

y desencuentros

 

Unas remotas desde siempre

de donde parten búsquedas

y se celebran hallazgos

 

Otras eximidas

del terciopelo rojo de los auspicios

lechos para el fracaso agotado

 

y el abrazo incorrecto

Islas inamovibles

para triunfo invisible del retorno

del largo viaje de mis destierros

**

Mi abuela tenía las llaves de todas sus casas

la llave de su casa en San Petersburgo

la llave de su casa en Constantinopla

la llave de su casa en Hamburgo 

la llave de su casa en Varsovia 

la llave de su casa en Salzburgo 

la llave de su casa en Coro 

la llave de su casa en Valera 

la llave de su casa en Caracas

 

la primera de ellas era enjoyada y exquisita

las otras de hierro forjado

diseños curvilíneos

las tres últimas modernas

sencillas y familiares

mi abuela tenía todas sus llaves en un manojo

dentro de una vieja caja de tabacos

guardada entre sus prendas

 

la caja está vacía

su ropa no está ya

el manojo tiene tiempo extraviado

y no lo encontraré

**

El espejo de mi abuela

está roto en una esquina

rayado como su rostro

 

durante años

flores de siempreviva

adornaron su reflejo

 

un cordel precario

tenaz

lo sujetaba a la pared

 

no tenía resguardo

 

atesoro el espejo de mi abuela

lo he enmarcado en madera parda

engalanado con flores secas

 

tener un espejo así

 

algo rayado

la esquina rota

una siempreviva en la herida

**

La tenaza jala la laringe

hacia el pecho

 

el nudo entreverado en el corazón

con la voz y el entendimiento

 

somos nuestra propia cárcel

**

La voluntad

no nos salva de la muerte

ni de la vida

 

vivir tiene sus propios desafueros

ante los que ella se rinde

 

al final es sólo un deseo

que a veces

se nos cumple


*Los poemas aquí publicados pertenecen a su libro El sol de la ceguera, publicado por Oscar Todtmann Editores. Caracas, 2019.


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