Elizabeth Schön | Alfredo Cortina / © Archivo Fotografía Urbana

Por ELIZABETH SCHÖN

¡Qué extraño bosque nos circunda y cómo se duplica el golpe del tiempo!

 

Siempre estamos sometidos, jamás libres; un ser camina por la sangre, llega al corazón y nos impone su placer o tristeza; otros vienen, así sucesivamente, y en este movimiento atravesamos albergues, invernaderos que cambian nuestro sol interno.

 

 

de La gruta venidera (1953)

 

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Desaparecen los apoyos

para que en la cosecha del círculo

albergue lo antes perdido,

lo antes sometido a desprendimiento.

 

 

de En el allá disparado desde ningún comienzo (1962)

 

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Le dije: —¿Hay algo más fuerte que una roca?—. El abuelo, sin necesidad de hablar, hizo que mirara la luz de la luna y viera las aguas y el espacio íntegro, con los astros y las constelaciones titilando. Entonces le pregunté qué era la fuerza; sólo me respondió: —Mira—. Y vi el mundo, el cielo y todo cuanto en la playa yacía y también miré la sombra de mi cuerpo que, junto con la del abuelo, se extendía en la arena para internarse en las aguas y desaparecer en el fondo pedregoso de erizos y corales.

 

de El abuelo, la cesta y el mar (1965)

 

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Hablo

¿quién me responde?

¿el río?

¿el manantial?

No sé

ambos poseen su don

su misión de no oponerse

a la fertilidad giratoria

de sus entrañas.

Cada ser habla

y la frase brota

con la libre naturalidad

de la primera hiedra

crecida sobre la tierra.

La palabra

pequeña nube

pequeña embarcación

recorre los extremos

del cielo, de la tierra

llevando consigo

aquella primera y única ofrenda

de la que nacieron astro

césped

pupila, sol.

 

de La cisterna insondable (1971)

 

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Mi aroma de lumbre:

armario

grifo

buril

hace imposible

que los rayos no dejen de encontrarme.

Los caminos no concluyen

están en el primer saludo

y el primer paso con el que se va.

 

de Mi aroma de lumbre (1971)

 

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En un portón un niño juega con una perinola, su hilo ágilmente se dobla, se alarga, se curva, mientras el niño inmóvil no ríe, no habla, permanece alerta al hilo que se estira, se encoge, forma una circunferencia que la claridad traspasa y el viento no destroza.

 

de Casi un país (1972)

 

**

 

Mirar el fruto y sentir después entrar en él y quedar allí junto a su lumbre escuchando amando hasta que no sea posible regresar a ese sitio de donde partimos.

 

 

de Es oír la vertiente (1973)

 

 

**

 

Te gustaba oler el jengibre

la hierbabuena

paladear el sabor claro del horizonte.

Si te acercabas a las raíces

buscabas aquella que de alguna manera

te podía indicar el rumbo

de la nube que no pudiste poseer.

Y mecías las hierbas

que ya nadie recuerda

y permanecías junto a ellas

por largo tiempo

llevándote entre la lengua

el grano blanco que durante días

había nutrido las aguas de los ríos

con los atardeceres y el sol.

 

de Incesante aparecer (1977)

 

**

 

El amor ama, esa su habilidad, ese su don.

Y la torre distante es conclusión de una arcaica paciente entrega de los hilos amorosos que no cesaron de prolongarse.

El amor no desiste. Conserva sus extremos. Acrecenta los centros hasta el primer punto del comienzo.

De allí su distinción con la piedra entre el pozo y su continuidad frente a lo voraz tragándose hasta el final del astro.

De aquí su tiempo de poblado, valle, su ademán de cava, colgadura, su figura de cesta y blancura alargándose a través de su observación y el tino con el que ha de acercarse.

 

de Concavidad de horizontes (1986)

 

**

 

Rompe y hallarás

lo que va entre los aires

hacia donde la copa ofrenda

y la mujer se tiende junto al pozo

con la nube dentro

para escuchar el río nuestro

del propio sonido interno:

rastro de la tierra

en el camino del árbol inarrancable

y la abertura del relámpago.

 

de Árbol del oscuro acercamiento (1994)

 

**

 

En lo invisible

lo entrañable que expone la voz

la palabra.

La escritura es un hilo alto

largo, denso, traslúcido

que horada desde lo oculto

sonoro de la vida

hasta el tiempo de la memoria

donde de vez en cuando algo yace

y cae quizá para la flor

que igual al olvido es inaprensible.

 

de La flor, el barco, el alma (1995)

 

**

 

La vida va en la rosa

La muerte en hacer que la próxima rosa

aparezca y sea un rayo otro

para la espesura de la desaparición.

La una apelmaza

la otra reemplaza, entrega

La vida tiene cuerpo de sol, sal

cuerpo de agua azul verde

cuerpo de sexo y rapidez

La muerte es un hombrillo

envuelto en el plumaje de lo oscuro

Ella nada posee

aguarda que la vida la escuche

Se abren entonces las redes de las puertas

para que se toque la arena honda, vislumbrada desde el instante en que fueron vistos los asientos

para el alma en ti:

piedra blanca del amor

 

de Luz oval (2006)


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