ALAN LA VEGLIA, CORTESÍA DEL AUTOR

Por ALAN LA VEGLIA

Cede

la luz

de la tarde

 

en su apagarse:

pequeñísimos peces

oscuros y vivos

entre los juncos.

 

*

 

Agua dulce entre los juncos.

 

*

 

Oscuros y alegres

los peces temblaron

en el amor del día.

 

*

 

De amor temblaron.

 

 

En la montaña

un pequeño ciervo

dormido.

 

Al levantarse

el olor del azafrán

tiembla

en el pasto.

 

*

 

Caen

de tus manos

al estanque

flores

de damasco.

 

Sobre ellas

la luz.

 

 

La madera roja

la madera amarilla y húmeda de los árboles.

El rocío, el amor de los largos inviernos.

 

La mañana, la noche

la canción de todo aquello que está cayendo.

 

Crece el humo en la choza. Como el humo

a las ramas

me tocás.

 

La madera roja

la madera amarilla

el rocío.

 

De La cornamenta de los ciervos, (inédito).

 

 

A oscuras

El fuego en la hornalla te ilumina la espalda.

La brisa en el charco,

hojas,

nubes se dispersan como peces.

 

Arrastran un bote por la tierra.

Escuché tus palabras en el trigo

cuando la tarde se rendía

en el oficio de las estrellas.

 

Un loto se aleja en el estanque,

así fueron tus palabras.

 

 

La estufa, su fuego ilumina

un espacio pequeño de la pared.

Todavía no amanece. La oscuridad

tapiza las ramas torcidas de las plantas.

 

Nos rendimos dentro del silencio

como si esperáramos algo más que el contacto

con las primeras formas que abandona el día.

 

En la telaraña brillan las alas de los bichos.

La distancia entre sus cuerpos

resume la noche.

 

 

 

Medianoche

La palidez del rosa

en el extremo de las ramas.

 

Esta es nuestra riqueza:

una ventana abierta,

las flores diminutas

y caídas.

(Poemas de El pasto muerto cría luciérnagas, 2021)


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