Caricatura de Pedro León Zapata

Por ILDEMARO TORRES NÚÑEZ 

La problemática social venezolana, por extensa y compleja, parecería inabarcable para los fines de una crónica escrita o gráfica; sin embargo, Pedro León Zapata hizo de esa rica gama de calamidades e injusticias tema obligado de sus caricaturas, mostrando algunas veces los problemas mismos, y en otras la esencia del sistema al cual ellas son consubstanciales; con lo que, de paso, ilustró las causas y sus consecuencias.

Zapata trató y plasmó en sus caricaturas los problemas que afectaban a los desposeídos de nuestro país en el tiempo que le tocó vivir; hoy en su ausencia llegados a límites extremos. Los de Caracas, ciudad vulnerable que se quedaba fácilmente sin agua o sin energía eléctrica, o sin teléfonos funcionantes; con problemas de tránsito, con un serio caos urbanístico, y rodeada por un cinturón de miseria en el que vivía hacinada una gran parte de la población en condiciones de extrema insalubridad. Si su atención se desplazaba hacia el interior del país, muchos problemas se acentuaban, especialmente en lo que se refiere a asistencia médica, alimentación, posibilidades de acceso a la educación y condiciones ambientales; responsables éstas últimas de que familias enteras vivieran bajo la amenaza de los efectos de las sequías o de las inundaciones.

Según Zapata, una buena definición de lo que es un “marginado” en términos sociales, está implícita en este comentario que le hace un hombre a su compañera en un rancho, en la ocasión de un censo de 1971: “Ánimo mujer… ¡desde el momento que nos empadronaron es porque todavía existimos!”. Sus personajes no estuvieron especializados en un determinado aspecto o tipo de problema, sino que eran desplazados a conciencia dentro de una pluralidad de temas. Es de señalar que lo que en este caso se denomina un “personaje” no corresponde a una fisonomía constante ni una vestimenta establecida, fija, como sí sucede con los personajes de otros caricaturistas, sino que se trata más bien de una esencia, o un carácter, o de unos rasgos básicos a partir de los cuales y en uso de una diversidad de recursos  construía cada vez un dibujo diferente; es lo que sucede, para dar un ejemplo, con Coromotico, que puede ser una niña o mujer o simplemente una presencia sugerida.

Caricatura de Pedro León Zapata

El eje de ese conjunto de personajes lo constituyó la imagen del hombre venezolano por ser éste precisamente el centro de la preocupación política de Zapata. Desde la alta tribuna de sus caricaturas, Zapata fue el vocero consecuente  de ese venezolano famélico, parasitado, desempleado, sin techo y sin escuela, relegado a la insalubridad y a la miseria en la Venezuela millonaria y que hace de un barril petrolero vacío su silla, su mesa, su traje y su vivienda; con la particularidad de que Zapata no lo miró con una óptica chauvinista, sino estrechamente vinculado en sus luchas y en sus ansias de plenitud, al hombre latinoamericano y de cualquier otra latitud.

Zapata explicó en el curso de una entrevista “yo dibujo feos a los pobres porque la pobreza es fea. Hacer pobres bonitos es un oficio de ricos”.  Su credo como intelectual, como artista y como gran figura del humorismo se manifiesta cuando en un dibujo le dice a un pobre “Uno se la echa de humorista, pero no se burla de ti”.

Coromotico es sin duda alguna el personaje más popular de Zapata, el más apreciado por los lectores, y lo es prácticamente desde su salida en 1966. En esos primeros dibujos, como en muchos otros después, Coromotico aparece de pie, con las manos a la espalda y silenciosa, mientras un hombre muy pobre, de costillas al aire —¿padre?, ¿tío?, ¿abuelo?, ¿vecino?— le hace un comentario o le da un consejo. La receptividad del público puede entenderse como expresión de su identificación con el personaje; en cuanto que éste reúne en su aspecto, en su actitud, en sus frustraciones y en sus anhelos, y en todo lo que conforma su vida y su conducta, los rasgos de un pueblo con derecho a otra forma de existencia; y tales características le conferirían a Coromotico la jerarquía de nuevo símbolo.

Coromotico está desnutrida, es analfabeta, vive descalza y semidesnuda en un rancho       forrado de periódicos en los que se habla de los altos ingresos del país. En ese marco de atraso y de miseria, Coromotico observa, medita, y así va aprendiendo, va comprendiendo que el tipo de vida que ella lleva no es producto de la casualidad, y se va modelando en ella un carácter y una definición política; y lo más extraordinario es que todo ello lo conjuga Coromotico con una forma digna de ser y con un saber permanecer erguida ante las circunstancias; a veces incluso Coromotico se nos antoja envuelta en un halo poético.

El fenómeno del aumento exorbitante del costo la vida fue objeto de muchos Zapatazos en los que el caricaturista lo abordó desde diferentes ángulos: aludiendo al hombre que pide que le abran nuevos orificios a su cinturón, para seguir apretándoselo, o a través de un venezolano esquelético que se come elegantemente con cuchillo y tenedor, y sonreído de satisfacción, un pedazo de la demagógica “Lista del Consumidor” con la que tanto ruido hiciera el gobierno.

Caricatura de Pedro León Zapata

Cuanto dibujó y dijo acerca de los ranchos, constituye de por sí una rica antología de la obra de Zapata como crítico de un sistema social en el cual el ser humano es relegado a un segundo plano, y en consecuencia, desatendido en sus necesidades básicas. Casi un “Afiche del Subdesarrollo” es el dibujo en que se muestra a una familia que empuja un rancho con ruedas en su huida despavorida cerro abajo al ver aproximarse una nube muy oscura que ya deja caer sus primeras gotas.

Zapata, al darnos la imagen con que Venezuela encajaba en la política internacional, dibujó una dama con rostro demacrado que lleva una bella flor en la cabeza, que se sienta erguida y elegante con su traje de fiesta hecho de remiendos, a la espera de que la saquen a bailar.  Detrás de ella una pancarta muy vistosa dice ”Wellcome”, pero el visitante que venía en esa oportunidad finalmente no llegó.


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