Raúl Zurita en su Mein Kampf dice: “Desde los lugares de este exilio sudamericano, como uno repetido, te hablo del trabajo de asumir en los límites de nuestra vida la construcción del paraíso”. De esto quisiera hablarles, de la construcción del paraíso. Pocas veces nos hemos encontrado con tan peligrosa aventura como aquella que se plantea la construcción del paraíso. Zoé Valdés en La nada cotidiana escribe: “Ella viene de una isla que quiso construir el paraíso”, todos sabemos cuál fue el destino de aquella isla. Ezra Pound culmina sus monumentales Cantos diciendo: “He intentado escribir el paraíso”, creo que no hace falta detenerme en el costo que tuvo “el paraíso” sobre este poeta. Es el fracaso, el gran fracaso el cual escribe, tres veces, estas palabras. La primera como proyecto, la segunda como derrota, la tercera como resignación. La construcción del paraíso es no menos que la aceptación de lo vivo en todas sus formas, por más paradójico que esto parezca. Y esa es la imagen que quisiera entregar a ustedes en agradecimiento por el premio recibido:

1) La poesía entabla un diálogo silencioso con todas las cosas, descifra de manera discreta los códigos que toda la existencia emite. Con existencia quiero decir lo vivo, y aquí me detengo un momento para hablar de las condiciones materiales de la escritura como construcción del paraíso. Pugnamos ensartarnos por el ojo de una aguja, pero jamás nos hemos planteado su destrucción, acto que equivaldría al triunfo de la palabra sobre la muerte y, por lo tanto, a la consagración de la vida. La destrucción de la aguja equivale a sumergirnos en el movimiento mismo de lo vivo; es decir, repetirnos una y otra vez sobre la misma imagen, sea esta la ilusión de la felicidad, la alegría, el dolor, el sueño o la muerte, siempre a sabiendas que esta imagen pertenece al conjunto general de la existencia, la cual siempre se repite una y otra vez. Y desde allí invito a quienes escriben a destruir el ojo de la aguja, desde el movimiento perpetuo, desde aquello que descifra, la palabra.

2) El paraíso solo es posible como fracaso, y esta es una verdad que debe tenerse en cuenta todos los días. El compromiso debe estar siempre con el fallo y la derrota, saber que todo proyecto “totalizante” es un imposible, y no solo asumirlo como un mantra, sino comprometerse a esa falla aunque se trate de uno mismo. La labor de construir el paraíso debe ser la repetición de su propio fracaso. A lo contrario, solo espera el peligro, aquel que le es inherente al mal, la estupidez.

3) Es paradójico que quisiera hablar de la construcción del paraíso como consagración de lo vivo. Pero es un hecho también, que el proyecto del que les hablo solo es posible para los vivos, y por el momento ya no se trata del paraíso, sino de otra cosa, llámenla como quieran, yo me quedaré con la poesía como forma de este compromiso.

Entonces, para culminar. La aridez presente en el libro es la manifestación casi material de mis paisajes interiores, es decir los caminos que encausaron, y encausan mi escritura hasta el día de hoy, razón por la cual afirmo que este libro tiene para mí un valor fundacional, y por lo tanto busca, de manera imprecisa, inscribirse en el proyecto de la construcción del paraíso.

Sin más que decir, quisiera extender mi agradecimiento a todos los presentes, a mi familia, a mis amigos (secretos lectores de todos mis poemas), a Pamela (que amorosamente estuvo junto a mí en la recta final de este largo recorrido) y al jurado, por este reconocimiento; el cual recibo con enorme alegría, pero también con el gran temblor que me obliga a continuar. Para todos, un abrazo.

Muchas gracias.

Carlos Katan

Valladolid, España. Escrito a los 16 días del mes de enero del año 2019.


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