Roger Thornhill ha llegado al lugar de encuentro. Se supone que se verá con un tal Kaplan, por quien lo ha confundido un espía. Su vida está en peligro. Con la muerte en los talones toca uno de los asuntos preferidos de Hitchcock: el falso culpable.

Por lo general, una escena de intriga, de thriller de espías, sucedería en un callejón oscuro, sucio, con muchos rincones y sombras alargadas que procuren el suspenso por la llegada sorpresiva de un villano. Hitch ha dejado a Roger Thornhill en la mitad de la nada, una carretera en un paisaje árido y vacío de Indiana, a pleno sol, vestido de traje. Los primeros planos nos enseñan lo que el personaje ve: nada por un lado o por el otro. Al fondo, muy lejos, en el cielo, una avioneta. Estamos atentos a cualquier cosa que se aproxime, pues sabemos que al personaje lo persiguen los espías. Un automóvil cruza el paisaje, luego otro. Creemos que la amenaza viene de cualquier parte, pero resultan falsas alarmas. Un hombre llega a esperar el autobús. Thornhill decide hablar con él, tal vez sea el hombre que espera, el verdadero Kaplan. Se sube al autobús y se larga, no sin antes comentarle al protagonista que aquel avión a lo lejos está fumigando los cultivos… donde no hay cultivos. Es de allí, del cielo despejado, desde donde vendrá la amenaza: Thornhill debe correr y echarse al suelo para tratar de esquivarla.

“¿Por qué no ir acortando progresivamente la duración de cada plano como dicta la convención de una escena de acción, sino mantener la duración fija durante toda la escena en un estándar de 4.4 segundos por plano?” Esta pregunta se la hizo François Truffaut al maestro del suspense en referencia a la conocida escena. “No se trata de tiempo”, respondió Hitch, “sino de espacio”. No solo es opuesta a la del género, con sus sombras y espacios constreñidos y música espeluznante (la escena no tiene música de fondo), sino que se fotografía con planos amplios, generales, medios, y con igual duración porque es la manera de mostrar que Thornhill, a pesar de estar libre, en un espacio abierto y amplio, no tiene adónde correr. Es el principio del cine de Hitchcock: cada plano es una sentencia que debe ir dirigida a las emociones del espectador, y que solo combinado con el resto conforma una idea. Un principio de montaje similar al del montaje soviético, sin el elemento que hace a este último intragable: ideología.

Con la muerte en los talones (1959, EEUU). Dir. Alfred Hitchcock


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