GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Y VASCO SZINETAR, SERIE FRENTE AL ESPEJO

Por JUAN CARLOS ZAPATA

Gabriel García Márquez le regalaba libros a Fidel Castro que lo pudieran sacar de la rutina de los informes oficiales, políticos, económicos y militares. García Márquez decía que su amistad con Castro se debía más a los libros que a la política y a la ideología. Señalaba que Castro era un buen lector.

En la novela póstuma En agosto nos vemos, publicada el 6 de marzo, Ana Magdalena Bach es también una buena lectora de libros, y al menos tres de los cuatro libros que lee son los mismos que el Premio Nobel le regaló alguna vez al presidente y dictador de Cuba.

En una entrevista que sostuvo en 1996 con la periodista Estela Bravo, transmitida por Cubavisión, García Márquez repitió que la relación de ambos se consolidó gracias a los libros. Castro y García Márquez entablaron amistad a mediados de 1976, y desde entonces fueron amigos.

En la entrevista, la cual es posible conseguir en YouTube, explicó que Castro, metido en la lectura de informes, documentos y asuntos de gobierno, estaba cansado y estresado de esas lecturas “esterilizantes”, por lo que él se comprometió a llevarle libros “para descansar”, y comenzó a llevarle bestsellers como el Drácula de Bram Stoker, que fue el primero de muchos.

Esto ocurrió la vez que se conocieron, cuando viajó a La Habana, a la isla, para recabar datos y escribir el reportaje sobre la presencia de tropas de Cuba en Angola. Antes había recorrido el país para escribir una serie que tituló Cuba de cabo a rabo. Un reportaje que no era otra cosa que propaganda pura sobre un paraíso socialista inexistente.

Drácula también es el primer libro con el que Ana Magdalena Bach viaja a la isla, escenario de la novela, a poner flores en la tumba de su madre. Es una isla no identificada, pero ubicada en el Caribe. En ese viaje, la mujer tiene una primera aventura amorosa fuera del matrimonio que le trastorna el mundo. “De pronto, como el rayo de la muerte, la fulminó la conciencia brutal de que había fornicado y dormido por la primera vez en su vida con un hombre que no era el suyo”. Ese primer amante le deja un billete de 20 dólares en la página 116 del libro. ¿Hay algún mensaje cifrado de García Márquez en el número de página? No lo podemos adivinar. Tampoco sabemos qué edición leyó García Márquez ni cuál es la que lee Ana Magdalena Bach. Pero en la edición de bolsillo de Austral, hay una entrada en el diario de Mina que tiene como fecha el primero de agosto, y tiene que ver con muertos, lápidas y tumbas. Agosto y tumbas y un cementerio como en la novela, y la numeración de páginas más o menos coincide.

Drácula es también la novela que Ana Magdelena Bach  lee “con el fervor de un obra maestra”. Y lo mismo pensó Fidel Castro cuando empezó a leerla.  Y es que en la entrevista García Márquez detalló que Castro “estaba en unas maniobras militares… Estuvo trabajando todo el día, le di el libro como a las once de la noche y al día siguiente llegó a las maniobras sin dormir un minuto. Me dijo: No me ha dejado dormir el maldito libro que me trajiste”. De todas maneras, Castro no era alguien a quien le urgía dormir de noche.

Ana Magdalena Bach es una mujer que al comenzar la novela anda en los 46 años y al terminar en 50. Estudiaba Arte y Letras cuando se casó y no pudo seguir en la universidad. Es hija de una “maestra de primaria montessoriana”. Y de la propia Ana Magdalena —debe ser una de las inconsistencias de las que tanto se habla de la obra— se nos insinúa que es maestra pues cuando llega a uno de los hoteles, el precio de la habitación “era la cuarta parte de su sueldo mensual de maestra”. El padre era músico. El marido es músico. Su hijo también, y aunque la hija también posee aptitudes para la música, lo que quiere es ser monja. La madre, Micaela, había muerto ocho años antes de ese primer viaje, y su última voluntad fue que la enterraran en esa isla.

Antes del Drácula de Bran Stoker, Ana Magdalena Bach leía novelas de amor, y después que si El Lazarillo de TormesEl viejo y el mar y El extranjero. Más recientemente “se había metido a fondo en las novelas sobrenaturales”. Después de Drácula, intentaba leer “la Antología de la literatura fantástica de Borges, Bioy Casares y Ocampo”.

A ese primer amante “le contó que estaba leyendo Drácula de Stoker. Él lo había leído en el colegio, y seguía impresionado con el episodio del conde que desembarcó en Londres transformado en perro. Ella estuvo de acuerdo, y no entendía por qué Francis Ford Coppola lo había cambiado en su película inolvidable”.

En el segundo viaje, en el siguiente agosto, comienzan la lectura de El día de los trífidos de John Wyndham, “que tenía en turno desde hacía más de tres meses”. Pero qué casualidad que ese es otro de los libros que García Márquez le regaló a Fidel Castro. Igual que  El año de la peste de Daniel Defoe.  “Libros de muy buena literatura, pero distraídos, entretenidos, es decir, que al mismo tiempo que enseñan, divierten”, le explicó a la periodista de Cubavisión.

El año de la peste es la última obra, registrada en el penúltimo viaje de la mujer, y entre sus páginas encuentra la tarjeta de presentación que le deja otro amante, no habrá uno más, mientras ella se baña. Al día siguiente quiso leerlo, pero no pudo concentrarse.

En estas dos obras, García Márquez no reveló páginas específicas, por lo que poco más hay que agregar. En cambio, respecto a su relación con Castro, señaló en la entrevista que pasó de llevarle bestsellers a llevarle sus manuscritos con el fin de que los leyera antes de ser publicados, aunque la primera de sus obras que le facilitó fue Relato de un náufrago, que ya estaba publicada, y después la inédita Crónica de una muerte anunciada. Sobre Relato de un Náufrago, Castro le advirtió:

—Ahí hay un error porque tú dices que el barco salió a tal hora y llegó a tal hora. Un destructor de la Armada no puede desarrollar esa velocidad.

Apuntó que Castro “sacó cuentas” y que Castro “tiene una facultad extraña para hacer cálculos matemáticos”. De manera que le aseguró que “es absolutamente imposible que (el destructor) lo haga a esa velocidad”. Así que García Márquez revisó lo de las horas y comprobó que “efectivamente había un error que se había arrastrado en el libro desde hacía mucho tiempo”.

En los originales de Crónica de una muerte anunciada, descubrió otro error en “las armas y en el calibre de las armas”.  Y pasaba que Castro leía como si “fuese un editor, la palabra exacta, un editor de libros” que “señala contradicciones, anacronismos, inconsecuencias que se le pasan a los profesionales porque es un lector muy minucioso y además muy constante y le rinde mucho la lectura”, y por ello algunos amigos lo mantenían informado y al día sobre literatura, ya que “le gusta mucho la literatura”. A “la novela la está siguiendo muy de cerca”.

Para el prólogo de Habla Fidel, una entrevista larga con el periodista Gianni Mina, García Márquez había adelantado que Castro en su oficina de la presidencia del Consejo de Estado mantenía “un estante de libros que reflejan muy bien la amplitud de sus gustos: desde tratados de hidroponía hasta novelas de amor”. Novelas de amor. Como Ana Magdalena Bach.

Hay una novela más que aparece en En agosto nos vemos. De esta no hay referencia de si García Márquez se la obsequió a Castro. Se trata de Crónicas marcianas de Ray Bradbury. Viene al caso porque la mujer “leyó sin sorpresas el tercer cuento, las ‘Crónicas marcianas”. Y el tercer cuento se desarrolla en agosto, y es un cuento musical, como lo es toda la novela póstuma del Nobel, solo que el de Bradbury es un relato de una canción terrible. El tercer cuento está fechado en agosto de 1999 y se llama “Noche de verano”. “¿Qué significan esas palabras?… ¿De dónde viene esa canción?… ¿Qué idioma es ese?… ¿Por qué tocabas esa música?”.

Ya de aquí en adelante caemos en el terreno de las conjeturas. ¿Por qué colocó en fila las novelas que le regaló a Castro? ¿Por qué la obra se desarrolla en una isla? Y una isla con taxis deteriorados, modelos viejos, carcomidos por el salitre. Una aldea con una miseria que deprime, con un “pueblo indigente”. Una isla que cada año está peor. Un cementerio pobre, indigente.  Una aldea con tal “cantidad de pescadores negros con el brazo mutilado por la explosión prematura de los tacos de dinamita”. Una isla de encuentros sexuales, música y orquestas, cantantes de boleros, jazz y versiones sorprendentes de piezas clásicas.  Una isla desde la cual se ve “el avión de Miami con más de una hora de retraso en el cielo incesante”.

No sabe uno al final si Ana Magdalena Bach es el mismo García Márquez que regresaba a la isla y a su casa de La Habana y cada vez que lo hacía la encontraba peor. Por algo, una de sus últimas operaciones políticas fue tratar, a principios de los años 90, cuando caía la Unión Soviética, que hubiera cambios en Cuba. Y lo hizo con el apoyo de Carlos Andrés Pérez, Felipe González y Carlos Salinas de Gortari. Pérez, Castro y García Márquez se reunieron en la isla La Orchila de Venezuela. Pérez, González y Castro se reunieron en Brasilia, en la embajada de España. Hubo reuniones en México. Pero luego vino la intentona golpista de Hugo Chávez contra Carlos Andrés Pérez y este ya no tuvo más empuje internacional. Solo le tocaba sobrevivir. Posteriormente, la ayuda de Chávez atornilló a Castro en el poder, y las reformas a las que aspiraba García Márquez quedaron en el olvido. Hasta el día de hoy, la crisis sigue viva en Cuba.

Otras opiniones

“Los lectores son afortunados porque En agosto nos vemos contiene la magia del estilo de Gabo. Nos sorprende con combinaciones impensables entre palabras, con frases musicales y con pasajes deslumbrantes que se nos clavarán en la memoria. Es el García Márquez contador de siempre, pero en el otoño de sus casi ochenta años”.

Alvaro Santana Acuña en La Vanguardia del 03-03-2024.

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“El centro de la novela es un gran personaje, Ana Magdalena Bach, mujer que ronda los cincuenta, y que no me permitirá el lector que revele más que una cosa, ya que figura al comienzo de la novela: quiere atrapar las que podrían ser las últimas páginas de su deseo erótico brindado en oportunidades furtivas”.

José María Pozuelo Yvancos en ABC Cultural del 9-03-2024.

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“Las primeras páginas son magníficas y el final lleva el sello indeleble de García Márquez; incluso hay un núcleo ardiente que irradia la anécdota y responde a las grandes preguntas sobre la libertad y el destino que se hizo el escritor desde siempre”.

Carlos Granés en ABC del 08-03-2024.


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