Por VALENTINA MORENO

Hoy en día vivimos parte de nuestra vida a través de las pantallas, a través de ellas coqueteamos, discutimos, alardeamos, sufrimos. Parece que nuestra continua búsqueda de interacción-validación nos ha llevado a convertirnos en los autores de nuestro propio reality show, uno sin dramas (o no), pero con muchos likes y selfies. Un espacio en el que entretenemos a otros abriendo un resquicio ¿casual? a ¿nuestra cotidianidad?

Estamos en un show de Truman en el que, por suerte, elegimos qué mostrar, pero también en el que caminamos en la cuerda floja entre esa imagen prefabricada, lo que realmente somos y lo que se supone que opinan de nosotros. En el que se construyen modelos de éxito, un poco caricaturescos con frecuencia, con los que nos afirmamos en nuestra propia tribu.

Las redes nos llevan a todos a mostrarnos, a desdoblarnos, pero para las nuevas generaciones ha sido diferente, los nuevos bebés nacen con su cuenta de Instagram y sus primeras fotos suelen ser los ecos, los niños y adolescentes tienen en Instagram, Tik Tok o 21 Buttons su book, un espacio en el que construyen su identidad y se relacionan. De hecho, los niños de la generación Alpha están construyendo su identidad a partir de la socialización dentro y fuera de la pantalla.

Para los adultos en ocasiones el equilibrio entre ser ellos mismos y mostrar un cliché de éxito suele ser más complicado. Debemos estar presentes, pero no ser vulnerables, debemos ser más valientes, arriesgados y guapos. De hecho, si pudiéramos conversar con el yo que arrojan nuestras redes, quizá nos parecería demasiado acartonado.

La cara oculta de esta gran vitrina es justamente nuestra privacidad, estamos siendo rastreados continuamente de las formas que menos imaginamos. En esto ahonda un proyecto que acaba de salir del horno llamado Stealing Ur Feelings, de Noah Levenson, un documental interactivo sobre inteligencia artificial que narra cómo, supuestamente, las grandes plataformas como Facebook, Instagram o Snapchat usan la tecnología de reconocimiento facial para determinar sentimientos o emociones y lo correlacionan con tu ubicación.

Así por ejemplo saben qué tanta satisfacción o emocionalidad genera un concierto, congreso o debate, en base a las fotos que compartimos. Lo interesante es que este interactivo analiza tu rostro mientras ves la película y emite luego suposiciones irónicas sobre ti, como tus ingresos, gustos o futuro.

La posibilidad de que puedan escudriñar dentro de lo que sentimos, pese a la ironía de la propuesta, resulta aterradora: creemos que las pantallas pueden escondernos y protegernos, son espacios en los que podemos protegernos en pseudónimos y cumplir nuestros peores pecados. Pero resulta que realmente pueden acceder a nuestros peores secretos.

Sobre la recolección de datos personales reflexiona también Do Not Track, un documental interactivo multipremiado de la National Film Board que cuenta con siete episodios. La propuesta gira en torno a la recolección de datos en espacios digitales, mientras que a su vez captura tus datos y te brinda bonus por compartir información, y así te muestra cuánto pueden llegar a saber sobre ti.

Vamos a tener que aprender de qué forma construimos nuestra identidad digital, un espacio que podría no estar mediado por los roles que nos impone nuestro entorno, pero que más que un velo, es una palestra que expone y deja por escrito, lo mejor y lo peor de nosotros.


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