Julieta Omaña | Autorretrato

Por MARÍA ELENA LAVAUD

Estamos aquí para celebrar una conquista doble de Julieta; no solo haber publicado su segunda novela, sino que haya sido de la mano de un premio literario muy especial.

Me complace poder compartir este momento con ella y con ustedes, porque siempre es un aliciente que el trabajo de uno como autor, sea reconocido por especialistas, en este caso, por un jurado que por unanimidad decidió otorgarle este premio de entre 68 novelas que participaron; además, un premio muy emblemático, el Rosario Castellanos, que debe su nombre a una escritora, periodista y diplomática mexicana, una mujer que es referencia en la literatura del siglo XX, que consideraba a la poesía como un intento de llegar a la raíz de los objetos, que rompió esquemas, que escribió con el alma, que se ocupó de la política de sus tiempos pensando que el mundo debe ser un lugar de lucha en el que uno está comprometido, y que defendió lo femenino a capa y espada, aunque muchas veces la crítica la calificara de sexista.

Al leer la novela no me sorprendió la decisión unánime del jurado. En mi opinión, la historia que cuenta honra con creces el legado de Rosario Castellanos por muchas razones. Es un relato que deja testimonio del tiempo convulso que vivimos, especialmente en Venezuela; también del drama y el dolor de quien emigra y de lo femenino a toda costa.

Les quiero compartir parte del dictamen del jurado.

“El jurado deliberó en torno a las 68 novelas participantes en el certamen, y resolvió por unanimidad otorgar el galardón a la novela Molokotov, firmada con el pseudónimo Dolores Alcántara, que es el nombre justamente de la protagonista. Se trata de una novela que toca aspectos muy actuales de la realidad latinoamericana.

Temas como la pandemia del Covid, la crisis política en Venezuela, el exilio en México y el ejercicio del periodismo de actualidad son abordados con evidente agilidad narrativa, lo que despierta en el lector una empatía con el personaje central.

El manuscrito revela además una profundidad literaria que no renuncia a la sencillez, adentrándose en la condición humana con autenticidad”.

Molokotov es la segunda novela de Julieta y definitivamente es un triunfo que con ella haya ganado este premio, súper merecido, luego de haber hecho una carrera alrededor de la literatura, estudiándola y ejerciéndola. Como muchos de ustedes sabrán, Julieta es magíster en Letras Modernas y magíster en Literatura Hispanoamericana y Española. Ha dictado cursos de literatura hispanoamericana y de lenguaje en la Universidad de Miami y en la Universidad Simón Bolívar, en Caracas. Tiene experiencia en el área editorial y de educación en firmas como Penguin Books, Alfaguara y el Museo Rufino Tamayo (México). Ha publicado ensayos sobre literatura contemporánea en revistas españolas, venezolanas y norteamericanas, y ha dictado conferencias en Venezuela, México y Estados Unidos. Una bella carrera con pasos consistentes.  Estoy segura de que vendrán muchos más reconocimientos.

A mí en lo personal, Molokotov me estremeció por varias razones. Primero porque evidentemente me identifiqué con la protagonista, una periodista que emigra de manera forzosa y que tiene que aprender a vivir con ese hueco en el alma que significa dejar la familia y los afectos. Vivir con ese nudo perpetuo en la garganta, con esa incertidumbre diaria que produce el no estar, y a la vez pelear con uñas y dientes por lograr hacerse un lugar en un país extraño, y muchas veces encontrarse con los mismos fantasmas que lo espantaron a uno de su lugar. Eso es muy duro.

Luego me movió mucho porque yo siempre he pensado que el periodismo no es una profesión sino una manera de vivir, y esta protagonista me lo ha comprobado, hasta en la manera en que asume sus relaciones amorosas, su sexualidad, en este caso, siempre explorando y descubriendo.

Yo diría que esta novela es como el hojaldre, que tiene muchas capas y todas crujen a su modo, todas producen un efecto.

Hay un detonante que es la necesidad de regresar al país por la enfermedad de un ser querido; hay un grito de protesta por las presiones e injusticias que muchas veces impone el ejercicio del periodismo en muchos más países de lo que uno imagina; hay un relato franco y atrevido de una mujer que vive sus relaciones con efervescencia y que no se condena por nada, que es libérrima; y está el relato de la debacle política de un país a través de historias sensibles de las víctimas del oprobio, en una secuencia que entremezcla las propias vivencias de la protagonista. Así es la vida real, así transcurre el día a día de una mujer periodista.

Uno de mis párrafos favoritos está en la parte final de la novela, y dice esto:

“Parece que el destino nos tiene todo preparado. A veces podemos jugar con él y otras no hay espacio para esquivarlo. En ocasiones logramos tomar atajos ante lo inefable, pero casi siempre nos terminamos topando con lo real, tarde o temprano. Ahora sólo queda en mí tratar de rehacer esta vida que hoy aparenta ser caduca y ensayar conseguir un destino alejado del vértigo y del horror o, a pesar de ello, refundar un propósito del presente y de lo que está por venir”.

Muchas felicitaciones de nuevo, Julieta. Ha sido un gusto enorme acompañarte a celebrar esta nueva conquista.


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