Por JORGE POLANCO (1)

La primera vez que vi una exposición de Guillermo Deisler fue en la Sala Puntángeles de Valparaíso. En dicha ocasión, participaron también Clemente Padín y Cecilia Vicuña. Fuimos varios amigos poetas a ver la exposición, y en dicho lugar reconocimos una seña de época. Lo que más me llamó la atención fue esa visualidad que recorría la historia del país. Es como si el poeta no pudiera dejar atrás el “horroroso Chile” —aludiendo a un verso de Enrique Lihn—, aunque al mismo tiempo había enriquecido la complejidad de su trabajo desde el arte postal y el poema objeto. Las aguatintas, las serigrafías y los collages parecían heridas, cortes provenientes de las noticias de la dictadura, muchos de estos trabajos fechados en los años ochenta. La violencia militar, los gritos de los gestos y las letras se muestran en el montaje visual.

Pasaron años antes de que viera otra exposición de Deisler, y en ese caso fue en Balmaceda 1215, en Santiago. En dicha ocasión, fui dos veces, pude revisar y palpar directamente los libros. La precariedad de los medios, con la cual la poesía chilena manifiesta su peculiar virtud política, también daba cuenta de las modificaciones materiales. En lugar de una novela del grabado, Deisler muestra la poética del papel. Tanto los sellos de su tarjetera como la gráfica de los poemas ofrecen una constelación entre dibujo y letra. No se trata de la extensión de la política por otros medios, sino de los medios como labor política.

En una época de publicaciones singulares, gracias a editores y colaboraciones entre plástica y poesía, Guillermo Deisler destaca como uno de los poetas que más abordó el oficio de los libros en Chile, desplegando un trabajo colectivo a través de diversos tipos de ediciones, conjugando soportes y formatos, donde reunía el oficio de artista con el poético. Deisler se asimila, en este sentido, a Carlos Hermosilla en la labor de ilustrador, por la forma de incorporar lo popular en los sedimentos de una imaginación que propicia la representación del mundo fuera de la galería. La ilustración, en ambos casos, no es una mera sumisión de la imagen visual a la letra, sino la ampliación de la mirada y el reconocimiento de un ámbito social del libro. Poesía y visualidad conjugan; conforman lugares creativos y frágiles de la página, que quizás nos lleven al periodo de alfabetización, la enseñanza de la caligrafía y al entrecruce con el Silabario hispanoamericano ilustrado por Coré.

A diferencia de muchos los poetas chilenos, cuyos trabajos expanden más bien los registros de escritura, podemos decir que Deisler era plenamente un poeta visual. Si Andrés Sabella, otro de los poetas interesantes del norte, fue también un dibujante que incorporó en sus ilustraciones una especie de muralismo de portada y una lírica de las figuras en las páginas, Deisler conformó un pensamiento y una estética del libro en su totalidad, transformando los signos y la visualidad de las hojas, incluso en las revistas en las que colaboró.

La figura de Deisler recorre como un secreto a voces el arte en Chile. Si bien es uno de los poetas visuales más conocidos internacionalmente, recién hace algunos años comenzó a realzarse en el ámbito nacional su figura multifacética a través de estudios críticos, exposiciones, reedición de libros y, sobre todo, la conformación rigurosa del Archivo Guillermo Deisler. Su lugar transita tanto en el ámbito de la literatura como en el de las artesvisuales. Una de las características de su obra es que relaciona diversos formatos artísticos con la exploración política de los soportes. A diferencia de las modernizaciones neoliberales de la dictadura, Deisler expresa otro momento: la modernización popular. Su confianza en los lectores se muestra en libros que buscan llamar la atención acerca del surgimiento de los nuevos medios (en aquel tiempo el cine y, muy pronto, la televisión) y la intervención ideológica y militar proveniente del norte. Estas interpelaciones llaman a pensar con autonomía, a independizarse, inclusive a quemar el libro.

El año 1972 fue crucial. El grupo Trilce de Valdivia llevó a cabo un encuentro en conmemoración de los 8 años de su revista. Entre el 10 y 14 de abril se exhibió una muestra de escritores-pintores, donde estaban Luis Oyarzún, Enrique Lihny Guillermo Deisler. En ese año muere Oyarzún; Lihn trabaja como editor en la Revista Nueva Atenea de Concepción, mientras que Deisler expone, consolida su trabajo grupal en la sede nortina de la Universidad de Chile, y publica libros fundamentales de poesía visiva conectados con el periodo de la Unidad Popular. Sin embargo, Lihn y Deisler vivirán el golpe con distinta suerte: Lihn en el exilio interior y Deisler obligado a salir del país. Llama la atención en esta dupla ciertas incomprensiones. A pesar de los debates y los discursos sobre las modernizaciones artísticas en dictadura, para el caso de la extraordinaria labor crítica de Lihn, resulta extraña la falta de alusión a la obra de Deisler. No solo porque este poeta podría conformar un antecedente visual, sino también porque en su obra encontramos la posibilidad de unir palabra e imagen, sin recurrir a concepciones fundacionales.

Al inaugurar la muestra en la Universidad Austral, el año 2018, gracias a la curatoría que llevamos a cabo junto a Rodrigo Gómez Mura, Claudia Monsalvesy Laura Coll (la gran compañera de Guillermo Deisler), cumplimos en dicha ocasión con una especie de retorno. Por las relevantes circunstancias políticas, la casa Luis Oyarzún albergó la vuelta a Valdivia de la obra de Guillermo Deisler. Es sugerente pensar cómo sus libros, postales y grabados han migrado tantas veces, y se han conjugado con la historia del país. Su práctica del arte correo, sus exposiciones visuales, el trabajo colectivo con otros poetas, implican una especie de interpelación entre imágenes y textos que desplaza las fronteras de la poesía, pero también la vincula al territorio político de la experiencia. ¿Cuál es el lugar de la escritura? ¿Cómo se da la migración entre imágenes, textos e imaginación?

Creo que los trabajos de Guillermo Deisler plantean estas interrogaciones. Nos sitúan histórica y políticamente en un país dañado. Como en el arte correo, el poeta desplaza la supuesta pasividad del espectador por un llamado a entender el arte como un acontecimiento explosivo (las instrucciones a jugar con fósforos son ejemplares). Los poemas visivos de Deisler parten de una confianza tanto en las posibilidades emancipadoras de las proposiciones a realizar como en la capacidad crítica de los lectores. Pero, también, visto desde lejos como en un paisaje, Deisler integra un hábitat amplio, donde la cultura entre imágenes y palabras conformaba una sedimentación en pleno proceso. La utilización del cuché, por ejemplo, comenzó a emplearse en los sesenta como recurso en los libros de poesía visual de Zeller y Wald, en directa relación con el trabajo del primero en la galería de arte. Los medios precarios, en cambio, como el papel volantín o el de envolver, sirvieron de medios expresivos en Deisler, Eduardo Correa y Thito Valenzuela, enfatizando una marca de desplazamiento en los formatos de la poesía. Es decir, poesía y visualidad han conformado migraciones, cuyo proceso no terminó de emplearse con el golpe.

Sin embargo, cierta historiografía de la visualidad ha privilegiado el discurso del catálogo por sobre las poéticas de la mirada.  En lugar de una mera ilustración, las imágenes visuales en poesía establecieron en la página una ventana que reemplaza y populariza el cuadro. No creo que haya sido el relato novelesco el que dio continuidad a la historia de la representación chilena, basada implícitamente en la unilateralidad de las instituciones artísticas, sino las múltiples interrupciones de las elipsis entre imágenes visuales y escrituras que propenden a confabular la experimentación, el trazo y el gesto. Sedimentaciones visuales que sobrepasan el lugar del arte y, por cierto, también el poético. En vez del debate de lo irrepresentable como rito moderno, Deisler aporta en la exploración popular un paisaje poético de expansión política. Visto desde hoy, quizás su trabajo ofrezca una pista a recorrer en esta nueva época compleja de los pueblos.


1 Chileno. Poeta y académico de la Universidad Austral de Chile.


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