Por DOMINGO MILIANI

Me atiborraba de desordenadas lecturas; me placía seguir las huellas de las gentes que fueron, adivinarles en las barbas y las duras levitas de los retratos las pasiones que los agitaron; y comenzaba a acosarme, para que los liberase la fantasía, una nutrida familia de fantasmas.

Mariano Picón Salas, “Tentación de la Literatura”, Regreso de tres mundos (1959).

El joven Mariano Picón Salas, una noche de sábado de 1924, buscaba por las calles santiaguinas la Plaza San Isidro, 387. Allí vivía Eduardo Barrios. Cada semana, reunía una tertulia intelectual en torno suyo. Gran viajero por América Latina, Barrios por entonces (1924-27) era personaje relevante en la vida pública bajo el gobierno de Ibáñez del Campo: director de Propiedad Intelectual (1925), director de Bibliotecas, Archivos y Museos y ministro de Educación (1927).

Picón Salas había recibido una carta de don Eduardo, en la cual le agradecía el comentario periodístico sobre su novela Vida de un pobre diablo. Lo invitaba a visitarlo. Gracias a la amistad surgida de una lectura, Eduardo Barrios incorporó a Picón Salas en la Biblioteca Nacional de Chile, al lado de Guillermo Feliú Cruz (1901-1973), quien sería en el futuro, con Ricardo Latcham y Salvador Reyes, integrante de aquel universo de amigos hasta el último día de la vida.

El cargo para el cual fue seleccionado Picón Salas no pudo ser más acertado. Feliú Cruz, su compañero de trabajo y amigo fraternal, precisa que “… fue funcionario de la Biblioteca, desde su nombramiento por decreto supremo 695 del Ministerio de Educación Pública, del 18 de marzo de 1927, como Oficial de Número. Eduardo Barrios lo incorporó al servicio. Se le entregó la función de la adquisición de libros en atención a su dilatada cultura general. Encontró allí un puesto cómodo y descansado. Fue esta una época feliz de su vida espiritual y de tranquilidad como escritor. Pudo leer a sus anchas cuanto quiso y deseó y a veces de primera mano. El cargo le permitía disponer, por la compra, de las primicias literarias y científicas que anunciaban las librerías o editoriales o que él descubría en sus rebuscas. Así lo reconoció él mismo” (2).

Añade el biógrafo que Picón Salas no fue “un modelo de funcionario”. Era reacio a la disciplina formal. Dedicó tiempo a tertulias formativas. Con el propio Feliú comentaba temas de Historia americana. Allí continuó su descubrimiento de la pasión histórica, cuyo antecedente chileno se ubica en la Biblioteca del Instituto Nacional, donde fue inspector de Estudiantes y donde conoció al maestro José Toribio Medina, a quien llamó, entre otros calificativos elogiosos, “Sumo Oidor de la Historia americana, que de leer tantos papeles coloniales podía contar —como si lo hubiera visto— cómo se desarrolló un proceso de la Inquisición” (3).

Desde el rincón de la Biblioteca Nacional, a fuer de hurgar en libros y documentos del Fondo José Toribio Medina, dirigido por su entrañable Guillermo Feliú Cruz, Mariano Picón Salas terminó leyendo en el hombre y en la geografía chilenos, como había aprendido en la adolescencia merideña al hojear los viejos papeles del abuelo Federico Salas Roo. Hombre y paisajes pueden ser tan legibles o ilegibles como las páginas escritas. Son otros lenguajes a cuyos códigos sólo acceden las sensibilidades que saben mirar más allá de las nieblas y las máscaras. Y uno de esos lectores de mundos fue don Mariano.

En la Biblioteca Nacional, Picón Salas y Feliú Cruz compilaron uno de los más bellos libros sobre costumbres y gente de los siglos XVIII y XIX. Lo titularon Imágenes de Chile. Con estupendo humor recuerda Feliú Cruz aquel libro, producto del esfuerzo de dos empresarios de ilusiones. En el Capítulo introductorio a la biografía chilena de Picón Salas, cuenta Feliú que Imágenes de Chile nació como resultado de un diálogo en esta biblioteca:

Un día como cualquier otro del mes de mayo de 1932, entró a mi Oficina en la Biblioteca Americana de José Toribio Medina de la Nacional de Santiago mi exalumno y amigo Mariano Picón Salas, funcionario de ese establecimiento. Tenía a cargo la sub-sección adquisición de obras, en atención a su preparación literaria, y, sin rodeos, me dijo:

—¿Qué hacemos para salir de esta pobreza?

—Pues, hagamos un libro —le respondí.

—¿Y cuál y cómo sería ese libro? —me inquirió con vehemencia.

—Uno sobre Chile que relate la vida del pasado en sus diferentes aspectos, a través  del testimonio de los viajeros extranjeros —aclaré.

—Es buena la idea y no es difícil de realizar —arguyó Mariano Picón Salas (4).

Imágenes de Chile alcanzó tres ediciones. Las dos primeras muy exitosas animaron al editor-mecenas don Carlos George Nascimento para una tercera, de 1970. Picón Salas había muerto en 1965. Su amigo no lo olvidó nunca. Escribió un prólogo en homenaje al compañero desaparecido: Para un retrato psicológico de Mariano Picón Salas. Allí vive la historia cultural compartida por ambos con otros escritores y fabricantes de utopías. Con motivo de cumplirse cien años del nacimiento de don Guillermo, el pasado año 2000, fue reeditado el Retrato de don Mariano, por la Casa de Bello en Caracas. Ahora, con motivo del otro Centenario, el de don Mariano, cuatro instituciones tomaron en sus manos la iniciativa de reimprimirlo para lectores chilenos de hoy. Son la Biblioteca Nacional, la Biblioteca del Congreso, la Universidad de Chile y la Embajada de Venezuela. Tenemos la esperanza de verlo pronto en circulación (5).

Por los mismos años en que la idea de los dos escritores estaba gestándose, llegó a Santiago y visitó la Biblioteca Nacional otro grande en espíritu latinoamericanista: Alfonso Reyes. Aquí hizo tertulia con Picón Salas, Feliú y otros amigos. En carta inédita fechada el 16 de agosto de 1933, para Ricardo Latcham, quien se hallaba en Pucón, Picón Salas comenta:

Aquí entre las novedades literarias está la llegada de Alfonso Reyes que viene a buscar unos días de reposo cordillerano, pues se siente muy cargado de trópico y diplomacia. No va a desempeñar ninguna actividad pública. Hoy lo fui a ver al “Crillón” y tuvimos con este hombre pequeñito de cuerpo pero de espíritu muy fino una hora de charla muy cordial. Le di, para que contrarrestara la impresión del mundo oficial, un panorama de los problemas que a nosotros nos interesan; le hablé de ti y de los hombres jóvenes que representan dentro de la soterrada vida chilena un nuevo ímpetu.

La correspondencia de Picón Salas y Alfonso Reyes comenzó en 1927. Ha sido compilada recientemente por Gregory Zambrano (6). Reyes era embajador en Brasil. Picón Salas le escribe desde la Biblioteca Nacional el 13 de noviembre de ese año y en su carta revela conocimiento de la obra del mexicano. En discretas funciones preparatorias de la VII Conferencia Internacional Americana, Reyes visitó Uruguay, Argentina y Chile entre el 7 de agosto y el 5 de octubre de 1933. Estos datos confirman el diálogo del Hotel Crillón y, además, por carta de Picón Salas escrita en la Biblioteca Nacional con fecha 9 de mayo de 1934, podrían imaginarse las tertulias que tuvieron por escenario esta Biblioteca: “Volví a escucharle —como aquella tarde de la Biblioteca Nacional en que Ud. convirtió en deleitosa meditación moderna los silogismos del peregrino Fuente la Peña—, al través de la magnífica edición que me remitió, junto con el poema a Güiraldes que ya había gustado en la privatísima edición de Buenos Aires. Aquí se le recuerda a Ud. con afecto y siguen viviendo los estímulos espirituales que dejó a su paso” (7).

Los años chilenos vividos por Picón Salas (1923-1936) fueron poblándose de libros y tertulias, de remembranzas y aprendizajes latinoamericanos. Centro de confluencias, casi embudo de un vórtice infinito de diálogos escritos en libros o de libros que dialogan en charla, fue esta Biblioteca Nacional. Y una vez más me convenzo de la profundidad conmovedora que encierra una frase de Goethe. La recordaba Antonio Caso, en el Ateneo de la Juventud. La retomó Pedro Henríquez Ureña en homenaje a Alfonso Reyes. Hoy pudiera transferirse una vez más en el homenaje a Picón Salas: “La Literatura es la sombra de la conversación”. Mientras los hombres no perdamos la capacidad de mantener ese diálogo infinito de memorias, todavía tendremos la esperanza de que los negociantes de la muerte no sigan ensombreciendo la pequeña esfera errabunda en el espacio.


Notas

1 Publicado en Domingo Miliani, El mal de pensar y otros estudios, Rafael A. Rivas D. (comp.),  Mérida, Universidad de Los Andes-Vicerrectorado Académico, 2006,  pp. 317-321. Fechado en Santiago de Chile, 20 de noviembre de 2001.

2 Cf. Para un retrato psicológico de Mariano Picón Salas. Caracas, La Casa de Bello, 2000, p. 66.

3  “En la fértil provincia señalada”, Regreso de tres mundos. Autobiografías. Caracas, Monte Ávila, 1987, cap. VI, p. 209

4 Para un retrato psicológico de Mariano Picón Salas. Caracas, La Casa de Bello, 2000.

5 La obra se editó ese mismo año con prólogo de Domingo Miliani titulado “Feliú Cruz y Picón Salas”. Santiago de Chile: Biblioteca del Congreso Nacional de Chile-Universidad de Chile-Embajada de Venezuela, 2001, 129 p.[Nota de Rafael Ángel Rivas en la edición original].

6 Cf. Odiseos sin reposo. Mariano Picón Salas y Alfonso Reyes (Correspondencia 1927- 1959). Mérida, Venezuela. Casa de las Letras Mariano Picón Salas, 2001.

7 Gregory Zambrano; comp., op. cit., p. 46.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!