Picón Salas
Mariano Picón Salas / Wikipedia

Por GREGORY ZAMBRANO

HISTORIAR: ESTABLECER UNA TRAMA DE VIDA

El pasado que reconstruye Mariano Picón Salas en su narrativa se nutre de tradiciones culturales diversas; de oralidad, costumbres e ideologías que van en un mismo plano de importancia. Todo ello es una sumatoria de identidades que definen en mucho los rasgos culturales de Venezuela. En esa síntesis hay un intento de objetivación aun cuando el tono discursivo sea en mucho íntimo o implícito. Como señala Guillermo Sucre: “Picón Salas tuvo siempre un sentido muy claro de nuestra historicidad, que no confundió con el historicismo imperioso. No somos seres adánicos ni prepotentes o nuevos demiurgos que van a abolir la Historia; seres relativos y frágiles, pertenecemos a una época y a una civilización que también son mortales o, a lo sumo, no son más que la continuidad de otras. Pero nunca accedió a reconocerle a la Historia una prepotencia sobre el individuo; mucho menos en los países latinoamericanos, donde la individualidad todavía no ha logrado encontrar la verdadera fuerza con que la conciencia se opone a los árbitros infamantes del Poder; ¿no es lo que prueba el creciente renacimiento de nuestros militarismos? Por ello libró siempre su combate contra todo determinismo en la Historia, contra toda forma de opresión de la conciencia. Contra los viejos y los nuevos inquisidores”. (Prólogo a Viejos y nuevos mundos).

La visión dialéctica de lo histórico le permite a Picón Salas privilegiar el pasado para constatar el estado de crisis permanente de su presente: “Frecuentemente se olvida que el espíritu de un país no se forma por el simple y mecánico traslado de ideas o de técnicas, sino es como una gran experiencia colectiva padecida y modificada por largas generaciones”. (“Pequeño tratado de la tradición”). Picón Salas lee a Hegel y en la medida en que lo asimila lo cuestiona, antepone su sentido de pertenencia a uno de generalización. En este mismo ensayo afirma: “Contra esa frase banal dicha ya hace treinta y tantos años por Hegel —y los grandes filósofos también pueden decir frases banales— de que el mundo americano está aún fuera de la Historia, creo que sí tenemos un pasado que si no se cuenta por tantos milenios como el de la «ecumene» clásica, actúa como estímulo, drama o impulso en todas nuestras vivencias”. Todo depende del grado de asimilación, o mejor, de la proximidad que se establezca con ese pasado. Lo que cuenta no es lo que haya acontecido simplemente, sino la importancia que ese hecho pasado tenga en el presente, comprendido como un proceso natural y sistemático.

La tesis de Picón Salas está en la búsqueda, la valoración y sistematización, no de los hechos dados solamente como sucesión cronológica, sino más allá, en la organización, la selección de hitos y la penetración reflexiva a partir del diagnóstico. Por ello, lo histórico va más allá del proceso de hechos que han implicado tanto al sujeto como a la sociedad en determinado momento, sea tanto en Venezuela como en Hispanoamérica o el mundo. En su ensayo «Viejos y nuevos mundos» escribió: “En contraste de la limitada especialización en que se afanan las ciencias de nuestra edad, la tarea del historiador es más bien totalizadora. Historiar es así mucho más que una técnica para reunir o periodizar épocas y documentos; es esclarecer una trama de vida”. Lo que más importa es la valoración y reelaboración de esos hitos a partir de las marcas de reinterpretación de ese pasado; por consiguiente, la obra narrativa de Picón Salas es reconstrucción, no solo de lo vivido por él sino también por los otros.

Es, en síntesis, una dialéctica que acoge, asimila, y reintegra para presentar un nuevo cuerpo que amalgama la historia personal con la colectiva, la del sujeto y la del país. Desde lo histórico «representa» sus vínculos con lo memorialístico, pero también con el imaginario social y su propio ideario, producto de su formación histórica y del conocimiento de sus antecesores y de su herencia cultural.

El escritor venezolano invita a indagar en su interioridad y al mismo tiempo en los pliegues secretos o poco iluminados de la historia venezolana, con la cual se compromete. Allí radica en parte la complejidad conceptual de su obra narrativa, que trasciende los retos que propone desde el punto de vista formal, y también explica que sus autobiografías no deslinden el seguimiento de un orden estrictamente cronológico, sencillamente porque, en su visión, el “método de adición de crónicas locales nos llevaría al repertorio erudito, pero no a la verdadera Historia”. (Crisis, cambio, tradición).

LA ESCRITURA: SELECCIÓN DE LA MEMORIA

Si bien es cierto que Picón Salas es un memorialista, también lo es el hecho de que está consciente de que no todo lo acontecido merece un registro en la Historia. Al darles prioridad a algunos hechos en particular implica el carácter selectivo de la escritura, así como lo es el proceso de la memoria. Por eso, también podría comprenderse no solo su propensión a la autobiografía, sino también a la biografía de otros (Alberto Adriani, Simón Rodríguez, San Pedro Claver, Francisco de Miranda y Cipriano Castro). Pudiera decirse que esa concepción de prioridad y concreción se representa en su Formación y proceso de la literatura venezolana, obra en la que recuenta hechos históricos de Venezuela como una especie de marco dentro del cual establece su registro crítico e historiográfico. El aspecto conjuntivo —de formación— y el sistémico de proceso, dan un carácter dinámico, de movilidad. En el prólogo escrito para esta obra señala: “Hacer la patria para los venezolanos de hoy es, por eso, recogerla en su dispersión; crear entre tantas generaciones beligerantes una posibilidad de acuerdo. […] Al escribir una Historia literaria, el autor no puede olvidarse de los reclamos y la pasión de su tiempo […] A otros, el sueño difícil y académico de una historia objetiva, tan fría y tan fiel que parezca una entelequia”.

Es así como en muchos ensayos Picón Salas no solo lee sino, más bien, relee la Historia. Discretamente —con sordina— se muestra como el historiador que es, involucrándose en ella de manera didáctica a la vez que crítica. Ese mismo enfoque y preocupación se puede encontrar en su literatura de ficción, donde lo histórico aparece constantemente revisado y reescrito. De igual forma, cuando más ficticio quiere ser el discurso, más deudor se hace del correlato histórico porque lo pone en evidencia cuando lo contrasta. Es decir, lo que prevalece en Picón Salas es, en primer lugar, la «comprensión» del fenómeno histórico y luego una «reflexión» sobre el mismo. La Historia se genera en la literatura como su reescritura, y como correlato; es un proceso de deconstrucción de discursos estáticos hacia una reconstrucción de discursos dinámicos que llevan implícitos una intención narrativa, y allí asumen una función distinta.

NARRAR Y POLITIZAR LA HISTORIA

Los hechos históricos motivan en el ensayista una perspectiva de aproximación que no tiene por qué ser exacta con respecto al dato, la fecha o el relato pormenorizado. La Historia verificable es utilizada de manera paralela a los acontecimientos narrativos, por ello la podemos considerar como uno de sus más importantes correlatos. Hace ficción sin desatender lo histórico en un sentido más o menos preciso, pero sin olvidar que también, en la simbiosis de los dos discursos —el ficcional y el histórico— se cuela el ensayístico que en muchos casos da la sensación de lo inacabado. Así, lo que se está expresando no tiene una conclusión cerrada, sino que está siempre en proceso; por ello el discurso es a la vez elusivo, o mejor, sin tendencia a lo conclusivo. Esto descarta también la posibilidad de que su obra de ficción sea una narrativa de tesis.

CONVERTIR DOCUMENTOS EN MONUMENTOS

La Historia de Venezuela de los siglos XIX y XX es para él un correlato importante, también lo es el hecho de que la obra busca «el sentido», y lo hace a veces en la cotidianidad, y no prueba una hipótesis, por cuanto no se dedica puntualmente a la demostración documental de los hechos. La Historia es soporte de los acontecimientos narrados de manera general, pero en muchos casos se reduce a un recuento personal, a la memoria limitada por lo local, pero que no pierde de vista la Historia mayor, sobre todo la que tiene que ver con los hechos políticos y sociales más importantes. La imbricación de esas dos perspectivas sobre lo histórico hace que el punto de mediación sea a veces la crítica y la denuncia de las taras políticas y el cuestionamiento a las formas personalistas del poder (políticos, militares, sacerdotes, imperialistas). La influencia de estas en los hechos es tratada como una forma de enmascaramiento, una reelaboración que construye la «noción de realidad», de verdad en la ficción, con lo cual la escritura busca reafirmar su valor en tanto literatura. Y allí lo histórico funciona como soporte. Paul Ricoeur, en Tiempo y narración, hace énfasis en la «asimetría» que se presenta en “los modos referenciales del relato histórico y del de ficción. Solo la historiografía puede reivindicar una referencia que se inscribe en la empiria en la medida en que la intencionalidad histórica se centra en acontecimientos que han tenido lugar efectivamente”. Todo eso implica transformación y reelaboración para que la masa de lo histórico trascienda lo estático y se convierta en un producto nuevo y distinto, que sería la obra literaria. Esto funcionaría como base y motivación para la reelaboración del material histórico por medio de la escritura artística, para llevarlo a un nuevo estatuto, tal y como lo señala Michel Foucault: “En nuestros días, la historia es lo que transforma documentos en monumentos, y que, allí donde se trataba de reconocer por su vaciado lo que había sido, despliega una masa de elementos que hay que aislar, agrupar, hacer pertinentes, disponer en relaciones, constituir en conjuntos”. (La arqueología del saber).

Picón Salas, al sintetizar el largo proceso de la Historia y de la literatura de Venezuela está también estableciendo los fundamentos documentales de un tránsito cultural que puede entenderse en un sentido positivo como evolución, lo cual no es otra cosa que conocimiento. Entonces, historia y cultura son términos que se complementan y dan la dimensión de síntesis y dinamismo.

El pasado, de esta manera, no aparece petrificado, sino que se actualiza en cada nueva lectura, se dinamiza en cuanto herencia y vuelve, resignificado, al presente: por ello existe la palabra que no inventa desde el vacío, sino que reescribe al reinterpretar lo existente, en este caso, lo histórico. Así, el pasado es respuesta para el presente. Como escribió Picón Salas en Intuición de Chile: “El hombre no puede ser Dios, es decir, no puede crear solamente con la palabra. La creación humana no parte de la Nada, como asegura la Teología que la creación partió de Dios, sino de lo que ya existe, de eso que se nos impone a pesar de nosotros mismos, y que se llama la Historia”.

La creación está en estrecho vínculo con lo acontecido, con ese pasado que se recupera en tanto herencia y que justifica el presente como resultante de los procesos vividos desde el pasado. El ensayista se planta frente a la Historia para extraer de ella conocimiento, y eso es lo que también asume cuando narra, sea en el sentido autobiográfico o no, esto es, la búsqueda permanente del conocimiento de sí mismo.

*Este material es una edición, realizada por el mismo autor, de Mariano Picón-Salas: El narrador, el ensayista y los caminos de la Historia, publicado en Cuadernos Americanos, Número 88, julio-agosto 2001.


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