Por CLAUDIA CAVALLIN

Conversar con Margo Glantz nos permite detallar la fortaleza de lo que sucede actualmente, junto a la valiosa conexión con lo que anteriormente hemos sido. Sus palabras, que se mueven hoy en múltiples espacios, virtuales o reales, juegan, en el primero de ellos, con la brevedad profunda de las redes. Frases como “las mujeres des-veladas de Irán: magníficas” o “no acepto en absoluto los maniqueísmos, pero creo definitivamente que todo fundamentalismo conduce al totalitarismo”, abren el pensamiento social y político de los tuiteros. De manera más profunda y valiosa, sus obras nos llevan a la reflexión sobre los aforismos, la autoficción o el barroco hispanoamericano. Recientemente, a sus 92 años, ha sido galardonada con el Premio Internacional Carlos Fuentes, uno de los más importantes de la literatura actual, que se suma a otros múltiples reconocimientos de su obra como un espacio abierto para la interpretación de lo que somos, desde el cuerpo hasta los movimientos más profundos de la mente. Partiendo de su esencia como escritora, investigadora, académica y tuitera podemos trasladarnos siempre al anverso y reverso de la escritura.

Claudia Cavallin: Usted ha escrito una serie de libros destacados y quisiera mencionar algunos de ellos. Comenzaré con El texto encuentra un cuerpo. Allí, la dramaturgia de la perfección define al cuerpo como “un concepto anterior a la contemplación y, por ello, arquetípico, una belleza ideal y preconcebida”. Me vienen a la mente obras que cuestionan el ideal de la belleza de los cuerpos, como Disability Theory, de Tobin Anthony Siebers o El infarto del alma, de Paz Errázuriz y Diamela Eltit, por lo que me atrevo a preguntarle: más allá de un calco de lo corpóreo, ¿cómo podemos realmente rebelarnos ante un estereotipo tan profundo y enraizado como la belleza de las mujeres?

Margo Glantz: Me hace usted una pregunta que exigiría una respuesta muy larga. Quizá podría referirme a una reiterada imagen característica en la pintura: la de una mujer recostada lánguidamente en una cama, desnuda, con algunas joyas o adornos en el cabello, imagen reiterativa de un erotismo idealizado: abundan los ejemplos: Tiziano, Tintoretto, Velázquez, Goya, Ingres, Manet, Renoir, etc. Quizá el estereotipo se rompe cuando vemos los desnudos femeninos de Lucien Freud, Stephen Spender o Francis Bacon, en los que muchas veces la imagen (tanto femenina como masculina) suele ser grotesca, pienso también en los desnudos de Egon Schiele, cuya sensualidad podría resultar hasta obscena. O quizá en los cuadros de Picasso, donde el cubismo destruye totalmente la idealización tradicional. Reitero asimismo y como contraste la violencia que las religiones fundamentalistas ejercen sobre la mujer, ocultando celosamente su belleza, mediante la peluca en las religiosas hebreas o el hijab de las musulmanas, puesto en jaque ahora por las iraníes. El harem tradicional o las linternas rojas de los orientales. Pienso también en el hábito de las monjas y la clausura de los conventos con sus enrejados, sus celosías, y también en algo de lo que me he enterado recientemente: las virreinas del Nuevo Mundo no podían ser vistas, por lo que las encerraban en suntuosas jaulas con su séquito, totalmente vedadas para el público. Es decir, que a la vez que se idealiza, se niega, se prohíbe, se oculta la belleza, sobre todo en lo que respecta a lo femenino.

C.C.: Dada esa valiosa capacidad de reforzar un diálogo intertextual entre sus lecturas y lo que somos, me mudo ahora a Por breve herida, donde aparecen revelaciones del cuerpo que nos llevan a una escritura del retorno a ciertas sesiones que conectan al cuerpo con la mente. También aparece el arte, como una mirada simbólica unida a lo que Francis Bacon y Georges Bataille definen como “el erotismo de un acto total, el instante supremo de la verdad”. Esa coincidencia simbólica de un momento, similar al del placer o de la muerte, ¿puede ser interpretada también como un acto necesario de rebeldía y libertad que las mujeres, a través del éxtasis y el placer, podrían recuperar?

M.G.: No lo sé, en verdad.  Yo exploro fragmentos corporales, tratando de entender los mecanismos seculares que han sojuzgado a la mujer, pero no creo que sea tan simple, quizá intento entender otro tipo de mecanismos más universales, aunque no podría precisarlo exactamente: son obsesiones que traslado a la escritura, reflexiones sobre el cuerpo, las diferencias y coincidencias de los cuerpos. En Por breve herida quise explorar el papel preponderante que tienen la boca y los dientes, conectándolos con la impaciencia de la espera y la necesidad de la lectura. Exploré también algo que me ha impactado desde hace poco tiempo cuando descubrí la relación entre la fascia, ese tejido que ha siempre existido y al que apenas se le ha prestado atención hasta muy recientemente, y la fascia, ese tejido corporal, y asociarlo con la fascia romana, emblema y símbolo del fascismo:  la relación entre la cosmética y el fascismo. Me impacta mucho saber que una escritura como la de Annie Ernaux, tan rica e interesante, contraste con sus posiciones políticas que la conectan con un maniqueísmo que se acerca a lo totalitario, y me hace apreciar mucho más a Herta Müller, cuya literatura coincide totalmente con su ideología.

C.C.: Saliendo de ese tejido corporal, quisiera pasar a la existencia espiritual, al símbolo de la fe. Cuando pensamos en la figura de Sor Juana por sí misma, detallada en su obra Sor Juan Inés de la Cruz ¿Hagiografía o autobiografía?, volvemos “a la estricta vigilancia sobre ese hilo que hilvana su vida y la define”. Utilizando esta valiosa metáfora de la trama y la urdimbre ¿Cree usted que existe ahora un tejido con la suavidad dúctil de los hilos, pero con la fortaleza de las rejas del encierro que, simbólicamente, podría ser la forma más reciente y poderosa del dominio que se instaura ante las mujeres de hoy en día?

M.G.: Las imágenes textiles son muy frecuentes y reiterativas, y en las mujeres acudir al hilado, a la costura, al bordado, a la cocina, es una forma recurrente de encarcelarlas, de ponerlas en un sitio que se quiere inamovible, pero también de revalorar esas labores femeninas que durante tanto tiempo fueron menospreciadas o simplemente tomadas como una actividad natural, normal, característica (matter-of-fact), de lo femenino, sin concederle la menor importancia. En uno de mis escritos, un prólogo a un coloquio que organicé hace muchos años sobre esa domesticidad femenina, Coatlicue, la diosa azteca, tan terrible y despedazada, barría todas las mañanas: la imagen de una diosa que barre como parte de sus actividades cotidianas me parece fascinante, le quita solemnidad a lo divino, y lo hace asequible a lo humano y a lo simplemente femenino.  Lo natural y lo divino que coexisten como el hilo que define la trama vital de una Sor Juana.

C.C.: Partiendo de esa valiosa imagen de Sor Juana, me traslado ahora a la idea de que “la hagiografía organiza un discurso en el que la individualidad desaparece”. Como usted señala, ¿cree que los verdaderos discursos hagiográficos, escritos, predicados, leídos y luego impresos con el acto cortesano de halagar a un superior, o de edificar a los creyentes, ha sido restaurado ante una nueva escritura no religiosa, de idolatría y culto a quienes escriben en las redes?

M.G.: La hagiografía uniformiza a las aspirantes a la santidad por más que imaginaran o inventaran formas diversas de tortura para singularizarse. Sor Juana no las necesita, es una monja devota, cumple con sus deberes como religiosa, pero va mucho más allá, es sobre todo ELLA, no se limita a exhibirse, ayunando o flagelándose o haciendo acciones extremas de humildad y caridad, aunque lo hiciera, sobre todo al final de su vida. Lo que la singulariza es su inteligencia, su genio, su consistencia, su sabiduría, su gran dominio de la palabra, su conocimiento de la poesía de su tiempo, de la tradición poética y teológica, de la historia y sobre todo haber sabido aceptar sin ambages que era poeta, “azotada como Ovidio”.

C.C.: La pregunta anterior se basa en que usted representa, para muchos de nosotros, la poderosa fuente de las palabras breves que nos animan a leer el mundo a través de Twitter. Allí, como usted ha destacado en otras entrevistas, esta escritura “favorece al fragmento, como pequeñas piedras que juntas dan una identidad distinta a cada una hasta formar un todo”. Partiendo de ese “todo” móvil que se construye y reconstruye en el espacio infinito de @Margo_Glantz, ¿cómo cree que ha cambiado la visión del mundo actual a través de las redes?

M.G.: A mí me ha cambiado la forma de escribir y de leer, sobre todo las noticias, ahora apenas leo los periódicos, mi lectura se fragmenta como mi narrativa. Las redes sociales me informan, me construyen y destruyen, han organizado mi vida de manera diferente, me hacen vacilar y desconocer las jerarquías, me incitan a no pensar, a perder el sentido de la realidad. ¿Qué es la realidad? Supongo que de alguna manera esto les sucede a muchas otras personas. A mí me asombra cómo gran cantidad de usuarios confunden las redes con un psicoanalista activo, cuentan sus penas, sus logros, sus odios, sus amores, sus fracasos, sus temores ante el anónimo universo de las redes sociales que se comportan como el Dios ausente de los jansenistas: se oraba, se intentaba alcanzar a la divinidad, pero la divinidad era muda, cada quien la interpretaba a su conveniencia o a su detrimento. La divinidad ahora es mucho más plebeya.  El fenómeno del selfie fotográfico, o del selfie tuitero o feisbuquero, una instantánea para perdurar en la nada, creyendo que se permanece, que hay algo duradero, importante, pero que se desvanece ante la rapidez incesante de las cosas que suceden y desaparecen casi sin dejar huella. Sin embargo, a mí me siguen interesando las redes sociales, especialmente el Twitter, por la información que me llega desde muy distintos ámbitos y por una a menudo interesante experimentación literaria con el fragmento.

C.C.: Mudándonos ahora al tema de Saña, su obra dedicada a Mario Bellatin, podemos observar que aparecen pequeños textos que nos trasladan a las historias aisladas, divididas e unidas por las bisagras entre cada uno de los títulos. Sé que ha dicho que es uno de los libros que más le gustan. Volviendo a la idea de la fragmentación, ¿cómo define la necesidad de escribir sobre este mundo contemporáneo y del ahora a través de los tiempos antiguos? Como lectores, ¿podemos integrar ese todo coherente entre los tiempos y los relatos en nuestra nueva visión de la historia?

M.G.: Me interesaba analizar, entender, revisar el concepto mismo de lo que la palabra Saña significa, el encarnizamiento para lograr algo valioso o para lograr algo simplemente, además la violencia, el odio, el rencor, la crueldad con que se vive y se ha vivido, por eso  visito a ciertos autores que me interesan por su arte, pero también por su vida y ver cómo han logrado organizarse o destruirse, por ejemplo Rimbaud, ejemplo claro de una autodestrucción  al cancelar totalmente su condición de poeta. Por otra parte, quise recorrer algunos momentos de las vidas de Stanley Spencer, Domenico Scarlatti o Francis Bacon que se construyen como artistas contra viento y marea. Trabajo la invalidez, la desolación, la crueldad, los fascismos con sus campos de concentración y crematorios, las religiones que determinan las conductas y pretenden regularlas de manera absoluta, y aquí volveré a utilizar el ejemplo más actual y contundente: el velo obligatorio de las musulmanas, que mal portado puede conducir a la muerte, o para poner otro ejemplo: cómo aún a mediados del siglo XX, en Francia, practicar el aborto podía llevar a la guillotina.

C.C: Para finalizar, vuelvo de nuevo a su red de Twitter, y a sus publicaciones más recientes, donde comparte todos los días las referencias a la memoria de aquellos que fueron deportados, maltratados, desaparecidos, torturados, a través de páginas como Holocaust Education, Majdanek Memorial o Auschwitz Memorial. ¿Qué vendrá a partir de esta reconstrucción de los recuerdos en las redes virtuales? ¿Cree usted que sus seguidores y lectores lograrán asumir, de manera más directa, el dolor humano que se asume a través de la memoria, y que aparece constantemente en sus redes?

M.G.: Me parece curioso, significativo y contradictorio. Al tiempo que abundan las ¿aplicaciones? para no olvidar, para tener presente la memoria histórica y aprender de ella, para denunciar las miserias y tragedias de los totalitarismos, del fascismo, de la Segunda Guerra Mundial, de los campos de exterminio y los crematorios, de los movimientos de resistencia, las redes favorecen el olvido, aunque a veces intensifican los recuerdos,  pero la cantidad de noticias que se suceden rápidamente disuelven las intenciones y cauterizan la memoria, por eso se insiste diariamente y quizá por ello mismo sirva de algo, aunque a veces lo dudo,  y sin embargo persisto en seguirlos y reiterarlos porque repetir lo mismo, en medio de la variabilidad constante de las noticias, quizá ayude.


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