IMAGEN IDENTIFICADA GRACIAS A LA COLABORACION DEL CAFE CON LOS LECTORES. PROYECTO DE ARTE FOTOGRAFICO (PAF): El Presidente Luis Herrera Campins; Luis Pastori, Autor del himno de la UCV con José Antonio Abreu, músico y director de orquesta venezolano, presidente del Concejo Nacional de la Cultura (CONAC) en 1989 - 1994 y fundador del sistema de Orquestas Sinfonicas Infantiles y Juveniles de Venezuela. (ARCHIVO EL NACIONAL)

Por GEHARD CARTAY RAMÍREZ

Genio y figura

Político e intelectual, con sólida formación ideológica y conocedor profundo de la idiosincrasia del venezolano, abogado de profesión, periodista por vocación y parlamentario por largos años, Luis Herrera Campins fue elegido presidente de la República a los 53 años de edad, en su segundo intento por llegar a ese destino. Había nacido el cuatro de mayo de 1925 en Acarigua, estado Portuguesa.

Hombre de vasta cultura y lector incansable, a pesar de una cierta imagen pública de líder popular en apariencia rústico y dado a los refranes y la simplicidad que algunos han afirmado cultivó intencionalmente. Nunca se vanaglorió por hablar y leer varios idiomas y, probablemente, por una excesiva modestia muy pocas veces lo hizo público. Tal vez esta sea una de sus facetas desconocidas.

No han faltado quienes en su momento señalaron que LHC tenía un modo y un lenguaje muy próximos a la manera adeca de hacer política. Desde luego que esa afirmación no era cierta, pues Herrera Campins tuvo su propio estilo político, un tanto heterodoxo si se lo compara con el común del liderazgo copeyano de las primeras décadas de la fundación de su partido.

Pero quien fuera el segundo presidente socialcristiano venezolano sí buscó y concretó una manera de conectar con sus compatriotas como dirigente político por largos años, apelando a un lenguaje llano, salpicado de refranes y referencias humorísticas, que algunos incluso calificaron como populachero y ordinario. A eso ayudó también su condición de llanero, su despierta inteligencia y su simpatía natural.

Ahora bien, más allá de esa manera de comunicarse había un hombre de una sólida formación intelectual e ideológica, con un perfecto conocimiento del lenguaje, con el cual se permitió más de una vez elevar la polémica política nacional. Pocos presidentes venezolanos en el siglo XX –aparte de Gallegos, Betancourt, Caldera y Velásquez– tuvieron un dominio tan profundo del castellano.

Herrera Campins estuvo entre quienes introdujeron en Copei, a principios de los años sesenta, la lectura de los modernos pensadores cristianos (Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Teilhard de Chardin, Ignacio Lepp, entre otros). Fue así mismo uno de los fundadores del Instituto de Formación Demócrata Cristiana de América (Ifedec), en julio de 1962, con sede en Caracas, junto a Arístides Calvani, Enrique Pérez Olivares, Pedro Pablo Aguilar y Valmore Acevedo Amaya, donde se formaron varias generaciones de líderes demócratas cristianos del continente, entre ellos algunos que luego serían elegidos presidentes de sus respectivos países.

Fue también un estudioso de la literatura universal y de la venezolana en particular, materia que la gran mayoría de los dirigentes políticos ignoran y desprecian, especialmente los de las últimas generaciones. Fue un profundo conocedor, como pocos, de la obra del poeta Alberto Arvelo Torrealba, su amigo de muchos años y a quien trató de cerca siendo apenas un joven bachiller y diputado regional en Acarigua. También era asiduo visitante de museos en el mundo. En Caracas, cada cierto tiempo, iba con su familia a exposiciones de pintores venezolanos y extranjeros, con un especial conocimiento de sus respectivas tendencias.

Quienes lo tratamos con cierta cercanía podemos afirmar que se destacó como un hombre de gran calidad humana. Fue, además, un político honesto y austero, alguien que jamás se rindió ante el dios-dinero y mucho menos hizo del lucro personal un objetivo de vida. Todo lo contrario. Fue, en cierto modo, alguien con una profunda vida interior y para quien los valores fundamentales siempre estuvieron guiados por la espiritualidad y no por el materialismo.

Murió sin mayores recursos económicos, a pesar de haber sido presidente en una época de relativa bonanza económica. De la residencia presidencial La Casona se fue a vivir en su modesta casa de siempre, en la urbanización Santa Eduvigis, en Caracas, con su esposa e hijos, y allí residió hasta su muerte. En 1999 el régimen chavista, actuando con infinita mezquindad, les quitó a los expresidentes la pensión y la seguridad que siempre habían tenido, por lo que Herrera Campins debió jubilarse tardíamente como parlamentario para disponer de un ingreso fijo.

El valor de su honestidad –de la que, por cierto, nunca presumió– merece ser puesto de relieve en un país que como el nuestro ha sufrido en estas dos últimas décadas un saqueo milmillonario, criminal e insaciable de sus recursos como nunca antes, algo que tal vez tampoco tenga precedentes en la historia universal. Y es que, si antes hubo corrupción en Venezuela, su crecimiento ahora ha sido exponencial y la verdad es que dentro de la actual dirigencia a todos los niveles –entre ellos algunos políticos y empresarios jóvenes– muchos han sido contaminados por la corrupción desbordada e inconmensurable que ha arruinado a nuestro país. Por eso, el ejemplo de honestidad y pulcritud de Herrera Campins como político y expresidente venezolano cobra hoy una dimensión histórica impresionante, junto a otros líderes que también dieron testimonio de probidad y rectitud.

La última vez que lo vi fue precisamente en La Herrereña, a comienzos de 2007. Fui a visitarlo con Marisela, mi esposa. Nos recibió, afable y cordial como siempre, vivaces los ojos, escudriñándolo todo, como trasmitiéndonos algo que entonces no comprendí: que la vida se le escapaba lentamente. Hablamos por más de una hora sobre diversos tópicos, especialmente en torno a la vida del barinés Alberto Arvelo Torrealba, cuya biografía escribía yo entonces, y le había solicitado información al respecto. Aquel día nos contó varias anécdotas y detalles sobre el personaje con una precisión asombrosa, muestra de extraordinaria lucidez mental, a pesar de su grave enfermedad.

Luis Herrera Campins murió en su casa el día nueve de noviembre de 2007. Con él estaban entonces su esposa e hijos.

La forja de un liderazgo

Sus estudios iniciales los hizo en Acarigua y terminaría los secundarios en el Colegio de los Hermanos Cristianos de La Salle, en Barquisimeto, nuevo lugar de residencia de su familia a partir de 1935. Allí se implicará en las lides estudiantiles, comenzará a escribir en la prensa regional y formará parte de la seccional de la Unión Nacional Estudiantil (UNE), célula primigenia de Copei, liderizada por Rafael Caldera, a quien conoció en la capital larense en 1940.

En 1945 se traslada a Caracas para estudiar Derecho en la UCV. Al igual que otros pioneros de lo que será después Copei, también apoya la denominada “Revolución de Octubre”, iniciada con el derrocamiento del presidente Isaías Medina Angarita. Tal hecho lo justificará en la necesidad de una democracia efectiva, basada en el sufragio universal, directo y secreto, hasta entonces vedado a los venezolanos. Participa luego en la fundación de Copei en 1946, viaja por el interior y escribe en El Gráfico, órgano del partido socialcristiano, del cual llegará a ser redactor-jefe.

Al poco tiempo de instaurada la Junta Cívico Militar de Gobierno presidida por Betancourt, y ya fundado Copei, sus líderes le retiran el apoyo y pasan a liderizar la oposición. En 1947, con apenas 22 años, LHC resulta elegido diputado a la Asamblea Legislativa del estado Portuguesa. Al año siguiente se desempeñará como secretario juvenil nacional del partido y se involucrará a fondo en la política estudiantil universitaria.

En 1948 el presidente Gallegos, electo el año anterior, es derrocado por los mismos militares que acompañaron a AD en el golpe de Estado contra el gobierno medinista. Se inicia entonces la llamada Década Militar, con Delgado Chalbaud primero y luego con Pérez Jiménez, hasta 1958. Pero Copei continúa siendo partido opositor y LHC sufrirá su primer carcelazo en 1949, a causa de un artículo suyo aparecido en el vocero de prensa copeyano.

Cárcel y destierro

En febrero de 1952 se produce la huelga en la UCV y Herrera Campins, uno de sus líderes más prominentes, será detenido otra vez –pasará seis meses en la Cárcel Modelo de Caracas– y finalmente extrañado del país el 29 de junio de ese mismo año. Inicia su periplo de exiliado en Bogotá intentando continuar su carrera y en espera de los resultados de la elección de la Asamblea Constituyente, prevista para diciembre. Pero el coronel Pérez Jiménez los desconocerá y mediante un fraude grotesco “elegirá” una Constituyente a su gusto, destierra a Jóvito Villalba y a la directiva de Unión Republicana Democrática (URD), partido que ganó aquel proceso, y se hace nombrar “Presidente Constitucional”.

Ante tal circunstancia, en febrero de 1953 viaja a España y ese mismo año se graduará de abogado en la Universidad de Santiago de Compostela, pues cursaba el último de la carrera cuando fue expulsado del país. Inmediatamente funda, en compañía de Rodolfo José Cárdenas y Ceferino Medina Castillo, también exiliados, un boletín denominado TIELA (Triángulo Informativo Europa-Las Américas) para mantener comunicación e información entre los socialcristianos en el exilio e, incluso, con adecos y comunistas en tal condición.

Luego se trasladará a Roma, donde permanecerá algún tiempo estudiando italiano, relacionándose con dirigentes del Partido Demócrata Cristiano y leyendo vorazmente materiales ideológicos. En esta etapa ampliará sus conocimientos sobre los modernos pensadores católicos y profundizará sus investigaciones en torno a la ideología social cristiana, junto con la vivencia presencial de un cambio radical en aquel país, recién salido de la tragedia fascista y donde se iniciaban la República y la democracia bajo la conducción del líder demócrata cristiano Alcide De Gásperi.

En 1954 se mudará a Londres. Vivirá allí hasta 1956, conociendo su sistema político, su literatura, sus museos y centros culturales, aprendiendo inglés, escribiendo artículos de opinión para la prensa venezolana –que le producen magros recursos para su precaria subsistencia en la capital británica–, dirigiendo TIELA y manteniendo un animado cruce de correspondencia con sus compañeros exiliados de Venezuela, América y Europa. Ese mismo año, y por instrucciones de Caldera, viaja a París encabezando la delegación de Copei a la Primera Conferencia Internacional de la Democracia Cristiana.

Frente a 1958

En 1957 se residenciará en Alemania, concretamente en Munich. Este será un año particularmente significativo para LHC pues publica en abril su ensayo Frente a 1958, Material de discusión política electoral en Venezuela, y, a propósito del mismo, se carteará en enero siguiente con Rómulo Betancourt, ya radicado en Nueva York, sobre las posibilidades de un próximo acuerdo común entre las fuerzas que se oponen a la dictadura.

Frente a 1958 contiene su “personal punto de vista” sobre lo que está por pasar en Venezuela ese año. Por una parte, advierte que aquel gobierno no representa a la institución armada, ni actúa en nombre de ella, a pesar de que lo respalda hasta ese momento, pero que hay fisuras en ese apoyo, lo cual efectivamente sucederá a partir del primero de enero de 1958.

El otro aspecto se refiere a la Constitución de 1953, que obliga a realizar elecciones en diciembre de 1957. Piensa que el régimen intentará resolver este asunto por la vía electoral, en virtud del contexto político nacional. En este sentido, propone la candidatura de Rafael Caldera como “la más lógica, factible y poderosa” en representación de la oposición. Pero en agosto el máximo líder copeyano es detenido y el régimen no convocará elecciones presidenciales, sino que apelará a un plebiscito para consultar a los electores si estarían de acuerdo con la continuidad de la dictadura. Fue una pésima jugada que la conduciría a su final.

Este ensayo –como ya se señaló– motivó a Romulo Betancourt a escribirle el 14 de enero de 1958 desde Nueva York. Su carta contiene un certero análisis de la situación política venezolana, siendo el principal propósito anunciarle su disposición y la de AD de entenderse con las demás fuerzas opositoras a la dictadura frente los hechos por venir. “Ahora ya tenemos que pensar en el futuro”, le dice, al tiempo que lo invita a que viaje a Nueva York para reunirse con él y Villalba, ya que Caldera estaba asilado en la Nunciatura Apostólica de Caracas.

La respuesta de Herrera Campins no se hizo esperar. A los tres días le remite una extensa carta con sus razonamientos y el agradecimiento por los conceptos elogiosos de Betancourt sobre TIELA y otros asuntos. “Como usted, también creo que el panorama es esperanzador (…) La hora es oportuna, desde luego, para el entendimiento concreto de nuestros partidos, no sólo para la coordinación de las tareas comunes a cumplir en esta fase agónica de la dictadura, sino sobre todo para garantizar una continuidad del entendimiento que haga posible un gobierno democrático en el porvenir”.

Tan sólo cinco días después sería derrocada la dictadura perezjimenista.

Vuelta a la Patria

En 1958 regresa del destierro y en las elecciones de diciembre, que eligen a Rómulo Betancourt como presidente, resulta escogido diputado al Congreso por Lara. Inicia así una brillante carrera parlamentaria por dos décadas, a la que retornará como senador vitalicio luego de ejercer la presidencia de la República. Será siempre un vigoroso y agudo orador, desempeñando por varios años la jefatura de la fracción parlamentaria de su partido, a la que renunciará en 1970 para aspirar la candidatura presidencial de Copei en las elecciones de 1973.

Continuará también su carrera como periodista, una de sus grandes pasiones, iniciada desde muy joven en publicaciones estudiantiles, luego en El Impulso de Barquisimeto y después como jefe de redacción y director de El Gráfico, vocero de Copei en 1946. Desde el exilio fue colaborador de Panorama, de Maracaibo. Ahora, en 1959, funda Raíz, una fugaz publicación, y se incorpora al equipo de la revista Momento como analista político, donde compartirá tareas con Carlos Rangel, subdirector, Gabriel García Márquez y Plinio Apuleyo Mendoza. Luego será por varios años columnista de opinión de La Esfera y El Nacional.

En 1962 se casa con la dama trujillana Betty Urdaneta, con quien formará un armonioso hogar y quien lo acompañará hasta el final. Desde 1958 será miembro del Comité Nacional de Copei, y como tal recorrerá todo el país, anudando amistades y solidaridades que se convertirán, a la larga, en su capital político más formidable.

Entre 1959 y 1964 respaldará con absoluta convicción el gobierno de coalición de Betancourt. En el período siguiente, hará una oposición firme, pero responsable a la gestión del presidente Raúl Leoni. En 1968, electo Rafael Caldera como Jefe de Estado, estará a su lado defendiendo su gobierno en el parlamento, la prensa y la calle. También se ocupará de tareas internacionales, entre ellas su desempeño entre 1970 y 1978 como secretario general de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA).

Toda esta consecuente e incansable labor de líder político lo ubica como posible sustituto de Caldera en la presidencia de la República. Sin embargo, cuando en la convención nacional del partido se vota para escoger al abanderado presidencial en 1973, el ex ministro Lorenzo Fernández resulta favorecido. Hay amenazas de cisma por esa decisión, pero LHC, estoicamente, acepta la derrota, anuncia que apoyará al vencedor y que continuará luchando desde Copei.

Esa prudente decisión le dará buenos resultados, pues luego de la derrota de Fernández frente a Carlos Andrés Pérez, el nombre de Luis Herrera Campíns surgirá como el indiscutible candidato copeyano a la presidencia en 1978, siendo electo por aclamación en agosto del año anterior. Realizará una contagiosa y emotiva campaña, signada por el contacto directo con la gente y un discurso centrado en los grandes problemas nacionales, mediante una oposición agresiva y consistente. Al final, vencerá al candidato de AD, el ex ministro Luis Piñerúa Ordaz, y también a un gobierno todopoderoso y con obra que mostrar, como lo fue el de CAP entonces.

Presidente de Venezuela

Con la victoria de Luis Herrera Campins continuó la zaga de los presidentes salidos de la generación del 45, luego del arribo de CAP en 1973. También significaba la continuación de la ley del péndulo, iniciada en 1968, y que implicó la alternancia de AD y Copei en el poder.

Pero su ascenso al poder igualmente creó importantes expectativas. De modo que el nuevo gobierno nació bajo el signo de una esperanza bastante extendida, a pesar de su advertencia inicial de que recibía “una Venezuela hipotecada”. Su programa de gobierno insistía fundamentalmente en el problema de la pobreza, los servicios públicos y en el correcto manejo de los fondos públicos, aparte de ciertos planteamientos novedosos como el Estado promotor y la democracia participativa.

En el discurso de toma de posesión ratificaría las líneas maestras del próximo gobierno. Confirmó su compromiso de hacer de la consulta y el diálogo las bases primarias de comunicación entre su administración y el pueblo. Dijo a continuación que el país reclamaba con urgencia austeridad y que él la pondría en práctica desde el gobierno.

Su equipo de gobierno estuvo integrado por figuras poco conocidas, la mayoría compañeros del colegio o la universidad, gente amiga suya, dirigentes copeyanos y figuras independientes. Ciertamente, algunos nombramientos de ministros y gobernadores sorprendieron a sus partidarios y también a sus adversarios.

Balance de su gestión

A diferencia del gobierno de CAP, la gestión de LHC no se transformó en sus inicios en un huracán de decretos frenéticos. El estilo era muy diferente: más aplomado y cauto en sus decisiones.

Pero esa condición no le restó eficacia a la gestión de gobierno iniciada en marzo de 1979, a despecho de algunos de sus opositores, quienes, desde el principio, criticaron una supuesta inmovilidad a partir de la absurda comparación con el anterior mandato de Pérez, sin sopesar que ambos presidentes tenían estilos diferentes. Al final, al momento de evaluar esa obra, resultó que la ejecutada por el presidente socialcristiano destacó por sus importantes resultados.

Tuvo, por supuesto, algunos inconvenientes, entre ellos las relaciones partido-gobierno, marcadas por desacuerdos, problemas y falta de inteligencia de ambas partes durante casi todo el período. Esa falla tendría consecuencias graves en lo adelante.

Su gestión, como cualquiera otra, tuvo aciertos y errores. Sobresale dentro de los primeros una obra de gobierno relevante, no sólo por la ejecución de obras públicas importantes como el inicio del Metro de Caracas (Tramo Catia-Chacaíto), el Teatro Teresa Carreño, la Autopista José Antonio Páez (Tramo Agua Blanca-Ospino), ampliación de los Museos de Arte Contemporáneo y de los Niños, las sedes de la Corte Suprema de Justicia y de la Biblioteca Nacional, sino también en la construcción de centenares de miles de viviendas populares, así como de escuelas, liceos y universidades, ampliación de las redes de hospitales y de instalaciones eléctricas y deportivas, vialidad, fortalecimiento de Pdvsa y defensa de los precios petroleros, cambio del patrón de refinación en las refinerías de Amuay y El Palito, etc., etcétera. En 1981 se realizó el XI Censo Nacional de Población y se presentó el VI Plan de la Nación. En 1983 se celebraron los doscientos años del Natalicio del Libertador Simón Bolívar y los Novenos Juegos Panamericanos.

En política internacional, el gobierno de LHC asumió la defensa de la democracia y de la unidad latinoamericana, así como también auspició las conversaciones de paz en Centroamérica, con logros importantes al respecto.

En el campo legislativo, a pesar de carecer de mayoría parlamentaria, su gobierno mantuvo una activa iniciativa en virtud de los anteproyectos de ley que presentó. Así, por ejemplo, en 1980 fueron promulgadas la Ley Orgánica de Educación y la Ley Tutelar del Menor. En 1982 se promulgó el nuevo Código Civil, reformado luego de 40 años, que igualó a la mujer frente al hombre y eliminó la anterior clasificación entre hijos naturales y legítimos. Ese mismo año se le puso el ejecútese a la ley Orgánica de Salvaguarda del Patrimonio Público.

En cuanto a los errores de aquella gestión pudiera decirse que la economía fue su gran “Talón de Aquiles”, no sólo por la herencia recibida y por la dislocación del aparato productivo del país entre los años 1974 y 1978, sino también por la tardanza en aplicar correctivos a fin de impedir males mayores en el futuro y también, desde luego, por la política de endeudamiento que se continuó aplicando. No obstante, en 1983 se inició el proceso de renegociación de la deuda externa venezolana.

La crisis económica se debía, en mucho, a la descomunal como imprevista expansión del gasto público que implicó el aumento de los precios petroleros a partir de 1974, con el consiguiente crecimiento del tamaño de Estado venezolano a causa de las políticas de nacionalización del gobierno de Carlos Andrés Pérez, las cuales incidieron en el crecimiento de la deuda pública. Por si fuera poco, los precios del petróleo bajaron a partir de 1982, todo lo cual terminó afectando la paridad del bolívar y trajo como consecuencia la devaluación monetaria y el control de cambios adoptados el 18 de febrero de 1983.

Sin que nadie se sorprendiera, en las siguientes elecciones el candidato de AD, Jaime Lusinchi, derrotaría al de Copei, el expresidente Rafael Caldera. La gestión de LHC –a pesar de sus importantes logros– no fue entonces evaluada positivamente por la mayoría de los venezolanos, a causa de algunos graves problemas económicos no resueltos, entre ellos, las consecuencias gravísimas de la devaluación del bolívar el mismo año en que se realizaron los comicios presidenciales, aparte de los ya mencionados desarreglos entre gobierno y partido.

El final del camino

Saldrá de la presidencia, pero sin aspiraciones de volver a ella. Se mantendrá, por supuesto, en el combate político y oposición a los gobiernos siguientes de Lusinchi, CAP, Caldera y Chávez. Fundará Voz y Caminos, una revista mensual de análisis político. Ocupará entre 1986 y 1989 la presidencia de la Internacional Demócrata Cristiana. En todo este tiempo, Copei no volverá a llevar a un líder suyo a Miraflores, tras las sucesivas derrotas de Eduardo Fernández y Oswaldo Alvarez Paz.

Por si fuera poco, LHC presenciará en 1987 el “pase a la reserva” del máximo líder del partido, luego de ser vencido por Fernández en la lucha interna por la candidatura, y en 1993 la disputa por la presidencia entre Caldera y Álvarez Paz, dos socialcristianos en distintas aceras, lo que inevitablemente debilitará aún más a Copei.

En medio de este difícil panorama político, en 1994 será elegido presidente del partido, tarea que asume con optimismo y entereza, en medio de las grandes dificultades que afectan a Copei. Sin embargo, debido a estas últimas y tal vez porque ya su olfato político no era el mismo, Herrera Campins poco podrá hacer para evitar el descalabro de Copei, pues la lista de errores sigue sumando otros, entre ellos, haber elegido a Irene Sáez como candidata presidencial en 1998, siendo una independiente, algo que nunca había sucedido en el partido socialcristiano, que pudo haber lanzado un dirigente suyo.

Lo que en un principio parecía un recurso para reanimar al partido, al final terminó por colapsarlo: eso fue la candidatura de la ex Miss Universo –aupada por LHC–, que estuvo encabezando las encuestas en 1997 y parte de 1998 y, al final, terminó relegada al tercer lugar, como lo confirmaron los resultados electorales. El apoyo de Copei fue un error y que ella lo aceptara también lo fue. En realidad, la propuesta populista de Hugo Chávez, apoyada por poderosos intereses políticos y económicos, logró aglutinar al final el favoritismo de muchos que no imaginaron la tragedia en ciernes.

En una decisión desesperada, una semana antes de las elecciones, Copei sustituyó a Sáez como candidata y apoyó a Henrique Salas Romer. Sin embargo, Chávez ganó con holgura y por el apoyo de muchos copeyanos y adecos. Aquella fue la peor votación obtenida por los socialcristianos en su historia.

Esa experiencia traumática trajo consigo la renuncia de LHC y la dirección de Copei a sus cargos en 1999. El expresidente, sin dejar de advertir la desgracia que sobrevendría –“compren alpargatas que lo viene es joropo”, diría entonces con su estilo tan peculiar–, inició discretamente su retiro de la política, siempre preocupado por el destino de Venezuela, a cuyo servicio estuvo durante casi toda su vida.


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