"Me impactó el inusitado rigor que ostenta el autor mediante su trabajo poético" / lubiocardozopoeta.blogspot.com

Por ALBERTO JIMÉNEZ URE

A propósito de los libros Extensión Habitual (1966), Contra el Campo del Rey (1968) y Paisajes (1975) comencé ocuparme de los quehaceres intelectuales de Lubio Cardozo [Últimas Noticias, «Suplemento Cultural», N° 605. Caracas. 1979]

Me impactó el inusitado rigor que ostenta el autor mediante su trabajo poético, esa especie de oficialización de la lírica filosofada. Formado en exigente escuela, si su destino era literario no debía adherir a corrientes fatuas. Afortunadamente para la historia de nuestras letras, no lo hizo.

Balza en narrativa y Cardozo en poesía, ambos ex-En Haa, serían los creadores venezolanos más destacados de la generación que publicaría en revistas como Jakemate, Tabla Redonda, Sardio y Falso Cuaderno. La vitalidad de los mencionados comportaba cierta agitación en tiempos de fervor político democrático, iniciática corrupción institucional y espontánea, lícita e intelectual combustión social.

En sus primeros textos, es fácilmente perceptible que admiró a uno de nuestros clásicos: https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Antonio_Ramos_Sucre, cuya resurrección en el Panorama de la Literatura Hispánica fue tardía pero arrolladora. Sostuve en Últimas Noticias:

«Extensión habitual me recuerda el trazo culto y fluidez de Ramos Sucre en https://es.wikipedia.org/wiki/El_cielo_de_esmalte» (1929)

El año 1992 Lubio compiló varios entre sus mejores escritos bajo el título Poemas [«Editorial Alfa», Mérida]. Aun cuando mantienen apego al enunciado filosófico, lo mítico y la experimentación, es evidente que transformó su poética: la novedad era que parecía más inclinado expresar, fidedigno, sentimientos y motivaciones: «Junto a ti, por los suburbios, a nardos huele el viento fresco de la alta noche. De las colinas agazapadas como niños con frío viene la brisa baja del rincón donde crecen las diamelas, entre vacas, bulbos, pastos (…)» [Ob. Cit., p. 24. Fragmento]

Ejemplo de lealtad con su inaugural es Dos tapices de la dama y el unicornio. El hacedor formula a partir del evento imaginario y culto de la Ilustración, que todo gran ensayista-narrador-poeta debe tener por ceremonia o ritual: «Melancolía, como la infinita de la Quimera de los Cuernos con su mirada perdida sobre los cielos de París, o la dama [et Benedetto il primo dolce affano] El León de los ojos que ven. O la conciencia del relámpago porque tiempo para ser piedra queda. Y la diáfana fuerza del unicornio, o la impudicia natural para el festejo» [Cfr., p. 35]

Con el título Solecismos, nos presenta difíciles, empero hermosas inferencias: En F, por ejemplo, sucesivas veces leí Flor Roja: «La flor de la fucsia flamea furtivos fanales, fugaz fábula flamígera de la floresta feraz. Floridas fogatas fragantes, feria de flámulas de fuego» [Ídem, p. 62]

Hay paciente investigación, rigurosa e inteligible escogencia inteligible de vocablos y exquisita sonoridad en sus versos. Comparte, tras una perceptible asimetría, poderosos instantes. Gocé de las densas construcciones lubiocardozianas. El autor no concede a bogas, petitorios estéticos-tribales [de fáciles redacciones, plagadas de frivolidades] No capto bohemiadas en sus epistemologías poéticas.


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