Miguel Ángel Martínez Meucci / Archivo

Por MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ MEUCCI 

Durante los años 70, 80 y 90 del siglo pasado, la ciencia política concentró esfuerzos en la comprensión del fenómeno globalmente más importante de aquel momento: la Tercera Ola Democratizadora. En un par de décadas —entre 1973 y 1993—, tanto en la Península Ibérica y el este de Europa como en América Latina, entre otros, decenas de países transitaron a la democracia. Se trató de una dinámica de enormes magnitudes, gracias a la cual la Guerra Fría tocó a su fin y cientos de millones de personas pasaron a vivir en condiciones sustancialmente mejores. Es evidente que desde entonces —en las últimas tres o cuatro décadas— emergieron sociedades más libres, prósperas y dinámicas, en buena medida como resultado de aquel proceso.

Hoy en día, no obstante, parece estarse viviendo una dinámica inversa. Destacados especialistas hablan ya de una “tercera ola autocratizadora”, muy preocupante no sólo por desarrollarse en múltiples países, sino también porque en ellos habita, posiblemente, la mayor parte de la población mundial. A diferencia de lo que solía suceder en el siglo XX, las democracias no mueren hoy a manos de golpes de Estado, ni en el fragor de guerras civiles o invasiones extranjeras, sino como consecuencia de una erosión progresiva que avanza a través de mecanismos aparentemente democráticos. De ahí que la ciencia política esté hoy más dedicada al estudio del populismo y de los regímenes híbridos que de las transiciones.

En Venezuela, no obstante, y por razones que huelga explicar, el interés en las transiciones está más vigente que nunca. En cierto sentido, nos sucede lo contrario que a buena parte del planeta: el tema de los regímenes híbridos ha perdido algo de actualidad entre los venezolanos, tras haber sobrepasado esa etapa, y nuevamente nos afanamos en comprender los retos y dilemas que encierra el arduo camino de la recuperación de la democracia. De ahí nace la curiosidad compartida que llevó a quienes escribimos Transiciones en América Latina: desafíos y experiencias a explorar y divulgar algunos aspectos fundamentales de varias de las transiciones políticas más importantes que tuvieron lugar en nuestra región durante la segunda mitad del siglo XX.

De entrada, es oportuno señalar que el ánimo de los autores dista mucho de cualquier pretensión de aleccionamiento sobre tales materias, entre otras cosas porque estamos convencidos de lo vano que resulta reducir la comprensión de lo humano a un puñado de pretendidas leyes científicas. La perspectiva adoptada, mayoritariamente historiográfica, apuesta más bien por la comprensión de los hechos tal como se fueron dando en cada uno de los casos estudiados, ofreciendo así un compendio de información organizada con el que se busca reunir elementos que le permitan al lector, entre otras cosas, sacar sus propias conclusiones.

Este abordaje esencialmente centrado en la revisión de los hechos y procesos viene acompañado, no obstante, de un resumen de los fundamentos de la “transitología”; esto es, del área de la ciencia política que se ocupa de analizar las transiciones políticas. Al inicio del libro esbozamos los elementos esenciales de esta rama de estudio, encuadrada en el conjunto de las teorías sobre los cambios de régimen político. Al menos desde Aristóteles ha existido la preocupación por encontrar regularidades que permitan teorizar, en alguna medida, con respecto a la naturaleza del cambio político. Regularidades que jamás calificarían como leyes de comportamiento social, pero que a veces es posible observar y que por tal razón ayudan a orientar la reflexión sobre las transiciones.

Este libro presupone la importancia que para los venezolanos reviste comprender nuestro entorno cultural y geográficamente más afín en lo que a transiciones se refiere. Se abordan así, concretamente, los casos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Nicaragua, Panamá, Perú y República Dominicana, reservándose para Venezuela un trato algo diferenciado. Cada uno de los autores abordó un caso particular, adentrándose en sus especificidades y analizando el papel desempeñado por las fuerzas involucradas, los obstáculos sorteados y las claves que eventualmente habrían determinado el éxito o fracaso de la transición estudiada.

Los investigadores reunidos en este libro se encuentran en distintas etapas de su carrera académica, con lo cual se combinan así distintas perspectivas personales y profesionales. Tras un primer capítulo con el que hemos pretendido ofrecer al lector una introducción general a la “transitología”, y del original aporte de Jo-ann Peña Angulo sobre el modo en que ciertos grupos políticos maniobran para perpetuarse indefinidamente en el poder, se desarrollan los estudios de caso.

Luis Fernando Castillo Herrera aborda el proceso hacia la transición colombiana, desde el “Bogotazo” que sobrevino tras el asesinato de Gaitán hasta la cohabitación bipartidista del Frente Nacional, pasando por el período conocido como “la Violencia”. Asimismo, mientras Jesús Alexis Calderón Rojas se ocupa de la violenta singladura dominicana, jaloneada por la poderosa influencia de la intervención foránea, Carlos Felipe Castañeda Mejía se adentra en el tránsito controlado que durante dos décadas se produjo desde la dictadura militar brasileña hasta la democracia pactada en 1985. Igualmente, Jorge Bataglino reflexiona sobre la transición argentina a mediados de los años ochenta, haciendo un énfasis particular en las relaciones civiles militares y las políticas de control civil implementadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín.

Del mismo modo, Froilán Ramos Rodríguez traza el perfil de la transición chilena, tutelada por los militares tras el sorpresivo triunfo del NO en el plebiscito de 1988 y articulada mediante pactos que dieron estabilidad y continuidad al modelo económico implantado. Por su parte, Yuruari Borregales Reverón describe cómo se malogró la esperanza democratizadora de la revolución sandinista, el consiguiente escenario de confrontación global en el marco de la Guerra Fría y finalmente la instauración de un gobierno legítimo en 1990 tras el triunfo antisandinista de Violeta Chamorro.

El caso panameño es analizado por Elsa Cardozo, quien nos hace ver cómo la intervención estadounidense, a pesar de su influjo innegable, no fue ni mucho menos el único factor involucrado en la caída de Noriega. Y ya entrando al siglo XXI, Alejandro Rodríguez caracteriza la cultura política democrática peruana entre 1977 y 2002, período marcado por el interludio fujimorista y la posterior transición que tuvo lugar al abrigo del Acuerdo Nacional suscrito por distintas fuerzas de oposición.

Finalmente, los coordinadores de la obra dedicamos nuestros respectivos capítulos a los casos de Ecuador y Venezuela. José Alberto Olivar —quien concibió el plan general del libro y a quien corresponde el mérito de haberlo sacado a la luz— se interna en la casi imperceptible transición del Ecuador (1976-1979), identificando los factores más relevantes que facilitaron la negociación del cese dictatorial y las elecciones tuteladas por los militares. Por mi parte, más que describir la experiencia de Puntofijo —para cuya revisión nuestros lectores más probables pueden acceder ya a distintas obras de calidad contrastada—, intento abordar la experiencia venezolana desde un ejercicio comparativo entre la coyuntura de 1958 y la actual, analizando en cada caso las aparentes ventajas y desventajas de cara a una transición democrática a partir de lo que los más reconocidos “transitólogos” consideran como condiciones y factores que las propician o entorpecen.

El libro elude el dogmatismo y evita prescribir recetas. Pero algunas conclusiones parecen emerger de este recorrido por la experiencia latinoamericana. Por un lado, es claro el papel central de los militares en todas las transiciones estudiadas. Una dictadura no se sostiene —ni cae— sin el concurso de las Fuerzas Armadas, con lo cual sus diatribas internas y la actitud de sus miembros serán siempre cruciales en las dinámicas de cambio y continuidad del régimen político.

Por otro lado, parece necesaria la irrupción de coyunturas críticas que afecten la correlación de fuerzas que sostiene a las dictaduras, coyunturas que suelen darse como consecuencia de la interacción entre factores internos e internacionales. Ningún elemento detona por sí mismo una transición, pero sí puede representar una oportunidad para que el factor decisivo, que es a fin de cuentas la capacidad de articular decisiones colectivas incisivas, propicie la democratización.

Por último, si bien las experiencias reseñadas son pertinentes para la Venezuela de hoy, también es preciso advertir las particularidades que entraña nuestra situación actual, marcada por la corrosión progresiva de la estructura estatal, la infiltración extranjera, la proliferación de cuerpos represivos, los vínculos con el crimen organizado transnacional y el grave colapso socioeconómico. Nuestra realidad aconseja, naturalmente, una reflexión original, sustentada tanto en el análisis de lo particular como en el estudio sensato de experiencias adicionales a las descritas en este libro.


*Transiciones políticas en América Latina. Desafíos y experiencias. Coordinadores: José Alberto Olivar. Miguel Ángel Martínez Meucci. Ediciones Universidad Metropolitana. Caracas, 2020.


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