Por ANÍBAL ROMERO

1.Introducción.

En una carta de enero de 1938 Thomas Mann escribió lo siguiente: “A la política me han impulsado única y exclusivamente las circunstancias, muy en contra de mi naturaleza y mi voluntad”1. Creo que ello es cierto y amerita varias acotaciones. La primera es que las circunstancias que rodearon la larga y fecunda vida de Mann fueron de una magnitud e impacto inusuales: dos guerras mundiales, el colapso alemán en 1918 y la hiperinflación de los años veinte, los tumultuosos tiempos de la República de Weimar y el ascenso del nazismo, el exilio de la familia Mann y la lucha contra Hitler, la nueva derrota de Alemania en 1945, la confrontación este-oeste y la Guerra Fría. Si bien por temperamento esencial Mann seguramente habría descartado o atenuado cualquier hipotética incursión en la política, la época que le tocó sobrellevar se lo hizo difícil.

La segunda observación se refiere a la complejidad de la evolución ideológica de Mann, y al reflejo de ese proceso sobre su obra literaria y compromisos políticos. Si bien Mann no miente al afirmar que su ser más íntimo establecía distancias con respecto al torbellino de la política, su participación como intelectual público y combativo en el acontecer de su tiempo fue sistemática y significativa. Cabe añadir que a mi manera de ver resulta estéril evaluar la obra literaria de Mann fuera de su marco histórico, y sin adecuada consideración de los problemas de índole político-cultural a que hace referencia de manera directa o indirecta. Hay que tomar en cuenta asimismo la nutrida producción explícitamente político-ideológica del escritor, plasmada en conferencias, artículos, ensayos y una extensa correspondencia. Mann publicó además una obra que bien podemos calificar como libro político, que abarca seiscientas páginas, y al que con característica tendencia hacia lo paradójico el autor tituló Consideraciones de un apolítico (1918). Si bien Mann pronto comenzó a objetar algunos de los planteamientos allí expuestos, nunca repudió esa obra integralmente, y la misma constituye una fuente muy destacada para entender su evolución ideológica, aportando claves adicionales para la mejor comprensión de su obra literaria.  El libro, como lo dice Mann, fue un esfuerzo de “autoesclarecimiento”2.

Los anteriores señalamientos en modo alguno pretenden reducir la vasta producción intelectual de Mann a la política; no obstante, considero que el contexto histórico y el compromiso político de Mann contribuyeron a enriquecer, en lugar de disminuir, la calidad de su obra. Los temas socio-culturales y políticos de un modo u otro forman parte del camino de Mann desde sus comienzos como escritor, enfocados a través de la decadencia de un orden social y su paulatina transformación, del papel del hombre de letras, la literatura y el arte en la sociedad, y del sentido general de las luchas históricas de las que fue un testigo, agudo y lúcido en ocasiones y en otras oportunidades desorientado y vacilante. Intentaré revelar las continuidades y rupturas en las posiciones políticas de Mann, explicando sus posibles raíces y analizando sus consecuencias. Veremos cómo problemas centrales de su literatura, en apariencia ajenos a lo propiamente político e ideológico, se cuelan en su confrontación con la tumultuosa realidad que le tocó vivir, otorgándole una relevancia singular. Me refiero por ejemplo a su inquietud por el cambio social y su repercusión sobre los individuos, por el sentido de la muerte y la atracción que hacia la misma experimentan personas y sociedades enteras, por los retos de la libertad y la democracia y la precariedad de los diques que la cultura impone al caos, y por el tema del mal y sus vínculos con el arte de su tiempo, entre otros asuntos. Mann no fue ni pretendió ser un pensador político sistemático, pero ello en modo alguno desmerece sus reflexiones de índole política, sus esfuerzos por entender la política y sus vicisitudes, y por participar como escritor en los avatares de su tiempo.

Como lo expresa en La montaña mágica (1924), “El hombre no vive únicamente su vida personal como individuo, sino que también, consciente o inconscientemente, participa de la de su época y la de sus contemporáneos”3. En ocasiones, como ocurre con Mann, Kafka, Eliot y Rilke, entre otros, los escritores y poetas son capaces de iluminar con penetrante y excepcional claridad el panorama que nos enfrenta a todos, y de apuntar hacia corrientes sociales y políticas subterráneas con prematura perspicacia, anunciando los posibles efectos de su poderoso caudal. En su novela breve La muerte en Venecia (1912), por ejemplo, Mann revela incipientes pero firmes indicios de la tentación del abismo, que pronto arrastraría a Europa entera, y en el premonitorio relato Mario y el mago (1930), para citar otra de sus obras, se percibe el poder hipnotizador de la demagogia de Mussolini y Hitler, aunque estos personajes no formen parte de la trama. Pero es La montaña mágica la obra en la que Mann indagó con mayor sagacidad el clima ideológico de los conflictos que le correspondió padecer y analizar. Luego, en Doktor Faustus (1947), el escritor llevó a cabo una especie de recopilación temática de sus preocupaciones políticas y artísticas, relativas principalmente a la trayectoria de Alemania y la responsabilidad histórica de su pueblo.

La capacidad anticipatoria exhibida por algunos autores no es siempre el producto de una reflexión consciente, sino el resultado del proceso creativo de parte de sensibilidades aptas para ir más allá del presente, y percibir a tiempo los signos que emite el curso de la historia. Así lo articuló Mann en una conferencia de 1950, con relación a su famosa novela Los Buddenbrook (1901): “Yo había estilizado –escribe- experiencias personales y familiares para convertirlas en una novela…sin tener real conciencia de que, al relatar la disolución de una casa burguesa, yo había comunicado una disolución mayor y un período final, un quiebre cultural-social-histórico muchísimo mayor”.4 Este fenómeno, como ya sugerí, se manifiesta con igual intensidad en otras obras de Mann, que discutiré posteriormente.

La ruta política que siguió Thomas Mann fue complicada y en ocasiones sinuosa y titubeante, con una importante excepción: la de su lucha contra Hitler y el nazismo. Uno de los objetivos de este estudio será dar cuenta de este recorrido en sus más relevantes etapas. Llevaré a cabo una lectura que privilegia lo político, pero sin pretender que la misma sea necesariamente la primordial. Su obra contiene buen número de temas y aborda múltiples problemas que trascienden lo político, algunos de los cuales apenas tocaré en estas páginas y otros que ni siquiera rozaré. Me guiarán preguntas como éstas: ¿Por qué Mann, al estallar la Primera Guerra Mundial, pasa de un aparente apoliticismo a un compromiso tan abierto y firme a favor de la causa bélica alemana, del autoritarismo político, de la monarquía prusiana y de un tipo de despotismo ilustrado, así como de una ferviente postura anti-revolucionaria? ¿Qué explica su rápido abandono de algunas posiciones centrales, sostenidas durante la duración de esa guerra, y su eventual respaldo a la novedosa y acosada República alemana, la llamada República de Weimar? ¿Dejó Mann de ser un conservador para asumir ideas y convicciones que antes había rechazado con pasión entusiasta? ¿En qué consistió el conservadurismo de Mann? ¿Fue en su caso una ideología coherente o más bien un confuso pero consistente estado de espíritu? ¿Le sirvió esa posición conservadora, no siempre sólida, para orientarse en medio del huracán histórico, y cómo puede trazarse la influencia que ejerció sobre su literatura y su acción? ¿Por qué Mann evitó hundirse en el abismo del nazismo? ¿Qué llevó a Mann a identificar tan tempranamente la naturaleza específica de la amenaza encarnada en Hitler y los nazis, apartarse de ella y condenarla, separándose del rumbo que condujo a mentes tan brillantes como Carl Schmitt y Martin Heidegger a apoyar a Hitler? Al mismo tiempo, ¿cómo llevó adelante Mann su oposición a Hitler, y qué reflexiones realizó acerca del significado de Hitler y el nazismo en la historia de Alemania? ¿Cómo explicar las ondulantes posturas políticas de Mann hacia el bolchevismo y el socialismo? ¿Cuál fue la actitud de Mann hacia Alemania y el pueblo alemán, a medida que avanzó la guerra de Hitler y empezaron a constatarse sus consecuencias? ¿Qué pistas hallamos en su obra literaria en el empeño de aclarar tales interrogantes?

La tesis que desarrollaré en este ensayo es la siguiente: la evolución político-ideológica de Mann debe interpretarse en función de cuatro variables, que interactúan entre sí y experimentan tensiones, mutaciones y reestructuraciones a través del tiempo, gravitando de manera cambiante en la definición de sus diversas respuestas ante las circunstancias. Tales variables son, en primer término, el apego conservador de Mann al orden burgués, que conoció y asimiló en la primera etapa de su carrera como escritor, un apego, sin embargo, perennemente equívoco y sujeto a vaivenes. En segundo lugar, la fidelidad atormentada de Mann hacia el clima intelectual creado por el pensamiento de Schopenhauer y Nietzsche, y reforzado en el plano artístico por la música de Wagner; el clima, en otras palabras, del llamado “irracionalismo alemán”, conceptualizado como “El primado de la vida y de lo irracional sobre la inteligencia y la razón. El primado de la muerte sobre la vida; de la enfermedad sobre la salud; de lo individual y único sobre lo común y lo universal.”5 En tercer lugar su visión de la cultura alemana, de lo propiamente alemán y su naturaleza singular, de sus efectos históricos y repercusiones políticas. Por último, el criterio del escritor acerca del arte, su naturaleza y efectos, tema que entra en reiterada contradicción con su devoción hacia “el siglo dentro del cual se hallan los primeros veinticinco años de mi vida: el siglo diecinueve.”6

Estas cuatro variables avanzan, chocan y retroceden en torno a un conjunto de incógnitas, y de un problema común y fundamental: el desafío de un conservador nostálgico, situado por el destino en la necesidad de formular respuestas y asumir posiciones frente a situaciones extremas: guerras, revoluciones, anarquía, persecuciones, matanzas, exilios, y el sufrimiento que suscita de modo inevitable el agrietamiento irreversible de un estado de cosas, que alguna vez pareció ser eterno.

*Las siguientes seis entregas estarán disponibles, cada domingo, a partir del 13 de octubre, en la sección del Papel Literario, en www.elnacional.com.

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NOTAS:

[1] Véase, Hermann Kurzke: Thomas Mann. La vida como obra de arte. Una biografía (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2003), p. 484

[2] Thomas Mann, Consideraciones de un apolítico (Barcelona: Ediciones Grijalbo, 1978), p. 157

[3] Thomas Mann, La montaña mágica (Barcelona: Círculo de Lectores, 1969), Tomo I, p. 54

[4] Citada en la Introducción de Erika Mann, hija del escritor, a las Consideraciones, ob. cit., p. 23

[5] Véase, Jorge Portilla: “Thomas Mann y el irracionalismo alemán”, Revista de la Universidad de México, # 8, abril 1966, p. 5

[6] Mann, Consideraciones, ob. cit., p. 39


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