Por CAROLINA CHIRINOS

A Rafael López-Pedraza.

Con quien aprendimos sobre el alma

In memoriam  

 Escribir sobre imágenes no es fácil. 

Sentimos que estamos tratando un material que pertenece a lo vivencial subjetivo. 

Leer y valorizar imágenes

involucra la sensación de que éstas actúan desde una parte singular de uno mismo (1).   

Rafael López-Pedraza

El presente artículo se enfoca en la lectura de la imagen y su importancia en el movimiento psíquico, tema que para Rafael López-Pedraza fue de gran importancia dentro del cuerpo teórico de su trabajo.

Nos dice López-Pedraza: «Para mí la imagen pertenece al misterio» (2). La palabra misterio deriva en su etimología del griego mysterion y en latín misterium, vocablos que se identificaban con lo secreto.

Cuando López-Pedraza enmarca la imagen dentro del misterio ya nos está diciendo que la imagen es algo muy difícil de entender, de conocer desde el intelecto. Es algo extraña e inexplicable por lo oculta que está, por ser algo recóndito, secreto o reservado. Ello insinúa que detrás del sentido objetivo y visible de la imagen, se oculta otro sentido invisible y más profundo.

La imagen, concebida desde el misterio, nos habla de su función simbólica, entendiendo como símbolo aquellos acontecimientos psíquicos inconscientes, espontáneos y naturales que expresan un significado desconocido.

La lectura de la imagen se abre espacio cuando nos acercamos al estudio de la iconografía que se manifiesta en el arte, las fantasías, las visiones y los sueños, favoreciendo el descubrimiento de lo simbólico que ello esconde. Por regla general, estas manifestaciones nos traen aspectos inconscientes a través de una imagen, emanando una fuerza emocional creativa, movilizadora y transformadora a descubrir. El símbolo mediante sus imágenes busca conectar e integrar el mundo consciente e inconsciente del soñante. Anuncia potencialmente la revelación del arquetipo.

La interpretación de la imagen nos aleja de la emoción, nos lleva a un porqué, a un logos, a una razón, a una explicación, a una reducción. La interpretación le otorga un significado. Mientras que la lectura de la imagen, por su parte, nos sumerge en la emoción misma, favoreciendo un movimiento y una tensión psíquica que brinda la posibilidad de la revelación del arquetipo. Para López-Pedraza hay que estar atentos a «la fuerte tendencia de algunas personas a racionalizar lo irracional de las emociones [lo que] produce cansancio y aburrimiento psíquico» (3).

De acuerdo con lo expresado, el reto del psicoterapeuta es abordar los procesos psíquicos del paciente a través de su vida onírica, es moverse desde la interpretación hasta la lectura de la imagen. En la primera, el abordaje parte de los marcos teóricos referenciales que se tienen sobre los símbolos, lo que significan y cuál es su propósito. Esta aproximación se queda en el despliegue de la cultura del terapeuta, en cuanto a sus conocimientos sobre mitos, leyendas, cuentos, folclore, religión, etc., pudiendo provocar la pérdida de la riqueza infinita que lo psíquico trae. En la segunda tenemos la lectura de la imagen que emerge cuando el psicoterapeuta se queda en una detenida observación de lo que la imagen trae. Estar conscientes de dichas imágenes y prestarles toda la atención necesaria hasta que adquiera la mayor claridad posible, permitiendo que esta provoque una emoción, propiciando que los símbolos se encuentren entre sí y que la imagen regrese llena de sentido y emoción, posibilitando el reconocimiento del arquetipo que se esconde tras estos símbolos.

Nos dice C.G. Jung: «Imagen y sentido son idénticos, y tal como se forma la primera, así se define el segundo. En realidad, la forma no necesita ninguna interpretación: ella misma constituye su propio sentido. Así pues, hay cosas en las que puedo prescindir por completo de la interpretación como una necesidad terapéutica» (4).

Es la emoción la que fragua la imagen para que ésta tome un marcado valor numinoso, surgiendo el arquetipo que ella oculta. Esta emoción es la que nos coloca en el ámbito de la lectura de la imagen. Es en esta conexión donde la psique comienza a hacerse psíquica. Aquí es donde aparece la transformación.

Para propiciar esta unión López-Pedraza nos pediría que nos ciñésemos a la imagen (to stick to the image). Es decir, mantener la imagen allí, viva, presente y volviendo a ella las veces que sea necesario, valiéndonos del recurso del aquí y el ahora para mantenernos fieles a ella. A partir de ese momento es la imagen la que conduce el proceso, como un hilo invisible que va tejiendo, develando y dando continuidad a la revelación de su misterio.

Me hago de la mano del siguiente sueño, que trae un paciente, para ilustrar brevemente la aproximación desde la interpretación y luego pasar a la lectura de la imagen.

El soñante es un hombre de 49 años. El sueño fue relatado por el paciente como sigue:

«Estoy cruzando un parque muy florido con mucha vegetación, es a final de la tarde, debo estar saliendo del trabajo. De pronto veo un hombre que no logro saber quién es. Parece estar escondido. Lo que me asusta es que lleva a un tigre encadenado, como si fuera un perro. El tigre se me aproxima rápidamente. Yo me asusto y no sé qué hacer. Siento que me va a atacar, me asusto mucho. ¡Temo por mi vida! Sin embargo, eso no pasa. El tigre lo que quiere es jugar. Eso me sorprende y me despierto angustiado, con mucha ansiedad».

Desde la interpretación nos encontramos en este sueño, con varias imágenes que podríamos desglosar una a una: el parque muy florido y con mucha vegetación, el final de la tarde, el hombre escondido, el tigre, la cadena, el juego. Todas ellas tienen un significado simbólico. Podríamos interpretar el parque florido como la expresión de un deseo puro, de un lugar que propicia el cultivo de los fenómenos vitales interiores. El final de la tarde como un descenso del nivel mental que pudiera propiciar el movimiento inconsciente. El tigre nos podría sugerir la imagen arquetipal de lo femenino, su ánima, como la esencia peligrosa e inquietante del poder de una feminidad primitiva. El hombre escondido nos estaría hablando del arquetipo de la sombra. La cadena podría denotar encarcelamiento y fijación o evocar las tensiones y afinidades entre dos vínculos o simbolizar la ambivalencia de unir la dualidad de su mundo interno. El juego podría apuntar a una forma de diálogo del soñante con su ánima, aunque también podríamos decir que el jugar simboliza darle al tigre su propia libido. Otra aproximación sería hablar de que el juego es un rito de preparación para la adaptación al mundo real. Con estas consideraciones estaríamos en lo que hemos llamado la interpretación de la imagen desde el conocimiento teórico de los símbolos. Posiblemente nos quedaríamos con alguna de esas imágenes profundizando y amplificando su simbolismo.

Por otra parte, para abordar estos contenidos desde la lectura de la imagen, debemos partir de que en los sueños las dimensiones tiempo y espacio son totalmente distintas a la vida real. Por lo tanto, hay que propiciar que el soñante se ubique en el tiempo y espacio del sueño que trae, tratando todos sus elementos con una consciencia del aquí y el ahora. Durante este proceso, se debería abordar la totalidad del sueño como un elemento único, con una observación detallada de todas las imágenes en su conjunto, solicitándole que las vea, las sienta, las escuche y se relacione con ellas. Es importante que el soñante examine y experimente todos esos aspectos abarcando las emociones que le producen, como si fuera un niño descubriendo en sus manos un objeto desconocido. Y es ahí, ciñéndonos a la imagen, donde ella se hace dueña del proceso y conduce a la revelación del misterio.

El soñante expresa «este sueño me hace recordar con mucha emoción los días de mi niñez cuando mi madre me llevaba al parque a jugar, me consentía en todo lo que le pedía. Ella siempre me complacía en todo. Eso me gustaba mucho. Me molestaba cuando no era ella la que me llevaba. ¡Recuerdo que ella siempre me decía que tenía que tener cuidado con las personas desconocidas que se me pudieran acercar, pero que ella siempre estaría ahí, cuidándome!». A continuación, comenta: «¿Cómo es que eso lo había olvidado?… Me sorprende que esto haya aparecido. Hay algo que no me gusta, no sé qué es. Siento angustia».

Podemos resaltar que detrás de lo expuesto por el paciente hay emociones que surgen y lo invaden de sorpresa, propiciando que la imagen tome un marcado valor numinoso, surgiendo el arquetipo que ella esconde. Es la dinámica del arquetipo madre-hijo, es decir Deméter-Core. Esta emoción es la que nos coloca en el ámbito de la lectura de la imagen, donde la psique comienza a hacerse psíquica. Aquí es donde aparece la transformación.

López-Pedraza lo expresa de esta manera: «Si la psicoterapia no toca los niveles emocionales, no toca lo psíquico profundo y entonces no hay transformación» (5).

Podemos ver cómo la psique del paciente aporta imágenes a través del material del sueño, que le coloca en posición de comenzar a tomar consciencia de las consecuencias psíquicas y emocionales derivadas de la relación con su madre. Esto nos lleva a reflexionar sobre cómo esta conexión con la madre ha estado subyacente en su relación con las mujeres y con su propia feminidad. Se puede concluir que hay emocionalidades fruto de ese vínculo que lo tienen atrapado, y que al no reconocerlas se desvincula de sí mismo. Al no tener en cuenta el peso de este vínculo en su aproximación con lo femenino interno y externo, continuará viviendo de forma incompleta.

Para finalizar diríamos que la tarea del psicoterapeuta con un abordaje arquetipal, en el que prevalezca la lectura de la imagen, debe estar lejos de un propósito intelectual, que lo llevaría a perder de vista la riqueza de lo psíquico, es decir lo emocional que nos trae la imagen. El psicoterapeuta debe favorecer en el soñante el movimiento psíquico, su desarrollo individual y la movilización de su mundo emocional, para que pueda continuar y germinar de ello la trasformación.


Bibliografía:

  1. López-Pedraza, Rafael (2005). Artemisa e Hipólito: Mito y tragedia. Editorial Festina Lente. Caracas. Pág. 20
  2. Capriles, Áxel (2005). Conversaciones con Rafael López-Pedraza, en Revista Venezolana de Psicología de los Arquetipos. 1. Año 2005 Movimientos posjunguianos.
  3. López-Pedraza, Rafael (2005). Artemisa e Hipólito: Mito y tragedia. Editorial Festina Lente. Caracas. Pág. 19
  4. G. Jung, (2004) La Dinámica de lo Inconsciente. Volumen 8. Párrafo 402. Editorial Trotta, S.A.
  5. Capriles, Áxel (2005). Conversaciones con Rafael López-Pedraza, en Revista Venezolana de Psicología de los Arquetipos. No.1. Año 2005 Movimientos posjunguianos.

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