Por KAREN LENTINI GÓMEZ

¿Hasta qué punto es justo exigir que nos cuenten secretos familiares, aunque creamos que nos afecta? ¿La consanguinidad es un derecho tácito para reclamar la verdad de algo que ha ocurrido, como si ocultarlo fuese una traición? ¿O será mejor respetar lo que no se nos quiere contar?

Estas y otras interrogantes nos plantea María Fihman, narradora venezolana autora de las novelas policíacas Daño colateral (México, Ediciones B, 2017); Por inocentes (Madrid, Kalathos, 2018) y La casa del mal (Ítaca, 2023). En esta ocasión María Fihman recupera el nombre por el que se le conoce en el ámbito del ensayo, María Sol Pérez Schael, y publica Caracas, Notre-Dame, lentejuelas y SPAM (Madrid, Demipage, 2023), pieza narrativa de 250 conformada por 15 capítulos en la que se explora el mundo interior de varias generaciones de mujeres marcadas por el peso de sus ascendientes, una herencia sensible que abrazan o rechazan como un intento de cambiar sus destinos.

Pese a tener como marco de referencia la revolución bolivariana, detonante de la historia, la narradora nos transporta a aquella Venezuela que fue refugio de migrantes en las décadas del cincuenta y sesenta del siglo pasado, nos pasea por una Caracas un tanto retrograda y por una París extraña que borra a María Emilia para dar vida a Marriá.

En el texto se percibe cierto eco de María Eugenia Alonso, protagonista de Ifigenia, clásico de la literatura venezolana publicado en 1924 por Teresa de la Parra. La frustración vivida por los personajes de las dos novelas se relaciona con las mismas ciudades, Caracas y París. María Eugenia sufre por volver a un mundo que le parece retrasado y pacato. María Emilia, la tía Mimi, desaparece al dejar una ciudad que se convertirá en cenizas y lo hace sin imaginar la sensación de abandono que sentirá su hermana Emma.

Ambas protagonistas se transforman en otras con las ciudades que les toca habitar. Ambas reflejan la inconformidad de las limitantes convenciones sociales y la «traición de la vida».

Mimi despierta admiración y compasión. Carga con una vejez a la que compara con el exilio como desgarramiento, pero también como calma y resignación cuando descubre en Alexa su cosmopolita sobrina, la hija de Emma, el tormento que le ocasionan las emociones desbocadas y las heridas todavía sangrantes por una revolución que les trastornó la vida.

«Alexa: Quiero detener la distorsión que el exilio le impone a la memoria. Quiero recuperar los restos de una historia que, en parte, es también la historia de tu madre, y la de un país hecho jirones a sangre fría y a velocidad vertiginosa.»

Es dentro de esta atmósfera donde se cruzan reflexiones de un personaje a otro, como si narraran desde el pensamiento, alentando al lector a fluir con la narración. Es aquí con la sombra de «esos sórdidos caníbales de rojo» donde confluyen imágenes de exilio y sensaciones de pérdida estremecedoras sobre un tiempo reversible y cruel; y de acciones del pasado que siguen condenando a los personajes en el presente, pese a los intentos de separación y de la supuesta «filiación desprendida»:

«La filiación Alexa no es más que esa lucha desgarradora de generación en generación por controlar el futuro con ayuda del pasado» 

La narradora recrea —mediante el ingrediente epistolar que sostiene la historia— sentimientos difíciles de transmitir, que nos traspasan con frases contundentes:

«Escuchándola esa noche me convencí de su capacidad para contrariar la herencia de cobardes que la precedía. Mimi estaba dispuesta a evadir, como fuera, la necrópolis que nos habita» 

La escritura posee una carga emocional que estremece al lector con oraciones y definiciones que penetran como una afilada astilla difícil de quitar. Entre estas su definición de la enfermedad del Alzheimer:

«Es Alzheimer, digo. Una palabra que se ha escapado de mi boca como una fiera herida, anunciando el descenso al abismo, el regreso a la trinchera fetal, al útero silencioso, a la nada o al origen de todo» 

O la expresión de un desarraigo en apariencia sin culpas, más que por despecho, por la necesidad de sobrevivir:

«Eso me hizo pensar que pasaría un tiempo con nosotros, ¡gran error!; al cabo de una semana, anunció que regresaría a su lugar. No dijo volver a casa a su vida sino a su lugar, como si fuera una ficha obligada a ocupar un espacio decidido al azar en un lance de dados» 

La ausencia de explicaciones sobre el pasado por parte de los predecesores se cierne sobre la protagonista como una responsabilidad y un amor amputado. Era imprescindible que Mimi escribiese el libro El tiempo reversible que inmortaliza a María Vilar, y que complace el reclamo de su sobrina Alexa; por fin satisfecha al comprender el misterio de las voces de la sangre, del vacío, del desencanto, y la oportunidad de apiadarse de una «generación descolocada», heredera de otra generación incomprendida: «Repeticiones, repeticiones. Imposible curarse de la genealogía que se lleva adentro».

«Alexa calla un instante. Percibo en su silencio el rugir de un dolor reprimido, un sonido sordo nacido de esa yerra artera dejada en su alma por la revolución … se ve que necesita compañía para odiar. Quiere que la secunde.» 

Para hacerle entender a su sobrina lo inocuo de su odio a los «pequeñoburgueses resentidos», la autora establece una comparación aterradora por la solidez de su argumento, al explicar la anécdota de un periodista que intentaba comprender la mente de un asesino: Ted Bundy y la respuesta demoledora de este:

«Somos gente normal, estamos en todas partes». ¡Ah, querida Alexa, los revolucionarios son asesinos en serie, gente banal como Eichmann. No te hagas ilusiones.

«Ante mi pesimismo Alexa recupera los bríos. ¿Olvidar la destrucción del país y la tuya y la de los nuestros? ¿No quieres ver desaparecer a esa estirpe de malvados?» 

Enfrentándonos, así como a su sobrina con la realidad de la impunidad, la desaparición de su vida, y el renacimiento de otra de la que «sus colegas, travestidos en revolucionarios y enemigos» no la podrán apartar.

Caracas, Notre-Dame, lentejuelas y SPAM es una preciosa novela, una propuesta que se aparta del tiempo lineal, en la que viajamos con la protagonista por diferentes ciudades y épocas. Es una historia de preguntas sin respuestas correctas, una historia de sacrificio en la que se alcanza la liberación por la fuerza y la pureza del amor incondicional, el que trasciende a uno mismo, e incapaz de ser resistido. Un dolor que no tuvo cura ni asidero y que trastocó la mente y la vida.


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