UCV clases universidades / estudiantes
Foto: Archivo

Por PAULINO BETANCOURT

Usamos los siglos para medir épocas de la historia. Tres siglos son un período que supera a cualquier institución venezolana. Al conmemorar el tricentenario de la fundación de la Universidad Central de Venezuela y de su existencia, confirmamos que cada época histórica y cada gran institución siempre es fruto del esfuerzo de un inmenso grupo de personas de distintas generaciones. Estando aquí y ahora, miramos con gratitud hacia el pasado, con esperanza y responsabilidad por el futuro que ha de ser moldeado por nosotros.

“Si he visto más, es poniéndome sobre los hombros de Gigantes”, dijo el renombrado científico sir Isaac Newton hace 345 años, expresando así una gran verdad: la universidad y la ciencia conforman una comunidad de personas devotas. Ambos representan la manifestación más útil de una actitud segura de sí misma, curiosa y alegre hacia el mundo. Habiendo surgido de la devoción y los dones de las generaciones anteriores a nosotros, la Universidad y la ciencia que ella ha generado, se han convertido en un regalo para la humanidad, porque nos hemos parados sobre los hombros de gigantes, gigantes como los ilustres “ucevistas” que nos han antecedido.

El establecimiento de la Universidad Central de Venezuela un 22 de diciembre de 1721, con el nombre inicial de Real y Pontificia Universidad de Caracas, no incorporó en su seno los conocimientos científicos que se desarrollaban en Europa; de modo que para el período de la independencia de Venezuela, la Universidad estaba atrasada en temas científicos. Tanto así que en opinión del divulgador científico Arístides Rojas en su libro Orígenes Venezolanos: “Ni la física, ni la química, ni las ciencia exactas, ni las ciencias del hombre fueron conocidas. A las poderosas causas generales que obraron en Venezuela sobre el gran atraso de la instrucción pública”. En la Universidad de Caracas solo se enseñaba teología según Aristóteles, Santo Tomás y el franciscano Juan Duns Escoto.

Aunque es cierto que había un conjunto de venezolanos que estaban al tanto de cuanto se progresaba en el mundo, entre ellos Baltasar de los Reyes Marrero, quien explicaba en su Cátedra de Filosofía las nociones de aritmética, algebra, geometría y los principios newtonianos, Marrero las consideraba necesarias para que los estudiantes pudieran enfrentar con “inteligencia los estudios de teología”. En 1799, cuando Humboldt pasó por Caracas indicó que “la Universidad [de Caracas] estaba preparada a recibir reformas provechosas” al incorporar la matemática, la física y la química. En esa misma línea, el entonces rector Juan Agustín de la Torre señalaba que “ninguna nación ha hecho progresos de consecuencias por las armas, por las artes, agricultura y comercio hasta que se ha entregado al indispensable cultivo de la ciencia”, un discurso que corresponde a una de las más anticipadas manifestaciones del pensamiento ilustrado en Venezuela.

Para fines del siglo XVIII, las universidades españolas habían entrado en una fase de reformas, fenómeno que no alcanzó a Venezuela ni a su Real y Pontificia Universidad, la cual se resistió al cambio ilustrado hasta años después de la independencia y el establecimiento de la república. Tal como nos lo cuenta, el historiador Gil Fortoul, quien describió a la Universidad como “un foco de las ideas más conservadoras de la colonia”, aunque es innegable que por sus aulas de clases egresaron intelectuales que participaron en el movimiento independentista y en la futura construcción de la República. Fueron esos “ucevistas” de ayer los que promovieron la independencia, a través de un activo trabajo ideológico, intelectual y jurídico, que sentó las bases de una nueva realidad política y social. Un buen ejemplo lo encontramos entre los firmantes del acta del 5 de julio de 1811, ya que de las 41 firmas casi la mitad fueron rubricadas por egresados de la universidad.

El tiempo por venir no era solo de independencia política, era también de cambio institucional y de reforma universitaria. De allí el valor de la reforma del año 1827 a los estatutos de la universidad caraqueña, paso fundamental para su transformación en una institución al servicio del nuevo ideal republicano. Siendo el primer rector electo después de la reforma el médico, docente e investigador José María Vargas. Se le dio importancia al derecho civil y a la medicina, ampliándose sus cátedras, entre ellas la de química. Además, se introdujo el estudio de la física general y de las matemáticas.

La universidad del siglo XIX recorrió los vericuetos, curvas y recodos del vaivén conservador-liberal que permeó no solo al siglo, sino también a la institución universitaria. A partir de José Tadeo Monagas en 1847, hasta el final del denominado Guzmanato en 1888, la universidad sufrió intervenciones tanto en su institucionalidad como en la autonomía. La situación de la Universidad fue crítica, debido al ambiente de arbitrariedad que predominaba. La Universidad Central de Venezuela fue sometida a presiones políticas y a un inexistente presupuesto, en muchas ocasiones continuó funcionando porque los profesores decidieron impartir clases a pesar de no contar con un sueldo. ¡Cuánta semejanza con la actualidad! Un aspecto positivo de la época de Guzmán Blanco fue que la Universidad transformó el contenido de sus enseñanzas; se creó la cátedra de historia natural de la mano de Adolfo Ernst, exponente del evolucionismo que contribuyó al cambio de mentalidad de la nueva generación de estudiantes universitarios. Como parte de la reorganización de ese periodo, surgieron cinco facultades: Ciencias Médicas, Ciencias Políticas (Derecho), Ciencias Filosóficas, Ciencias Exactas y Ciencias Eclesiásticas.

A pesar de los avances de la época, una revisión de las publicaciones del siglo XIX muestra escasos trabajos relativos a las ciencias (7,1%), de estas el 45% pertenecía en su mayoría a las ramas de la biología y la geología. Todo esto nos revela que no obstante haber transcurrido varias décadas desde la creación de la universidad republicana, las ciencias seguían siendo cultivadas por unos pocos. Pero aun así, quienes tenían los conocimientos científicos ayudaron a construir un aspecto nada despreciable de la nueva nación, y en buena medida gracias a la Universidad.

Los primeros años del siglo XX estuvieron signados por una rigurosa dictadura, que limitó el crecimiento de la ciencia nacional. Además, el trabajo académico en la UCV estaba disgregado y subordinado a los requerimientos del Estado para poder mantener operativa a la institución. En estas circunstancias solo hallamos el desempeño y aportes de individualidades científicas, estrechamente vinculadas con el ambiente político impuesto por Cipriano Castro, quien dirigió el país de espalda a los intereses de las mayorías, en un sistema autocrático, sin oportunidades de progreso.

A Castro le sigue el régimen gomecista, que inició con las modernas corrientes de pensamiento, la ciencia y la tecnología cumplieron un rol instrumental para estudiar y resolver los problemas técnicos del país y la solución de problemas prioritarios para el gobierno, como la crisis agrícola o la pandemia de gripe española. Aunque al inicio del mandato de Gómez la ciencia nacional experimentó un progreso importante, la UCV estuvo cerrada entre 1912 y 1922, de manera que la ciencia universitaria languideció.

Una vez finalizado el gobierno de Gómez, comienzan importantes cambios políticos en el país. El Ministerio de Educación aprueba en 1940 la Ley Orgánica de Educación que introdujo el ministro Arturo Uslar Pietri, con el propósito de formar hombres de rigurosa disciplina moral y social, con capacidad técnica para el trabajo y la producción, capaces de sacar adelante la empresa de construir un gran país. A partir de ese momento, se continúa con la creación de nuevas carreras y la construcción de la Ciudad Universitaria (1943). Como consecuencia, hubo un incremento sustancial de la matrícula estudiantil. También se constituyeron tres institutos de investigación: Anatómico, de Fisiología y de Medicina Tropical y Microbiología e Higiene, sumándosele en el tiempo otros más. Asimismo, en 1946 se promulgó el Estatuto de las Universidades Nacionales, se creó el Consejo Nacional de Universidades (CNU), se reconoció la personalidad jurídica autónoma y el patrimonio propio de las universidades. Este estatuto es el primer ordenamiento jurídico para las universidades que tuvo un aparte dedicado a la investigación científica y reconoce la investigación como actividad fundamental en la universidad.

La aprobación por el Consejo Universitario presidido por el doctor Francisco de Venanzi acuerda la creación de la Facultad de Ciencias en 1958. Desde su fundación, ha defendido con orgullo una educación arraigada en la inspiración, la ética y la curiosidad intelectual. La investigación científica básica y aplicada constituyó su norma, es decir, la actividad de investigación como apoyo de la docencia en ciencias, con el objetivo de formar los científicos requeridos para el desarrollo tecnológico venezolano.

La actividad científica durante la democracia tuvo un auge considerable en el país, en cuanto a la creación de infraestructura física suficiente para apoyar el avance de la ciencia y tecnología en la UCV. La formación académica estuvo principalmente orientada hacia el sector petrolero, salud y agricultura. Así, se conformó un cuerpo docente de primera línea, bien remunerado, con estabilidad laboral, libertad académica, ingreso por concurso con escala profesional desde instructor hasta titular y ascenso por méritos en investigación, para cimentar la función de investigación universitaria, lo cual derivó en que la Universidad Central de Venezuela llegara a producir el 60% de los productos de investigación científica del país.

Cuando creíamos que en la Universidad se habían consolidado los conceptos sobre el para qué y el cómo de la ciencia, debatidos durante  décadas, nuevos actores políticos aparecieron en escena al inicio del siglo XXI. En esta etapa, los objetivos de la ciencia y su práctica fueron reorientados por un discurso populista que trajo como consecuencia una merma en el recurso humano e infraestructura científica.

Como hemos visto en estas líneas, la Universidad ha pasado por momentos de caída y surgimiento. Se ha levantado una y otra vez gracias a las personas que han estado en el corazón de su historia. Los profesores, estudiantes, administrativos, obreros, egresados y todos aquellos que han participado en nuestras actividades a lo largo de los años, estamos entusiasmados por celebrar este importante aniversario.

La UCV cumple 300 años. Deseo imaginar un futuro lleno de ilusión y oportunidades porque las instituciones públicas, especialmente las universidades, que han sido de las más afectadas por la fuerza física o legal, deben ser recompensadas con tiempos mejores. Después de haber sufrido las terribles condiciones a las que nos hemos enfrentado en la Universidad en los últimos años, esperamos que la ciencia y el conocimiento vuelvan a ocupar el lugar que le corresponde, porque fortalecer a la Universidad es también fortalecer a la sociedad.

Es su incansable compromiso con la búsqueda de la excelencia y la inclusión en la enseñanza, la investigación y la transferencia de conocimientos lo que nos permitió alcanzar una posición de vanguardia en el país durante mucho tiempo. Lejos de flaquear, encaramos el compromiso de llevarla a su cuarto siglo, empujando hacia un futuro mejor a través de la investigación científica, que lucha por mantenerse en pie. La historia nos ha enseñado a superar los autoritarismos de cada época. ¡Lo lograremos!


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