Ayn Rand | New York Times Co.

Por MARÍA MARTY

Thomas Jefferson decía que “El precio de la libertad es su eterna vigilancia”. Todos quienes amamos la libertad sabemos cuán cierta es esa frase, pero lo que no necesariamente sabemos es en qué consiste una buena vigilancia, qué debemos hacer para defender y garantizar la libertad que tanto valoramos en el largo plazo.

No hay duda de que la libertad cuenta con brillantes defensores en el campo económico, quienes, a lo largo de 200 años, han explicado con teoría y demostrado con datos que la libertad es el único medio hacia la creación de riqueza, el progreso económico y el aumento en la calidad de vida de todos los seres humanos. Sin embargo, sus argumentos, si bien ciertos, no han logrado ofrecer a la libertad la justificación moral que necesitaba para lograr perpetuarse en el tiempo en aquellos países que han tenido la posibilidad de conocerla.

A mi criterio, esta necesaria defensa moral de la libertad ha sido únicamente provista por la filósofa y novelista Ayn Rand. Rand no niega que la libertad es el camino para el progreso económico de todos los seres humanos, pero no hace de este argumento su justificación. Su justificación es que la libertad es el requerimiento fundamental del hombre para poder vivir como hombre, y llega a esa conclusión luego de responder a preguntas filosóficas tales como qué es la realidad, cuál es la naturaleza del hombre, qué valores debe perseguir si desea vivir, cuál es su herramienta de supervivencia y qué se requiere para que pueda usar dicha herramienta. Su conclusión de que la libertad es imprescindible para la vida del hombre no deriva de observar sus consecuencias económicas, sino de observar la naturaleza humana. Su justificación de que la libertad es moral no es que la misma trae bienestar a la mayoría, sino que cada individuo es dueño de su propia vida.

Si bien Rand integró todo su pensamiento en un sistema filosófico al que llamó Objetivismo y que podemos leer en su obra de no ficción, nos ha dejado además la que considero la mejor novela jamás escrita: La rebelión de Atlas (Atlas Shrugged en su idioma original), en donde expone con maravillosa claridad, las inevitables consecuencias en la vida de una persona (y de la sociedad en la que vive) cuando intenta evadir la realidad y la necesidad de pensar.

Según la misma Rand, el tema de La rebelión de Alas es el rol de la mente en la vida del ser humano. La novela presenta un mundo dividido en dos tipos de hombres: los productores y los saqueadores; aquellos aceptan la realidad y la propia naturaleza, y aquellos que deciden negarlas; aquellos que deciden pensar y actuar por sí mismos, y aquellos que lo evitan transformándose inevitablemente en parásitos de los primeros.

Pero como también decía Rand “Puedes negar la realidad, pero no puedes escapar de las consecuencias de negar la realidad”. ¿Qué significa esto realmente y qué relación tiene con el tema de la defensa de la libertad?.

A diferencia de los animales y de las plantas, necesitamos pensar para poder sobrevivir. El uso de nuestra mente nos permite comprender el mundo, sus leyes y nuestra propia naturaleza. Nos permite descubrir cuáles son los valores y que objetivamente son buenos o malos para nuestra vida. Nos permite producir y generar aquellos que necesitamos para sobrevivir. Si no lo hacemos, nuestra única opción a una muerte inminente es vivir de la mente y del trabajo ajeno, para lo cual necesitaremos del poder y la fuerza necesarios para imponer nuestra voluntad. Esa es la elección fundamental que debe tomar un hombre: pensar o vivir del pensamiento ajeno; producir o vivir de la producción ajena; tratar voluntariamente con los demás, o tratar por la fuerza.

La rebelión de Atlas expone con crudeza a aquellos hombres que han elegido el parasitismo y la esclavitud de sus hermanos, evadiendo la inevitable consecuencia a la cual su propia elección los llevará: la destrucción de sus víctimas y de su única fuente de supervivencia.

Comprender la realidad, evaluar qué decisiones debemos tomar y qué valores debemos perseguir, actuar para alcanzarlos, requiere de libertad. Nadie puede pensar con una pistola en la sien; nadie puede actuar atados de manos y pies. Nadie es libre cuando después de sacar el pan de su propio horno, viene el vecino a reclamar su derecho sobre él. La libertad implica su posibilidad de actuar de acuerdo con su propio juicio sin la interferencia de los demás; implica la libertad de la fuerza física que otros hombres puedan ejercer sobre él. “No hay nada que pueda quitar la libertad a un hombre salvo otros hombres. Para ser libre, un hombre debe ser libre de sus hermanos”, decía Rand. La libertad es un valor fundamental, pero no para que los hombres produzcan más, sino para que los hombres puedan ser y vivir como hombres.

Esto es lo que La rebelión de Atlas muestra con una claridad absoluta. Las consecuencias prácticas de nuestras premisas filosóficas en nuestras vidas, en la vida de los demás y en el destino de la sociedad en la que vivimos. Es una profunda lección de cómo el futuro de nuestros países no está determinado por el índice de libertad económica que muestre en un particular momento (y Chile es un ejemplo perfecto de esto), sino por el tipo de respuestas filosóficas que la mayoría de sus habitantes han decidido aceptar.


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