GUILLERMO MENESES (1911-1978) / ARCHIVO

Por ÁNGELA L. ANGULO. C.

Contexto desde el escritor (¿o el inicio de la interpretación?).

El caraqueño Guillermo Meneses nace en 1911, pero ya en el 18 vive temporalmente frente al mar y está en contacto con uno de los paisajes recurrente en sus obras: La Guaira. Huyendo de la peste española que invade a Caracas, la familia se refugia en una gran casona de Maiquetía, pueblo cercano al puerto de donde parte la pandemia; una historia que se enrolla sobre sí misma como una serpiente que se muerde  la cola, un momento de la vida del escritor que me lleva a las paradojas constantes que utilizó en el cuento estudiado. Tomás Eloy Martínez (1976), en una hermosa entrevista que le hace a un Meneses de 65 años y ya enfermo, trae dos imágenes más, que me conducen al terreno de la forma cómo construye el cuento “La mano junto al muro”; una, es la de su tía que es su mamá, pero que no lo es y la otra, la de Catalina, su niñera, cuyo hermano había desaparecido pero que ella lo observaba a veces en la playa, a través de la ventana. Realidad y fantasía. Realidad y lo que se desea. Realidad frente a lo íntimo que busca obsesivamente lo distinto.

Meneses estudia en Caracas y culmina el bachillerato en el colegio San Ignacio de Loyola, donde recibe una formación católica que lo lleva, según Orlando Araujo, a la simbolización de la serpiente para explicar las caras de la vida que se debate entre “… un conflicto potencial del bien y el mal, el mundo como tentación, crimen y castigo, culpa y redención, …[y] la dialéctica infernal del pecado y la dulzura” (2018. p. 34). El narrador, ensayista, dramaturgo, articulista en periódicos y revistas, editor, director de medios impresos, cronista, crítico de arte, abogado y diplomático, porque alcanzará a ser todo eso, se verá imbuido tempranamente por lo que arrastra la Generación del 28. Rebeldía política frente a una larga dictadura que acentuaba el atraso y obstaculizaba la modernización requerida, pero también inquietudes para constituirse en movimiento de vanguardia en el campo de la literatura, de la pintura, del periodismo. Es detenido, pero ya en el 30 aparecen sus dos primeros relatos: “Juan de cine” y “Elogio a la velocidad”. Encarcelamiento y libertad. Detención o imaginación. Confinamiento (¿o decisión?).  Meneses tenía 19 años.

Domingo Miliani señala que Guillermo Meneses proviene del movimiento de ruptura literaria  que se delinea desde principios de los años 20, el cual, sin ser homogéneo, desemboca en la Revista Válvula y que logra un gran impulso al aparecer la Revista Élite en 1925, en donde se publican las nuevas propuestas narrativas. Pero agrega que el escritor, por razones propias referidas a su edad, será de los más jóvenes y estará destinado con el tiempo “a ser el más contemporáneo e influyente de la generación del 28” (2003. p. 60). Ellos se nutrirán del movimiento vanguardista y surrealista de París que arriba a Venezuela después de la primera guerra mundial, de la Revista de Occidente de Ortega, de la Revista de Madrid, de un “Antonio Arráez que llegaba de Nueva York con euforias futuristas” (ibídem. p.57), del marxismo, de la huella que deja desde el año 18 en nuestro país el poeta mexicano Juan José Tablada, “quien inició entre algunos el gusto por una nueva estética” (Medina.1962. p. 24) y de la literatura rusa, entre otros. Meneses, en particular, usará a Joyce “como literatura de crecimiento” (Miliani. 2003. p. 60) y a Novas Calvo, narrador y novelista cubano vanguardista que escribía en la Revista de Occidente. Según Miliani, el escritor va a ir “ampliando su cosmovisión en un trabajo continuo” (Ibídem. p. 60) indetenible, una serpiente enrollada que se muerde la cola, al desarrollar una vasta obra a lo largo de su vida y lo que le dejan las lecturas sobre todo de Proust, Kafka y Mann y en el campo de la filosofía y psicología Bergson y Freud (Araujo. 2018).

Los nuevos valores romperán con la tradición y surgirá una literatura que tiene que ver con la realidad política y social y, sobre todo, con la exploración hacia una nueva realidad surgida de la urbanización. “Lo Humano del hombre y sus problemas… interesan y se colocan de pronto en el primer plano de consideración. La rebeldía alcanza al plano literario después de ser fervor callado” (Medina. 1962. p. 29). Meneses desde sus inicios irá a la exploración del hombre, al ser como constructo social, a lo íntimo, a lo introspectivo, percibiendo al sujeto de su creación de manera múltiple para entenderse a sí mismo, a su autenticidad como ser humano y a nuestra propia condición como sociedad. Sus temas reiterativos no son más que una revalorización constante de sus reflexiones a través del tiempo, bajo otros contextos. Una gran serpiente enrollada que se come la cola.

La bibliografía consultada habla mayoritariamente de dos Meneses y, como el cuento “La mano junto al muro”, se constituye en momento clave de cambio de su narrativa. Los especialistas coinciden en afirmar que él en una primera etapa es un “neo-modernista pasado por la vanguardia” (Lasarte. 1989. p. 66). El propio Juan Liscano señala que Guillermo Meneses parte de un “criollismo urbano orientado hacia el lumpen-proletariado y a los grupos marginales de la sociedad” (Ibídem, citado por Lasarte. p. 66), para desembocar en ese cuento “pivote” (Liscano citado por Lasarte, 1989. p. 66), o sea, en una narración en la cual se insertará el resto de la producción literaria de Meneses y que afectará a toda la narrativa venezolana. Meneses a partir de “La mano junto al muro”, según la crítica, se reafirmará como escritor en la duda, en la inseguridad que producen los testimonios, lo observado y la experiencia, en las contraposiciones que surgen de sus reflexiones sobre lo señalado, del enfrentar la realidad al cómo se ve o cómo se manifiesta o se siente. Pero la verdad es que solo existe un Meneses. Los problemas humanos son una constante en los pocos trabajos que he leído, pero vistos bajo nuevas perspectivas, bajo otros contextos personales e históricos. Meneses es una unidad.

En 1934 aparece el cuento “La balandra Isabel llegó esta tarde”, publicado por la Asociación de Escritores de Venezuela y con el cual gana un concurso. El personaje principal allí es una prostituta. Una ramera que espera redimirse a sí misma o que espera ser rescatada por Segundo Mendoza, que refleja su intimidad en la  realidad vivida, en lo que no quiere ser o lo que desearía cambiar. El texto podrá ser lineal, cronológico, lo que se quiera decir de él desde la perspectiva del cómo construyó el relato dentro de una tradición narrativa, pero en “La balandra” se plantea la duda existencial del autor que será su sello. Esa duda independientemente de la forma, que se observa con claridad en “La mano junto al muro”, pero que siempre desde el principio de sus trabajos se manifestó develando “la ferocidad de sus demonios” (Araujo. 2018. p. 35). Es para mí “La balandra” la reflexión permanente de Meneses frente a una situación social o más bien humana, lo íntimo que genera  la prostitución en el personaje que vive su drama y en él mismo. El propio autor, muchos años después, señala que ser escritor es “poseer un instrumento especialmente destinado a comprender el mundo y a expresar su comprensión” (Meneses. 1979. s/p) y que ese instrumento es “la facultad expresiva” del que relata. (Ibídem. s/p).  Meneses usará la literatura como denuncia, pero también como vía de introspección para su propia comprensión. La madre de Meneses, que es su tía, pero que es su madre, “quiso saber cuánto había costado la edición… [de “La Balandra Isabel llegó esta tarde”] para comprarla entera y quemarla en el patio… No quería que nadie leyera esas vergüenzas” (Martínez. 1976.) Transgresor desde sus inicios, usando temas sórdidos desde el principio, yendo a lo más escondido de su espíritu y a lo humano de forma dialéctica. Una serpiente enrollada que se muerde la cola.  

Ángela L. Angulo C. | Cortesía de la autora

En 1939 este escritor egresa como abogado de la Universidad Central de Venezuela y comienza su carrera en la administración pública. Se casa con Sofía Imber a principios de los 40 y se identifica como medinista a tal punto de autoexiliarse en Bogotá tras el golpe a Medina Angarita. Independientemente de su regreso al país, los Meneses-Imber parten a París y Bruselas en 1948, con nombramiento para él en cargos en nuestras embajadas en esas ciudades realizados por la Junta Militar de Gobierno que toma el poder, tras otro golpe de Estado pero ahora al presidente Rómulo Gallegos. En París Meneses entra contacto con los Disidentes, movimiento artístico venezolano radicado en esa ciudad de donde emergen grandes de nuestra plástica contemporánea y filósofos, como el caso de Guillent Pérez. Pero no es solo eso, los inicios de los años 50 para Venezuela no son exclusivamente un camino bañado de sangre en toda la geografía nacional, es el advenimiento también de nuevas formas expresivas: irrumpe un Jesús Soto desde París en el 51 con su obra Muro óptico, teniendo escasamente un año viviendo en Francia y un Antonio Esteves que en el 54 estrena su Cantata criolla, solo por nombrar a dos grandes en campos artísticos diferentes. Venezuela pare hijos en fechas emblemáticas: 1928, 1936, 1948. Se conjuga la vida y la muerte. Producción y exilio. Persecución y ostracismo. Trabajo creador-vía de escape y búsqueda. Dicotomías; dudas a resolver por los hombres en nuestra historia nacional en momentos coyunturales. De ellas no escapa Meneses.

Los partos de Venezuela son contrastantes como las propias reflexiones del escritor caraqueño. Los albores de la década de los 50 expulsan vivos y expulsan muertos a la dinámica social. Se instala una nueva manera de construir relatos, se acepta la fragmentación y se rompe definitivamente con un esquema tradicional de inicio, nudo y cierre en un texto, aceptándose la experimentación, pero a la vez nuestro país se tiñe de rojo. El 21 de octubre de 1952 Leonardo Ruiz Pineda, líder de la resistencia contra la dictadura militar, es asesinado y su cadáver expuesto en la prensa, como imagen surrealista con sentido de dominación.  “La mano en el muro” será la vida y el asesinato del líder, la muerte del movimiento popular. Meneses es el emblema de nuestras dicotomías. No hay degradación de la prostitución en el 51 frente a “La balandra”. Su visión del problema no cambió, lo está viendo bajo otra luz y otro contexto. No es que Meneses se tornó oscuro, exaltando lo peor del ser humano. Los mismos nombres que utiliza para identificar a los personajes principales en los dos cuentos, Esperanza y Bull Shit, son significativos. La Esperanza de su relato del 34 siente la necesidad de cambiar, aspira cambiar, sueña con esa posibilidad, pero al asignarle a la ramera de “La mano…”,  Bull Shit,  que significa excremento de toro, la califica de detritus social enajenado, de materia fecal parida por un país sin retorno. ¿Meneses siente desencanto, desilusión por cambios que no se dieron o hay falta de fe por el advenimiento de nuevos que impulsen la transformación del hombre? Puede que sí (o tal vez no). La década de los treinta del siglo XX fue un período de combates esperanzadores en todos los ámbitos de la vida nacional, la esperanza de transformación era un estímulo de optimismo: la utopía. Entre “La balandra…” y “La mano…” hay 17 años y la prostituta seguía siendo prostituta y el lupanar podía encontrarse en cualquier calle; pero vamos más allá, el hombre asesinado en una calle de San Agustín del Sur una noche aciaga, el hombre que luchó contra un régimen militar sigue hoy muerto; sigue allí desangrándose como trofeo. Nuestro país es una serpiente enrollada que se muerde la cola y Meneses, prontamente, lo descubrió.

Armando un rompecabezas para hacer un resumen

“La mano junto al muro” es la historia de una noche en la vida de una ramera, que vive y trabaja en un prostíbulo ubicado en una zona portuaria y que termina siendo asesinada. Armar esta síntesis en dos líneas fue complicado, por la existencia de una construcción fragmentada del texto, lo difuso de sus personajes, la duda permanente que se expone en el relato sobre lo tangible y lo intangible y el propio diálogo del narrador consigo mismo (o quizás con el autor o con cualquiera que aparezca en escena), que van a la búsqueda de hurgar y comprender la naturaleza humana, independientemente de ser una propuesta literaria novedosa. Soslayo entonces por lo descrito en cuanto a su contenido que la intención esté dirigida a lo policíaco, a descubrir quién comete el homicidio y cuáles fueron sus causas. No hay un mensaje directo en el cuento de Meneses y el lector, cada lector construye el drama y el mensaje.

Intentando una interpretación (pero, ¿no fue iniciada en el contexto?).

He tratado de ir a la búsqueda de un estilo narrativo y de una finalidad en Guillermo Meneses para escribir y para comprender el contexto en que nace “La mano junto al muro”. Traté de abordar al autor, conocerlo, identificar su entorno formativo e histórico y precisar lo coyuntural para llegar a interpretar el mensaje íntimo del relato. Hay en Meneses un contexto y unos referentes que lo forman, que está en concordancia con su desarrollo como escritor. Es un hombre sólido.

Lo primero que denoto es la duda que lo invade todo, incluyendo la duda mía para armar una historia y develar una acción dentro del texto. Ya señalé arriba que es la vida de una prostituta en un brevísimo lapso: una noche. Ese tiempo se inserta en otros largos brodelianos simbolizados en un castillo que ahora es mancebía y en otros cortos como, por ejemplo, la medida del tiempo en que dura un coito. El autor juega con varios planos temporales y los opone, para llevar al lector a la reflexión sobre lo duradero, lo efímero o la muerte. Pero esos saltos temporales van llevándome a la unidad del texto en su propio decurso y sobre todo con el párrafo final que impone orden a la historia. Cuando se comienza a leer, pareciera ser que entramos a la habitación de la cajera que cuenta el dinero y trata de rememorar los clientes que pasaron por allí para cuadrar cuentas (es la cartera o el amor) y solo cuando el relato finaliza es que descubrimos que Bull Shit estaba muerta desde el principio de la historia y que el escritor nos va dando pistas del hecho, pero a través de ideas confusas, fogonazos de imágenes y cambios en el narrador que a veces es él, pero que a veces pareciera que es la ramera. Los movimientos temporales no solo están referidos al significado de un tiempo histórico largo representado por el castillo que se desgasta lentamente, que pasa de fortaleza militar a casa comercial y de allí a prostíbulo. Este tiempo refleja el proceso de cambio gradual de la sociedad al deterioro, lo evidencia. Lo enfrenta primero, al tiempo degradado en que una mujer es mercancía (Ahí, ahí. Adiós, adiós), y luego a lo trascendental, a lo más frágil, a la existencia humana que es efímera, que se puede perder en un instante y que se observa en el tamborileo de los dedos de Bull Shit sobre la pared, que cuando dejan de moverse es porque está muerta, pero también cuando el autor compara la mano que es vida con una flor o con una mariposa.

Mi  confusión aumenta al tratar de identificar a los personajes para establecer la acción del cuento, porque ellos están desdibujados. Todos son imprecisos; la propia protagonista lo está y digo esto porque es su mano sobre la pared el hilo conductor del relato. ¿Qué puedo identificar de Bull Shit? Físicamente, una mano gruesa con uñas corroídas que muestra un anillo y tiene el privilegio entre treinta mujeres del prostíbulo, de contar con una ventana que le permite ver el mar, un espejo que le retrata la vida y un fonógrafo. Sicológicamente se esbozan unas líneas sobre ella: nunca recuerda nada, nunca identifica a los hombres, nunca sabe cuántos pasaron por su cama.  Pero esa mujer desposeída tiene las uñas corroídas: ¡se las come! ¿Por qué se las come? ¿Estamos en presencia de angustia, insatisfacción, desprecio hacia sí misma, soledad, vacío? Meneses plantea aquí un problema existencial con esa imagen flash, que no desarrolla dejándola allí como al descuido, en esa trama de confusiones individuales y colectivas. Bull Shit es puta desde niña. Los otros personajes: ¿son tres marineros o son dos? ¿Cuál de los marineros es un lagarto verde? ¿Estaba Dutch la noche del crimen o era uno de los marineros? ¿Había un detective o era un marinero con sombrero de fieltro? ¿El hombre de los discursos es el del cigarrillo que tenía el puñal? ¿Con qué la matan, con el cuchillo o con un arma? ¿Por qué la matan? ¿Dutch se siente amenazado por el hombre de los discursos que intenta acaparar a Bull? ¿El hombre de los discursos se vio desplazado por un marinero a la hora de follar? Todo son conjeturas que recrean la situación sórdida de un burdel y le dan marco a lo que puede pasar en un sitio como ese: la muerte de una meretriz.

El desorden temporal nos lleva a la reconstrucción de un texto escrito de manera fragmentada, y cada uno de esos trozos se aprecia como escenas cinematográficas caóticas. El acto del cabaret pareciera un cuadro cinético penetrable de Soto; sé que eso es un anacronismo, pero Meneses jugó allí con lo sensorial visual, narró el desplazamiento de los colores emanados por las bombillas, cómo ellas se reflejaban, cómo las veía Bull Shit; jugó con luces, sombras y hombres en movimiento que danzaban e interferían el paso de la luz para ver bien y hasta hubo sonido desprendido por risas y música. Ese párrafo es extraordinario. Esta fragmentación lleva al lector a la reconstrucción de la obra, haciéndose así partícipe de la historia; pero hay algo más, ese constructo “pivote” del cual habla Juan Liscano y que retomo para la reedificación del texto por parte del lector nos obliga también a participar en ese movimiento repetitivo de Meneses para volver a una consideración partiendo de una idea base. La serpiente enrollada que se come la cola también es para meter dentro de esa estructura circular al lector.

Hay imágenes simbólicas: el espejo que genera dudas, que refleja la vida y la muerte, lo existencial, en lo que se convierte la vida, lo que es, lo que no se ve, lo que no se quiere ser, el tamborileo de la mano en el muro y la serpiente enrollada que se come la cola. Meneses las usa todas para su reflexión como escritor; las dos primeras están en el cuento para desnudar una situación social que al parecer no tiene más solución sino la muerte y la última, usada en dos vertientes: como método de introspección con el cual opone, compara y duda de todo en movimiento dialéctico, que es explícito al contraponer los diálogos o expresiones entre paréntesis y otro, dirigido a la estructura del cuento que se observa circular como ya se mencionó. Los resultados de ese repensar soportado en esas imágenes me indican una cosmovisión de fatalidad que encubre la búsqueda de Meneses por comprender la realidad y la angustia que eso genera en él. La imagen de destino inexorable sin salida, de tubo, que la conduce en este caso a un único destino, es en Meneses motivo para revelar, motivo para penetrar (no juzgar) en la situación de enajenación de esa mujer, teniendo como fin último comprenderse así mismo al luchar contra sus demonios. Para Meneses comprender “equivale a tomar posición, a comprometerse” (1979). Es en este sentido que observo lo que el escritor desea alcanzar con “La mano junto al muro”. Es él sin ropaje frente a su propia cavilación y denuncia.


Referencias:

Araujo, O. (2020). Narrativa Contemporánea de Caracas. Caracas. Monte Ávila Editores.

Lasarte, F. J. (1989). Guillermo Meneses: hacia una caracterización de su narrativa. Publicación electrónica Voz y Escritura. Edición Saber ULA. Disponible en: saber.ula.ve/brtsbream/handle/123456789/32390/articulo4.pdf?sequencs=2&isAllowed=y. Consultado: 17 de abril de 2020.

Martínez, T. E. (1976). Entrevista a Guillermo Meneses. Fragmentos. Publicada por El Nacional el 19 de octubre de 1976. Disponible en: www.eneltapete.com/vida/600/com-guillermo-meneses. Consultado: 17 de abril de 2020.

Medina, J.R. (1962). Visión de la literatura venezolana contemporánea. Chile. Publicación de la Embajada de Venezuela en Chile. Talleres Prensa Latinoamericana. Disponible en: bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/72664/2/275739.pdf&origen. Consultado: 18 de abril de 2020.

Meneses, G. (1979). Notas sobre literatura en Ensayos Venezolanos. Compilación. Caracas. Ateneo de Caracas. Publicación electrónica Letras muertas. Transcripción. Disponible en: letramuertaed:com/Guillermo-meneses. Consultado: 19 de abril de 2020.

Miliani, D. (2003). Tríptico venezolano. s/c. Biblioteca Virtual Universal. Narrativa. Pensamiento. Crítica. Disponible en: yumpu.com/es/document/real/14122514/tríptico-venezolano-biblioteca-virtual-universal. Consultado: 17 de abril de 2020.


*Ángela L. Angulo C. es profesora de Historia y Ciencias Sociales de la UPEL. Doctora en Cultura y Arte de América Latina y el Caribe. Autora de La nueva historia. ¿Nueva? (2008) y de Instituto Pedagógico Nacional. Autoconstrucción y Aportes (2007).


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