Henry Hazlitt | Mises Institute

Por NASLY USTÁRIZ

“Explicar la Economía es explicar un aspecto de la vida que suele moldear nuestras decisiones”. (Martín Krause).

“En esos años mi colega Warren Nutter solía decir que ‘salvar los libros’ era el objetivo mínimo de los liberales clásicos. Al menos teníamos que mantener las ideas liberales impresas. Friedrich von Hayek, el gran defensor del libre mercado, amplió la noción de Nutter a ‘salvar las ideas”. (James Buchanan).

Cuando mi estimadísima Andrea Rondón me propuso acompañar el esfuerzo de Cedice Libertad, escribiendo una breve reseña sobre alguno de los “clásicos” y en tal virtud indispensables para el pensamiento liberal, mi primer impulso me llevó a pensar en Adam Smith, toda vez que es a este entrañable sabio despistado a quien le debemos el celebérrimo estudio sobre La riqueza de las naciones (1776), considerado como el primero que establece a la Economía como una disciplina autónoma. Esta es, con toda seguridad, la razón que justifica que Smith sea considerado el padre de la nobel ciencia, lo cual, según Vargas Llosa, constituiría para el propio Smith «algo que lo hubiera dejado estupefacto. Siempre se consideró un moralista y un filósofo (1)».

Smith es pues un gigante hasta para los que jamás hayan leído algunos de sus libros, incluso para los que lo adversan, por eso fue mi primera escogencia; sin embargo, en tiempos tan recios y dolorosos como los que vivimos, con la pandemia aun enseñoreada en nuestras vidas y la guerra tronando en nuestros oídos, algo me inclinaba a presentar, quizá, otra obra, otro autor, que teniendo también un lugar relevante en el aprendizaje de la economía, pudiera mostrar una cara distinta, una visión del pensamiento liberal que nos recuerde verdades fundamentales que cada tanto parecemos olvidar ante el ruido y el fragor.

Así, vino a mi mente la mención del profesor Rallo, aludiendo a la obra que hoy comentamos, como “el libro de divulgación económica más exitoso de la historia”. Su autor, Henry Hazlitt, nacido en Filadelfia (1894), es mucho menos reconocido pese a haber vivido una larga y fructífera vida, escribiendo y divulgando sobre diversos temas por más de ochenta años, en publicaciones tan prestigiosas como The Nation, New York Times, o Newsweek.

Su estilo de escritor, pese a no haber culminado sus estudios universitarios, tiene un lenguaje claro y directo, proveniente de sus sistemáticas lecturas de los clásicos, tanto antiguos como modernos, como relatan sus biógrafos. Pero, según señala Llewelyn Rockwell, ese estilo era consecuencia directa de su fidelidad a la norma que el mismo Hazlitt se había impuesto y con la que podemos resumir el motor de su obra: «Buscar ante todo las cualidades esenciales —coherencia, claridad, precisión, sencillez y concisión— (2)».

Volviendo a La economía en una lección, su libro más conocido y que lleva 75 años largos de publicado, sería lógico pensar que tal esfuerzo de concisión —para aludir a una de sus cualidades esenciales— ya debían formar parte del acervo de conocimiento, o como dice Rallo, “deberían encontrarse ya interiorizadas por el conjunto de la sociedad» (3). Pero resulta que no, que a pesar de que es una única lección con un solo enunciado de fácil comprensión, a saber: “El arte de la Economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o medida política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores” (4), parece que una vez más nos vence nuestra propensión a aceptar falacias. Quizá por eso mismo, Hazlitt, aunque pretendió impartir una sola y fundamental lección, consideró que esta no sería convenientemente aprovechada, si los sofismas ocultos en los razonamientos económicos no se ilustraban mediante ejemplos. A esa tarea dedicó los restantes 22 capítulos, más un último consagrado a la exposición de “La lección expuesta con mayor claridad”, gracias a los ejemplos y casos previamente expuestos.

Sin embargo, es justamente ese empeño de mirar más allá del inmediatismo y de los intereses concretos de algún grupo, lo que movió al periodista que fue Hazlitt. Por ello nos proponía “un análisis de los sofismas económicos que han alcanzado en los últimos tiempos preponderancia suficiente hasta convertirse casi en una nueva ortodoxia» (5). Y en esto, como bien apunta Rallo en su lúcido prólogo a la 7ª edición de la obra comentada, conecta Hazlitt con otros dos grandes economistas que lo inspiraron a escribirla: Friédéric Bastiat y su famosa falacia de la ventana rota; y William G. Summer con El hombre olvidado.

Entonces si el interés de Hazlitt al escribir La Lección era reconocer y detectar esas falacias hábilmente camuflajeadas detrás de innumerables razonamientos económicos (creo genuinamente que ahí radica parte de la dificultad intrínseca de la economía: de que un análisis profundo, muchas veces lleva a conclusiones contraintuitivas), que, como vuelve a aseverar Rallo, no constituye de un empeño arbitrario, sino algo que conecta con el corazón mismo de esta ciencia, que se encarga de estudiar las implicaciones de la acción humana (6), en especial, las causas y consecuencias de la cooperación humana, como propugna la Escuela Austríaca, dentro de cuyo pensamiento situamos a Hazlitt. Por ello, es necesario plantearse todas las consecuencias, no solo las inmediatas, que se deriven de las políticas implementadas.

Y de aquí proviene, en última instancia, mi cambio de dirección hacia La economía en una lección: no solo porque sea considerado “sin disputa, uno de los libros más influyentes de entre todos cuantos se han escrito sobre cuestiones económicas» (7), sino por su condición de obra de rehabilitación científica, es decir, de aquellas que nos ayudan a entender las complejas realidades a las que nos enfrentamos, como en su momento de publicación y después ha logrado este libro, tratando de devolvernos algo de sentido común y de cordura.

Considero apropiado cerrar estas líneas con algunas palabras, ojalá premonitorias, del discurso pronunciado por Mises, durante el cumpleaños 70 de Hazlitt, como muestra de estima a su “distinguido amigo”: “En estos momentos de firmes esfuerzos en favor de la paz y de un sistema social en el que los hombres puedan vivir en libertad, usted es nuestra guía. Ha combatido sin desmayo contra el avance, paso a paso, de poderes deseosos de destruir todo cuanto la civilización humana ha creado a lo largo de los siglos… Es usted la conciencia económica de nuestro país y de nuestra nación”.

Referencias

1 Mario Vargas Llosa. La llamada de la tribu. Alfaguara, Buenos Aires, 2018, p. 33.

2 Llewelyn H. Rockwell Jr. Semblanza de Henry Hazlitt. Discurso pronunciado en Mises Institute Conference, incluido en La economía en una lección, Unión Editorial, Madrid, 2018, p. 37.

3 Juan Ramón Rallo. Prólogo a la séptima edición de La economía en una lección, p. 17.

4 Henry Hazlitt. La economía en una lección, p. 55.

5 Hazlitt, p. 49.

6 Se trata de la formulación y concreción del pensamiento que nos llevó a entender la Economía “desde la ciencia de la riqueza a la ciencia de la acción humana” (MISES, 1949).

7 Rockwell, p. 43.


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