la carencia parte de consideraciones metafísicas que no necesariamente están enunciadas en forma explícita / Estelle Vidon

Por DARÍO JARAMILLO AGUDELO

Lo único claro aquí, en la carencia, es una voz.

Una voz que trata de identificarse a sí misma. Que indaga su origen, que indaga sus semejanzas. Exhala, más que pronuncia, posibilidades del ser sin identidad o con identidad múltiple o ajena a cualquier intento de identificación.

la carencia parte de consideraciones metafísicas que no necesariamente están enunciadas en forma explícita, sino que se suponen desde la experiencia existencial: el ser no es unívoco, tampoco la percepción a pesar de que este intente un diafaniad que no es propia del mundo real.

No hay angustia aquí, ni hay reclamos, solo una voz declarativa que elude también una lucidez que no cabe, que es imposible. «Todo acto de contrición llega a destiempo», declara sin dramatismo o, mejor, con un dramatismo que no está en la voz, que apenas se reconoce, que se sitúa en los hechos: «me pregunto si las ovejas cuentan hombres para dormir».

En todo caso el pasado, desde donde vienen las normas y las nociones de un orden que el poema no acepta, no es ninguna instacia de verdad o de certeza o de ley: «cada mañana inmolo la receta del pasado».

Ese caos metafísico que no distingue identidades, propicia una formidable y muy original retórica. Y, sin abusar de ella, siempre contenido, construye una imaginería que, sin proponérselo, resulta surrealista, solo en la superficie y sin exhibir el surrealismo como credo poético. Una imaginería que se ordena, casi siempre, a base de imágenes zoológicas: «rompes la negrura que arrulla a mis bestias».

Aparecerá, entonces, que «las arañas no saben amar», que «me elegiste como la rana a la mosca», que «el ruiseñor se vueve cuervo», que «el tiempo es una araña de siete patas», que «el pájaro de un ala alza el vuelo».

Reivindicación del instinto, de la autenticidad de lo primario, de la emoción que encuentra con dificultad su lugar en el mundo, la carencia es un hermoso e inesperado libro, el libro de una voz que ha encontrado su destino: porque el «destino es encontrar la verdad cuando solo queda reinventar la palabra».

los parientes

vivos y muertos

han acudido desde lejos

a verme vestir

la seda más blanca

el brazo del padre

me ha vendido sin reparos

como solo un hombre

sabe hacerlo

cuento los latidos

entre trueno y relámpago

siento la calma supurar

desde el hiato

todo acto de contrición

llega a destiempo

***

rompes la negrura

que arrulla a mis bestias

ni las tundras

ni los fantasmas

escaparán a la condena

basta un corazón

para desatar una guerra

***

el reloj sigue menstruando

después de cuarenta años

y cuarenta años cuesta arriba

tienen la cara de un matarife

me han intercambiado en el mercado

revendido por menos que antes

cual mercancía pronta a expirar

pierdo el valor cada día

sea gentil conmigo o desprécieme

pero no se quede a medio camino

***

cuando te pregunten

por qué yo

échale la culpa al instinto

diles que me elegiste como

la rana a la mosca

en el pliegue ínfimo

que separa el tiempo

del momento

***

me pregunto si las ovejas

cuentan hombres para dormir

tanta canción de cuna

me ha vuelto

autómata infalible

programada para vigilar

hasta en el sueño

escucho

polillas comer lana

y siento tus ojos abrirse

***

recuerdo el dolor

mas no el conjuro

recuerdo la luna

las orquídeas

un billete de lotería

terminado en trece

cuando me volví mujer

los hombres hacían la guerra

bajo mi ventana

***

quisiera ser

la mujer del circo

la de piernas largas

a quien el hombre diestro

lanza cuchillos cada noche

poner la espalda sobre una tabla

y esperar que cada filo

vuele con el suspiro

de la audiencia

entre mis muslos

mis axilas

mis entrañas

***

mi casa ha desaparecido

el tiempo en la hoguera

parece lejano

destino

es encontrar la verdad

cuando solo queda

reinventar la palabra

*la carencia. Jorge Vessel. Edición Ayuntamiento de Cuenca. España, 2018.


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