MARIANTONIA PALACIOS Y JUAN FRANCISCO SANS, 2006, AÑO MOZART

Por JUAN PABLO GONZÁLEZ

Si tuviéramos que definir las figuras fundamentales de la musicología latinoamericana de comienzos del siglo XXI, Juan Francisco Sans aparecería de inmediato en el listado. Este reconocimiento a su labor como investigador se suma a la de compositor, director, intérprete, productor y docente, que lo transforman en una especie de genio universal de la música, quizás uno de los últimos de una época tan enfocada en la especialización. Su amplio conocimiento era compartido con generosidad y amabilidad por Juan Francisco, siempre dejando entrever su propia pasión por la búsqueda de la verdad. Esa voluntad de compartir y brindar oportunidades de desarrollo académico se observa en la gran cantidad de publicaciones y ediciones realizadas en coautoría. Si bien su esposa Mariantonia Palacios era su coautora predilecta, podemos encontrar una veintena de otros coautores en su obra. Es que Juan Francisco era incansable y su campo de investigación se ampliaba cada día más aprendiendo siempre de quienes tenía a su alrededor.

Uno de sus aportes centrales a la musicología latinoamericana fue el estudio de la música venezolana de salón del largo siglo XIX, un período histórico que gozaba de menos atención musicológica que los siglos anteriores y que el propio siglo XX. Sin embargo, Juan Francisco Sans lograría iluminar ese período desde perspectivas nuevas, enriqueciendo la comprensión de nuestro propio devenir histórico. Al abordar la música y las prácticas sociales del siglo XIX, Juan Francisco enfatizaba los vínculos entre lo público y lo privado, las centenarias relaciones entre cultura y poder, las distinciones de clase y sus modos de representación en el espacio público, los imaginarios de nación, y el incipiente desarrollo de una industria cultural vinculada al consumo musical. En este sentido, su labor demuestra la trascendencia del salón burgués como una de las instituciones fundamentales en la constitución de las nuevas repúblicas americanas, y con toda la música a cuestas.

Los mismos géneros, repertorios, bailes y modos de sociabilidad que se manifestaban en Caracas por ejemplo, se replicaban en Lima, Santiago o Ciudad de México, pues la música de salón tenía ese carácter transnacional. De este modo, las investigaciones y publicaciones de Juan Francisco comenzaron a tener la misma suerte, siendo igualmente relevantes en el estudio y la comprensión de lo que sucedía en otros rincones del continente americano. Es así como Juan Francisco Sans “describía su aldea y era universal”, como diría Tolstoi. También buscaba fuentes e investigaba en otros territorios, como Colombia, México y Cuba, intensificando su perspectiva americanista, mientras que el descubrimiento y estudio de partituras y tratados de baile y de interpretación del piano nutrían también su actividad artística y labor docente. Además, indagaba en temas de investigación muy originales, como el uso de las veladas de baile durante las guerras de independencia como forma de diplomacia, pero también para manifestar el poder de los vencedores y humillar a los vencidos.

Debido a sus propios intereses como músico y a que las fuentes primordiales para sus estudios lo constituían antiguas partituras muchas veces sumidas en el olvido, Juan Francisco desarrolló una línea paralela de investigación referida a la edición crítica de partituras. Esto resultaba fundamental en el rescate, preservación y puesta en valor de un patrimonio sonoro que permanecía en un silencio latente en el archivo. En este afán consideraba aspectos de notación y grafía, las formas de intervención del editor en el texto musical, las relaciones entre oralidad y escritura, el estudio de los patrones de improvisación y los guiones de música de baile, y la propia noción de texto en música. Incluso llegó a proponer modelos computacionales para reproducir los viejos rollos de autopiano.

En materia de sus ediciones de partitura, se destaca la colección Clásicos de la literatura pianística venezolana, con una docena de volúmenes que ponen en valor un repertorio pianístico nacional de alcance internacional. Lo mismo sucede con las Arias antiguas del Nuevo Mundo, donde lleva al repertorio latinoamericano el modelo italiano de complicaciones de arias para la enseñanza del canto lírico, iniciativa muy útil en nuestra región. Se destacan especialmente sus aportes en el estudio del legado musical de Inocente y Teresa Carreño y de Juan Bautista Plaza, por nombrar a los más conocidos, de quienes nos ha legado abundantes ediciones críticas de partituras.

A todo esto, suma sus publicaciones de material didáctico y una constante preocupación por el desarrollo de la musicología venezolana, participando activamente en la formación y la asociatividad musicológica. El campo de las músicas populares del siglo XX tampoco le fue ajeno, aportando desde la teoría y la estética al estudio de la música afrovenezolana, el joropo, el merengue, la cumbia, y hasta la música metal.

Como viajero incansable, coincidimos con Juan Francisco en varias ciudades de América Latina y Europa, donde siempre nos inundó de su conocimiento y disfrutamos de sus interpretaciones al piano, de su afabilidad y de su buen humor. Recuerdo un congreso en Cáceres, por ejemplo, en que debía impartir una de sus espléndidas conferencias ilustradas, pero en el escenario habían dispuesto un pequeño piano blanco de cola, que parecía de juguete. Sorprendido ante la situación, pero acostumbrado a lidiar con la adversidad, Juan Francisco se hizo el ánimo y luego de algún comentario sonriente, se sentó cual gigante ante el pequeño instrumento y nos deleitó una vez más con repertorio venezolano de salón, que tocaba y comentaba con gran autoridad.

Fueron innumerables las expresiones de reconocimiento y conmoción por su partida en lo más alto de su vida vertidas en las múltiples sociedades musicológicas en las que Juan Francisco participaba. En la propia Sociedad Venezolana de Musicología lo reconocían como la inteligencia más prominente de la musicología venezolana, además de excelente músico, compositor y docente de mucha entrega. En la Asociación Regional para América Latina y el Caribe, de la Sociedad Internacional de Musicología, ARLAC/IMS, decíamos que nos dejaba la vara muy alta para los que continuamos su infatigable tarea, con cursos, conferencias y publicaciones disfrutadas por muchos, destacándose su extraordinario talento, su calidad humana y su espíritu excepcional. El lamento por la tremenda pérdida y el cariño de sus colegas ha sido constante. Un destacado profesor de la Universidad Nacional de México, UNAM, destacaba los aportes críticos, creativos y llenos de humor de Juan Francisco, con quien intercambiaba correspondencia igualmente alegre y optimista.

Desde Cuba lo recuerdan por su  sabiduría, generosidad, sonrisa permanente y ese “espíritu venezolano” para comentar con humor el paisaje sonoro que acompañaba sus días; su permanente y amorosa alusión a Mariantonia y al futuro de sus hijos, sus opiniones y dolencias políticas, y su permanente disposición para asumir nuevos proyectos. Nos queda su infinito trabajo, las múltiples experiencias compartidas y promovidas en diversas sociedades académicas, señala una musicóloga cubana, su tránsito por tantos países dejando una huella profesional y humana. Será difícil, casi imposible, pensarlo ausente. En ARLAC/IMS dedicaremos a su memoria nuestro VI Congreso a celebrarse en la UNAM en agosto de 2024. Además, crearemos el Premio de Musicología Juan Francisco Sans, para honrar la memoria de un miembro tan querido y respetado, y con tantos y diversos aportes a la música y la musicología latinoamericana.


*Juan Pablo González. Universidad Alberto Hurtado, Chile.


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