Hartazgo de la fauna | José Vivenes

Por XENIA GUERRA

Las pinturas de José Vivenes se ven con el cuerpo. El distanciamiento de la representación figurativa ocupa trazos con una violencia que hace temblar las imágenes. Un vértigo que los ojos ven en la pintura para que el pensamiento lo haga transmisible al cuerpo.

En obras como las de la serie Basta de falsos héroes, Vivenes construye, en la forma del espontáneo trazo infantil, el contenido de la manipulación ideológica y práctica de la política. Una caricaturización que sostiene en el color, la técnica de un gesto de irreverencia que expone al artista como un sujeto político.

Menos explicaciones simbólicas y metafóricas del animal, más pertinencia al exponer la animalidad de quienes no tienen otra cosa humana que ofrecer; el cerdo, la rata, los oficiales de seguridad pueden reunirse en escenas dentro de la pintura para que la crítica dentro de lo grotesco invierta el placer de la desmesura, esto es, observar cercados en los límites de un cuadro a quienes cercan y limitan los derechos humanos. La tensión entre lo grotesco y lo caricaturesco en José Vivenes no estremece el cuerpo en la risa, sino en las ideas. Es decir, nos muestra que la caricatura como juego trasciende la representación de la descomposición política porque el imaginario de su creatividad, con el uso del color en las formas, legitima el componente reflexivo de su crítica.

La constante en la pintura de Vivenes, tanto en el color como en el trazo, tiene una relación con lo primitivo, sus pinturas acabadas dejan en evidencia la potencia, esa posibilidad de cualquiera para hacer líneas y manchas aun sin ser pintor, pero en un artista como Vivenes esa posibilidad forma parte de su obra. La apariencia de lo menos elaborado le pertenece a la pintura sin jerarquías técnicas. Con palabras de Giorgio Agamben: deja rastro de la potencia dentro de la misma obra.

Por esta razón, la obra de Vivenes exige ser vista con el cuerpo, no se conforma con el ojo descriptivo del esteta. Sus pinturas son imágenes que aguzan los sentidos entrenados por la hostilidad y la injusticia del contexto donde su arte emerge para hacer sensible la exposición de esas fracturas. En el sentido de Georges Didi-Huberman (2017):

Hacer sensible sería entonces hacer accesible mediante los sentidos, y hacer accesible incluso aquello que nuestros sentidos, al igual que nuestra inteligencia, no siempre saben percibir como algo que “hace sentido”, algo que no aparece sino como falla en el sentido, indicio o síntoma. (…) “hacer sensible” quiere decir también que nosotros mismos, ante esas fallas o esos síntomas devenimos súbitamente sensibles a algo de la vida de los pueblos –a algo de la historia– que se nos escapaba hasta entonces pero que nos “mira” a los ojos. Henos aquí pues “hechos sensibles” o sensitivos a algo nuevo en la historia de los pueblos que deseamos, en consecuencia, conocer, comprender y acompañar. He aquí nuestros sentidos, pero también nuestras producciones significantes sobre el mundo histórico, conmovidos por ese “hacer-sensible”, conmovidos en el doble sentido de una emoción y una puesta en marcha del pensamiento. (pp. 434-435)

En la técnica de José Vivenes la pintura se resiste a recibir pasivamente la contemplación del espectador, construye el escrúpulo de los rostros que aparentan esconderse en el color y en el trazo pero que confrontan a quien los ve, cara a cara. En esa toma de posición a partir de la máscara y el gesto el pintor teoriza sobre las semejanzas frente a los rostros que observan. Sin espejos, se revelan la cara que mira y la cara que se deja mirar, ocurre la correspondencia que tiene como objetivo relacionar las diferencias. Un arte creado con la cuerda tensa que, por un lado, sostiene la sensibilidad y, por el otro, el pensamiento que la reconoce. Pensar en imágenes evita que alguno de los lados ceda, y evita, a su vez, la imagen sensiblera o psicologizante.

José Vivenes usa el color, las líneas, las manchas en el ejercicio de una alegoría que no reprime la literalidad de la imagen que se despliega de la pantalla de su imaginación, para hacer sensible en el cuerpo el latigazo de incertidumbre que estremece la cabeza.


Referencias:

-Agamben, Giorgio. (2016). El fuego y el relato. España: Editorial Sexto Piso.

-Didi-Huberman, Georges. (2017). Pueblos en lágrimas, pueblos en armas. El ojo de la historia, 6. Cantabria: Asociación Shangrila Textos Aparte.


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