Gil Fortoul
Gil Fortoul como escritor fue afortunado, ya que su Historia Constitucional se convirtió en texto canónico en nuestro sistema educativo

Por ÁNGEL LOMBARDI

«Lo importante no es el recuerdo,

Si no quien recuerda»

El Korán

«Antes de estudiar la historia,

estudia al historiador»

E.H. Carr

El ubicar a nuestro historiador en el siglo XIX DEBE LLAMAR LA ATENCIÓN, ya que su muerte acaeció en 1943, casi a mitad del siglo XX, y me llama mucho la atención como una persona formada e informada como él, viajero y culto, pudiera ignorar en sus escritos del siglo XX casi todos los importantes y trágicos acontecimientos del cual le tocó ser contemporáneo.

Igualmente me llama la atención cómo su obra fundamental, la Historia Constitucional de Venezuela, empieza y termina en el siglo XIX; y que yo sepa, nunca tuvo la tentación intelectual de continuarlas para reflejar, de alguna manera, los igualmente importantes acontecimientos que se dan en Venezuela en esos años.

La explicación más sencilla es comodidad; pero quizás, su cercanía con el poder y  los privilegios terminó por castrar su curiosidad historiográfica, o simplemente creía que la historia era –pasado– pasado.

Otra observación que llamó mi atención tiene que ver con el hecho de titular su obra como Historia Constitucional, en un país sin tradición constitucional, donde LA CARTA MAGNA siempre estuvo subordinada a los intereses y caprichos del mandón de turno.

La Historia Constitucional se inscribe en la historiográfica venezolana más en un sentido literario que científico. Se prefiere recrear la realidad, reinterpretarla, o simplemente imaginarla, más que observarla a pesar de ubicarse en las llamadas corrientes positivistas de la época.

La historiografía venezolana es relativamente modesta, responde más a una tradición literaria, cultural que a una tradición de indagación e interpretación. Efectivamente, desde Oviedo Ibaños, pasando por Andrés Bello y Baralt, hasta el propio Gil Fortoul, la historia nacional se nos presenta con una visión idealizada de la naturaleza y los hombres. Con Baralt, Gil Fortoul se consolida, EL CULTO A BOLIVAR, justificable desde cierto punto de vista, como es fundar una república en ruptura con su pasado colonial, pero que terminó convertida en una ideología perniciosa, legitimadora de todos los gobiernos dictatoriales que hemos tenido.

Gil Fortoul como escritor fue afortunado, ya que su Historia Constitucional, historia por encargo por cierto, se convirtió en texto canónico en nuestro sistema educativo. Era difícil que un escolar o un liceísta venezolano no citara o leyera algo de él. Igualmente fue autor alabado por la intelectualidad venezolana. Así tenemos diversos juicios que mereció y que expongo.

Gil Fortoul, «propagandista de las nuevas ideas y se compara su historia constitucional de Venezuela con los orígenes de la Francia contemporánea de Hipólito Taine». (Baltazar Vallenilla Aranz, 1907)

Su principal biógrafo, Juan Penzini Hernández, en 1950 dice: «Conjuga en él el romanticismo y el positivismo».

Diego Córdoba, en 1955 le atribuye «Revolucionar los fundamentos filosóficos de la historia, junto con otros autores, como Lisandro Alvarado, Ángel César Rivas, Laureano Vallenilla Aranz…».

En 1957, Parra Pérez dirá: «Lectura imprescindible es la Historia Constitucional para comprender la evolución política y social de nuestro país y de toda la AMERICA ESPAÑOLA…».

Mariano Picón Salas, en 1962, alabará en Gil Fortoul su positivismo, no doctrinario ni dogmático.

Augusto Mijares, en 1962, dice: «Aplaude la admirable orientación crítica de su historia».

Dirá, Luis Beltrán Guerrero: «Gil Fortoul en su historia constitucional liberado del naturalismo de los positivistas».

Igual, Arturo Uslar Pietri en 1964 observa que en 1930 Gil Fortoul «intenta superar el positivismo y exige cierto eclecticismo».

En 1974 José Arcila Farías sostendrá la tesis de que «el positivismo de nuestros historiadores no pasó de ser mera aspiración y permanecieron dentro del romanticismo del siglo XIX, con excepción de Vallenilla Aranz».

Y en 1974 Ramón J. Velázquez suma al positivismo de José Gil Fortul «una gota de marxismo».

Creo que sería importante una lectura actualizada del autor y su obra, por necesidad imprescindible del impresionismo histórico que nos permita ir más allá de estos textos y autores canónicos de nuestra historiografía.

Sin menoscabo de tantos buenos historiadores que hemos tenido, en los que me atrevo a llamar la tradición biográfica y literaria de nuestra historia, la historiografía venezolana, que asume las influencias más importantes de la historiografía occidental, tiene que esperar a las escuelas de historia de los años 60 en adelante del siglo XIX para crear una historiografía más adecuada a nuestras necesidades de modernidad y contemporaneidad.

Si asumimos que la revista ANALES y la escuela historiográfica francesa que surge de allí data de 1927, cobramos plena conciencia del anacronismo de buena parte del discurso historiográfico venezolano.

La Historia Constitucional conoce una primera edición en dos tomos, publicada en Berlín entre 1906 y 1909. Hay una segunda edición revisada y ampliada de 1930; aparte hay una tercera edición revisada de tres tomos de 1942, en la editorial Las Novedades, Caracas. Hay una cuarta edición del Ministerio de Educación, Caracas 1953-54 y una quinta edición en tres tomos, Ediciones SALEN, Caracas 1964.

Igual que la historia de Baralt, historia por encargo, patrocinada por el gobierno de Páez, así fue la Historia Constitucional de Gil Fortoul, una historia por encargo del gobierno de IGNACIO ANDRADRE. (Presidencia de la República, Gaceta Oficial N°7468. Caracas, 3 de diciembre 1898)

La Historia Constitucional aborda todo el proceso histórico venezolano según el canon original de los libros de historia: El Origen. LIBRO I. La Colonia. Los conquistadores. Los Indios. Negros, Pardos y Blancos.

Para finales del siglo XVIII, se aporta una información demográfica, sumamente interesante, y elocuente, que posteriormente son datos que repetirá Vallenilla Lanz en su Cesarismo democrático.

La sociedad colonial de finales del siglo XVIII estaba constituida por 12.000 «blancos», entre peninsulares y españoles de América, 200.000 criollos, 120.000 indios. Casi 100.000 negros esclavos y casi 400.000 gentes de color «pardocracia». Cifras evidentemente aproximadas, pero que dan una idea de la sociedad estamental, jerárquica y cerrada que era la sociedad venezolana de la época, que ayuda a explicar y entender, quizás, muchas cosas que ocurrieron en los años turbulentos del proceso emancipador.

Después Gil Fortoul pasa a hablar de la organización del gobierno, del régimen económico, del movimiento intelectual y de los precursores de la independencia; tres siglos de historia venezolana presentados de manera resumida y estilísticamente apropiada, aunque como información nueva o adicional, no aporta nada relevante a lo ya conocido y referido por otros historiadores.

EL LIBRO II es quizás la parte medular de la Historia Constitucional. Trata del proceso emancipador, una visión bélica-política del mismo y en la línea de Baralt, la exaltación mítica de Bolívar, por cierto, muy a gusto de la época, como lo fue durante el guzmanato y el gomecismo, largos periodos marcados por la figura de Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez y en donde el culto a Bolívar adquiere ribetes de culto religioso.

Tampoco en esta parte hay mucha originalidad. Si bien los hechos son presentados de una manera ordenada y con un sentido predeterminado, que es la versión historiográfica del evolucionismo darwinista de moda en la época.

El LIBRO III trata de la Gran Colombia. Constitución y leyes de 1821, Bolívar y el ejército de Colombia, las leyes y los hombres, relaciones exteriores, Venezuela en la unión colombiana, dictadura y anarquía, monarquía y república, federación o separación y disolución de la Gran Colombia.

Todos estos capítulos, inclusive, identificables en el título, se me antojan que el autor está pensando más en las circunstancias de la Venezuela de la caída del liberalismo amarillo, finales del siglo XIX y el largo periodo Castro-Gómez, que en la propia Gran Colombia. Para el pensamiento positivista era muy importante la consigna ORDEN Y PROGRESO, y el gran temor siempre lo generaba la anarquía y fuerzas anárquicas de la sociedad. De tal manera que sin decirlo Gil Fortoul establece un paralelismo tácito entre el periodo de La Gran Colombia y el propio periodo político del cual forma parte. Pudiéramos decir que hace historia contemporánea sin decirlo o si prefieren como dice Benedetto Croce: «la historia siempre es contemporánea».

LIBRO IV (tomo II) trata de la constitución de la Republica que él llama la Oligarquía Conservadora: aborda el tema del poder civil y el militarismo, la crisis generalizada y allí termina su Historia Constitucional, a una distancia prudente de casi medio siglo de su propio tiempo.

Definitivamente era un historiador que no quería correr ningún tipo de riesgo, comprensible, en una época en donde pensar y decir lo indebido conllevaba a exilio o cárcel.

LIBRO V (tomo III). Aquí el historiador aborda la Oligarquía Liberal, el conflicto entre Monagas y Páez y los años tormentosos que precedieron a la guerra federal.

José Gil Fortoul escribió un libro digno, estilísticamente impecable, de lenguaje claro y directo. Ordenó sus materiales con laboriosidad e inteligencia (e interpretó  desde la subjetividad inevitable, que es lo que convierte a la historia escrita en historia polémica, y sometida siempre a discusión y revisión.)

Leer a Gil Fortoul sigue siendo útil por la visión panorámica importante que nos da  una parte de nuestra historia, aunque evidentemente contaminada de teoría e ideología de la época del autor. Cuestionadas, en la medida que afinamos nuestros aparatos críticos y metodológicos en el oficio de escribir sobre la historia. Hacer una lectura crítica de la historia de la hisotriografia Venezolana es sumamente útil, porque nos permite visualizar, a nivel simbólico, la idea que tenemos del país y que es base fundamental de lo que pudiéramos llamar conciencia histórica.


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