JAVIER MORO, GRUPO EDITORIAL PLANETA

Por JUAN CARLOS ZAPATA

La silla

En el estudio de Javier Moro está la silla en la que se sentaron Leopoldo López y Lilian Tintori y contaron la historia central de Nos quieren muertos. En ella también recordaron y narraron Antonieta Mendoza de López y Leopoldo López Gil, la madre y el padre de Leopoldo López. Y estuvieron las hermanas y otros personajes de “esta novela de acción” en la que, dice Javier Moro, todo es verdad, ya que el producto es una novela de no ficción en la cual se cuenta la verdad de Leopoldo López, “su verdad”, sobre la persecución, cárcel y tortura que sufrió bajo el gobierno de Nicolás Maduro. La silla perteneció a la mamá de Javier Moro, doña Bernardette Lapierre, quien murió en 2019, y en esa silla extensible de color piel le gustaba leer a doña Bernardette. Cientos, muchas, tal vez quinientas entrevistas hizo en total Javier Moro, allí en la vieja silla del estudio, o por teléfono y zoom, o en otros lugares de Madrid y España, en Washington, en Miami,  al conjunto global de personajes con los que le interesaba hablar y sacar adelante el libro que es también, señala, “la historia de muchos venezolanos”. El propio autor grababa y transcribía las entrevistas, arduo trabajo que, sin embargo, tiene la recompensa de que, al hacerlo, se entra en el fondo de las voces, en lo profundo de los sentimientos, en los detalles de la historia, y así el relato se mete dentro del autor, desde la piel hasta la memoria, y lo recuerda, y camina con él, y se levanta con él, pues Javier Moro trabaja desde las siete de la mañana, hace un alto hacia mediodía y hacia la tarde vuelve a retomar la escritura, y sigue este horario y esta rutina hasta que termina, para que el libro no se le escape del cuerpo. Nos quieren muertos es el libro sobre la épica de Leopoldo López. Su inhabilitación política, la cárcel tras las rejas, la cárcel en casa, su refugio en la embajada de España y la huida. Es la historia de Lilian Tintori, su mujer enamorada, que salta de ser presentadora de programas de TV a convertirse en una activista y figura política por la causa de la libertad del marido, y de pronto se ve reunida con el Papa, con Mariano Rajoy, con Felipe González, con Donald Trump, entre otros líderes del mundo. El libro de Javier Moro es una ayuda – memoria para los venezolanos que seguimos de cerca los episodios desde que Nicolás Maduro se alza con el poder hasta la huida de Caracas y la llegada a España de Leopoldo López. El acierto de Javier Moro es hacernos vivir de nuevo la historia y ponernos a decir ¿todo esto ocurrió? ¿Pueden ocurrir tantos episodios en tan poco tiempo? Pues ocurrió eso y mucho más. Porque el otro acierto de la novela es que relata lo que entonces no vimos. Lo que sufrían los protagonistas. Lo que no se podía leer en un titular de prensa ni en las redes sociales. Lo que solo sabían ellos, el torturado en prisión, y los torturados también en casa, en las calles, en el país, porque cuando alguien tiene un amigo o un familiar preso, se sufre la tortura que sufre el preso, se sufre de otra manera, pero al fin y al cabo se sufre como esposa, como madre, como padre, como hermano, como amigo, como activista de una causa. Por si fuera poco, esta es la historia, y qué historia, de los que encarcelan, los que torturan, los que matan, los que siembran el terror, los que, dice Javier Moro, han secuestrado a un país, y aplican un manual de uso, el método de las dictaduras, el que impone el régimen de Cuba en Venezuela, el manual de “un Stalin pasado por el trópico”.

La foto

Conserva Javier Moro en su estudio una foto histórica debidamente montada, con marco y cristal. La del rey Juan Carlos I recibiendo a Carlos Andrés Pérez en el aeropuerto de Barajas en noviembre de 1976. Era el primer viaje de Pérez a España, y era el primer viaje de un presidente de Venezuela a España y Europa, venía Pérez de un largo recorrido, y había estado en la reunión de la Internacional Socialista en Ginebra de donde se trajo a Madrid al joven dirigente del PSOE Felipe González. La foto es del momento previo en que Pérez le informará al Rey que trae contrabando y el contrabando es Felipe González, quien ingresará a España clandestino por la puerta de atrás, pero entrará. En la foto, caminando hacia donde están a punto de juntarse y saludarse el rey y el presidente Pérez, camina Julio Moro, el papá de Javier Moro, a la sazón jefe de campo y operaciones en Europa de Viasa, la línea aérea bandera de Venezuela. Y la foto con el papá vestido de piloto es la prueba de los vínculos tempranos de Javier Moro con Venezuela, de sus veranos a los 17 años en la selva, en el Salto Ángel, en el río Orinoco, el río Apure, Caracas, Barquisimeto, San Fernando de Apure. Imaginen a Javier Moro haciendo auto stop de Caracas a Cumaná, Javier Moro cuando no era Javier Moro, haciendo avión stop en el aeropuerto de La Carlota para ir al Sur, al Amazonas venezolano. Ese Javier Moro siguió yendo a ese paraíso que era Venezuela, y escribió un reportaje sobre un campamento en el Alto Orinoco, y las visitas a la selva lo llevaron a estudiar antropología. Ese Javier Moro entonces soñaba con vivir en Venezuela. Y dicho esto a nadie puede extrañar que por allá en 2014 y 2015 y 2016 y en los años siguientes, este mismo y otro al mismo tiempo, Javier Moro leía sobre un preso político, y leía sobre una esposa y una madre que movían cielo y tierra por sacarlo de la cárcel, y un día estaban en Madrid, y otro en Roma, y otro en París, y otro en Washington. Y es el mismo Javier Moro que mucho después conocería a Leopoldo López y a Lilian Tintori y se dio cuenta de que había allí una historia que debía ser contada, y le gustaba, le gustó como “vector” el relato de Lilian Tintori, hija, novia, esposa, mujer, compañera, activista, y con la ventaja de que Lilian Tintori sabe contar, sabe decir las cosas, y mientras la oía, Javier Moro cayó en cuenta de la palpitante historia de la que Lilian Tintori, le pareció, a veces ni siquiera era consciente. Así que se puso manos a la obra en 2020, y en 2023 estuvo listo el libro. Nunca se planteó hacer un libro solo para venezolanos. Pensó en un público internacional, un público medio que se identificara con Lilian Tintori y Leopoldo López, y la familia de ambos. No le caben dudas a Javier Moro que Leopoldo López encarna la imagen del héroe clásico terco, que mantiene sus ideas, que se empeña en sus principios, que prefiere ir a la cárcel antes que poner en riesgo su carrera política, y es la misma terquedad o consecuencia, compara, de Alexéi Navalny en Rusia y de monseñor Rolando Álvarez en Nicaragua.   ¿Por qué se entregó Navalny? ¿Por qué Monseñor prefirió quedarse en Nicaragua? ¿Por qué Leopoldo López optó por entregarse a los villanos? Pudo haberse ido. Pudo haber comenzado una nueva vida en Miami. Pudo haberse empleado en una multinacional. Javier Moro entendió que la respuesta a la pregunta de por qué no huyó la obtendría escribiendo el libro, y es una respuesta que el lector encontrará en Nos quieren muertos.

Los afiches

En el estudio de Javier Moro, entre y sobre las estanterías de la biblioteca, hay varios afiches.  Afiches de promoción de los bestsellers que ha escrito. Y los afiches arrojan la pista de la dilatada carrera de este autor que ya se acerca a los 70 años de edad, pero que desde hace 30 vive de los derechos de autor, y ganó el Premio Planeta en 2011 con el Imperio eres tú, y eso también da cuenta de la calidad de la obra, y que sea traducida, y que se lea en sitios tan remotos como India y Brasil. Este es el autor que ha escrito Nos quieren muertos. Sobre Venezuela escribimos los venezolanos reportajes, ensayos, análisis político, testimonios, y venezolanos como Moisés Naím, Karina Sainz Borgo, Saskia Luengo y María Elena Morán, novelas, y el mexicano Enrique Krauze un excelente ensayo sobre Hugo Chávez, El poder y el delirio, pero nunca un novelista de España o de cualquier otra parte del mundo, y superventas para mayor fortuna, había tomado el riesgo de abordar el caso Venezuela. Javier Moro estuvo tentado a escribir un libro sobre el chavismo. “Quería contarlo todo. Pero había que elegir”. De todas formas, Nos quieren muertos es una obra política. Es una denuncia. Es un manifiesto. Es un grito. Y es acción. Es un thriller, con personajes que el lector podrá clasificar sin necesidad de recurrir a los exquisitos métodos del crítico. Los villanos de la novela son los villanos de un país. Javier Moro los enumera con facilidad, Diosdado Cabello, Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez, Delcy Rodríguez, el ministro Miguel Rodríguez Torres, la jueza Susana Barreiros, el fiscal Franklin Nieves y la fiscal general Luisa Ortega Díaz, entre otros. Cabello, obsesivo con Leopoldo López, de quien quería su cabeza, quería hacerlo su preso, y meterlo en la cárcel. “Era su gran victoria. Era su preso”. Los hermanos Rodríguez, “la personificación del mal, represores, vengativos, melifluos, que quieren hacerse amigos y al mismo tiempo te están metiendo la puñalada”. La jueza Barreiros, “ella es mala de principio a fin”. Pero están los otros. Los tres jóvenes que, a pesar de la tortura, se mantuvieron firmes y se negaron a declarar contra Leopoldo López. Representan la dignidad y la conciencia del país. Como digno Quintero, el custodio en la cárcel de Leopoldo López. Digna la lingüista Rosa Amelia Asuaje, que construye un testimonio honesto, y no sucumbe ante las presiones del chavismo, siendo ella chavista. Digno el embajador de España Jesús Silva, que se atreve a más de lo que el cargo le permitía para proteger a Leopoldo López, huésped en la embajada. “Me sentí orgulloso de la diplomacia española”. Es la mujer de Silva la que saca a López en la maletera del carro que ella misma conduce con placa diplomática para que pueda huir. Digno Rajoy por llevarle la contraria a sus asesores y recibir a Lilian Tintori, entrevista que le abre las puertas de los gobiernos de Europa. La verdad es que en la novela España parece un escenario. El poder de España, y sus figuras clave. Rajoy, José María Aznar, Pedro Sánchez, José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González. Este con mención especial. El primer dirigente de peso de la izquierda que critica al chavismo, que lo condena, que dice lo que es. “Ahí empezó el fin del chavismo”, señala Javier Moro y lo afirma en el sentido de que desde entonces ya nadie se comió más el cuento del chavismo libertario. “Por eso yo quería que Felipe presentara el libro”, y lo presentó. Zapatero y González, apunta, representan las dos caras de la izquierda en España, y muestran la fractura que sufre. Este es el libro. Nada de ficción. Aunque “todo está dramatizado y todo es verdad”. Si faltaba poco, hay un valor agregado en el libro. La estrategia de cómo se defiende a un preso político de un régimen autoritario, represor y asesino. Lea el libro y siga el guion que siguieron Lilian Tintori y Antonieta Mendoza, por si, y Dios no lo quiera, le tocara defender a un preso político de esos lobos llamados Maduro y Cabello.

El otro preso

El lector puede llorar. Pero también a veces puede reír. En Nos quieren muertos está la historia de Gilber Caro. Un exdelincuente al que Leopoldo López le abrió las puertas de la política y se redimió, llegó a ser diputado. Es experto en prisión, experto en sufrimiento, experto en tiempo muerto. Pero Gilber Caro no es solo el dirigente de Voluntad Popular, el partido fundado por López: es el amigo, es el hombre consecuente, dispuesto a volver a la cárcel por pedido de su líder. “Leopoldo se mete en la boca del lobo por idealismo y Gilber Caro por hacerle un favor a su amigo”. Gilber Caro es el caso de los personajes secundarios que se roban una película y ganan el Oscar, y en cierto modo en este libro es el héroe sentimental cuyo rol conmueve. “Él solo merece un libro”, sentencia Javier Moro.


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