“Lo extraordinario es lo inesperado”

Marguerite Duras

Al repasar la secuencia creativa de Harry Abend se advierten, entre muchas otras cosas, una acumulación de registros escultóricos que proceden de dos líneas de investigación, como son: la construcción apoyada en códigos ortogonales y la exploración de formas biomórficas. Pero también se percibe una sedimentación de esos lenguajes en permanentes incursiones gráficas resueltas en las instancias proporcionadas por los planos bidimensionales. Pero lo interesante es que la vivacidad innovadora del artista se ha proyectado más allá de las páginas finales de la publicación que se editará en breve y que recoge su vida artística. Es así como, en cuestión de semanas, nos ha sorprendido con resoluciones inéditas que nos inducen a hablar de la serie de “lo inesperado”. Recurrir a esta expresión procede de dos asideros de legitimación: por una parte, son ejecuciones inesperadas porque afloran a la manera de una impronta, pero también aquí “lo inesperado” se alínea con los efectos estéticos no previstos que resultan de la ejecución particular de cada una de estas piezas.

Ese último aspecto es el que nos invita a un brevísimo comentario: digamos que se trata de planteamientos que revelan una curiosa sinergia plástica y una extraordinaria simbiosis de los distintos estatutos estéticos que lo han acompañado a lo largo de su avezado desenvolvimiento. Aquí observamos, en la instancia de partida, un soporte de compactos o aglomerados que al ser intervenido con gubias y formones se convierte en una primaria plancha xilográfica. Luego, incorpora elementos pobres que proceden de fragmentos, sobras y residuos cuya naturaleza rústica prefigura resultados tan disímiles como sorpresivos. Con esta idea se convoca a una segunda impresión que deja registros sorprendentes. Pero el espíritu indagador de Abend lo lleva también a incorporar huellas de colas plásticas así como tacos y otros recursos volumétricos que reclaman, igualmente, una tercera impresión que muestra relieves devenidos de la tolerancia de la prensa y de la resistencia máxima de la presión. Desde luego, las consecuencias de cada etapa dejan brotar repentinos efectos y problematizadores impactos que, además de no esconder el encanto de lo sorpresivo, promueven un enriquecido espectro perceptivo. Este producto final sugiere una extraña simbiosis de las variadas líneas de investigación del artista. En efecto, se encuentran los datos rectilíneos propios de su geometría, también se incorporan las pistas biomórficas, y finalmente, se afianzan las insurgencias azarosas de los recursos rudimentarios. Sin duda, las estampas o impresiones sucesivas aportan y fusionan sus contribuciones según la idea de conjugar derivaciones y de ampliar las vivencias estéticas, todo lo cual se inscribe en el deliberado interés de Abend por integrar, en un solo compendio plástico, el aporte de la talla al soporte primario así como los efectos xilográficos, las siluetas del collage, los registros serigráficos y las resonancias de los ensambles.

Adicional a lo argumentado, se debe anotar otro dato particularmente significativo y especialmente novedoso en esta nueva exploración del artista. Nos referimos a la incorporación cromática a sus resoluciones. Este detalle es extraordinario porque en ningún otro momento de su carrera había quedado legitimado este recurso expresivo. Ahora, en esta ocasión, el artista transcribe el dato cromático propio del elemento que sirvió de origen, es decir, el amarillo deviene del trapo que se utilizó para la impresión, así como el rojo procede del cartón que sirvió como elemento serigráfico. Es, sin duda, una incorporación moderada, parcial e incipiente, pero no por ello distanciada de una potencialidad tan imprevista como inesperados son los resultados de cada una de las realizaciones que conforman esta serie. Sin duda, se trata de un dato sensible y de un guiño emocional que amerita ser estimado en todas sus posibles connotaciones. Bien sabemos que el afloramiento en una propuesta plástica nunca es inocente y jamás representa la simple ingenuidad de una nota al margen.

Los comentarios expuestos no disimulan que estamos ante un conjunto de obras en el cual se opera una fusión de lo homogéneo de un inicio con lo heterogéneo de una posterior combinación técnica, para finalizar con lo heteróclito de un producto integrado. Al hilo de este despliegue también podría hablarse del paso de lo ortodoxo, asociado a la primera matriz xilográfica, hacia lo heterodoxo, vinculado al cruce con referentes volumétricos, para llegar finalmente a lo hiperheterodoxo, inscrito en un resultado en el cual lo xilográfico, el collage y el ensamblaje se fusionan en una redimensión sorpresiva. Sin duda, es aquí donde la denominación de “lo inesperado” alcanza una legitimidad en cuanto a su potencia estética, pero también literal en cuanto su significado semántico. En todo este marco, la frase filosófica de Eurípides se encarna con vocación de fundamento: “Lo inesperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece”.


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