Elisa Silva | Cortesía de la autora

Por NELSON RIVERA

—En el año 2015 usted fue editora de Cartografía de los Barrios de Caracas. ¿Qué novedades aporta este estudio cartográfico? 

—Enlace Arquitectura y Grupo SSA son los editores de la publicación CABA Cartografía de los barrios de Caracas 1966-2014 que mapea todos los asentamientos espontáneos de Caracas y traza su crecimiento histórico sobre un periodo de 48 años, a través de mapas, tablas, gráficos, diagramas y textos. El libro registra patrones de crecimiento, la huella de ocupación, la población y la densidad urbana, así como la relación espacial entre los barrios y las zonas planificadas de la ciudad.

Los hallazgos revelan que la mitad de la población capitalina vive en barrios, aunque en términos de territorio representan una cuarta parte de la huella urbana. El proceso de urbanización en los barrios ha sido dos veces y medio mayor a la de los segmentos formales y las densidades son 3 y 4 veces mayor a las densidades de las áreas planificadas.

Los mapas de CABA permiten a todos los ciudadanos acceder a una planimetría completa de la ciudad, donde se reconoce a los barrios como parte de ella. Al hacer la extensión de estos territorios visibles se instala un sentido de urgencia por su integración. “Al describir y visualizar hechos escondidos, los mapas preparan el escenario para trabajos futuros. El mapeo ya es un proyecto en proceso de construcción”. (James Corner, The Agency of Mapping, 2011)

—¿Cuál es el estado de la cartografía urbana en Venezuela? ¿Hay organismos o planificadores que hagan uso de ella?

—Cuando comenzamos la investigación de CABA aprendimos que los archivos de Cartografía Nacional no podían ser consultados. Los planos estaban llenos de hongos, e inclusive se rumoraba que una persona había fallecido luego de haberlos manipulado. Los mapas que utilizamos fueron ubicados por la misma compañía que realizó el levantamiento topográfico original: Tranarg.  Por otro lado, existe una esplendida publicación titulada El Continente de Papel: Venezuela en el Archivo de Indias publicado por la Fundación Neumann en 1984 que me obsequió Federico Vegas hace unos años. Junto con Wenceslao López y Nerio Neri Plazola, estuvo a cargo de la recopilación y selección del material del Archivo General de Indias en Sevilla. El libro es de formato grande, similar al de CABA, lo cual permite apreciar las reproducciones de mapas territoriales, planos de ciudades y pueblos y planos de arquitectura. Un plano de Cumaná de 1774 muestra claramente como siempre han existido dos formas paralelas de hacer ciudad, la del damero ortogonal y formal que era Cumaná, y una orgánica y espontánea, que era Alta Gracia al otro lado del río Manzanares.

—El libro —destaco dos artículos de José Carvajal incluidos en el volumen— habla de “reconocer el barrio” como parte constitutiva de la ciudad y no como una presencia indeseable. ¿Cómo se entiende ese “reconocer”?

—En febrero de 2020 el Manifiesto de la Ciudad Completa fue leído frente a un amplio público por Carlos Sánchez Torrealba y Mariela Suárez en la Plaza Bolívar de Baruta. El texto fue elaborado por Cheo Carvajal en el marco del programa Integración en Proceso Caracas, una reciente iniciativa cultural y educativa que crea oportunidades para cuestionar los estigmas asociados con los barrios y reconocerlos como parte de la ciudad.

“La primera transformación —el primer desborde— de la ciudad debe darse en el campo del discurso. Una ruptura que señale nuestra cohabitación en una misma ciudad. Co-habitación que, en términos simbólicos, se traduce en con-vivencia. La ciudad del reconocimiento. Si todos somos habitantes de la misma ciudad (una ciudad diversa, pero completa), y tenemos los mismos derechos ciudadanos y el mismo derecho a ella, ese segmento de ciudad llamado barrio, donde habita más de la mitad de los caraqueños, exigirá respuestas no esporádicas, no asistenciales, sino sistemáticas, orgánicas. Exigirá políticas públicas, no operativos, misiones. Exigirá formalidad de parte de un Estado al que asumir la palabra le cuesta tanto.

¿Qué es lo que necesita el barrio, “Orden”? Ya tiene uno, el suyo ¿Le hace falta “belleza”? Esto supondría que no la tiene. ¿Requiere “mejoras”? ¡Toda la ciudad, tan contrastada y contradictoria, tan deteriorada y venida a menos, no solo necesita “mejoras”, sino en muchos casos transformación real, palpable, pero también simbólica! ¿Necesita “asistencia”, necesita ser “intervenido”? El barrio no es ni un enfermo ni una enfermedad. ¿Necesita ser “pensado”? ¡Tanto como lo necesita el resto de esta ciudad tan fragmentada y desigual! Una ciudad que debemos pensarla como un todo, integrada, mezclada, y ese todo incluye a los barrios.

¿Qué, entonces, necesita el barrio? Reconocimiento. Necesita reconocimiento, desde adentro y desde afuera, como parte de la ciudad… Seguir pensando el barrio como malestar urbano no ayuda a entenderlo como parte activa de la ciudad, como espacio transitable —vivido— por todos”.

(Cheo Carvajal, “El imaginario de una ciudad completa”, Prodavinci, 18 de febrero de 2019)

—Todo reconocimiento pleno ocurre en un doble sentido. ¿El barrio reconoce a la ciudad, reconoce a la urbanización planificada? ¿O hay una falta de reconocimiento mutuo?

—Una premisa básica de la cuestión de reconocimiento yace en el mismo lenguaje. Hablar del barrio y la ciudad como una relación binaria es en sí problemático porque supone que el barrio es distinto a la ciudad y no parte de ella. Aunque podríamos detenernos en argumentar porque el barrio es parte de la ciudad, mucho más poderoso es afirmar que lo es desde el deseo. En una ciudad integrada y completa, se habla del barrio como parte y no en oposición a la ciudad.

¿Cuáles podrían ser los espacios de la ciudad que permiten el reconocimiento mutuo? Nuestra reciente publicación Puro Espacio: transformaciones de espacio público en asentamientos espontáneos de América Latina (Actar, 2020) sostiene que el espacio público es único en su capacidad para introducir fluidez entre diferentes tejidos urbanos, narrar historias, compartir actividades y acumular memorias colectivas. El espacio público del barrio es diverso y lleno de oportunidades. En el borde de una caminería, los niños juegan metras, y al final de una calle sin salida, juegan pelota o básquet. Se agradece que son los peatones y no los carros quienes dominan el ámbito público. En palabras de George Baird, es el “espacio de la apariencia” donde los individuos y el colectivo se convierten en actores impulsados ​​a hablar y actuar. (Baird, Space of Appearance, 1995) De esta forma se producen oportunidades que sirven a toda la ciudad, y que propician la interacción y el reconocimiento del otro.

—En el libro hay una sección dedicada a la representación visual de los barrios en diversas expresiones artísticas.

—El ensayo Un museo imaginario: la representación de los barrios caraqueños fue escrito por Lorenzo González Casas. Constata que las artes visuales, la fotografía y el cine asumieron el barrio como parte de la ciudad mucho antes que la cartografía, los arquitectos o los urbanistas. El cuadro de Carlos Cruz-Diez La pila de agua (1949) es una representación figurativa de gente en un barrio llenando envases con agua. Desde el cine, La balandra Isabel llegó esta tarde dirigido por Rafael Rivero Oramas (1941) y La escalinara de Cesar Enriquez Ludert (1950) muestran escenas de barrios. Estas obras coinciden con el momento en que el célebre arquitecto francés Maurice Rotival fue llamado a modernizar la ciudad. Trazó la avenida Bolívar, arrasando con cuadras enteras del damero fundacional, para rematar en un nuevo monumento al final del eje sin mucha noción de su función mas allá de reemplazar los barrios que ya existían sobre los cerros de Guarataro y Nueva Colombia. Desde entonces y por muchas décadas el urbanismo se centró en apoyar políticas públicas de erradicación de los barrios, bajo un concepto higienista de transformación urbana.

—Usted, junto a otras personas y organizaciones, realiza un proyecto en el Barrio La Palomera, Baruta, Caracas. ¿Podría describirlo?

—Los barrios se han “naturalizado” como lugares “informales” y “marginales”. Sentimientos profundamente arraigados de discriminación, condescendencia y miedo, continúan nublando las percepciones de los ciudadanos, la forma en que se invierten los fondos públicos e incluso las aproximaciones de profesionales con buenas intenciones.

Interesados ​​en abordar esta problemática percepción, y aprovechando nuestra estrecha relación con la comunidad del barrio La Palomera, (donde hemos trabajado desde 2016 en espacios públicos en el sector La Cruz y Las Brisas) nos embarcamos junto con Ciudad Laboratorio y la comunidad en un programa cultural en 2018 que llamamos Integración en Proceso Caracas IPC. Junto con nosotros también participaron la Fundación Bigott, la Alcaldía de Baruta, la Hacienda La Trinidad, artistas, periodistas, educadores y diseñadores.

A lo largo de un año y medio, organizamos múltiples excusas para que la gente conociera La Palomera. Las actividades incluyeron un manifiesto a la Ciudad Completa que mencioné antes. También invitamos a artistas a trabajar con la comunidad en proyectos compartidos, convocamos a gente a participar en caminatas, juegos de bochas criollas, a dibujar, a celebrar La Cruz de Mayo, a bailar, a mapear el barrio y a escuchar las historias de los fundadores del barrio.

Otra actividad fundamental fue el mapeo de la vegetación que crece en La Palomera y un recorrido por sus jardines por Gabriel Nass y Ámbar Armas. Se identificaron 24 jardines, cuyos dueños fueron retratados, sus historias registradas y exhibidas en la exposición Ciudad Completa: La Palomera reconocimiento y celebración en La Hacienda La Trinidad, junto con una síntesis de toda la experiencia IPC.

Estas actividades a su vez abrieron nuevas oportunidades. Trabajamos con la comunidad en formular una nueva gestión de desechos. Típicamente los barrios tienen un gran contenedor a cielo abierto en su entrada donde todos los vecinos depositan su basura, ya que los caminos convencionales no entran en el barrio. Designamos siete rutas para la recolección de desechos sólidos puerta a puerta (un oficio que las personas mayores recuerdan como la figura del mochilero) que se implementó en 2019. No es más que un esfuerzo por equiparar la calidad del servicio entre los residentes del barrio y los vecindarios fuera del barrio, y eliminar todos los vestigios de contenedores al aire libre. Junto con la empresa Fospuca y la Alcaldía de Baruta, retiramos el contenedor de la entrada de la Calle Salom, y en su lugar hoy existe una jardinera sembrada y mantenida por los vecinos del sector.  También nos encontramos inmersos, junto con la comunidad, en medio de un proyecto para transformar un espacio en desuso en centro para el arte y la cultura. El lugar apunta ser no solo un lugar para expresiones artísticas, sino además un motor de pensamiento y transformación para la vecindad y para la integración de la ciudad. Se trata de un microproceso (término que usan Cheo Carvajal y Ciudad Laboratorio) o una plataforma que emergen desde y para la pluralidad y la mezcla de voces. La afirmación de esta actuación a través de la práctica, construye una ciudad más compleja y completa, una que reconoce una mayor participación de sus habitantes y sus invaluables contribuciones a la vida urbana.

—Participará en la Bienal de Venecia con una exposición que narra el caso del Barrio La Palomera. ¿Qué ofrecerá esa exposición?  

—La invitación a ser parte de la 17 Bienal de Arquitectura en Venecia es un reconocimiento muy especial del trabajo que venimos realizando. El tema este año es “¿Cómo viviremos juntos?”, curado por el arquitecto libanés Hashim Sarkis. Nuestra participación forma parte de los espacios del Arsenale en los Giardini de la Biennale y se ubica en el segmento dedicado a “comunidades”. Mostraremos fragmentos del trabajo en La Palomera incluyendo el Diccionario Etnobotánico de las plantas de los jardines de La Palomera, que identifica 260 especies en el barrio e incluye información sobre el uso, ya sea medicinal, culinario u ornamental, una descripción y cómo se reproduce y cultiva. Es complementado por isometrías de 18 jardines y 3 espacios públicos donde se detallan todas las plantas, objetos y parafernalia que componen estos lugares. Las 1,75 hectáreas de espacio públicos en el barrio constituidos por caminerías, escalinatas y plazas, son también celebrados en el formato de una maqueta de madera que mide 8 metros por 4.5 metros y que cuelga suspendida desde los altos techos del Arsenale. La maqueta incluye además la vegetación tanto cultivada, como la espontánea en reproducciones de acrílico.

En vez de proponer “mejoras” para el barrio, la muestra se enfoca en mostrar la riqueza espacial y cultural que ya existe. Así como el conocimiento de la vegetación es digno de celebrar, también existen muchos otros atributos notables a reconocer y apreciar. Por ejemplo, los residentes del barrio todavía practican danzas y tocan música tradicional, interpretadas en manifestaciones culturales como la Cruz de Mayo y la Paradura del Niño. Los residentes del barrio los han mantenido vivos y representan una oportunidad para que los vecinos del no- barrio celebren la riqueza cultural de la ciudad. Integrar una Caracas fragmentada es un proceso tanto simbólico como espacial. Reconocer el valor inherente en los jardines, los espacios públicos, el baile, o la música, representa una premisa fundamental en el proceso de avanzar la integración urbana y en fortalecer la noción de una ciudad completa.


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