Gustavo Ott. Dramaturgo en el año 2002 / Archivo El Nacional

Por JUAN MARTINS 

A la memoria de Julio Allcubilla

Cada autor decide por una construcción racional o no de su obra. Dicho de otro modo, cómo creamos nuestra imagen por medio de la palabra y nos constituimos en ella en la medida que nos identificamos con nuestra realidad. Después de todo el teatro que hacemos es para la comunidad y hacia ella está dirigido. Por qué no reconocernos un poco mejor en este contexto. Bien nos vendría el esfuerzo. Destaco entonces en esa relación algunas piezas de Gustavo Ott que apuntan hacia una actualización que se acopla a la realidad del país: Passport (1991): una identidad, la denuncia en la modalidad del signo teatral, organizado hacia una visión de lo que significan los regímenes totalitarios, la inmigración, el desplazamiento social y la violencia Allí su complejidad, su búsqueda como figura de la denuncia social y también política. Por ende, me es inevitable compararla con su más reciente pieza Las 22+bodas de Hugo Múltiple (2019). Otra vez, el tema de la inmigración, su actualización. El teatro «duro» le da su buena patada al teatro «comercial», entendiendo este por el asunto estricto de taquilla. Y sobre este camino ha sido muy prolífero: Pony (2006), Chat (2009), Lírica (2010), Juanita Claxton (2010) Cinco minutos sin respirar (2013), Peludas en el cielo (2016) y un número de piezas más. Aun así, destaco estas donde he expuesto mi interpretación (racional¹) como para que se constate las diferentes variables: el dolor, el desasosiego, la soledad, el desamor y las contradicciones sociales en un contexto urbano de oposiciones éticas y emocionales que permiten o no el desarrollo del individuo dentro de la sociedad. Ott nos atrapa para introducirnos en su potencial ficcional. Al cabo, desengañarnos de esa modalidad del humor para acentuar, si queremos, el delirio de su poética: la representación de la ironía como medio de sustentación del drama que es ya recurrente:

Hugo.— ¿Te chiflabas por criminales?

Irene.— Incluso antes de conocerlos. Desde pequeña le seguía la vida a los más notorios y me enamoraba de ellos. […] Así, cuando me hice mujer, me arrojé detrás de los malos.

Hugo.— ¿Qué tan malos?

Irene.— Narcotraficantes, la mayoría. También un asesino, que si bien cuando salía conmigo no mataba a nadie, de todas maneras se portaba como tal. Y con él estuve hasta que finalmente mató a dos y esa noche me invitó a comer pizza. […]

Hugo.— ¿Tu novio actual?

Irene.— No. Otro. Un ladrón famoso de Dominicana.

HUGO.— No tienes remedio, ¿ah?

IRENE.— Parece que es una enfermedad incurable.

HUGO (Evitando reírse).— Cuéntame.

IRENE.— ¿De la enfermedad?

HUGO.— Del amor de tu vida. […] ²

La violencia se legitima, aparenta su banalidad en esa estructura de la dicción de los diálogos, como para dejar evidencia de cómo funciona la banalidad del mal desde esa relación del sujeto con el poder que le hace sentir impotente ante la maldad. En esta ocasión «Hugo» permite el encuentro con otros personajes y estos, a su vez, construyen la fragmentación de la realidad: cada personaje (que figuran el ardid de esposas/sos de aquel) representan la idiosincrasia expulsada por el país al que inmigran. Tantos esposas/sos como vidas rechazadas o movilizadas. Dialéctica de oposición que confiere al drama el conflicto necesario además de ficcionalidad, puesto que sucede en cualquier parte del mundo donde la diversidad no alcanza a legitimarse. «Hugo» es pues la otredad negada desde lo emocional cuando se trata de personajes. Lo he dicho al referirme a Ponny: este drama dispone de recursos estilísticos de otras de sus piezas: Passport. En cuanto a que las condiciones emocionales instalan una formalidad del discurso. Lo urbano, por su parte, influye en el retrato de dichos personajes siempre que sus emociones vayan otorgando al diálogo las definiciones narrativas del relato teatral. Lo narrativo funciona como mediador del lenguaje, otras veces más poéticos y de ruptura con lo sintáctico como veremos, más adelante, en Lírica. Y en todas lo lúdico se impone, siempre que consideremos que lo lúdico es una construcción de lo racional. Y es poderosa por ser crítica del mundo social al que pertenece el drama: lo que el público recibe como comedia, en el fondo del asunto, es una visión crítica del autor: intenta que nos sobrepongamos ante el país, su desestructuración. Es decir, tratar de desvanecernos en la ansiedad como para sacudir nuestro estatus de confort: la soledad, angustia, represión, caída y el dolor se refractan en cuya sombra nos hundimos hacia una claridad de la duda.


  1. El lector interesado podrá revisar, con mayor extensión, en mi blog Crítica Teatral: https://bit.ly/2YxcNxI. En la que se puede determinar el método de análisis el cual me permite afirmar estos aspectos afines en la obra de Gustavo Ott.
  2. Gustavo Ott. Las 22+bodas de Hugo Múltiple. (1ª ed.) [PDF, archivo el autor. Caracas: 2019, pp. 9-10].

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