Francisco Olivares | Cortesía del autor

Por NELSON RIVERA

—Su libro está atravesado por un eje: la dificultad de comprender la relación de Chávez con la mentira y con la verdad. ¿Diría que Chávez tenía una relación patógena con la mentira? ¿Estaba siempre listo para mentir?

—Desde niño su mundo interior se forjó rodeado de mitos sobre héroes y caudillos que fueron alimentados con las narraciones de su abuelo. Uno de los más importantes fue el de Pedro Pérez Delgado “Maisanta”, un oscuro caudillo de los tiempos del general Cipriano Castro que vivió en Sabaneta de Barinas como refugiado luego de participar en la batalla de Mata Carmela 1898 junto al Mocho Hernández.

Desde niños, tanto Hugo como su hermano Adán Chávez habían escuchado en las narraciones de su abuelo sobre las supuestas hazañas del “caudillo de Sabaneta”, que para otros era un bandolero de la tierra natal de los Chávez, de quien se decía que era su tatarabuelo; un vínculo que nunca pudo ser comprobado dada la cantidad de hijos naturales que dejó este personaje por todo ese territorio llanero del sur de Venezuela. Tal como lo explico en mi libro, Los últimos días de Hugo Chávez, desde el día que descubrió su existencia, Hugo lo convirtió en su héroe personal; en un mito a seguir y como él mismo lo asumía: “Una fuente muy poderosa para el impulso político revolucionario que yo ya traía. Fue como una llamarada”. Así se lo expresó a Ignacio Ramonet, el historiador español y promotor de la izquierda mundial, radicado en Francia, al reconstruir su pasado frente a este aliado ideológico: “Ahora me doy cuenta de dónde vengo, quién soy yo”, sentenció, como quien certifica que está cumpliendo una misión en la tierra legada por sus antepasados.

Otra influencia clave que lo llevó a construir su propio perfil de caudillo fue Simón Bolívar quien se convirtió en la obsesión de su vida, a quien trató de emular, a pesar de la distancia y la dimensión que la realidad lo separaba del prócer de la independencia. Tan fue así que la misma revolución lo certificó como el padre de la imaginaria segunda independencia de Venezuela.

Para poder remontar la altura de los personajes de su mitología, Hugo Chávez construyó una historia falsa de sí mismo. La de un caudillo y líder mundial que nunca protagonizó una batalla, que fue un fracaso como militar durante su paso por las Fuerzas Armadas y que como pensador ni siquiera se tomó la molestia de leer y menos estudiar a fondo las tesis del socialismo del siglo XXI promovidas por Heinz Dieterich.

En su construcción de sí mismo como caudillo Hugo Chávez utilizó la mentira; en complicidad de su entorno, intelectuales y políticos y ella se hizo parte de la cotidianidad de su quehacer político como jefe revolucionario expresadas en sus largas alocuciones con historias y anécdotas edificadas desde su imaginación.

—Tras la aparición, en mayo de 2011, de un fuerte dolor en la rodilla izquierda, la primera reacción de Chávez fue mentir: informa que se ha dado un golpe. ¿Fue una mentira planificada o respondió al impulso natural de Chávez de mentir siempre?

—Quizás una combinación de ambas. En ese momento Chávez no podía prever la profundidad del padecimiento que se anidaba en su cuerpo; pero al mismo tiempo los síntomas eran tan graves que lo obligaron a suspender una importante gira por los países aliados. Para esa fecha Hugo Chávez había llegado a la cima de la cumbre que había soñado desde sus tiempos de conspirador. Se sentía invulnerable, invencible, poderoso, halagado. Así que esa mañana del 9 de mayo de 2011, cuando Hugo Rafael Chávez Frías llevaba 12 años gobernando a Venezuela, el hombre fuerte del continente, el caudillo militar que la revolución erigió como heredero universal y guardián del culto al Padre de la Patria, no podía revelar ante sus seguidores que podía ser víctima de una enfermedad o un padecimiento, como una persona común. De manera que buscar explicaciones imaginarias fue su primera opción. Jamás pensó que él, hombre poderoso, podía ser vulnerable.

—¿De su investigación se desprende que Chávez y su círculo más próximo conocían la gravedad de la enfermedad desde un primer momento o este conocimiento se produjo de forma paulatina?

—Los exámenes que le practicaron los primeros días en Venezuela revelaron que no se trataba de un derrame de líquido de la rodilla, tal como Chávez lo había anunciado. Pero el alcance del padecimiento de cáncer se lo detectaron cuando retomó la gira que terminó en Cuba, en donde fue sometido a exámenes más profundos que detectaron que se trataba de un cáncer en la vejiga. Un médico venezolano, especialista en esa materia, recibió todos los exámenes practicados hasta ese momento y determinó que solo le quedaba un año de vida. Todo ello se mantuvo en secreto en el círculo más pequeño. Incluso importantes dirigentes del momento como Rafael Ramírez y Héctor Navarro desconocían la gravedad detectada en los primeros exámenes. Jamás imaginaron lo que se avecinaba.

—¿Por qué Chávez no confió en los médicos venezolanos? ¿Por qué se puso en manos del sistema de salud cubano?

—No sólo es que no confiara en los médicos venezolanos; se sentía más seguro y protegido en Cuba. El líder cubano Fidel Castro conocía esos padecimientos y le había insistido a Chávez hacerse exámenes médicos; y esta vez, luego de un regaño por su irresponsable actitud, lo obligó a verse con el médico José Luis García Sabrido, jefe de Cirugía del Hospital Público “Gregorio Marañón” de Madrid, con casi cinco décadas en el sistema sanitario español, quien había sido médico de Fidel. Hacia enero de 2011, cinco meses antes del dolor en la rodilla, García había viajado a Caracas a ver a Chávez; pero no se informó nunca sobre razones o resultados del chequeo médico practicado.

Varias de las sesiones de radio y quimioterapia se las practicaron en Venezuela en el Hospital Militar. Pero es de aclarar que allí se construyó en el piso 9 una zona especial para Hugo Chávez que estaba supervisada y vigilada por personal cubano.

—En su libro apenas hay menciones a fuentes cubanas: ¿intentó encontrar información de Cuba?

—Al momento de trabajar este libro ya había fallecido Hugo Chávez y todo el episodio de Cuba lo referí con fuentes cercanas al chavismo pasados los acontecimientos. Algunos datos clave me los facilitó el periodista Nelson Bocaranda, quien, durante el padecimiento en Cuba, logró establecer vínculos con dos fuentes que estaban en el entorno político y quienes en la actualidad siguen cercanos al gobierno de Nicolás Maduro. La única fuente directa que accedió a ser entrevistada fue Rafael Ramírez, que estuvo en el grupo íntimo de Chávez, en Cuba; y que luego fue execrado de la revolución por Nicolás Maduro. Sin embargo, cuando iniciamos la entrevista Ramírez desistió de responder a mis preguntas sin ninguna explicación de su parte. Lo que sí es cierto es que desde el primer momento Cuba asume el control de la enfermedad hasta el día de su “muerte oficial” el 5 de marzo de 2013.

—El capítulo “La sombra de Bolívar” describe una especie de recurrencia de Chávez, no solo con Bolívar —que lo lleva al extremo de exhumar el cadáver—, sino también hacia otros héroes como Guaicaipuro. ¿Los héroes muertos, la muerte, constituían una obsesión?

—Aunque esos episodios si bien podrían no estar relacionados directamente con el relato de la muerte de Chávez, reflejan parte de sus obsesiones con héroes y mitos que lo acompañaron en su vida y más durante sus últimos años. Hay variables que vuelven a aparecer como la maldición de Bolívar con el tema de la exhumación que creó una ola de especulaciones por la cantidad de muertes de dirigentes chavistas que se produjeron luego de la exhumación. Desde el mismo momento en que asumió el poder, Hugo Chávez se dio a la tarea de exhumar restos de héroes para llevarlos al Panteón, hasta que finalmente le tocó a él preparar su propia muerte y construir un mausoleo como el caudillo de la nueva independencia. En efecto, su obsesión de comunicarse con el más allá, en especial con los héroes de su imaginario, lo atormentaron y se hicieron más presentes en su último año. Por eso su pasión por la santería, el espiritismo, y su inclinación a ponerse en manos de videntes a quienes consultó cada paso que lo llevó al poder.

—Usted se detiene en una cuestión que, me parece, no ha sido analizada como merece: el uso simbólico y político de la espada de Bolívar. ¿Podría hablarnos de ello?

—Hice referencia también a la Espada de Bolívar porque, en efecto, si bien fue utilizada como un simbolismo por la revolución plasmada en la frase: “La Espada de Bolívar camina por América Latina”, en la práctica también se utilizó como elemento de amenaza cuando a cada momento se esgrimía que “esta es una revolución pacífica pero armada”. Pero también hacemos referencia al simbolismo de esa utilización porque aunque en nuestra historia la Espada de Bolívar se ha identificado con las ideas libertarias desde los tiempos de la Independencia, Hugo Chávez la puso en las manos de los dictadores más sanguinarios y represores del mundo como Mugabe, Gadafi, Hussein y tantos otros. Pero allí también operó la llamada maldición de Bolívar y, aunque como autor no exalto ese tipo de creencias populares, cada uno de esos dictadores encontraron el fin de sus regímenes o la muerte luego de recibir la espada. Casualidades o no, en la actualidad la “Espada” ha sido igualmente desenvainada por Nicolás Maduro y es el soporte de su régimen ante la ausencia de apoyo popular.

—La sensación que produce su libro, publicado en el turbulento 2020, es que Chávez pertenece a otro tiempo —a un tiempo lejano—, a otra realidad, a un país cuyo derrumbe no había alcanzado sus peores cotas, y que el culto que le rodeaba, se ha debilitado o fracturado ¿Cuál es su percepción al respecto?

—Podría decirse que Hugo Chávez murió en el tiempo perfecto, tal como le pronosticó su vidente, Cristina Marksman, cuando apenas era un capitán del Ejército, quien le dijo que moriría antes de los 60 años. Sus seguidores y fanáticos que aún quedan podrían atribuirle a Nicolás Maduro la quiebra del país; pero las bases y los conceptos que llevaron al derrumbe los impuso Chávez, solo que durante su tiempo aún se contaba con las reservas de lo que fue la Venezuela democrática. Cuando estudiamos las variables económicas observamos que el quiebre, comenzando por la industria petrolera, se precipita a partir de 2013. Si Chávez no hubiese muerto, el derrumbe igualmente habría sido inevitable. Chávez disfrutó del auge económico sembrado por la democracia y los favorables precios del petróleo. Por eso decimos que no fue con la espada libertaria y montado a caballo que Hugo Chávez intentó llevar su revolución al mundo democrático sino con las alforjas llenas de dólares.

El deterioro institucional y económico que ha lanzado a la pobreza a 80% de la población y el carácter dictatorial del régimen de Maduro ha acabado con el culto que se intentó sembrar en la figura de Hugo Chávez y la fe de sus seguidores. El llamado legado es un simbolismo con el que ya no se quiere identificar casi ninguno de sus aliados internacionales y sus restos están quedando en el olvido en el llamado Cuartel de la Montaña, en donde se intentó que quedaran expuestos eternamente en la misma estatura de Mao Tse Tung, Vladimir Lenin o de Ho Chi Min.


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