Primera Plana del periódico El Nacional

Por LEOPOLDO TABLANTE

Inspirado en un primer estudio elaborado en Colombia por el periodista e investigador Germán Rey, con la ayuda de la teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici y siguiendo el esquema analítico de la representación mediática que la investigadora venezolana Sary Calonge formuló inspirada en Moscovici y en uno de sus seguidores, Michel Louis Rouquette, le llevé el pulso a la fluctuación del tema pobreza en la prensa a lo largo del año 2005 por medio del análisis de 3.126 notas de prensa.

Entonces conté con la asesoría académica de la profesora Caroline Bosc-Bierne de Oteyza y el trabajo invaluable y sacrificado de un equipo de analistas compuesto por Delymart De León, Nadia Goncalves, Jaqueline Osteicochea y Gabriela Velásquez, todas ellas coordinadas por la periodista Adriana García Cunto y por mí.

Un par de consideraciones teóricas y de método

El dominio de las representaciones sociales es el conocimiento de sentido común, cuya materia es todo aquello que las personas discutimos de manera espontánea sobre nuestra realidad física y psíquica y que, gradualmente, fragua en un conocimiento relativamente coherente del mundo y sus objetos. Moscovici (1976) define las representaciones sociales como «un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres vuelven la realidad física y social inteligible, se insertan en un grupo o dentro de una relación cotidiana de intercambios y liberan los poderes de su imaginación» (pp. 27-28).

El autor les atribuye dos procesos formadores: uno que llama objetivación, que contiene las imágenes que van configurando los esquemas con que simplificamos nuestro entendimiento del mundo; y otro que llama anclaje, por medio del cual incorporamos los elementos objetivados a un sistema más o menos estable, pero abierto a cambios, de comprensión del entorno. En ambos procesos, la imagen –que Moscovici llama «campo de la representación»– es fundamental puesto que contiene los rasgos característicos de un objeto y fija su contorno simbólico.

Sin embargo, la representación social es más una dinámica inter-individual en la que los medios de comunicación son un elemento que proporcionan nuevos insumos pero no tanto un sistema definitorio. He aquí que el esquema de las representaciones mediáticas de Calonge se revela útil. En sintonía con los trabajos de Rouquette, quien hace énfasis explícito en el rol de los medios de comunicación de masas en la conformación de representaciones sociales, Calonge entiende el funcionamiento de los medios de comunicación social a través de dos dimensiones. Una cognitiva, que se refiere a los procesos psíquicos inter-individuales que aseguran la formación de representaciones sociales; y otra pragmática, que se interesa por los contextos en los que los medios se insertan para producir contenido, el rol que adoptan dentro de esos contextos, los ambientes donde sus productos son percibidos y consumidos, y la consolidación de su discurso en un estilo o en una línea editorial (1999, p. 47).

Mi trabajo de analizar el contenido de tres diarios venezolanos tuvo en cuenta los niveles inter-individuales y organizacionales de las representaciones sociales y mediáticas. Analicé los fundamentos y temas atribuidos a la pobreza, los grupos y personas que la encarnan en la prensa y los criterios de técnica y oficio periodísticos que caracterizaron la representación de la pobreza en los tres diarios considerados.

Al final de la apnea, esto fue parte de lo que encontré:

La pobreza es una catástrofe natural

De las 3.126 Unidades Redaccionales de Pobreza retenidas (URP, textos periodísticos dedicados al tema pobreza), Últimas Noticias publicó 1.477 en universo de 14.004 textos informativos, El Nacional 855 entre 17.693 y El Universal 794 entre 24.179. El diario que más información sobre pobreza publicó fue Últimas Noticias, cuya superficie redaccional de pobreza fue equivalente a 9,54% de su superficie redaccional total. Los procentajes para El Nacional y El Universal fueron 4,61% y 3,18% respectivamente.

Para los tres diarios, la pobreza es un tema episódico cuyo tratamiento periodístico depende principalmente de la ocurrencia de una catástrofe, natural o social. La catástrofe que determinó el periodismo con respecto al tema de la pobreza durante los meses de febrero, mayo, agosto y noviembre de 2005 fue la vaguada que tuvo lugar a finales de febrero de 2005.

Pese a que la frecuencia de este tema en los tres diarios venezolanos analizados no superó el 10%, la incidencia de la pobreza en la prensa venezolana fue significativamente superior a la que, por ejemplo, Germán Rey registró para el caso del diario El Tiempo de Bogotá, que, en 2002, le dedicó a la pobreza apenas 0,8% de su superficie redaccional. Sin embargo, en el caso venezolano, los valores siguen siendo escasos tomando en cuenta la importancia de la pobreza en términos demográficos, así como su capacidad de movilización política durante la instauración y apuntalamiento del proyecto socialista de la Revolución Bolivariana.

La pobreza es natural o nada

El fundamento periodístico evocado por los tres diarios del estudio fue, entre 27% y 50% de los casos, de índole natural, manifestado en forma de una catástrofe que atenta contra la integridad de amplios grupos sociales. En buena parte de los casos, entre 15% y 28%, la pobreza representada en la prensa ni siquiera cuenta con un fundamento, sino que se limita a ser una situación dada, en cierta medida indisociable del medio ambiente. Le sigue fundamentos institucionales (entre 9% y 19%) y socioeconómicos (entre 3% y 11%).

El abordaje periodístico es urgente y circunstancial. Ello fomenta la objetivación de la pobreza como emergencia, lo que banaliza su estructura de perpetuación y la ancla como un conjunto de disfunciones sociales supeditadas a un evento imprevisible.

La pobreza apenas alcanza para una breve mención

Si la cobertura periodística de la pobreza es circunstancial, sus productos, en términos de extensión, son modestos. Pese a la consensuada relevancia de la pobreza en la Venezuela contemporánea, las noticias sobre este tema inspiraron noticias inferiores al cuarto de página, entre 33% y 53% de los casos.

 

El aumento de materiales alusivos a situaciones de pobreza en momentos de catástrofe natural daría a pensar que el asunto goza de mérito periodístico. Sin embargo, así como el número de informaciones y comentarios suscitados por este tema alimenta la pauta de los tres diarios observados, el interés periodístico suele atomizarse en textos breves, principalmente noticias aisladas (entre 68% y 72%), que no alcanzan a nutrir materiales de largo aliento. En estos textos, la pobreza sobresale como un conjunto de hechos parciales que se desvanecen justo después de ser enunciados o se simplifican en anécdotas graves aunque predecibles: las privaciones de un grupo familiar en un refugio, el suspenso de otro que espera indemnización a raíz de la pérdida de su vivienda, la absorción de sus miembros –principalmente de género masculino y entre la adolescencia y la adultez temprana– en la espiral de la violencia y, en todos los casos, la efusión y su resignación consecuente ante el hecho natural de la muerte.

La pobreza casi siempre sucede en la gran ciudad

A juzgar por el desempeño de los tres diarios aquí estudiados, el periodismo nacional atiende las manifestaciones de la pobreza registradas en contextos urbanos nacionales entre 53% y 74% de los casos, muy por encima de las que se suscitan en contextos rurales nacionales, que oscilan entre 19% y 34%.

Este interés habla de una sintonía relativa entre periodismo y contexto que, en el ambiente masificado de la gran ciudad, asegura el funcionamiento de un contrato de lectura (Veron, 1985, p. 219) entre una empresa informativa, su lectoría mayoritaria y sus fuentes primordiales.

En los lugares urbanos de la pobreza se acumulan fallas naturales y estructurales padecidas por sus habitantes. Por lo tanto, las personas y grupos que habitan en esos espacios suelen ser asumidos, entre 22% y 44% de los casos, como fuentes de información primaria. Esas fuentes vivas anticipan el rol de las autoridades como proveedoras de datos suplementarios.

Las autoridades apenas si reaccionan ante lo que les sucede a los pobres

Mientras un diario de vocación popular como Últimas Noticias tenderá a articular sus textos periodísticos desde el testimonio de las fuentes vivas, diarios más alejados del modo de vida de la pobreza como El Nacional o El Universal fundarán su reporterismo desde testimonios de autoridades o representantes institucionales.

Las situaciones de pobreza agudizadas en contingencias de catástrofe generan, además de la situación de vulnerabilidad de amplios grupos sociales, acciones institucionales descritas por un ministro o el portavoz de una institución gubernamental. Este tipo de testimonio puede oscilar, dependiendo del periódico, entre 31% y 46%.

Si bien la acción institucional no se expresa necesariamente en forma de soluciones, al menos se manifiesta a través de pronunciamientos congruentes con su función ideal.

Las autoridades reinterpretan el caos reinante en los espacios sociales de pobreza como su responsabilidad. Ello no impide que sus labores y atenciones se manifiesten al término de una secuencia acumulativa de negligencia, falta de prevención y planificación. En este sentido, sus declaraciones se limitarán a describir un siniestro y a dar parte, tanto de sus secuelas como de las acciones desplegadas para controlar y normalizar la situación. Aquí tienen lugar dos operaciones discursivas paralelas: una que concentra el modo de vida de la pobreza en un grupo de ciudadanos comunes y otra que, de manera tácita, atribuye a unas autoridades (que actúan tarde o ineficientemente) las faltas que perpetúan las privaciones del modo de vida del primer grupo. El periodista se comparte entonces entre los espacios sociales de pobreza, las personas que hacen su vida en ellos y unas autoridades entre colapsadas o desentendidas.

Los pobres son una multitud de hombres jóvenes y mujeres solas, la mayoría entre mestizos y negros

El comportamiento de las fuentes guarda estrecha relación con las personas y grupos que encarnan la pobreza en la prensa y que la representan fotográficamente. La pobreza inspira fotografías entre 4% y 17%, y las personas que la representan son hombres entre 56% y 59% de los casos. Entre 21% y 38 se trata de un hombre entre el final de la adolescencia y la adultez temprana con tendencia mestizo-negroide entre 28% y 57% de los casos. Estos individuos incluyen ciudadanos perjudicados por situaciones de pobreza (que, en última instancia, pueden llegar a ser víctimas de hechos violentos o victimarios).

Las mujeres, cuya representación iconográfica oscila entre 36% y 44%, suelen figurar como símbolo de una intimidad doméstica dislocada por la tragedia –natural o social– pero restituida forzosamente en situaciones de contingencia. Así, ella será presentada como sostén de familia en viviendas inhabitables, en refugios de damnificados/afectados, en zonas de infraestructura degradada, etcétera. Su presencia puede también marcar situaciones más dramáticas: ellas pueden ser las acompañantes de un enfermo o de un herido o las dolientes de una víctima fatal.

Cuando la pobreza se conjuga en plural, los grupos mencionados son ciudadanos perjudicados por situaciones de precariedad, sistemáticamente desatendidos por las autoridades competentes y que, entre 19% y 31% de los casos, suelen ser caracterizados como masa anónima. Le siguen en orden de importancia el grupo de los afectados, los damnificados y los grupos desviados, que por lo general son actores en hechos violentos o reclusos. En este punto, existe una diferencia perceptible entre el enfoque de Últimas Noticias, por un lado, y El Nacional y El Universal, por el otro. Para estos dos últimos diarios, la pobreza es encarnada, entre 15% y 25% de los casos, por afectados y damnificados.

Así, la pobreza prefigura como una dimensión existencial que oscila entre imágenes-testimonio vinculadas con personas que sufren sus rigores o la cotidianidad exterior de un hombre que suele desenvolverse a la intemperie (esta última versión de la vida de pobreza puede inspirar caricaturas).

Es decir, según la mayor o menor cercanía de un diario con respecto a los espacios sociales de pobreza, ella será el objeto fotográfico de un retrato –manera de darle verosimilitud al testimonio de algún individuo pobre (el caso de Últimas Noticias)– o de un plano general que insertará el cuerpo de personas y grupos pobres en ambientes de espacios sociales degradados (los casos de El Nacional y El Universal).

Antes de proseguir, quisiéramos incorporar una explicación sobre el anteriormente referido aspecto racial de la pobreza:

El hecho de que el reporterismo gráfico encuentre en individuos mestizo-negroides el campo de la representación prevaleciente de la pobreza venezolana permite considerar la posibilidad de que ésta se encuentra caracterizada por un elemento fenotípico. Esto daría cuenta de un rezago histórico de exclusión social que puede confundirse en nuestro presente con la tendencia deliberada de las empresas periodísticas consideradas hacia la segregación social. Si bien la apariencia del personaje pobre emblemático no debe en ningún caso sobrevaluarse ni ser empleada como elemento perentorio de juicio, estimo que es útil al menos por dos razones: en primer lugar, porque permite describir el carácter de las imágenes atribuidas periodísticamente a la pobreza venezolana y, en segundo lugar, porque permite relativizar, a través del rol mediador y difusor de la prensa, la creencia de la existencia en Venezuela de una democracia igualitaria.

La pobreza se manifiesta entre la denuncia, la diatriba, el voluntarismo y la mera especulación 

La lectura periodística general de la pobreza, esbozada en los párrafos precedentes, inspira textos que traducen dos enfoques menores alternativos: una corriente de denuncias emitidas por las personas y grupos pobres (entre 10% y 24%) y una corriente estimativa y personal que puede dar lugar a escritos que se turnan entre la diatriba política –el nivel retórico que corresponde a la columna de opinión– y la proactividad altruista (entre 7% y 18%).

El primer efecto retórico pertenece a quienes sufren las situaciones de pobreza. Estas personas pueden pronunciar denuncias en el contexto de una situación de pobreza cubierta por un diario. También, convencidos del efecto amplificador de la prensa, pueden dirigir peticiones deliberadas –a menudo remitidas a un funcionario público de alto rango o, incluso, al mismo presidente de la República, quien, por razones instrumentales, será ensalzado– para obtener la satisfacción de alguna demanda. El segundo efecto retórico corresponde a comentaristas que, por lo general, se referirán a las apariencias perceptibles de la pobreza y que las transformarán en abstracción.

Esta contraposición esquematiza el discurso sobre la pobreza: ella se plantea ya sea como el modo de vida perteneciente a sectores socioeconómicamente vulnerables o como el efecto negativo de una serie de políticas deficientes. Por momentos, este grupo de textos puede anunciar otros de tono voluntarioso que plantean la pobreza como situación resoluble a través del concurso de voluntades particulares aliadas a iniciativas de rescate social animadas por la empresa privada.

La pobreza no inspira editoriales

Sin embargo, la pobreza no es tema frecuente de opinión y aún menos de editoriales (El Nacional es el único diario entre los tres que publica editoriales todos los días; en los cuatro meses estudiados del año 2005, la pobreza apenas motivó 7 editoriales). Su figuración como objeto de reflexión es esporádica.

Los dibujantes no se inspiran en la pobreza

En el caso puntual de las columnas de opinión, un primer indicador de la falta de interés que despierta la pobreza es la carencia de dibujos inspirados por este tema (menos de 4% cuando el dibujo interviene como ilustración para la columna, que a menudo describe la situación de un hombre inerme y a la intemperie).

Esta asociación del dibujo con la columna de opinión no es arbitraria. Los dibujos suelen incorporarse a las páginas de la prensa como puntal gráfico de la idea principal de un texto de carácter analítico o crítico. La carencia de artículos de opinión cuyo objeto central sea la pobreza repercute en la baja proporción de dibujos. Así, la pobreza se constituye en un tema lateral, apenas susceptible de extrapolarse a partir de sus síntomas.

La pobreza es una nube. Ni tablas ni gráficas para hacerse una idea

La vaguedad inherente al tema pobreza, que intensifica su figuración en tanto que secuela de una catástrofe, es aún más perceptible en su calidad de manifestación imponderable. Más allá de los puntos de referencia simbólicos organizados por un sentido común periodístico transferible a la lectoría, la pobreza no cuenta con recursos que sistematicen ni sus magnitudes ni sus procesos. Sólo se registraron entre 3 y 17 ocurrencias de tablas o gráficas motivadas por alguna situación de pobreza.

Conclusión. El vago discurso de la pobreza en la prensa diaria

La representación de la pobreza en los tres diarios estudiados se plantea como una eventualidad que, a pesar de sus estragos masivos y reiterativos, supedita la supervivencia de los grupos socioeconómicamente más frágiles a un caos estructural e institucional empeorado por la discrecionalidad del poder político. Ahora bien, ¿es esta representación mediática el producto de líneas editoriales deliberadamente trazadas o, más bien, una amplificación producida por la convergencia de representaciones sociales individuales en la empresa periodística?

El consenso relativo en torno de la idea de que la pobreza es el conjunto de síntomas que sigue a una catástrofe, natural o social, y de que los pobres son los personajes que corresponden a semejante estado de cosas plantea la necesidad de observar la relación dinámica entre quienes aportan los contenidos para los medios y los medios propiamente dichos. Así, el análisis se proyecta hacia otro ámbito: la empresa periodística como sistema de propagación de representaciones sociales previamente formadas. Insertas en una lógica industrial de producción simbólica, estas representaciones se homologan en una corriente editorial que puede transformar la pobreza en un problema naturalizado y con tendencia a permanecer estacionario.


Referencias

Calonge Cole, S. (1999). La representación mediática de la escuela básica en Venezuela. RevistAvepso, XXII (1), 45-60.

Moscovici, S. (1976). La psychanalyse, son image et son public. Paris: Presses Universitaires de France.

Veron, E. (1985). L’analyse du contrat de lecture : une nouvelle méthode pour les études de positionnement des supports presse. Médias : experiences, recherches actuelles, applications. Paris: Irep.


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