Henry David Thoreau publicó Desobediencia civil en 1848, año en que Marx y Engels publicaron el Manifiesto comunista. Ambos textos tuvieron implicaciones muy significativas para la humanidad, sobre todo en el siglo XX. Al comparar las ideas expuestas en cada uno, se puede afirmar que son casi antagónicos. Su interpretación sobre la humanidad, sus propuestas, así como los movimientos que inspiraron, son contrapuestos. Los postulados del Manifiesto comunista sustentaron la llegada al poder con revoluciones violentas, que llevaron al empobrecimiento masivo de sociedades en todas partes del mundo. Mientras que los postulados de Desobediencia civil sirvieron de inspiración para líderes de movimientos no violentos de transformación social, como Mahatma Ghandi y Martin Luther King.

Del texto de Thoreau cabe destacar tres elementos. El primero es su valoración de la condición y dignidad humana, que  lo llevó a denunciar y confrontar la esclavitud y la dominación militar de otros pueblos. En segundo lugar, su decidida apuesta por la no violencia como mecanismo de actuación política. Y, por último, su visión sobre el rol que el gobierno debe tener en la sociedad.

Cuando este texto fue publicado por primera vez, hacía dos años que Thoreau había estado preso en Estados Unidos por practicar la desobediencia civil. Su libro era, pues, la exposición escrita de las ideas que había llevado a la práctica al costo de su libertad. Se había negado a pagar impuestos a un gobierno que consideraba injusto por permitir la esclavitud y adelantar una ocupación militar en México, país al que ya habían despojado de más de la mitad de su territorio. Cuestión medular del argumento de Thoreau es el respeto y la promoción de la dignidad humana. La esclavitud es un factor de deshumanización que no toleraba. Aborrecía a quienes anteponían sus intereses económicos a la humanidad.

El debate sobre la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos tenía como centro político el estado de Massachussets. En su texto, Thoreau señala a algunos de sus propios vecinos como cómplices de la esclavitud, ya que se beneficiaban con el comercio y la agricultura para cuya prosperidad decían necesitar el vasallaje. Massachussets es, precisamente, el estado donde se inició la Revolución de 1775, que derivó en la creación de los Estados Unidos. Thoreau indica un camino al señalar uno de los centros políticos e intelectuales como detonante para el inicio de un cambio. Sin embargo, su propuesta sobre la forma de abonar a la causa de la dignidad humana era en esencia no violento. Es lamentable que no se hubiera impuesto su visión: los Estados Unidos pusieron fin a la esclavitud luego de una sangrienta y prolongada guerra civil.

La  controversia en torno a la esclavitud estaba presente en simultáneo en varias partes del mundo. En 1848, Francia proclamaba la Segunda República y revocaba el ominoso yugo. En Venezuela se habían dado algunos pasos desde el decreto de Bolívar en la Expedición de los Cayos en 1815, pero la abolición no se concretaría hasta 1854. Sin embargo, la violencia política seguía siendo una constante en el país. En 1848, el presidente autoritario José Tadeo Monagas se atribuyó facultades extraordinarias, lo que generó un firme cuestionamiento del parlamento. En respuesta, los aliados liberales de Monagas asaltaron el congreso con una turba que asesinó a los parlamentarios conservadores Francisco Argote, José Antonio Salas y Juan García, e hirió de muerte a Santos Michelena. El brutal episodio dispararía una nueva guerra civil.

En su texto, Thoreau se opone enérgicamente a la ocupación militar de los Estados Unidos a México. Argumenta que los soldados debían conducirse según su conciencia y no actuar como máquinas. Postula el arbitrio de la conciencia humana por encima incluso de la ley. Su llamado a los soldados no es una convocatoria a la violencia contra el gobierno, es una citación a la desobediencia de las órdenes espurias que apuntan a la dominación. La historia le ha dado la razón a Thoreau. Se ha constatado que la ocupación militar de una potencia a un país resulta en toda clase de abominaciones.

Con respecto a su visión sobre el rol del gobierno, Thoreau plantea que “el mejor gobierno es el que no debe gobernar en absoluto”. Se define como “ciudadano” y no como “antigobiernista” e insiste en que siempre se debe exigir un “mejor gobierno”.

Al leer a Thoreau a casi dos siglos de la publicación de su libro, y desde Venezuela, comparto que la sociedad debe ser vibrante y ocupar la mayor cantidad de espacios. Sin embargo, he comprobado en la experiencia que los proyectos humanos más valiosos son producto de la colaboración y de la organización. Los ciudadanos con conciencia deben articularse para lograr proyectos significativos. El gobierno es una importante forma de organización humana, que ha permitido el avance de las naciones, como lo han sido las empresas privadas y las instituciones sociales. El exceso de gobierno, así como su falta absoluta, deriva en grandes injusticias. Los retos más relevantes que enfrenta la humanidad, como el cambio climático, el aumento desbocado de la desigualdad, la irrupción de movimientos terroristas y la consolidación de proyectos políticos xenófobos y proteccionistas, demandan mejores gobiernos en todo el planeta. Para lograrlo necesitamos ciudadanos que lo exijan desde su participación y el libre ejercicio de su conciencia.

Han pasado 170 años desde que este texto iniciara su andadura. Estados Unidos y Europa han registrado un auge de proyectos populistas con rasgos mesiánicos para quienes la solución a todos los problemas pasa por confiar en un líder capaz de regresar la grandeza del pasado. El planteamiento de Thoreau conserva su vigencia y relevancia: llama a la conciencia de los ciudadanos para enfrentar las injusticias del gobierno o de cualquier grupo de poder. Injusticias como las que vemos hoy en la frontera entre Estados Unidos y México, donde niños son separados de sus familias que huyen de situaciones desesperadas en Honduras, Guatemala y El Salvador.

Han pasado 170 años y este texto tiene gran pertinencia para Venezuela. El intento de aplicación del Manifiesto comunista ha traído la peor crisis económica, social y política de nuestra historia. La dignidad humana ha sido pisoteada de mil maneras. El régimen se aprovecha del hambre que ha diseminado para chantajear con comida a cambio de lealtad a una claque cleptómana que pretende perpetuarse en el poder. Someten a la población a una crisis que mata por falta de alimentos y medicinas. Asesinan, encarcelan y torturan a quien se opone. Generan refugiados desde un país que por décadas fue albergue para inmigrantes.

En Venezuela se presenta una paradoja con respecto al rol del gobierno. Hay exceso y ausencia absoluta de gobierno al mismo tiempo. El régimen pretende controlarlo todo, ser empresario, actor social, regulador y detentador de todos los roles. En realidad, con excepción de la hegemonía de los recursos y la represión, no asume ninguno. Como decimos en criollo, para aludir a alguien que incumple sus labores al tiempo que obstaculiza su ejercicio por parte de otro, no lava ni presta la batea. No observa ninguna de las responsabilidades que se reserva. Desde las atribuciones clásicas del Estado, como la seguridad o la educación primaria, pero también la provisión de servicios básicos como electricidad, agua, gas para cocinar, transporte público, así como áreas que no deberían corresponderle, pero que han cooptado, como la producción de alimentos. En todo defrauda y, con mayor saña, en las comunidades más vulnerables.

Se ha confirmado también la apreciación de Thoreau sobre las nefastas consecuencias de la ocupación militar. Venezuela lo padece con la intervención de Cuba en las Fuerzas Armadas venezolanas. La dictadura se sostiene por la obediencia de los uniformados, a quienes han encomendado reprimir las demandas justas de un pueblo que clama por cambio. Quienes están en el poder se han propuesto imponer la idea de que la solución a esta crisis solo puede ser violenta, y que quienes lo intenten se exponen a terribles consecuencias. Juegan con fuego. Parecen olvidar que hace 170 años estalló una guerra civil en nuestro país luego de un asalto al parlamento.

La esperanza para Venezuela está en asumir de forma masiva el planteamiento de Thoreau. La determinación de no violencia. Una estrategia signada por la dignidad humana. Con este espíritu hacemos un llamado a la conciencia de todos los venezolanos a no acatar un régimen ilegítimo. El final de las dictaduras suele ser una incógnita. A diferencia de los procesos democráticos, en las autocracias no hay fecha de caducidad. Con la caída del muro de Berlín quedó evidenciada la debacle del proyecto más amplio, poderoso y largo que intentó imponer el Manifiesto comunista. Quienes vivieron ese momento, recuerdan que el sistema estaba en crisis, pero parecía consolidado… Nadie anticipaba que un buen día se desplomaría.

Un desenlace a la crisis que vivimos los venezolanos será posible desde la organización de los ciudadanos. Desde la creatividad y la desobediencia civil. El texto a continuación fue inspiración para la liberación de la India y el avance de los derechos civiles en los Estados Unidos. Su lectura y aplicación serán fundamentales para la construcción de una solución para Venezuela.

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Desobediencia civil

Henry David Thoreau

Traducción: Max Flint

Epílogo: Henry Miller

Editorial Dahbar

Caracas, 2018


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