Rowena Hill / Vasco Szinetar©

Fausto en su laboratorio en la selva

al cabo de siglos de esfuerzos

por captar el origen de la vida

cree divisar un embrión.

 

En el crisol cargado de flores

y piedras raras de colores

se hinchan abalorios lustrosos

que traslucen un germen carmesí.

 

Extasiado Fausto palpa una bolita,

el envoltorio grasoso se disuelve,

al contacto con el grano encarnado

el caldo oscurece, se vuelve ceniza.

 

Saltan gérmenes al entorno,

los árboles en fila se marchitan,

caen pájaros muertos en el aire.

Fausto se encoge y ahoga.

***

Fausto en su laboratorio en la selva

al cabo de siglos de esfuerzos

por captar el origen de la vida

desespera y hace una parodia.

 

Llena el crisol de estiércol

con algunas lenguas de murciélago

espinas venenosas

y gotas de su propio sudor;

 

al hervir arroja una burbuja

con dentro un ovillo

quizás un polluelo que se hincha

y revienta la esfera.

Se eleva una figura alada

resplandeciente hacia el cielo

dejando una estela dorada

de cantos de júbilo.

Rowena Hill


Fausto en su laboratorio en la selva reinterpreta

el caos sobando la cabeza a sus dos fieles perros

en el hueco oscuro donde hizo nido rehuyendo de

su amo, con el que vuelve a pactar con la promesa

de hallarle cura al coronavirus para salvar a los

humanos otra vez, debiendo penetrar lo hondo con

cristales de los cráteres sibilinos y fragmentos

del meteorito que recién cayó en un trozo roído de

América ~sin luz ni agua sin internet ni directv~

en su forzosa maniobra de enderezarle los dientes

a la sinrazón, rebanar algunos sesos y voltear la

morfología de crueldad a estos otros carceleros.

De seguro que, insatisfecho, enlazará su pescuezo al

caballito del diablo hasta la próxima reencarnación.

Edda Armas


Fausto en su laboratorio

en la selva,

con las ventanas abiertas para ver los incendios

(los árboles desnudos a destiempo),

rodeado de instrumentos afilados, con manchas,

quizá,

sanguinolentas,

de ácido guardado en botellas,

de tubos enormes para abrir

de un golpe,

con mucha fuerza,

sí,

la cabeza de un buey

o una persona adulta,

de cables para colgar a cualquiera de los pies,

coser groseramente la lengua,

 

con música en los altoparlantes,

 

Fausto sin dejar de silbar en su

laboratorio

en la selva,

un hangar limpio pintado de celeste,

 

produce concentrado un muñeco

mediano inflable

pálido, ojeroso,

de manos enormes,

un muñeco furioso

que grita,

corta,

pega,

arrebata,

deshuesa,

lo llama Padre Santo,

llora al arrodillarse, como un niño;

 

Fausto en la selva, frente al laboratorio,

bendice a aquella réplica

y le dice que vaya,

que en su nombre grite,

corte,

pegue,

arrebate,

deshuese

a quien elija,

por gusto o por destino,

que vaya y rompa los vidrios de los supermercados

 

y Mefistófeles,

obediente,

diciendo Padre Santo,

destroza una ciudad

por gusto,

por destino;

 

Fausto en su laboratorio,

en la selva,

se fuma un Gaulois;

 

quizá más tarde llueva

Luis Moreno Villamediana


Fausto en su laboratorio en la selva se niega a que Wagner toque

sus instrumentos y termina por arrebatarle todos los sueños con

homúculos. Fausto decide hacer él mismo un brioso hombre nuevo,

pero no de la nada ni con extrañas pociones y metales. Mejor toma a

algún ser ya existente y le corta seis dedos de las manos y ocho de

los pies; clava agujas y pinzas en busca de sus retinas, y lo tatúa de

pies a cabeza con un punzón ardiendo. Con bellos dibujos, eso sí.

Finalmente lo encierra en una estrecha jaula que abandona en el

último rincón de su cueva y sale en busca de Mefistófeles para que,

por favor, de una vez por todas le devuelva el bendito contrato.

Silda Codorliani


Farsantería a la criolla

“Fausto en su laboratorio en la selva” supo que Émilie du Châtelet, más recordada en el mundo de los cotilleos como la amante de Voltaire, fue una destacada y egregia intelectual, quien por petición del mismo Voltaire, realizó la primera traducción de los Principia de Isaac Newton e introdujo por primera vez la noción de energía en las ciencias. No es casualidad que precisamente a finales del ilustrado siglo XVIII, ese siglo de grandes revoluciones que redefinió la idea del poder, se comprendió que para transformar las sociedades era necesario controlar las maneras de generar energía. No en vano, William Blake dijo “la energía es un deleite eterno”. Desde entonces, la humanidad ha experimentado un progreso sostenido e indetenible de bienestar. Se entendió que para tener hegemonía es requisito sine qua non la búsqueda, desarrollo y control de las energías. El recurso energético más esencial sigue siendo la electricidad, todos los demás recursos son insustanciales ante la carencia de electricidad. Quienes controlen las fuentes de generación eléctrica tendrán toda la disposición de controlar lo demás. Irónicamente, en Venezuela el control del sistema eléctrico se ha traducido en una dilapidación de ingentes recursos asignados. Es la mediocridad y la farsantería lo que ha imperado. Desde el año 2009 se ha declarado una emergencia eléctrica, militarizado la empresa, capturado iguanas como saboteadoras de los cortes de luz y acusado al imperio de un ataque digitalizado al sistema analógico del Guri en pleno cénit de nuestro verano caribeño. Todo esto en paralelo con el destino de nuestra empresa petrolera, quizás peor. Sin duda alguna, electricidad y petróleo son las dos principales fuentes de energía que utiliza la humanidad, pero henos acá en un paraíso de aguas y restos fósiles careciendo de los recursos más esenciales por las escaseces de luz y gasolina. La ineptitud en su máximo apogeo, andando por manidos derroteros en estos tiempos de pandemia, mientras Fausto en su laboratorio sopesa las consecuencias de esta tragedia.

Adel Khoudeir


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