CRISTINA GÁLVEZ MARTOS/VASCO SZINETAR

Por CRISTINA GÁLVEZ MARTOS

Golondrina

Escapaste de una caja de dulces, con alas sombrías y corazón de guinda: relleno de almíbar púrpura, composición geométrica de lo lóbrego y lo puro.

Surcaste rauda como una estrella e invocaste la lluvia.

Avecilla de la tormenta, se acerca la nube bestia tras de ti, con la boca abierta

En mí tienes guarida. Interna tu vuelo en la oscuridad de mi pecho.

Tarsero fantasma

En cada globo ocular lleva una noche dorada, donde ocurre una danza o se conjuga una frutal nebulosa. Qué universo arbolado hay en esas esferas, qué música estrellada de bolas tintineantes, o sonido de cabellos de aparecida al viento.

Si la luna es de cobre, es por sus ojos ciegos.

Los dedos galácticos se sujetan al tronco, su silencio de menta es borboteo lento de río profundo, la dimensión en que habitan los seres que no existen, los espectros de largo rabo blanco.

Oso

No, I am none of these meaningful things, not yet.

Mary Oliver.

Simétrico y redondo, la estrella constela la leche de tu carne.

Giras, reluces como el diamante y en tu boca se hace oscuro.

Si uno tu garra con mi mano, me hundo en la palabra noche

nunca más he de temer el rastro rojo, las arterias del tambor;

tengo la fuerza de tu piel.

Desde el firmamento, abre las hojas del camino que aún no es mío,

sopla tu magia en la mitad de mi frente.

Polillas

Veremos cómo está hecho el cuerpo delicado de la polilla.

Un gusano suave y liviano. Adentro del cilindro mullido, una serie de compartimientos, habitaciones mínimas que contienen las funciones de la digestión, la reproducción, y algún tipo de pensamiento.

Está toda recubierta de una pelusa de durazno plateado. Tres pares de patas, antenas que son perfectas plumillas: con ellas consagra e invoca a ciertos espíritus, en una dimensión de susurros.

La polilla es del polvo, se cría en los desfiladeros del recuerdo, devora palabras desechas y perdidas. Con eso engorda y se convierte en un ser que espanta. La polilla trae mensajes de otro mundo, carcome las compuertas del futuro y del pasado.

También se alimenta de cereales y de harinas. Preferimos ese tipo de polillas, blancas y con las alas muy juntas, que en su vida de alacena no irrumpen en nuestra paz.

Culebra

Largo retazo de tela negra, río entre las raíces del árbol.

Es la canción del jardín frutal.

Mi abuela soñaba que se le enredaban en el cuerpo y hacían vibrar su lengua, delgada y bífida.

Era la canción del alma inmortal de mi abuela y sale también de mi boca:

Somos una sola, larga culebra,

una sola larga generación.

No pueden separarnos: mi corazón es tu espejo.

Madre y yo nos miramos en el mismo escalón del tiempo

nadie ha caído del paraíso.

Panterita negra

Panterita negra, espíritu de la montaña, aliento de orquídeas. Bajo tu piel hay un jardín de cayenas. Te subes a las ramas altas de mi sueño. Allí, las esmeraldas de tus ojos son mis aretes y las estrellas diamantes que me coronan.

Ánicca Casiopea es tu nombre. Ánicca es lo impermanente, el principio de constante mutación, una de las tres condiciones de la existencia. Casiopea es el lugar hacia donde navegan los muertos, una isla adornada de cirios, tan lejos que ya no pueden enviarnos cartas.

Tienes también un apodo doméstico, no sabemos cuál de tus nombres es la palabra  secreta. Me guardo una sílaba bajo la lengua para invocarte.

Inocente y negra como un ritual, perfumas la bóveda de mi mente y me espantas los pensamientos. Me haces reina del país de mis sombras.

Cabras

Parecía que los árboles daban cabras. Porque todas se subían a las ramas y balaban. Eran árboles musicales de cabras, como los hay de pájaros, de gallinas, de murciélagos.

Estos eran árboles de cabras. Algunas tan blancas como un pueblo nevado.

De pupilas rectangulares, cabras que caían tiesas del susto, que reían con las niñas locas y saltaban de alegría.

Desafiaban la gravedad, ascendiendo por pendientes verticales.

Chagall las pintó volando, sobre fondos azules de sueño.

Cabras desobedientes, magas de su danza. Les decían tercas, locas, les decían malas.

Mantis

A Caneo.

Lo que maravilla de la mantis es su figura femenina y vegetal. Su anatomía: las pinzas con que sujeta y deglute. La fricción musical de sus élitros. La frialdad del gesto analítico y la red azul de los ojos.

Y el purísimo espíritu de clorofila pálida, que abriga más allá, en el ala, una suavidad de mariposa.

Interior de virgen madre, criatura-cristal que observa, con ciencia y precisión, el mundo circundante.

Monarcas

La monarca pertenece a un reino más elevado. Cayó derecha de un rayo de luz. Un ángel oscilante, naranja y negro.

El huevo transparente da a luz una larva. Tendrá que mudar sucesivas pieles, hasta ser oruga suave, gomosa y colorida. Luego, tejerá una bolsa de seda, para dejarse caer y permanecer en la nada, durante diez días.

La mariposa no resucita al salir de la crisálida, porque lo que emerge es un ser completamente diferente. Se trata de un proceso alquímico: la oruga muere pero permanece viva, se le añade otro pedazo de alma.

Son en total cuatro estadios, cuatro procesos con sus transformaciones intermedias: Huevo, Larva-oruga, Crisálida, Mariposa. Cuatro estaciones, cuatro elementos, cuatro vientos y cuatro fases lunares. El cosmos se mantiene en pie, apoyado en cuatro puntos.

Para los budistas y los shaolines, el naranja es el color de la transformación.

El Tetrad simboliza a Dios. Millones de retazos de luz descienden a los templos.

*Pertenecen a su libro Fauna de cal. Ediciones Azalea, 2023.

Caballito de mar

Un dragón que lleva un hada sobre el lomo. Van hacia el reino en procesiones, entre ricas telas, sedas de colores. Una pieza de orfebre, una joya-bicho que se mueve, a través de un mecanismo de caja de música.

El ser más delicado. Flor que convulsiona, redondez que acaba por hacer erupción y dar a luz incontables, minúsculos caballitos.

Caballito, palabra de un sueño. Ser de mis sueños. Ente apacible de mi inocencia.


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