El nacimiento de Venus

Por CORINA YORIS-VILLASANA 

Cuando se habla del Eterno Femenino, inmortalizado por J. W. Goethe en el sublime coro final del Fausto: Lo inaccesible se hace aquí acontecimiento / Lo eterno-femenino nos arrastra hacia lo alto, se asocia con un concepto idealizado e inmutable de mujer. Ello, a su vez, ha originado, a lo largo de la Historia, numerosos debates e interpretaciones, en muchas ocasiones, contradictorios entre sí.

La mujer es enaltecida como un ser angelical, poseedor de virtudes que le dan una esencia muy específica y diferenciada del hombre. De tal manera que, al atribuirle una suerte de naturaleza etérea, algunos analistas y críticos han enfatizado que este arquetipo de mujer es una creación patriarcal que ve a la mujer como un ser pasivo, dejándole la acción al hombre.

Pero ¿es así el arquetipo de mujer en las diosas griegas? En la Antigüedad, tanto en los mitos como en los rituales, a la mujer se le vincula con el misterio. El misterio de la Vida, el misterio de la Muerte.

Es en esa dicotomía donde se crean los grandes relatos de las distintas generaciones de las diosas. Así, encontramos los misterios eleusinos, ritos de iniciación anuales al culto a las diosas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis, antigua Grecia; ambas diosas son anteriores al panteón olímpico. No se olvide que por ritos de iniciación se entiende la transición de un estado a otro en la vida de una persona. 

Deméter es la diosa griega de la agricultura, simboliza los ciclos tanto el de la vida, como el de la muerte; se le considera protectora del matrimonio y de la ley sagrada. Fue venerada como la “portadora de las estaciones” en el célebre himno homérico, fechado hacia el siglo VII a. C.: Por ti Deméter augusta, la de hermosa cabellera / Entonamos este himno, y Perséfone tu hija / A la que Hades robó, con el permiso de Zeus (…).

Arianna Stassinopoulos, al describir a Deméter en el inigualable libro Gods of Greece, nos regala una expresiva definición de la diosa y su hija Perséfone; Deméter es Madre y todo lo que ello engloba; la tierra madre, pero también la madre básica, la madre que se llena de ira, la que siente aflicción, la madre que ama, la madre posesiva. Pensar en Deméter es pensar en Perséfone. «En la mayoría de las esculturas antiguas de Deméter y Perséfone, se las ve mirándose profundamente a los ojos, y el secreto que comparten a través de su mirada penetrante está en el corazón del mito de Deméter. «Cada madre contiene a su hija en sí misma, y cada hija su madre, y cada mujer se extiende hacia atrás hacia su madre y hacia adelante hacia su hija»».

El mito de Deméter y Perséfone ha sido considerado como uno de los más espléndidos, insondables y apasionantes de toda la mitología griega. Perséfone, llamada también Kore, que en griego significa doncella, es raptada por Hades, dios del inframundo. Deméter, desesperada y transida de dolor, la busca durante nueve días y nueve noches; deja que todo se marchite y muera. Al décimo día, Hécate se compadece de ella y la ayuda a rescatar a Perséfone con la anuencia de Zeus. Pero, Perséfone acepta unas semillas dadas por Hades y las come. ¡Quien ingiera comida del Inframundo queda condenado a volver siempre a él! Así, Perséfone pasa tiempo en la tierra y tiempo en el inframundo. Quedan de esta manera determinadas las estaciones del año, abundancia y cosecha, por una parte; escasez e infructuosidad, por otro. Cuando Perséfone va al inframundo, Deméter llora, y son sus lágrimas la lluvia que cae sobre la Tierra.

Cada sentimiento y acción de Deméter posee un profundo significado. Los analistas del mito señalan varios niveles. Uno, vinculado con el dolor de Deméter ante la pérdida de la hija, ha sido considerado como la búsqueda interior del niño, “el niño divino que necesitamos desesperadamente para reconstruir la totalidad perdida en nosotros mismos y terminar con el dolor de separación que es parte de nuestra encarnación en la tierra”. Otor símbolo se relaciona con la madre elemental y el «eterno femenino»; Deméter personifica los misterios más sublimes de la naturaleza del ser humano y los ciclos alternativos de exuberancia y rastrojo incluidos tanto en la naturaleza como en la naturaleza humana: v.gr. cambio de las estaciones, y en la acción humana en el flujo y reflujo de nuestras vidas emocionales y espirituales.

Sin agotar las riquezas del mito, recordemos unas breves palabras de C.G. Jung: “Deméter y Kore, madre e hija, extienden la conciencia femenina hacia arriba y hacia abajo, y amplían la mente estrechamente consciente unida en el espacio y el tiempo, dándole insinuaciones de una personalidad mayor y más integral que tiene una participación en el curso eterno de cosas”.

No olvidemos que el rapto de Perséfone (Proserpina en la Mitología Romana) es uno de los mitos que ha inspirado a más artistas. Por tan solo recordar a algunos, citemos El rapto de Proserpina de P.P. Rubens, 1636.37, exhibido en el Museo del Prado y que llegó a formar parte de la colección de raptos de la Torre de la Parada. En el Museo del Louvre se encuentra un óleo en lienzo, obra de Niccolò dell’Abbate: Rapto de Proserpina. Una de las más famosas representaciones del mito es la escultura realizada por Gian Lorenzo Bernini entre los años 1621 y 1622, El rapto de Proserpina. Bernini logra una obra excelsa al emplear una ordenación vivaz en espiral, donde puede observarse a Hades (Plutón), de pie y Perséfone (Proserpina,) prácticamente sentada sobre el cuerpo del dios; también está además el perro de tres cabezas, bajo los pies de Perséfone, el Cancerbero, guardián del Hades. El mármol ha sido trabajado con tal maestría que parece cobrar vida ante la vista del espectador. Sublime.

Al continuar relacionando el eterno femenino con las diosas olímpicas, es obligatorio mencionar a Hera (Juno, en la mitología romana). La “Diosa de los dioses”, esposa de Zeus, celosa, vengativa, pero también posee los atributos de la diosa madre, deidad de fertilidad general.

Una de las más hermosas obras de arte relacionadas con Hera es el Origen de la Vía Láctea.  Óleo pintado por Jacopo Tintoretto hacia el año 1575. Actualmente, este cuadro se exhibe en la National Gallery de Londres. La obra representa el mito del surgimiento de la Vía Láctea. Zeus, en sus aventuras extramaritales, tuvo un hijo, Heracles, con una mujer humana, Alcmena. Zeus quería que su hijo se alimentara de la leche de Hera, logra engañarla y consigue que Heracles se amamantara fugazmente del pecho de la diosa. Esta advirtió ágilmente la treta y retiró violentamente a Heracles; de su pezón cayeron algunas gotas de leche que se incrustaron en el firmamento, dando así origen a la Vía Láctea. ¡Maravillosa Vía Láctea que está impregnada de la leche materna de una diosa!

Por su parte, Atenea (Minerva en la mitología romana), diosa de la sabiduría, con sus «ojos de mochuelo», aparece acompañada por esta ave en sus representaciones. De allí que, en la Filosofía, el mochuelo ha devenido en su distintivo, aunque históricamente y de manera errónea, se le ha llamado “la lechuza de Atenea”, o “el búho de Atenea”. Lo peculiar en Atenea, nacida de la cabeza de Zeus, guerrera, custodia de la paz, es que los atributos masculinos heredados de su padre, como la agresión, Atenea los transforma, y la violencia la trasmuta en su poder de convicción, conjugando así notas del carácter de Zeus con su aporte femenino.

Hay numerosas representaciones escultóricas de Atenea, pero quiero destacar la pintura realizada por Sandro Botticelli, Atenea y el centauro (Minerva y el centauro), exhibido en la Galería de los Uffizi en Florencia. Botticelli realizará una serie de escenas mitológicas entre las que destacan el Nacimiento de Venus, Venus y Marte o esta imagen de Atenea.

Las menciones a las diosas anteriores han sido breves, porque también quiero detenerme en Afrodita (Venus en la mitología romana) como lo hice con Deméter y Perséfone. Es la diosa del amor y la fertilidad.

¿Cómo nace Afrodita? Para conocer el mito es necesario recordar que Urano, el cosmos, y Gaia, la Tierra, tuvieron por hijos a dioses, Titanes, Cíclopes y Gigantes. Es de especial mención Kronos, quien, en complicidad con Gaia, mutila los genitales de Urano y los lanza al mar.

La sangre de Urano empapó la Tierra, y nuevamente la fecundó. De esta manera brotaron las Erinias (las Furias), aterradoras diosas de la venganza, del escarmiento, quienes son las encargadas de no permitir que haya crímenes impunes.

Además, en el mar brota una espuma, producto de los genitales de Urano, y, de ella nace Afrodita, la más bella entre las bellas; brota apaciblemente de las aguas, resguardada en una gran madreperla.

Los céfiros, vientos templados y húmedos que soplan del oeste, la impulsan sobre el oleaje hasta que llega a las playas de Chipre, y allí la esperaban las Horas (las Estaciones), coronadas de oro y llenas de júbilo. Precisamente las Horas la visten y le acicalan los dorados cabellos con violetas, flores que simbolizan simplicidad, sutileza y delicadeza. Es conducida al Olimpo donde todos quedan extasiados ante su hermosura.

El simbolismo de su nacimiento es muy valioso; de la escisión entre Urano (firmamento) y Gaia (Tierra) brota una hija, incluso después de esa separación. Así, Afrodita es la diosa del inicio de la creación, es el principio; no solo se le debe vincular con la maternidad, ella es, a su vez, engendrada por el mar. En definitiva, es el mar que, en lontananza, une cielo y tierra.  Los rituales que acompañaron a Afrodita son igualmente maravillosos. Cada año, en Pafos, Chipre, se llevaba a cabo el baño de Afrodita, las sacerdotisas la llevaban al mar y la sumergían en las aguas. Así, renace cada año.

El nacimiento de Afrodita dio origen a una de las obras maestras de la historia del arte, “El nacimiento de Venus”, de Sandro Boticelli. El cuadro está realizado al temple sobre lienzo, exhibido en la Galería de los Uffizi en Florencia.

No hay diosa fea; todas ellas poseen el atributo de la belleza. Todas dan y reciben amor. Pero, Afrodita es Belleza y Amor, así, en mayúscula. Con la extraordinaria capacidad descriptiva que tiene Arianna Stassinopulos nos dice que Afrodita es ‘un dios cercano incapaz de mantener su distancia’. Afrodita irrumpe en nuestra intimidad mejor guardada; encrespa nuestros deseos más intensos. Las únicas que no se rinden ante ella son, justamente, Atenea, Artemisa y Hestia. “Encarna la maravilla, la magia, el poder de la feminidad primordial. La víspera arquetípica de la Tierra. Toda la feminidad. Hunde a los hombres en el más profundo pantano de la sensualidad y los eleva a la exaltación de la unión cósmica”. Y esa dualidad de la diosa del Amor y la Belleza se encuentra finamente representada en el mito de Eros y Psique.

La narración es sublime; como Psique era tan hermosa, Afrodita, celosa de tal belleza, le pidió a su hijo Eros (Cupido) que lograra que Psique se enamorara del ser más espantoso sobre la faz de la Tierra. Pero, Eros es quien se enamora de Psique y para que su madre no se enterase, le pide a Psique que se amen en la oscuridad.

Cuando Psique flaquea, ante la imperiosa necesidad de saber, enciende una vela y con esta luz consigue ver y extasiarse ante la belleza de Eros.  Una gota de aceite quema a Eros y este, al darse cuenta de lo que está pasando, grita: «El amor no puede vivir con sospecha», y se va volando.

En esta parte del mito se debe señalar que, en una perspectiva, el acto de Psique es visto como sospecha, curiosidad; sin embargo, desde otra perspectiva, más aguda, es la exigencia del alma (Psique significa Alma) por la luz y la conciencia, su oposición a relacionarse en las tinieblas.

Como Psique recurre a Afrodita para que interceda ante Eros, la diosa le impone como castigo una serie de tareas, prácticamente imposibles de llevar a cabo. Aun así, Psique las hace y, la más difícil de todas, ingresar al Inframundo y allí poner en la caja que Afrodita le ha dado una gota de la belleza de Perséfone, la belleza del alma de las profundidades, Psique logra exitosamente cumplir la tarea final; de esta manera, da un giro de 180° a su amor con Eros: del amor oscuro y anónimo pasa al amor donde lo terrenal y lo divino se fusionan.

Este mito ha sido inmortalizado en el Arte con la famosa escultura de Psique reanimada por el beso del amor, también llamada El amor de Psique o El beso.  Esculpida en mármol blanco, siglo XVIII, por el artista italiano Antonio Canova. Está conservada en el museo del Louvre en París (1).

Mitología, Arte, Filosofía ayudan a comprender el significado que cada dios ha trascendido en los tiempos y nos recuerda que todos también poseemos las mismas pasiones por ellos representadas. Las diosas son arquetipos que deben ser bien interpretados, pues en ellos están presente algunos conceptos que, en la Antigüedad no significaban lo mismo que hoy en día. Por ejemplo, cuando se habla de las diosas vírgenes, se debe tener muy claro, que para los griegos la virginidad simboliza todo aquello que no concierne a un hombre, que no la impulsa a necesitarlo, y mucho menos a buscar su aprobación. Una mujer no es igual a su arquetipo; lo transciende.


1 NB: Son muchas las fuentes consultadas, imposibles de referenciar en un artículo de prensa.


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