LUIS COBELO, POR RACHELLE DEROUIN

Por MÓNICA PUPO

En esta entrevista, nos adentramos en el mundo de Luis Cobelo, cuya presencia inicial podría parecer intimidante. Sin embargo, su voz pausada y serena invita a la escucha, disipando cualquier ansiedad. A pesar de su apariencia de rockero, con tatuajes y un corte de cabello distintivo, Luis es un ser humano de profunda sensibilidad. Esta cualidad se refleja en cada aspecto de su trabajo creativo.

¿Cuál fue el origen de tu pasión por el fotoperiodismo en Venezuela?

Inicialmente, mi interés estaba en el periodismo, y comencé a estudiar esa carrera en la Universidad del Zulia, junto con filosofía. Sin embargo, me desilusioné con el enfoque que se me impartía en el periodismo, mientras que la filosofía me ofrecía una libertad de pensamiento que me resultaba más atractiva. La fotografía y el periodismo se fusionaron en mí de manera orgánica y espontánea. Descubrí una fuerte vocación por el periodismo y con el tiempo me convertí en un fotoperiodista independiente, viajando por el mundo para realizar reportajes sobre temas que me apasionaban.

¿Cuáles fueron los temas que te apasionaron más como fotoperiodista?

Me interesaba la actualidad mundial. Mi primer reportaje fue sobre el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001. Antes de eso, pasé cuatro años trabajando en periódicos locales de Barquisimeto, donde cubría sucesos, sociales, retratos y política. Observé que se homenajeaba a los bomberos y policías, pero me intrigaban las personas anónimas que también perdieron la vida, quienes fueron más numerosas. Realicé un reportaje sobre los espacios vacíos que dejaron en sus hogares, en sus habitaciones. Lo titulé Álbum de ausencias, el cual fue mi primer reportaje publicado en una revista española. A partir de entonces, me dediqué al fotoperiodismo independiente.

¿Qué impacto tuvo en ti ser fotorreportero de sucesos?

Fue una experiencia difícil pero también enriquecedora en términos formativos. Aprendí a trabajar con rapidez y precisión, pero también me volví más insensible. Me acostumbré al drama de la muerte y la pérdida, pero también me vi obligado a mantener una actitud impasible. Creo que el trabajo en la fuente de sucesos te prepara para muchas cosas, pero también te exige mucho. Algunos se adaptan, otros no. Yo me adapté, pero perdí empatía con las personas que entrevistaba. Solo buscaba capturar la imagen y seguir adelante. No me detenía a considerar el dolor de los demás. Reconozco que esto no estaba bien, pero nadie me orientaba al respecto. Me enseñaron a ser un depredador, a buscar la noticia sin contemplaciones. Con el tiempo, reflexioné sobre cómo esta experiencia me había moldeado y aprendí mucho de ello. No lo ignoré, sino que lo analicé.

Como fotorreportero, estuviste expuesto a grandes riesgos que amenazaron tu vida. ¿Cómo lograste equilibrar la protección de tu obra, que es tu legado y testimonio, con el instinto de proteger tu propia existencia?

Detesto la idealización de la fotografía y del ser fotógrafo; no somos superhéroes ni personas superiores. Es un oficio importante y serio, pero no es mejor que ningún otro. Debemos cuidar nuestra salud mental, física y nuestras energías, sin sacrificarlas por intereses ajenos o por exigencias de los medios para los que trabajamos. A menudo se nos pide excelencia absoluta, a cualquier costo, pero debemos ser conscientes de nuestros límites y priorizar nuestra seguridad y bienestar.

¿No te parece irónico que se priorice la preservación del material fotográfico mientras que la situación actual de nuestros archivos, incluyendo los de los periódicos, no se conserve adecuadamente? Después de todo, son una parte importante de la historia de Venezuela, ¿verdad?

Es ciertamente irónico. Recientemente, mientras trabajaba en un proyecto relacionado con mi experiencia en un periódico de Barquisimeto, solicité acceso a su archivo. Me informaron que, lamentablemente, parte del material se había perdido y el acceso al archivo físico estaba restringido debido a una inundación. Esta situación plantea interrogantes sobre la intención de preservar el archivo por parte de los propietarios. Los archivos son esenciales para nuestra comprensión del pasado y para orientarnos hacia el futuro. El papel, ya sea fotográfico o de texto, sigue siendo fundamental. Por tanto, es esencial preservar y cuidar nuestro trabajo y legado para el beneficio de las generaciones futuras.

En tu trabajo actual, centrado en los fotolibros y las exposiciones, ¿de qué manera crees que el formato del fotolibro contribuye más a la preservación y difusión del legado artístico en comparación con la experiencia de una exposición física?

El formato del fotolibro, en mi opinión, es crucial para crear un archivo para el futuro. Considero que el fotolibro es un legado, pensando en futuras generaciones, especialmente en mi familia. Cada libro vendido representa una parte de mí que está disponible para ser descubierta por personas desconocidas en lugares lejanos. Las exposiciones, aunque son fundamentales para la carrera de un artista, tienen una duración limitada en comparación con la permanencia de un libro. Además, los libros permiten una narrativa artística constante, mientras que las exposiciones son más efímeras. Creo que ambos, los fotolibros y las exposiciones, son importantes, pero el fotolibro tiene un impacto duradero y contribuye significativamente a la preservación y difusión del trabajo artístico.

Luis, es importante resaltar que los personajes son una parte esencial de tu proceso creativo, como vimos en Zurumbático y Cha Chas. ¿Podrías explicar cómo y cuándo surgió el personaje de Pilar?

Recordé un cómic llamado Barrio Parque Chas que había adquirido en mi adolescencia en Caracas. Investigando sobre este cómic en 2018, descubrí que más allá de la historia, el barrio representaba un lugar donde todo es posible, similar a la visión de Zurumbático. Leí un comentario que decía que todo lo perdido en la vida existe en Parque Chas, lo cual me recordó la pérdida de un bebé por parte de mi madre cuando era joven, un hecho que siempre me afectó. Esa idea me llevó a concebir Chas Chas, conectando la historia con el personaje de Pilar, inspirado en mi madre.

¿Cómo te sientes al personificar a Pilar?

Me siento muy poderoso. Es un gran empoderamiento y también una responsabilidad enorme. Para mí, encarnar a Pilar es una transformación profunda, no es simplemente disfrazarse de un personaje. Su activación surgió a partir de un recuerdo y se expandió hacia otros horizontes. Comencé a concebir otros personajes y a preguntarme: si mi hermana es posible en Barrio Parque Chas, ¿qué no podría ser posible? Todo es viable, así que empecé a crear historias que podrían ser reales o no. De hecho, algunas personas incluso me han dicho que me parezco mucho a mi hermana. No desmiento esa idea, porque Pilar vive en mi mente.

En la pasada exposición en la Sala Mendoza, se exhibió una carta que abarcaba casi toda una pared, dirigida a Pilar. ¿Qué diría Pilar sobre su hermano Luis?

No estoy seguro, pero sé que sería dura conmigo porque Pilar tiene un carácter fuerte, una mezcla entre mi madre y yo. La carta que mencionas está en los libros, específicamente en Chas Chas. Si pienso en lo que Pilar me diría, probablemente sería un agradecimiento por permitirle existir y constantemente me estaría corrigiendo, como una maestra, porque eso es lo que ella es.

¿Qué estrategias o técnicas utilizas para mantener la originalidad y frescura en tus obras, evitando la repetición?

Para un autor, evitar la repetición puede resultar complicado. Por ejemplo, me inspiro en las acciones que realizo. En mi próximo proyecto, buscaré inspiración en mis trabajos anteriores: Zurumbático, Chas Chas y Te amo. Aunque serán diferentes, tendrán elementos que los conectan. Estos pequeños guiños a mí mismo crean una línea en el tiempo que se une y entrelaza. Evito repetir la fórmula del éxito; no pretendo hacer algo igual dos veces. Mi objetivo es mantener la frescura y la originalidad en cada obra. Para mí, publicar un libro ya es un éxito.

¿Cómo afecta la saturación visual de tu trabajo en las galerías a la percepción y la interpretación del público? ¿Es esta saturación una estrategia deliberada para fomentar una lectura más lenta y reflexiva de tu obra?

Mi objetivo al crear exposiciones saturadas visualmente es ofrecer una experiencia inmersiva al público. Busco que mis obras provoquen reflexión y diversas emociones. Creo en el arte como espacio de claridad y reflexión. Aunque mis exposiciones pueden abrumar, pretenden invitar a los espectadores a explorar y navegar por las imágenes. Me gusta experimentar con diferentes formatos, capas y generar nuevas sensaciones. No siempre seguiré esta misma línea, pero mi deseo es evolucionar constantemente y explorar nuevas posibilidades de expresión.

Con Te amo, abordas temas tan sensibles como el amor y los prejuicios. ¿Qué esperas que sienta o piense la gente al verla?

Busco que las palabras e imágenes generen un impacto emocional y provoquen reflexiones profundas. Espero que los espectadores entren sin prejuicios, salgan con una perspectiva diferente y se sientan perturbados en el buen sentido, incitándolos a mirar y sentir de manera más abierta y reflexiva.

¿Qué diferencias notaste en la recepción de tu trabajo en distintos países, incluyendo Venezuela? ¿Crees que estas se deben al país o a la cultura local?

Mi fotografía, con una fuerte influencia caribeña, provoca diversas reacciones según el lugar de exposición. En Latinoamérica, se conecta con nuestras raíces y esencia, generando una recepción natural y sorprendente en Venezuela. Fuera de la región, se percibe un factor de exotismo, aunque también hay conexiones culturales, como en el sur de Italia, donde se aprecia un realismo mágico similar a mi proyecto Zurumbático. En España se valora mucho el aspecto técnico, mientras que en Estados Unidos la recepción es más abierta pero posiblemente más conservadora. En la última exposición de Zurumbático, en Bogotá, en el Festival Gabo, la mayoría entendió mi interpretación personal de Cien años de soledad, aunque algunos no captaron la metáfora, algo inherente a la obra de Gabriel García Márquez.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Tengo varios en mente: El lugar más bonito del mundo, un libro sobre Venezuela; A quién le importa, un libro sobre mis 15 años como fotógrafo freelance; una serie de álbumes fotográficos antiguos de mi época como reportero gráfico en Barquisimeto; una exposición de Zurumbático en la galería Leica en San Francisco, y posibles exposiciones en Italia, Francia y Venezuela.

¿Cuál es tu opinión sobre la fotografía venezolana actual?

Observo un interesante movimiento de fotógrafas que llevan a cabo un excelente trabajo documental y periodístico. Sin embargo, considero que es fundamental buscar un lenguaje propio y una motivación personal en los proyectos. Estos deberían aspirar a ser atemporales y relevantes incluso dentro de 10 años. Para lograrlo, se requiere aprendizaje y formación. En este contexto, quiero destacar la valiosa labor del Archivo de Fotografía Urbana, la única institución que ha apoyado seriamente la fotografía en Venezuela, respaldando a los autores que exploran nuevas perspectivas.

Es crucial ser poéticos y artísticos, más que precisos y dramáticos. Debemos desafiarnos continuamente y evitar conformarnos con lo ya hecho. Para exponer fotografías lo esencial es la equidad, garantizando una representación justa de hombres y mujeres, y que los coleccionistas no dicten cómo deben ser las cosas para los autores.

¿Cómo te describirías?

Mi autodefinición ha cambiado con el tiempo. Antes de Zurumbático, aunque siempre fui un artista, no me identificaba como tal, debido a que socialmente el ser artista no es ampliamente reconocido como una profesión válida. Cuando la gente pregunta sobre la profesión, a veces respondo que soy artista, escritor en algunas ocasiones y poeta en otras. Después de Zurumbático, me liberé de las limitaciones laborales y abracé completamente mi identidad como artista. Ser artista implica una profesión, una condición, una emoción, entre muchas otras cosas. Aunque también conlleva sufrimiento, ya que la profesión artística a menudo carece de reconocimiento. Vivir del arte es una carrera difícil, llena de altibajos. Esto me molesta profundamente. Considero que es crucial valorar el trabajo de los artistas y no esperar que regalen su obra.


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