JATNIEL VILLAROEL RUIZ, CORTESÍA DEL AUTOR

Por NELSON RIVERA

Señala que, de acuerdo con las mediciones disponibles, la venezolana es una sociedad primordialmente cristiana, en sus distintas variantes. ¿Podría ofrecernos algunas de las cifras que menciona en su artículo “En qué creen los venezolanos”?

Me gustaría precisar que sistémicamente hemos estado expuestos a ser una nación declarativamente cristiana, aunque no seamos practicantes ni fieles. Específicamente, en el artículo cito distintas fuentes como el Pew Research Center (PRC, 2014) y otros medios especializados como Latinobarómetro (2020) o la Religious denomination detailed list (lista detallada de la denominación religiosa) ofrecida por la corporación World Values Survey Wave (2017-2022) y todos coinciden en que Venezuela es eminentemente cristiana, al reflejar que 73% de las personas declaran ser católicas, 17% protestantes, 3% dice pertenecer a otra religión y solo 7% sostiene no tener ninguna afiliación religiosa.

Reitero la idea inicial: el cristianismo es la religión que trajeron e impusieron nuestros colonizadores y, además, destacar que, incluso hoy, en los textos escolares que usamos cotidianamente hay ejemplos o historias de personajes cristianos generalmente católicos. Esto nos permite pensar que esta cristiandad va más allá de ser una acción al azar o una respuesta espontánea de los venezolanos a un modus vivendi específico. Sin embargo, al ser un hombre —siguiendo el existencialismo de Sartre—, jamás descartaré que decantarse por el cristianismo ha sido una decisión voluntaria de quienes declaran seguir esa religión.

De acuerdo con lo que señalan esas cifras, del total de creyentes (aproximadamente 93% de la población), alrededor de 17% se declaran afiliados de alguna de las vertientes del protestantismo. ¿Tiene algún fundamento la percepción de que la mayor presencia de esos credos está en los sectores de menores ingresos?

Harold Bloom, uno de mis referentes occidentales para aproximarme a los estudios religiosos, afirma en La religión Americana (2009) que el cristianismo, sobre todo el que se practica de forma carismática o corporalmente efusiva, tiene “peculiar atractivo” para lo que usted llama los sectores de menores ingresos, debido a que se fundamentan en prácticas religiosas que enseñan que hay poder en cada individuo que recibe al Espíritu Santo, esto puede incluir sanación y liberación, cosas que, en muchos casos, el poder político o judicial falla en otorgarle a los de menor poder adquisitivo.

Además, mientras las iglesias católicas podían construir catedrales cerca de las plazas, los cristianos protestantes aprovecharon para construir sus templos cerca de las personas, en los mismos vecindarios y en sus casas. Así que no sería descabellado que ese cúmulo de acciones sociales y otros factores similares hayan hecho a muchos pensar que la iglesia cristiana y los sectores populares van de la mano.

Michaelle Ascensio hablaba mucho sobre esto último; de hecho, en De que vuelan, vuelan (2012), ella describe cómo los pueblos, al ver que sus gobiernos no responden a sus necesidades básicas, recurren a las deidades en busca de protección y cuidado.

¿Comparados con otros países de América Latina, cuán religiosa es la sociedad venezolana? ¿Hay datos que permitan establecer alguna comparación?

El Informe Latinobarómetro de 2023 ofrece de forma gratuita cifras que quien así lo desee puede consultar. Estas muestran que ciertos países como México, Argentina, Paraguay o Ecuador registran índices bastante altos de profesión religiosa de base cristiana. Pero no creo que esto sirva para determinar cuán religiosa es una sociedad con respecto a otra. Podemos acercarnos a las estadísticas y ver lo que profesó un porcentaje significativo de cada nación, mas ser religioso no depende de decirle a un encuestador que soy o no cristiano o de cualquier otra denominación religiosa. Ya Teun van Dijk nos ha estado alertando acerca de las relaciones e imbricaciones entre ideologías y religión. Para establecer tales comparaciones se necesitaría algo más fenomenológico, sociológico o etnográfico, patear la calle y convivir con los practicantes para determinar quién es más religioso en el día a día y quien solo da respuestas ante las opciones que se le presentan.

¿Existen datos que permitan establecer si el porcentaje de creyentes en Venezuela ha crecido y disminuido, por ejemplo, con respecto a 50 años atrás?

Las estadísticas están para quien quiera consultarlas, pero me limitaré a rememorar el panta rei que Platón le atribuye a Heráclito y diré, de la misma forma, que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río; además,  el porcentaje de creyentes en Venezuela es un río donde agua va y agua viene.

¿Qué nos puede comentar sobre las prácticas religiosas en Venezuela? ¿Están muy presentes en la vida cotidiana? ¿Se restringen al cumplimiento de ritos específicos?

Esta pregunta me gusta mucho porque ahora puedo responderla con mayor tranquilidad. Cuando escribía mi tesis doctoral, y antes de presentarla, me devanaba los sesos con preguntas similares.

En ese recorrido de casi cinco años, leí, discurrí y medité mucho para dar con una definición de religiosidad que pudiese oponerse, en cierta manera, al concepto de religión como práctica ritualista asociada al culto congregacional y eventos eucarísticos.

Cuando hablo de esa religiosidad, generalmente me refiero a nociones prescriptivas desprendidas de las modalidades axiológicas del deber, saber y hacer que se relacionan con nociones religiosas que han permeado nuestra sociedad hasta adentrarse en nuestro sistema educativo por medio de las ideologías. Todo esto teniendo presentes tres actantes: 1) la Iglesia, como representante de la religión, por ende, distribuidora del discurso religioso, 2) el Estado, como sistema gubernamental que no puede obviar la religión en los pueblos y 3) la educación, que no logra deslastrarse de los aspectos religiosos de quienes la imparten.

Por lo tanto, veo la religiosidad como esos aspectos y modos de entender el mundo que se expresan en la sociedad y no refieren de manera estricta los dogmas de una religión particular, sino a un ideal colectivo donde se han fijado atribuciones sagradas bastante complejas que se atribuyen a una o varias deidades.

Es una actitud interpretativa de carácter axiológico idealizante. Por ejemplo, esas prácticas religiosas (esas formas de religiosidad) se ven reflejadas en el día a día de nuestro país cada vez que predomina la prescripción basada en la percepción vivencial de los más experimentados (alguien que escucha a un anciano porque este ha vivido más y, por lo tanto, sabe más del mundo). Asimismo, en las palabras de autoridades y la convicción de verdad que se encuentran en los textos sacralizados que no son necesariamente religiosos (como la Constitución) y en las promesas de felicidad que se desprenden de hacer o actuar de determinada manera. Como cuando alguien escucha con atención a alguien “que ya pasó por eso”, o cuando alguien se viste o comporta de cierta forma porque eso le asegurará éxito, futuro o felicidad. Incluso pasa en aquellos que se ponen falda y blazer, o corbata, según sea el caso, para ir a una entrevista creyendo que es lo más adecuado para el fin que se pretende.

Y, claro, no estoy hablando, ni pienso hablar aún, de aquellas prácticas ritualistas y no tan ortodoxas de ciertos declarados cristianos, costumbres que nuestra estimada Michaelle Ascensio llamó “catolicismo popular” y otros llaman paganismo o, incluso, esoterismo. Pero lo que quiero dejar claro acá es que si hemos bebido religión judeocristiana desde antes de aprender a hablar, no habría de extrañarnos que mucho de lo que hagamos, digamos o pensemos en el día a día, esté bajo un lente que permea cada espacio de nuestra vida, y por eso es muy difícil dejar de lado nuestras ideologías religiosas aunque nos percatemos o no de su existencia. Así que hasta cosas comunes como leer un texto con devoción o entregarse en cuerpo y alma a una canción que te gusta resulta ser una expresión de nuestra religiosidad.

En su artículo describe las posturas doctrinarias del catolicismo, el pentecostalismo, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los testigos de Jehová, los bautistas y los adventistas. ¿Estas doctrinas limitan la convivencia o la interacción entre unos fieles y otros?

A diferencia de otras naciones, en la Venezuela actual no he visto esas guerras santas entre una denominación y otra, cosa que agradezco. Inclusive, me encanta saber cosas como que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días dice que todas las iglesias nos acercan a Dios, aunque no todas enseñen la verdad, y que varios grupos protestantes afirman muy confiados que si ese no es el sitio o congregación en el que un individuo debe estar, el Espíritu Santo se lo hará saber para que rectifique. Por lo tanto, no quiero pensar que diferentes doctrinas limiten la convivencia o la interacción entre hermanos venezolanos. Es decir, ¿no iría al médico ni haría caso a sus indicaciones porque profesa una religión de base cristiana distinta a la mía?

Cuán difícil ha de ser interactuar solo con los que profesan y practican tu misma religión. Habrá que unirse a un culto emergente y bastante radical si se pretende hacer eso.

Veamos, cuando Yulimar Rojas gana otra medalla o la Vinotinto mete un gol definitorio, quienes disfrutan de sus triunfos no andan pensando en colores ni ritos de consagración, solo disfrutan de ese interés común de ver a atletas de esta tierra representar lo mejor de nuestra nación. Así que, de haber quienes se empeñen en hacer surcos profundos donde hay grietas leves, espero que se enfoquen en los puntos comunes, en la caridad, en las cosas buenas y rueguen con mucho amor por esos prójimos que no comparten sus mismos dogmas. Recordemos el ecumenismo bíblico y lo que dejó el concilio de Jerusalén porque allí se le recuerda a los cristianos a que no se empeñen en poner trabas a los que se convierten a Dios.

Quiero pedirle que recapitule los tres aspectos generales y preponderantes que encontró (“igualdades, similitudes y particularidades”) entre las distintas variantes cristianas.

Básicamente, luego de convivir por meses con ellos y leer muchísimos libros y publicaciones oficiales de los distintos grupos religiosos de fundamento cristiano que hacen vida en Venezuela, encontré que, a pesar de diferencias doctrinales y de práctica litúrgica, hay 10 principios en común con los que cada grupo está de acuerdo.

Esto se resume de la siguiente manera: cinco hacen énfasis en la supremacía de la única deidad máxima (Dios), lo importante de obedecer sus ordenanzas (la Biblia) y las recompensas de esa obediencia (Salvación eterna). Tres de ellos se enfocan en imitar a Jesús y la manera en que este vivió, según lo que se expresa en los escritos sagrados canónicos. Las otras dos creencias comunes encontradas sirven para instar a los creyentes a permanecer fieles y constantes a los preceptos que cada grupo religioso de los analizados exige: mantenerse congregados en los sitios de reunión es importante para el desarrollo de los creyentes y la comunión entre hermanos. Y, por muy paradójico que parezca, cada denominación sostiene que predica la verdad y los demás grupos religiosos sólo promueven apostasías.

He tenido la impresión de que en los últimos años, quizá asociado a la crisis del país, se ha producido una intensificación de las prácticas religiosas en Venezuela. ¿Es una impresión sesgada o tiene algún fundamento? Si fuese cierto, ¿qué explica el fenómeno?

Que te des cuenta ahora de eso puede responder a que, efectivamente, te has acercado más a tu deidad, o que la misma situación te haya forzado a ver algo que quizá siempre estuvo presente pero tu atención estaba fijada en otros intereses. Así como cuando un niño se cae y corre casi que con los ojos cerrados a sus padres porque estos le generan seguridad y sosiego, nosotros corremos religiosamente a nuestras deidades, mucho más cuando sabemos que la figura suprema de la creación nos asegura que los sufrimientos de este mundo no se equiparan con la dicha de la vida venidera que se ha reservado para los fieles.

Si has visto la película norteamericana Un buen día en el vecindario (2019), donde Tom Hanks da vida al emblemático Fred Rogers, recordarás que, casi al final de la película, este está visitando a un hombre muy enfermo y le dice algo al oído. Cuando los familiares del señor Rogers le preguntan qué le dijo al hombre enfermo, este responde que le pidió que orase por él porque la gente en tales situaciones se aferra a Dios. Independientemente de lo emotiva o no que pueda parecerte esta escena, puedes notar que tu percepción no es algo fortuito porque, de hecho, sí hay una creencia generalizada de que las personas buscan a sus deidades cuando no están en su mejor momento. Lo bueno es que tenemos relatos como el de “El hijo pródigo” donde se nos dice que el Padre nos espera con brazos abiertos.


*Jatniel Villarroel es filólogo clásico, lingüista y doctor en Ciencias de la Educación, miembro internacional de la American Psychological Association (APA), profesor asociado y jefe del Departamento de Educación, Humanidades y Artes de la Universidad Nacional Experimental de Guayana (UNEG).


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!