Irene María De Sousa | Jorge Sandoval

Por NELSON RIVERA

El relato de Tierra o fuego es inusualmente minucioso. ¿Tomaba notas mientras sucedían los hechos? ¿Sabía usted, desde el día en que comenzó a trabajar en la Morgue Senamecf que escribiría este libro?

—Cuando Óscar Pérez realizó un acto simbólico en el helicóptero el 27 de junio de 2017, lo investigué y traté de contactarlo. En ese tiempo hablé con un piloto con quien había trabajado y con una sindicalista a la que había pedido ayuda para dirigirse al sector obrero, también me vinculé a una organización de Resistencia, y aunque no lo conocí, curiosamente todas esas personas aparecían fácilmente y me suministraban información sobre él. No creo en las casualidades y pienso que estaba destinada a llegar a este caso, puesto que en diciembre de ese año un funcionario del Senamecf me propuso entrar a investigar en la morgue. El ingreso como directora de comunicaciones se confirmó el 29 de diciembre, mientras en la institución hacían una reunión de fin de año, como si fuera una decisión inaplazable porque algo me esperaba allí. Acepté el cargo con la intención de indagar sobre irregularidades y movida por la curiosidad periodística, por supuesto que jamás imaginamos que el 15 de enero de 2018 fuera ingresado el cuerpo inerte de Óscar Pérez y que el 16 de enero sería mi primer día de trabajo. Fui la primera periodista en enterarse y a última hora pude decir que no quería ir a trabajar o enfrentar el hecho, preferí lo segundo. Durante los 7 días era impresionante todo lo que ocurría en tan sólo horas, pero decidí escribir el libro el día que enterraron a Óscar Pérez, el 21 de enero. Apenas estaba llegando a la institución y claramente no tenía acceso a todo lo que sucedía. Cuando pude estar en alguna reunión donde se trataran “asuntos de Estado”, generaba malestar. Sin embargo, como ocurre comúnmente en las historias periodísticas de investigación, el funcionario con el que acordé entrar a la morgue fue mi informante. Cada día nos reuníamos e intercambiábamos datos; de hecho, él llegó a facilitarme un informe técnico que incluí en los anexos del libro. En los capítulos donde narro lo que aconteció en la morgue durante esa semana, cuento la historia del informante y mi experiencia personal de forma cronológica.

Quiero preguntarle por la desproporción del ataque a Óscar Pérez y su grupo. ¿Qué explica que recurriesen a tanquetas, armas de guerra, bombardeos y mercenarios? ¿Pérez era percibido por el poder como un peligro real?  

—La filósofa Hannah Arendt decía que los regímenes totalitarios se nutren del miedo, y tenía toda la razón. En una historia como la que vive Venezuela, personajes como Óscar Pérez,  que vayan en contra de lo que hace la mayoría, son una rareza y eso por supuesto que no le gusta a la tiranía, porque necesita hacerse respetar e infundir miedo de cualquier manera. Por su naturaleza, la dictadura está en la obligación de demostrarle a quienes piensen en realizar una acción valiente lo que es capaz de hacer por defender su poder. Un hombre o una mujer que busque concienciar a la población venezolana es un peligro real.

Quisiera pedirle que nos cuente la cuestión de las órdenes y contraórdenes en relación con detener o matar a Óscar Pérez. ¿Tiene nueva información, posterior a la publicación de su libro?

—La periodista y escritora Oriana Fallaci, en su libro Un hombre, dedicado al líder de la Resistencia griega Alexandros Panagoulis, explica lo que ocurre actualmente en Venezuela, porque como ella lo dijo otrora: “Las tiranías, sean de derecha o de izquierda, de ayer, de hoy o de mañana, se parecen entre sí, en cuanto a sistemas de represión se refiere”. Cuando condenaron a muerte a “Alekos”, el dictador Geórgios Papadópoulos se vio presionado por la prensa extranjera y no permitió que Dimitrios Ioannidis, —quien realmente mandaba en la sombra— jefe de la temida policía militarizada (ESA), influyera en su decisión. Lamentablemente Óscar Pérez no corrió con la misma suerte y fue condenado a muerte, no en un tribunal, tratando de darle sustento jurídico a lo injustificable, como ocurría en la dictadura griega, sino frente a nuestra mirada atónita. En la Morgue de Bello Monte las opiniones sobre el paradero  de los 7 cuerpos estaban divididas, especialmente en torno al de Óscar Pérez. Diosdado Cabello presionaba para que fuera cremado, mientras Nicolás Maduro esperaba la resolución del Alto Mando Militar. El libro se llama Tierra o fuego porque esa era la clave para dar la orden definitiva, si lo enterraban era “tierra”, si lo cremaban era “fuego”. Lo que es muy claro hasta hoy es que es tan responsable de la masacre quien dio la orden, como quienes la ejecutaron, quienes ejercen los cargos de poder del régimen y quienes guardan silencio cómplice. Creo que muchos militares y funcionarios lo tienen claro, y por esa razón nadie estuvo dispuesto a firmar la orden de cremación.

En su relato sugiere un aspecto de las instituciones públicas del que poco se conoce: la resistencia silenciosa de los funcionarios a la política. En su perspectiva: ¿están divididas las organizaciones entre funcionarios leales y no leales al régimen?

—Pese a que el miedo paraliza, existen quienes conspiran aunque sea discretamente y aun cuando tengan muchas reservas. Estas personas saben que no es correcto lo que sucede allí adentro y no quieren que su nombre salga a relucir en la historia negra de Venezuela, e inclusive algunos en el fondo son patriotas. Empero, como decía Hannah Arendt al referirse a la “banalidad del mal”, también están los autómatas, los que no piensan y en consecuencia actúan como un Adolf Eichmann (criminal de guerra nazi), de forma mediocre y sin ningún tipo de remordimiento, bajo la excusa pusilánime de que sólo “siguen órdenes”.

¿Quién era Óscar Pérez? ¿Qué se proponía? ¿Qué explica lo audaz y arriesgado de sus métodos?

—Según la RAE, un héroe o heroína “es aquel o aquella persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble”. También podemos hallar la siguiente definición de la palabra: “Quien realiza un acto de valentía extraordinario, el cual implica un deliberado sacrificio de sí mismo con el fin de proteger y servir a los demás”. Yo le agregaría que un héroe no es quien siempre sale victorioso de sus hazañas, sino quien es capaz de hacer lo que la mayoría no quiere o no puede, a riesgo de perderlo todo: Óscar Pérez fue un héroe.

“Catorce apóstoles son pocos para un cristo que pretende por sí solo derrocar a una tiranía, admitámoslo”, le decía Oriana Fallaci a “Alekos” en su libro, y lo describía en todo momento como un héroe, porque sin esperar el acompañamiento de partidos u organizaciones, era capaz de tomar acciones contundentes que no salían como él esperaba, pero que demostraban que podía inmolarse tratando de despertar a su pueblo, que dicho sea de paso, tampoco creía en él. Con Óscar pasó algo similar, él no era un hombre que deseara la violencia, pero tenía claro que un régimen como el que vivimos difícilmente saldrá por una vía distinta a la fuerza, y la fuerza no sólo la constituyen las armas, la fuerza, como él mismo diría en aquel memorable video antes de morir: la ejerce “todo el pueblo unido”.

Salvo escasas excepciones, los periodistas lo ignoraban o hasta lo descalificaban, olvidando la importancia de la investigación, yo por el contrario quise saber todo sobre ese personaje que se atrevía a hacer algo impensable para la mayoría. Recuerdo que me agradó conocer su existencia porque coincidía con algunas de sus propuestas para el país. Por ejemplo: los medios de comunicación como vehículo indispensable para culturizar e infundir valores en una sociedad que en la actualidad sufre escasez de ellos. Analicé a un hombre noble que hizo una película no porque fuera actor, sino porque en medio de un  operativo de seguridad se encontró con un niño que le dijo que quería ser malandro, y al sentirse afectado quiso hacer algo para que los niños a través de una película aspiraran ser los buenos y no los malos de la historia. El mismo carácter se observa en su decisión de enfrentar al régimen luego de que el hampa común asesinara a uno de sus hermanos. Pienso que tuvimos entre nosotros a un extraordinario ser humano que quiso y pudo hacer cosas positivas por Venezuela. Lamentablemente no fue escuchado, pero sí desprestigiado, eso sin duda lo hirió quizá tanto como lo pudieron hacer las balas con las que fue acribillado, y una muestra de ello es que murió pidiendo que creyeran en él. Históricamente, los pueblos la mayoría de las veces no están preparados para los héroes, quizá para los hombres de acción o para los líderes que nacen o se inventan con frecuencia, pero no para un héroe, que por lo general es incomprendido porque su audacia no siempre es elocuente, y aun así, como diría Fallaci: “Cuando es eliminado se forma un vacío imposible de colmar”.

¿Quiénes eran las otras personas que fueron asesinadas en el mismo ataque? ¿Por qué estaban allí?

—Las otras seis personas, entre las cuales se encontraba una dama, también fueron héroes que creyeron en Óscar Pérez. Todos jóvenes, todos cansados de vivir en un sistema socialista que les ponía obstáculos para alcanzar sus sueños, como era el caso de Lisbeth Ramírez, quien muchas veces debía pedir cola para llegar a la universidad porque no tenía recursos económicos para trasladarse a diario. Como era el caso de los hermanos Lugo, militares rebeldes que no estaban dispuestos a seguir gritando “Patria, socialismo o muerte”, al tiempo que veían penurias por doquier. Mientras escribía el libro no tuve acceso a algunos familiares, tratar de contactarlos fue quizá lo más peligroso que realicé en todo ese tiempo de trabajo que sumó casi un año. Tenían miedo, lo cual es entendible, pero para mí sería un honor hacer en el futuro una edición actualizada de Tierra o fuego donde pudiéramos escribir mucho más sobre ellos.

¿En qué momento se sintió usted en peligro? ¿Se exilió antes de publicar el libro? 

—Mi carrera por terminar el libro, salir del país y publicar empezó a mediados de mayo de 2018. Me enteré cuando dos masones me pidieron una reunión para alertarme y decirme que tenían conocimiento de que estaba escribiendo un libro porque el informante (que había huido del país simulando una persecución y era la única persona que lo sabía) les había comentado. En ese tiempo acudí al diputado José Luis Pirela, quien es testigo de mi trabajo, porque formó parte de la comisión de la Asamblea Nacional que visitó la morgue, y por esa razón le pedí que escribiera el prólogo. Me encomendé a Dios y a la Virgen, que siempre han sido mi guía en todo este camino difícil, y decidí seguir adelante; haciendo entrevistas a diversas fuentes, contactando a especialistas en derecho penal internacional. Todo el libro lo escribí en Venezuela, sólo hice la publicación afuera. En algún momento comencé a sentirme vigilada, pero me calmé pensando en que buscaban a otra persona. Lo que hice fue tratar de actuar con total normalidad y seguir mi vida como si nada me hubiese alterado, mientras iba a los cibercafé a trabajar desde la mañana hasta la noche, además escribía desde correos anónimos a las editoriales, y una vez me arriesgué al reunirme en persona con la única que parecía dispuesta; aunque al final no lo creí prudente y opté por la autopublicación en Amazon. Estando en el exilio han buscado contactarme varias veces a través de personas peligrosas. Responsabilizo a la dictadura de cualquier cosa que me suceda.

Usted trabajó en una organización clave para un régimen que mata. En su relato hace evidente el ambiente de tensión que allí se vive. ¿Es excepcional o permanente? ¿Volvería a trabajar allí nuevamente? 

—Como le narré anteriormente, fue una situación totalmente coyuntural. Desde que tenía 18 años (el 7 de noviembre cumplo 29) y cursaba el primer trimestre en la universidad, participé y trabajé para partidos, organizaciones e instituciones en manos de la oposición. Las veces que tuve contacto con personeros del régimen fue meramente por labores periodísticas en algunos medios de comunicación. Precisamente eso era lo que me parecía más retador cuando acepté entrar a la morgue. Sueño con regresar a mi país cuando exista democracia y me gustaría colaborar todo lo que pueda en la reconstrucción, pero jamás volvería a aceptar un cargo en la lúgubre morgue.


*Tierra o fuego. 7 días de silencio y el destino de 7 cuerpos. Irene María De Sousa. Edición de autor disponible en Amazon, 2020.


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